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por distritos. Dijo V. además que los diputados que sostuvieron esa ley fueron condenados á una proscripcion tal, que de 71 que eran, 70 quedaron escluidos en las nuevas elecciones. Y de estos dos hechos, á cual mas inexactos, dedujo V. con la mayor candidez que tambien los progresistas son intolerantes: consecuencia de gran valía para V. porque de ella se desprende que la intolerancia no es propiedad esclusiva de los gobiernos moderados, como hasta ahora han creido todos los hombres imparciales. VI Re

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>> Si esas palabras no afectasen mas que á mi persona, esté V. seguro que no iria á distraerle con esta carta de sus importantes ocupaciones, porque, digan lo que quieran mis adversarios, el pais me hace justicia; pero afectan tambien á la reputacion del partido progresista, y aunque tampoco lo necesita, yo no puedo dispensarme de salir á su defensa. Esta misma razon me servirá para disculpar el propósito que he formado de imprimir y dar la conveniente publicidad á esta carta..

» Procuraré ser lo mas conciso posible, porque al fin y al cabo, usando una frase que no sé si á V. le pertenece, pero que es exacta y bellísima como todas las que salen de sus lábios, la razon siempre concluye por tener razon. No obstante, para que la vindicacion sea completa, juzgo oportuno hacer una breve reseña de los antecedentes que prepararon mi subida al ministerio y de la situacion‹ en que entonces se encontraban la España y los partidos, Habiendo V. presenciado los sucesos de aquella época, parecerá á algunos innecesario y supérfluo que me detenga á recordarle lo que debe estar cansado de saberg y en efecto, tendrian razon si en el discurso del 27 de junio no se hubiese V. manifestado tan desorientado acerca de unos acontecimientos á que asistió V., cuando no como actor, como testigo. » En 13 de junio de 1835 me dispensó S. M. la alta hon

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#TARTPI, DE MENDIZABAL, ATHOTSIK

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ra de llamarme para desempeñar las cartera de Hacienda. Vò, que me hallaba establecido en Londres al frente de anio de los mejores establecimientos de aquel gran mercado, no -consulté mis intereses particulares, sino mis deberes de ciudadano español: y despues de liquidar precipitadamenté, abandonando mi fortuna y sacrificando mi porvenir comer! cial, acudí solicito y presuroso al llamamiento de mi Reina, 5-Llegué el 5 de setiembre á la Granja, donde estában SS. MM. y el señor conde de Toreno, jefe del gabinete; y ví que habia recibido una completa modificacion el ministerio del 13 de junio.

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Vp recordará que el estado del pais era por aquel tiempo angustioso, tristísimo y profundamente desconsolador. La intervencion estranjera, menguadamente solicitada de las córtés de París y Lóndres por el gobierno, habia sido negada. Nuestro crédito habia desaparecido. El ejército de D. Carlos, considerablemente aumentado, presentaba un aspecto imponente. Las esperanzas de consolidar el trono de Isabel II, y de afianzar las instituciones liberales, iban siendo cada dia mas ilusorias. V. sabe que la nacion estába al borde del precipicio, y sabe V. tambien quiénes fue÷ cron los hombres que la arrastraron hasta allí. Un esfuerzo mas en el bando carlista, un desacierto mas en los consejeros de la Reina Gobernadora, y la causa de su escelsa hija era infaliblemente perdida.i in obedge wĩ DOIьTEJ - Las provincias, por otra parte, se habian sublevado, unas pidiendo que el ministerio fuese exhonerado y dás - Córtes disueltas, otras exigiendo que se reformara el Estatuto, y otras proclamando la Constitucion de 48421; pero todas contra el gabinete del señor conde de Toreno y contra el partido moderado, á quienes se les consideraba universalmente como autores de los desastres que pesaban sobre nuestra infortunada patria. Aquel movimiento era tan general, que muchas de las autoridades del gobierno se TOMO I.

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habian unido á los insurrectos, como lo hizo el conde de Cartagena, capitan general de Galicia: las demás, ó permanecieron en las provincias sin hostilizar la revolucion, ó se presentaron á recibir órdenes del gobierno. El espíritu de las tropas era igualmente favorable á los pronunciados: 3,000 hombres enviados de Madrid, bajo el mando del general Latre para batir al ejército que las provincias de Andalucía habian enviado á la Mancha, se pasaron todos menos el general y un escaso número de oficiales de su estado mayor. Solo el ejército del Norte se abstuvo de tomar parte en la insurreccion. Con una lealtad y una disciplina dignas de alto encomio, permaneció frente á las huestes enemigas que tanto incremento habian tomado, sin inclinar el fiel de la balanza á una parte ni á otra. Mientras que tan hondas discordias desgarraban el seno de la patria, él se conservó en su puesto velando por la seguridad de todos y por los grandes intereses de la nacion.

» El cuadro que presentaba la capital de España no era tampoco mas halagüeño. El gobierno habia declarado á Madrid en estado de sitio, habia desarmado la Milicia Nacional, y habia llenado las prisiones de ciudadanos, acusados con mas o menos motivo de sospechosos. La investidura de procurador del reino no era entonces garantía segura contra las persecuciones del poder: unos fueron á la cárcel pública como criminales, y otros apelarón á la fuga para salvarse. Los discípulos de los gobernantes que á tal situacion nos condujeron en aquel tiempo, dieron mas tarde, en 1848, un espectáculo análogo. Las lecciones prácticas de tolerancia pertenecen únicamente á la escuela moderada.

» Los consejeros de la corona comprometieron á S. M. á publicar un manifiesto, que apareció sin las firmas de los ministros responsables, y del cual se sirvieron como de un arma de partido; y al dia siguiente, sin esperar los efec

tos de la benéfica influencia que la autorizada voz de tan augusta princesa podia ejercer en el ánimo de los españoles, dieron un decreto de proscripcion declarando traidores á todos los pronunciados.

» Tal era el estado de la nacion el 14 de setiembre de 1835: estado humillante y vergonzoso, risueño solamente para los ensoberbecidos partidarios del Pretendiente. Si V. se propusiese pintar aquella lúgubre página de nuestra historia contemporánea, estoy seguro de que emplearia V. tintas mas negras.

>> En la madrugada del mismo dia 14 se celebró un consejo de ministros, en el cual hubo diversidad de pareceres. El Sr. Riva-Herrera, ministro de la Gobernacion, se declaró por la funesta política de resistencia y represalias, á semejanza de otros que V. y yo hemos conocido posteriormente. El señor conde de Toreno, por el contrario, demostrando una capacidad superior, con la elevacion de miras que debe guiar al hombre de Estado, y con la abnegacion del ciudadano que sabe sacrificar su amor propio á la tranquilidad y engrandecimiento de la patria, sostuvo que lo que exigian las circunstancias era que el poder pasase á otras manos, á las manos de españoles que, colocándose entre la revolucion y los que la habian provocado con sus desaciertos, salvasen las instituciones y el órden, y reconciliasen los ánimos divididos.

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Impulsado por estos nobles y patrióticos sentimientos me llamó el señor conde de Toreno á las seis de la mañana, y me informó minuciosa y exactamente del estado de la nacion, manifestándome en seguida que si me hallaba cơn fuerzas bastantes para devolver al trono el prestigio perdido, el sosiego á los ánimos y la paz al pais, que él tendria la honra de aconsejar á S. M. que me confiase la gobernacion del Estado. Correspondiendo á la franqueza del señor conde, le contesté que me creia capaz de apagar el

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encono de los partidos en que estaba dividida la familia di beral; que tenderia sobre lo pasado el velo del olvido; que respetaria en sus destinos, siempre que ofreciesen ser--virlos con lealtad, á las principales autoridades civiles, m políticas y militares; que haria respetar el Estatuto, ley fundamental del Estado, sometiéndolo ás una revision degal;of que los Estamentos, condenados por las provincias, serian/ convocados para que en ningun tiempo se dijese que las nuevas Cortes eran el producto de la coaccion, revolu cionaria; y que repararia los agravios causados, párticularmente en el personal de la administracion, por la intolerancia política. En resúmen, que mi programa estaba formulado en estas palabras: Olvido, respeto, revision, reparacion y reforma.

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Aprobó el señor conde de Toreno, sin hacer la menor objecion, las ideas emitidas por mí; y á consecuencia de esta entrevista, fuí invitado á presentarme en el palacio del Pardo á las dos de la tarde. S. M. la Reina Goberna→ dora, despues de acoger con agrado mi pensamiento de gobierno, me encargó la formacion del ministerio..

>> Si cumplí ó no mi programa en todas sus partes, restableciendo la tranquilidad pública, devolviendo la calma á los espíritus, y rodeando al trono de un prestigio que nunca ha sido mayor en los 18 años que cuenta el reinado de Isabel II, dígalo la España entera, dígalo V. mismo á cuya conciencia apelo. El que tenga un solo dato mentirme, que levante la voz,

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>> Si entonces, fuí intolerante con mis adversarios, yo deseo que el partido moderado observe una intolerancia igual conmigo y con mis amigos políticos. El señor conde de Toreno, cuya persona inspiraba profunda odiosidad en todas las provincias del reino, hizo resonar su voz en el Es-. tamento de Procuradores dos meses despues, y fué escuchado con el respeto á que era acreedor. Al formularse

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