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La oposicion era viva é incesante en la prensa y en el célebre Estamento de Procuradores, en cuya tribuna lanzaban su irresistible voz elocuentes y patrióticos oradores.

Habia resonado en el santuario de las leyes una peticion atrevida, encaminada á dar estabilidad al triunfo de los principios liberales.

Los dignos representantes, entre los que se hallaba el arrebatador é inspirado tribuno alicantino D. Joaquin María Lopez, pretendian con laudable celo, « regenerar la patria desgraciada poner en accion todos los resortes de su engrandecimiento; procurar toda la latitud posible y garantías á los derechos sociales, y establecer la conveniente alianza entre el trono y el pueblo.»>

Se pidió, en fin, la Tabla de derechos, recordando con este motivo su exigencia la solemne declaracion que se hizo en la asamblea constituyente de Francia de 1789.

Demandábase la libertad individual protegida y garantida, sancionando que ningun español pudiera ser obligado á hacer lo que fuese contrario á las leyes.

Que todos los españoles pudieran publicar sus pensamientos por la imprenta, sin prévia censura, aunque con sujecion á la ley establecida para reprimir sus abusos.

Que ningun español fuese preso ni perseguido sino en los casos y forma que prescribieran las leyes.

Que estas no tuvieran efecto retroactivo, y ningun español fuese juzgado sino por los tribunales establecidos antes de la perpetracion del delito.

Que se consignara la igualdad legal para todos los españoles, y se declarase que, siendo todos igualmente admisibles á los empleos civiles y militares, debian todos contribuir á las cargas del servicio público.

Ultimamente, se exigia la responsabilidad de los ministros Ꭹ demas funcionarios del Estado, y la creacion de una fuerza ciudadana.

Este importante suceso enardeció los ánimos y produjo una emocion mágica en los constitucionales, dando por tierra con el débil prestigio del ministerio.

Habian ocurrido sangrientas conmociones así en Madrid como en las provincias.

Madrid, Málaga, Zaragoza y Murcia fueron teatro de atroces conflictos.

Todo presagiaba un trascendental acontecimiento: la situacion era en verdad gravísima y precursora de una dilatada série de luchas y trastornos.

Un infortunio, aun mas terrible que las revueltas, preocupaba los ánimos, de suyo inquietos y rencorosos: el ¡Cólera, con sus horrores, con su esterminadora saña, venia á ser como el complemento del cuadro fúnebre que se destacaba á los ojos de nuestro atribulado pais, convertido á la sazon en un triste lugar de duelo, de lágrimas y de sangre!

La fortuna era por demas adversa al débil ministerio del Estatuto, causante de contínuas quejas é inquietudes.

Hoy que al traves del tiempo examinamos tranquilamente aquel órden de cosas, nos convencemos de que resultaba ser natural y lógico, puesto que España, en pos de largos y hondos martirios, sacudia el yugo y luchaba con el pensamiento, la palabra y el acero en pro de su libertad y de su grandeza.

VI.

Reemplazó en el poder al autor del Estatuto el conde de Toreno, en quien se reunian cualidades de hombre de Estado, siendo ademas persona erudita, orador hábil, incisivo y correctò; mas las circunstancias tampoco le eran propicias, porque adolecia del obstinado esclusivismo, aunque no de la sinceridad de su antecesor, y su resistencia al progreso de la opinion, al desarrollo de los principios, y otras causas que seria difuso enumerar, produjeron mani

festaciones armadas, y un grito unánime de reprobacion en toda la Península.

Habia decretado la abolicion de la Compañia de Jesus, restableciendo una Pragmática de Cárlos III, é hizo una supresion parcial de las órdenes monásticas, cérrando los conventos en los cuales no existiesen doce individuos profesos, esceptuando las casas de clérigos regulares de las Escuelas Pias y de los Misioneros.

A pesar de su tendencia mas liberal, el ministerio de Toreno fué saludado con espantosas adversidades.

Despues de la que anteriormente habia ensangrentado la córte, repitiéronse las crueles matanzas de carlistas y religiosos en Barcelona, Reus, Gandesa, Murcia y otras poblaciones, declarándose despues en rebelion Madrid y la inmensa mayoría de las provincias, que alzaron por enseña el Código venerable de 1812.

Guerra y revolucion: hé aquí dos fatídicos génios que batian sus negras alas sobre la cabeza del ministerio, incapaz de resistir el cúmulo de contrariedades que por doquiera y sin cesar le asaltaban.

¿Y quién habia de ser el hombre afortunado, escogido por la Providencia para salvar la causa nacional en el revuelto campo de la discordia civil, en el proceloso piélago de tantas pasiones y venganzas?

¿Quién podria satisfacer las justas exigencias de la opinion?

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A quién era dado acallar el ruidoso clamoreo de los partidos, y producir la quietud y la esperanza en el corazon de los españoles?

En tan crítica situacion apareció el hombre ilustre que, con los admirables recursos de su génio, y su inmenso patriotismo, contribuyó eficazmente al triunfo de la libertad española.

CAPITULO PRIMERO.

Antecedentes y servicios de D. JUAN ALVAREZ Y MENDIZABAL en los primeros años de su vida pública.

1.

Si nuestra conciencia ó el temor de un proceder injusto nos detuviesen al dar principio á la noble tarea que se nos ha confiado, de seguro no levantaríamos la fria losa que guarda en la eterna quietud los inanimados restos del benemérito español, cuya vida resplandece en las páginas de la historia contemporánea como un modelo de patriotismo y de escelentes cualidades cívicas.

Muy al contrario; complácenos grandemente, nos orgullece que sea nuestra humilde pluma la primera que en esta forma trace hoy sus hechos, consigne sus eminentes servicios, pruebe sus altas dotes, y supliremos la débil luz de nuestra inteligencia con el entusiasmo y fé que inspira su recuerdo, fé y entusiasmo que inspiró á su época, haciendo renacer en ella el espíritu público por férrea servidumbre aletargado.

Mas es fuerza seguir dia por dia, paso á paso la interesante vida, los notables antecedentes que hoy en su historia descubrimos, si hemos de ser fieles cronistas é imparciales apreciadores de su fama.

TOMO I.

3

II.

Si el valor ó el mérito de un hombre hubiera de medirse por el estruendoso y atronador huracan de la envidia y la maledicencia, pocos ciertamente podrian colocarse á la altura del difunto ministro progresista.

Con dificultad habrá existido persona alguna colocada en la esfera oficial, que haya afrontado mas rencores y absurdas calificaciones.

Unicamente la noble reflexion, la imperturbable calma de MENDIZABAL hubiera podido sobrellevar la contínua série de ultrajes de que fué blanco durante su azarosa vida, y que aun despues no ha respetado su sepulcro.

Víctima siempre de la desgracia, pero tranquilo en su conciencia, y acostumbrado á vivir en un pueblo culto y libre, como lo es la Inglaterra, jamás se conmovió al eco estúpido de la perfidia, y desoyó impávido las infundadas aunque graves acusaciones de la parcialidad, y el ódio de sus adversarios políticos.

Negábasele patriotismo, y ya veremos cómo y con cuanto desinterés ardia en el sagrado amor de la patria.

Negábasele probidad, y ya consignaremos hechos irrecusables por los que se prueban elocuentemente su abnegacion y honroso comportamiento.

Imputábasele falta de principios, carencia absoluta de un sistema político-económico, y evidenciaremos que era un verdadero hombre de estado, no una notabilidad empírica, dada á improcedentes cálculos, á empresas atrevidas, á planes aventureros.

Atribuíasele, por último, un orígen lamentable; impostura que en un pueblo, todavía en aquella época juguete de oscuras preocupaciones, le hubiera podido acarrear las mas terribles consecuencias.

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