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la brecha se empeñaba en tan infructuoso ataque, no fueron mas felices las destinadas á escalar la plaza. El general en jefe mandó tocar retirada en vista de tanta resistencia.

Rechazados así los ataques, y ya sin víveres en el campo, apeló este jefe superior al recurso de una retirada definitiva que se verificó en órden, salvándose toda la artillería y material de sitio, á pesar de los esfuerzos del enemigo, que picó con vigor la retaguardia.

Quedó sumamente descontento con este desenlace el público, que aguardaba á cada instante la noticia de la toma. de Morella. Las murmuraciones fueron tantas, y tan sério el acontecimiento á los ojos del gobierno, que el mismo ministro de la Guerra se trasladó al ejército, con objeto de averiguar por sí las causas de este descalabro. Lo que resultó de la indagacion, no se dió al público: mas la opinion de los inteligentes no le atribuyó á falta de valor y de ardimiento por parte de las tropas nacionales, que se condujeron, al contrario, con mucha bizarría, sino al apresuramiento de dar el asalto sin tomarse en cuenta las precauciones y reglas que prescribe el arte. El general en jefe dejó el mando; y cuando el ministro averiguador (el general Latre) regresó á Madrid, estaba ya revestido de otro cargo.

CAPITULO X.

Situacion politica.—Cambios ministeriales.-Convenio de Vergara.— Terminacion de la guerra civil.

I.

EL

campo de la política se hallaba cada vez mas revuelto, y descubrióse un fin poco favorable á la libertad de la nacion que tantos sacrificios realizaba por asegurar sus preciosas y legítimas libertades.

En las altas regiones resplandecia el astro de la reaccion, y sus destellos iluminaban claramente el horizonte político de España.

Los cambios ministeriales eran frecuentes, y se susurraba la existencia de una camarilla, que al fin produjo la esplosion de 1840.

Sustituyó al conde de Ofalia en la secretaría de Estado el duque de Frias: siendo nombrado para la de Gracia y Justicia, Ruiz de la Vega; para la de Hacienda el marqués de Montevirgen; para la de Gobernacion el marqués de Valgornera; para la de Marina el jefe de Escuadra D. José Chacon y para la de la Guerra el general Latre.

Como en todos los cambios de ministerio no se veian motivos ostensibles y fundados, la opinion se indignaba del poco aprecio que se tenia á los prácticos parlamentarios, apesar que los moderados fingieron siempre mucho respecto hácia ellos.

Las Córtes se convocaron para el 8 de noviembre del mismo año de 1838.

Antes de esta convocatoria, el 9 de octubre, se dió la cartera de la Guerra al general D. Isidro Alaix, que tan notable papel desempeñó en los ulteriores acontecimientos.

Se abrieron las Córtes en dicho dia, y si esceptuamos una famosa proposicion del general Seoane acerca de la inmoralidad y despilfarro de la administracion pública, y los brillantes discursos de Argüelles sobre el proyecto de contestacion al discurso del trono, escasa fué la importancia de aquella legislatura.

La acusacion del general Seoane, que motivó interesantes réplicas del Sr. Pidal en favor de D. Alejandro Mon y del conde de Toreno, á quien se le concedió la grandeza de España, fué célebre por lo estraordinaria y terrible.

Amargas, crueles verdades hizo resonar en el Congreso el diputado general, y vivísima impresion produjeron sus enérgicos acentos en la conciencia de todos los buenos y honrados liberales.

Si el general Seoane, al recordar aquellos tremendos cargos, pasase la vista hoy por las huellas profundas que en pos de sí suelen dejar las administraciones moderadas, y el esplendente lujo de ciertos mercaderes políticos, de seguro le parecerá aquello juego de niños en comparacion de esto. Léanse algunos trozos de su notabilísimo y tremebundo discurso, con motivo de una proposicion firmada por varios diputados y comprensiva de 21 artículos, para que se nombrase una comision que examinase el estado de la administracion pública, relativa á materias económicas.

TOMO I.

54

«Señores: el desarreglo de la administracion pública es escandaloso, es insufrible, y nos lleva derechos á nuestra ruina. Durante mi discurso referiré hechos que no son peregrinos á los señores diputados, asi como en el seno de la comision que las secciones nombren, pues con anticipacion me prometo que el Congreso admitirá mi proposicion, que miren bien la averiguacion de estos asuntos y las medidas que deba proponer para corregir dichos abusos.....

»>Estas sanguijuelas son las que yo quiero descubrir, y á estas quiero aplicarlas una medicina de modo que vomiten la sangre que han chupado, á imitacion de lo que hacen los barberos cuando quieren que aprovechen otra vez, pues el provecho que quiero yo que se saque de esta medida, es el que vayan á un presidio á servir de ejemplo á sus sucesores para la rèparacion de la moral pública. Tal es el objeto de los 21 artículos que acaban de leerse, dignos de exámen, y que someto á la deliberacion del Congreso para lo que le ruego que, aceptándola, nombre una comision que entienda inmediatamente en ella, protestando que ningun espíritu de partido, ninguna mira de cualquier género me mueve á ello, mas que la necesidad en que todos convienen de que se ponga órden en la administracion, sin lo cual la nacion mas opulenta no puede subsistir.»

Posteriormente el orador pasó á examinar la conducta de los empleados, espresándose en los siguientes términos:

«Pues señores, es preciso confesar que se ha perdido el pudor y que llegará el caso en que los pueblos formen batidas contra los empleados públicos. Empleado hay, que desde el momento que llega á una provincia gasta un lujo tan escandaloso, que ni siquiera tiene la decencia de guardar formas esteriores; pues este sugeto, á quien hubiese citado aquí si fuese menos considerado, trae grandes carretelas de Lóndres y tiene un lujo estraordinario. Otro que jamás tuvo un real, en cuatro dias se echó sobre tres ó cuatro con

ventos y se los comió enteros y verdaderos, y hoy dia gira libranzas de 30 ó 40,000 duros. A todo el mundo tiene admirada la facilidad con que se hacen estas rápidas fortunas. Yo preguntaria á esos sugetos: V., señor, heredó? Com¿ pruébelo V. ¿Le cayó á V. la lotería? No señor. Pues lo robó V. y merece castigo.»

«No hay mas, señores; á grandes males, grandes remedios, pues son necesarios cáusticos muy fuertes para ver disminuir esta nube de empleados, los cuales se dice que no deben ser objeto de desprecio. Es verdad; pero es menester convenir en que los gobiernos que se han sucedido, en nombramiento de personas no han sido escrupulosos, y han contribuido á que esta institucion caiga en el desprecio en que está.

>> Por último, señores, yo ruego encarecidamente al Congreso que declare que esta proposicion se tome en consideracion, que pase á una comision, y que los señores que tengan el honor de ser nombrados para componerla, vean en el remedio de este ramo ó la victoria ó la muerte de nuestra causa, y que, mirándola como tal, no levanten la mano hasta ilustrar todos estos puntos para tomar medidas que pongan remedio á males tan graves que nos arruinarán. Esta es mi primera proposicion, me ha costado cuatro meses para recoger datos; desde ahora anuncio que no será la última, y veo que atacará hasta clases y personas de esfera muy elevada en la sociedad; pero he dicho desde el principio, caiga el que caiga. »

Sentíase por do quiera un airado resentimiento contra el despotismo de la pandilla reaccionaria, cuyos agentes, so color de castigar escesos, prendian y deportaban sin formalidad legal alguna á inocentes ciudadanos, sin otro delito que apellidarse progresistas.

Tornó á realizarse otro cambio ministerial, y eran ya en el corto espacio de un año.

tres

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