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desempeñó, ni los especiales servicios á que le destinaron su amor patrio y generosa índole, le permitieron desplegar su infatigable génio; y nosotros juzgamos, que desde donde se refleja su instinto y energía es desde los sucesos de Portugal (mayo de 1833), en los cuales figuró, como veremos, á estraordinaria altura.

Por lo demás, difícilmente hubiéramos podido satisfacer la curiosidad de nuestros lectores, si, lo que no hemos pensado, nos hubiéramos propuesto rastrear ó inquirir esas minuciosidades, que novelescamente seducen, pero que de modo alguno están bien dentro de una obra, cuyo pensamiento primordial es la vida pública, los actos políticos de un hombre que pertenece al dominio de la historia, la que tiene un derecho de formar un juicio acerca de aquellos, de penetrar en el exámen de su conducta para con la sociedad, en la esfera del gobierno, y deducir si merece una imparcial censura, ó la desinteresada alabanza de sus conciudadanos.

No ha sido otra nuestra idea, y á este fin no hemos realizado gran esfuerzo en procurarnos antecedentes insignificantes y agenos á sus actos públicos, aunque hubiera sido inútil nuestra pretension, y mas tratándose de un hombre, que, como MENDIZABAL, empezó modestamente y muy jóven á significarse en la escena pública, sin mas proteccion ni otro guia que su virtud, y el deseo de contribuir al triunfo de la independencia de su patria.

Nótese además lo revuelto y azaroso del tiempo en que salió á la vida pública, pues sin mas fama ni otros estudios que sus conocimientos mercantiles, probó su valor como soldado, y su capacidad para ulteriores y mas complicados asuntos de gobierno.

Persuadidos de esta circunstancia, fundados en tan atendibles consideraciones, nos cumple afirmar que MENDIZABAL no se evidenció con todo el lleno de sus distinguidas

cualidades, con toda la elevacion de sentimientos y energía de carácter, que tanto le enaltecieron despues, hasta la guerra dinástica de Portugal, en cuyo pais, llevado de su ardiente liberalismo, favoreció la causa de la emancipacion, la victoria del derecho contra la tiranía, de la ley contra el desafuero, de la dignidad contra el vilipendioso vasallaje.

CAPITULO III.

Reseña histórica de los sucesos de Portugal.-Notables servicios prestados por MENDIZABAL á la reina doña María de la Gloria. - Célebre negocio de las cuentas.-Ingratitud. Calumnias. Justificacion de MENDIZABAL. Su crédito y su fama.

I.

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HABIAMOS

ABIAMOS indicado en las primeras y humildes páginas de nuestra obra, que el pueblo portugués seguia la misma suerte que el español, siendo como providencial que armonizase en sentimientos, en aspiraciones, y en el curso de sus lamentables vicisitudes y desventuras.

Permítase que nos traslademos á épocas remotas, en las que el derecho de conquista lisonjeó la insaciable ambicion de muchos reyes, haciendo por tal codicia que pueblos hermanos se dividiesen, y lucharan entre sí con un antagonismo feroz y sanguinario, imprimiéndoles diferentes creencias, haciéndoles jurarse un ódio profundo, y sofocando así el dulce espíritu de fraternidad y de mútua y libre alianza. En este sentido, Portugal, que rechazó igualmente que nosotros la invasion de las razas fenicias, de las legiones de Roma, de la muchedumbre vandálica del Norte, y, en fin,

la irrupcion avasalladora de los agarenos ó musulmanes: Portugal, que participó de nuestras glorias, confundiendo con las nuestras, sus temidas y á veces invencibles armas, rivalizando en caudillos y guerreros: Portugal, sobre todo, que está circundado de mares como nosotros, que apenas tiene fronteras naturales, que está regado por nuestros mas caudalosos rios, y cuyo idioma casi difiere del dialecto de una de nuestras provincias limítrofes; ese pueblo, en muchos concepto digno y estimable, se vió dividido por la mano despótica de ciertos reyes, causando durante largos dias una rivalidad sangrienta, que ya felizmente va desvaneciendo la civilizacion, antorcha soberana que difunde levantados y sublimes instintos en el alma de los pueblos, y desvanece con su esplendor las tinieblas en que los envolvieron sus antiguos dominadores.

Por esta causa nos es Portugal simpático y querido; y contrayéndonos á su historia contemporánea, bastará una sucinta narracion de los sucesos en los que tomó una parte activa y poderosa nuestro ilustre y respetable MENDI

ZABAL.

II.

Nuestra Constitucion de 1812 fué proclamada en Portugal, cuyo rey, D. Juan VI, abandonó el gobierno del Brasil á su hijo primogénito D. Pedro.

Al tiempo que en España, sucumbió en Portugal la Constitucion en 1823, y surgió el mismo órden de cosas, estallaron iguales partidos, ocurrieron idénticas escenas que en nuestro pais.

El conde de Amarante se puso á la cabeza de los absolutistas portugueses en la provincia de Tras-os-Montes, y á las puertas de Lisboa estalló una segunda y mas formidable rebelion, acaudillada por el brigadier Sampayo, habiéndola autorizado por completo el infante D. Miguel, ada

lid del partido apostólico, al modo que en España lo era ostensiblemente el difunto infante D. Cárlos María de Borbon.

Los rebeldes, ó sean los miguelistas, pretendieron obligar al rey á que espidiera reaccionarios y violentos decretos; mas no accedió, habiéndose, no obstante, puesto á salvo á bordo de un navio inglés, por consejo del cuerpo diplomático.

El infante D. Miguel, arrepentido de su rebeldía, fué desterrado á Viena.

En Portugal, lo mismo que en España, el rey habia conspirado contra la Constitucion, y se dió el parabien de verse dueño absoluto del trono y del gobierno.

D. Pedro, su heredero, emperador del Brasil (1825), no siendo fácil que rigiese á la par dos Estados independientes, ó por altas consideraciones de política, renunció la corona de Portugal á favor de su hija doña María de la Gloria, otorgando además á los portugueses, como condicion de su renuncia, una Constitucion, que tomó el nombre de Carta de D. Pedro.

La princesa, que era de tierna edad, fué declarada reina, y por disposicion del emperador se encargó de la regencia de aquel pais la infanta doña María Isabel, su hermana.

El infante D. Miguel, segun hemos ya enunciado, se erigió en símbolo del partido absolutista, se ostentó como bandera del bando de la reaccion, enemigo de todo progreso político.

Estallada la lucha, la Inglaterra declaró que reconocía los derechos de doña María de la Gloria, y hubo de favorecer á mano armada su legitimidad, y destruir por entonces la injusta pretension del príncipe rebelde.

Ultimamente, y viniendo á la época en que nos cumple detenernos, á fin de evidenciar los señalados servicios que á dicho pais prestó el célebre MENDIZABAL, diremos que don

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