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«el espada, no teniendo á qué poner mano, desgajó de una oliva «un verdugon con su cepejon, y con aquel se metió en lo mas «recio de la batalla, y comenzó á herir á una parte y á otra á «diestro y á siniestro, por manera que al que alcanzava un golpe «no avia mas menester. E hizo alli con aquel cepejon tales cosas «que con las armas no pudiera hacer otro tanto. Don Alvar Pe«rez con el placer que avia de las porradas que oia dar con el «cepejon, decia cada vez que oia los golpes: ASI, ASI, DIEGO «MACHUCA, MACHUCA. E por esto desde aquel dia en ade«lante llamaron á aquel caballero Diego Machuca, y fasta oy que«dó este sobrenombre en algunos de su linage.» «De los moros «fueron tantos los muertos y presos que non se podrian contar: «asi que el infante don Alfonso y don Alvar Perez y toda su gen«te se tomaron para sus tierras con mucha honra y muy ricos. El «hijo del rey de Baeza tornòse para su tierra y el infante don Al«var Perez con su gente fuéronse para Palencia donde estaba el «rey don Fernando, adonde fueron bien recibidos. Esta victo«ria que los cristianos entonces dieron en Xerez, fué causa de «que no se ganase despues toda la Andalucía porque en tal ma«nera quedaron quebrantados y medrosos los moros que jamas «cobraron el esfuerzo que antes tenian.»

Hallóse en esta batalla Pedro Miguel, cuñado de Diego Perez de Vargas. Estaban ambos enemistados. Diego Perez, aunque era el ofendido, quiso reconciliarse con Pedro Miguel, y aun se valió de la intercesion de varios religiosos, y del mismo infante: los cuales intentaron por buenas razones hacerlos amigos. Pedro Miguel vencido de ellas dijo: que perdonaba los agravios que habia recibido con tal que Diego Perez le diese un abrazo. Era Miguel de tau gran fuerza que cuando queria matar á alguno, con solo apretarlo entre sus brazos le quitaba la vida. Conocióle la intencion Diego Perez, y asi no consintió en manera alguna aven. turar su persona á tamaño riesgo, y asi entraron ambos en la re

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friega tan enemigos como antes. Pedro Miguel bizo en aquel dia estrañísimas cosas, matando y derribando moros, porque era en estremo valiente. Despues de pasada la hatalla se hicieron muchas y muy vivas diligencias por descubrir su cuerpo: el cual ni muerto ni vivo pudo ser hallado. Creyóse que llevado de sus brios se metió en los escuadrones de los moros, y se entró siguiendolos dentro de Xerez: en donde sin duda tuvo tràgico fin ó fué hecho prisionero.

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CAPITULO VI.

Gonquista de Xerez de la Frontera.

Los historiadores arábigos cuentan que la ciudad de Xerez de la Frontera fué ganada por las armas de Fernando III juntamente con Arcos, Medina y otros lugares. Acudieron luego en socorro de los vencidos gran muchedumbre de moros: los cuales como pusiesen en singular aprieto las huestes cristianas Y las forzasen á desamparar los lugares que ocupaban, ordenó el santo rey antes de tomar la vuelta de Sevilla que fuesen pasados á cuchillo trescientos prisioneros que en Xerez guardaban: los cua

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les pudieran servirle de embarazo para poner mas presto en salvo su vencedora gente.

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Muerto el rey don Fernando levantó Sevilla pendones por don Alfonso en 29 de mayo de 1252. Cuenta su crónica que en el tercer año de su reinado siendo rey de Xorez Abenavit, por consejo de los suyos, fué sobre esta ciudad Ꭹ le puso estrecho cerco, que duró en asentarse un mes. Los moros sus ciudadanos temerosos de perder cuanto tenian viendo que les talaban sus olivares, y muy deseosos de no perder la comodidad de sus heredades y casas, y juzgando que aunque para este fin se hiciesen algunos pactos con los cristianos, el tiempo les abriria camino para ver á cobrar su libertad, á lo cual se llegaba el estar mal avenidos con Abenavit su rey, antes que diesen principio á los combates, hicieron embajada al rey don Alonso en que le enviaban á decir que hubiese por bien de dejarlos en sus casas y con sus hacien das, y que ellos le entregarian la villa y le darian cada año el tributo que rendian á su señor. El rey atendiendo á lo mucho que podia durar la conquista, por ser grande la ciudad y no tener cristianos bastantes con que poblarla, concedió a los moros cuanto le habian pedido en su embajada. Estos se fueron al alcázar y notificaron al rey Abenavit el estado en que se hallaban para que se aviniese con el rey don Alfonso, ó se pusiese en salle dejase el alcázar: todo lo cual bizo concertándose con el rey de quien fue muy bien acojido y despachado, pues le dejó salir de la ciudad con su hacienda.

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Luego que tomó don Alfonso posesion de la fortaleza de Xerez, la abasteció de viandas y armas, y la entregó á don Nuño de Lara, que la tuvo por él, y puso por teniente de ella á un caballero llamado Garci Gomez Carrillo, quedando los moros en sus casas con sus haciendas. En el tiempo que el rey gastó en poner el cerco á nuestra ciudad mandó al infante don Enrique su hermano, que fuese á cercar la villa de Arcos, que ella y Lebrija

eran de una mora que las poseia. Los que vivian en estos lugares, se defendieron esforzadamente hasta que llegó á su noticia la ren dicion de Xerez. Entonces se entregaron al infante don Enrique con condicion que ellos se habian de quedar en sus casas, y con la posesion de sus bienes.

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Dejó el rey don Alfonso por gobernador de la Andalucia, cuando pasó á Castilla, á su hermano el infante don Enrique. Este caballero fué de un natural inquieto. Desde estos lugares fomentaba disturbios en el reino: vicio con que oscureció la gloria de sus hazañas, pretendiendo ganar á su séquito los ricos-homes de Sevilla, cuyo sosiego alteraba esta vecindad sediciosa, de que receloso el rey habia vuelto à ella, y con intento de prender al infante. Envió contra él á don Nuño de Lara alcaide de Xerez, que salió de Sevilla con la gente de ella, y el infante á su oposito de Lebrija con la suya; y pelearon, no solo con sus tropas sino de persona á persona, con heridas de ambos: la de don Nuño en el rostro que puso á su partido en peligro, hasta que llegándole socorro cedió el infante á la superioridad, y entrando en Lebrija vencido, aquella noche pasó al Puerto de Santa María, y de alli á Cádiz, donde ocurriéndole nao valenciana que estaba de viage, huyó al reino de Aragon, y no hallándolo propicio, pasó á Africa, y estuvo en Túnez cuatro años no sin raras aventuras, de donde se transfirió á Italia, en que dió bien á conocer no menos su valor que su inquietud, mandándole el rey confiscar sus estados.

Quedaron los moros de Andalucía sin sujecion ni cabeza que los reprimiera, porque el alcaide Lara se habia retirado á Castilla, y gozando la ocasion comenzaron á sublevarse los de Xerez que fueron los primeros, á cuyo ejemplo se inquietaron los demas de su comarca. Estaba el rey don Alfonso ocupado en componer y ajustar las leyes civiles, glosando el Fuero juzgo con las leyes de los romanos y con el derecho canónico, de que

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