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<<ramos yo y mis seis puelches, ó muerto de hambre, ó padecido algun tra«bajo; porque en esta sazon no habia de haber habido de esta banda de la «laguna, que se habia de pasar, embarcacion como solia. Y estos pasajeros <«<trajeron la que habia de la otra banda; y con esto remedió Dios nuestros pe«ligros; que solo su infinita sabiduría, que antevé lo futuro, como mira lo «presente, lo podia hacer tan á tiempo y sazon. Porque ya constituidos en «medio de las dos lagunas, ¿qué podiamos hacer aislados, siendo imposible el «poder pasar adelante, y difícil el retroceder con los mantenimientos tan dé«<biles y escasos? Y aun cuando retrocediéramos ¿podia yo hacer nada en Na«huelhuapi, sino lograba este viaje primero á Chiloé?»>

14. «Consolóme mucho la docilidad con que estos puelches en el viaje, por «la mañana y por la tarde, aprendian el catecismo; de modo que al cabo del «viaje ya lo sabian perfectamente. Mas como eran tan nuevos y principiantes, «reparé que querian usar de las supersticiones de su gentilidad. Por haber fal<<tado el viento en las costas de Chiloé, comenzaron á llamarlo, haciendo hu«mos y chiflando; pareciéndoles que con estos medios lo atraian. Dijeles con <<amor que solo Dios era el dueño del mar y de los vientos; y que este podero«<so Señor con ruegos y súplicas se dejaba vencer, y se movia á otorgar á los «hombres lo que desean; y que cuando no nos concediese lo que deseábamos, «debíamos estar contentos con su voluntad y querer, sabiendo que es nues«tro padre amoroso. Rindiéronse de suerte á estas pocas razones, que no solo «desistieron de aquella vana observancia, mas aun me entregó el principal «de ellos una bolsa que traia al cuello, con plumas y cabellos, que le habia «dado un brujo, asegurándole que con aquella prenda jamás enfermaría, y «tendria favorables sucesos en el viaje.»>

15. «A la vuelta de Chiloé pasé los mismos y mayores trabajos; porque, «aunque me habian dado unos zapatos, entrando en el primer rio se me mo«jaron; y lastimóseme una pierna de suerte, que lo restante del camino an«duve como arrastrando, sintiendo mucha pena y trabajo; pero todo lo vence «la caridad de Dios y el deseo de ganar almas. Llegué sano y bueno á Na<huelhuapi á 20 de Febrero, con algunos carpinteros; y luego dimos princi«pio á una pequeña casa, que en tres semanas estuvo acabada.»-He aquí una noticia clara del terreno pantanoso situado entre Ralun y la laguna de todos los Santos; de esta y del arrebatado rio Peulla, que la forma precipitándose de la cordillera; de las dos cuestas que habia que pasar, la una en el curso del Peulla, y la otra al doblar la cordillera, para llegar á Nahuelhuapi, y de la laguna de este nombre, con su buen puerto, en que situaron la mision. A su tiempo daremos razon del camino de Buriloche, que es el más directo para ir á Chiloé. Yendo por este, solo habia que andar veintinueve leguas, trasmontando la cordillera, para arribar á Ralun, puerto regular en la ensenada de Reloncavi, que está en el golfo formado por el archipiélago de Chiloé; de Ralun á Calbuco contaban catorce leguas de mar; y de esta costa á Castro veinte y cuatro. Por ser más largas las leguas que ellos contaban, hoy diríamos respectivamente treinta y seis, diez y ocho y treinta leguas. Con las

herramientas, materiales y artesanos que llevó el P. Felipe, no tardaron mucho en concluir una iglesia pequeña, pero aseada y bien dispuesta; que se adornó con decencia, para adorar á Dios, y llamar la atencion de aquellos bárbaros, é inspirarles estima y veneracion de las cosas santas. Edificaron tambien en contorno de ella algunas casas, para habitacion de los caciques.

16. En esta capilla juntaron los dos misioneros á los poyas circunvecinos, con algunos puelches, que vinieron del norte; todos los cuales por su mucha aplicacion, aprendieron la doctrina aquel mismo invierno, se impusieron muy bien en los dogmas de nuestra santa religion, y formaron tal concepto de la necesidad é importancia de los sacramentos, que no solo ofrecieron gustosos sus hijos al santo bautismo, sino que tambien lo pidieron muchos adultos. A pocos de estos se lo administraron los PP. en los primeros meses, llevados de una santa cautela; pero sí á gran número de párvulos. No fué menos consolador ver el gusto y prontitud con que repasaron la doctrina los bautizados por el P. Mascardí; confesándose los más de ellos y arreglando cristianamente sus vidas. La primera adulta que se bautizó fué una tal Isabel, mujer de alguna edad, de razon despejada y de muy buen corazon; tanto que siempre habia vivido conforme á la ley natural. En su última enfermedad se confesó varias veces, recibió la santa extrema-uncion devotamente, bien informada de los efectos de este sacramento, y al fin, con fe viva, y ardiente esperanza de la otra vida, expiró. Un tal Miguel, venido de lejanas tierras, fué atacado de una grave enfermedad. Los PP. lo doctrinaron, y se bautizó; mas continuando despues las instrucciones, llegó à comprender en tanto grado los misterios de nuestra santa fe, que lo juzgaron perfectamente dispuesto para recibir, como recibió, la comunion y demás sacramentos. Así le remuneró el Señor sus virtudes naturales, entre las cuales fué admirable en él, por ser un pobre salvaje, que jamás hubiese quebrantado la continencia conyugal, ni robado cosa alguna en los cuarenta años de su vida; segun él mismo sincera y candorosamente lo atestiguaba.

17. Trabajada la casa y la principal parte de la iglesia, entablados los ministerios sagrados, y quedando para ellos el activo y celoso P. Guillermo, partióse el P. Felipe, por Abril de aquel mismo año, á Valdivia; para proveerse de las cosas que la experiencia les manifestaba hacerles falta todavía, y recabar del gobernador de aquella plaza, D. Manuel Autefia, órdenes para las autoridades de su mando, y recomendaciones para los caciques independientes, en apoyo y fomento, no tanto material, como moral de la naciente mision (1). Recibiólo este con mucho agrado, y le dió cuanto pedia; deseoso de afianzar y promover una obra, que tantas ventajas prometia á la Iglesia y al Estado. El P. regresó muy contento, pasando y repasando la cordillera, y andando por medio de las indómitas naciones que moraban entre Valdivia y Nahuelhuapi. Y con tanta lijereza caminaba, que gasto poco más de un mes en aquel viaje redondo, à pesar de lo lluvioso y avanzado de la estacion. De

(1) Carta del P. Nyel en el tomo V de las edificantes.

paso entregó á varios caciques las cartas de recomendacion que para ellos traia; y a otros se las remitió por mensajeros; los que envió tambien en su nombre á los jefes y demás indios autorizados de las naciones sus circunvecinas.

18. Con estas diligencias atrajeron los PP. gran concurso á Nahuelhuapi; y aprovecharon aquella oportunidad para conocer y aun estudiar los diversos idiomas ó dialectos que hablaban tan diversas y remotas gentes. El Señor bendijo sus apostólicas tareas, no solo con la conversion de muchos infieles, sino con especiales favores concedidos á sus neófitos. Por Setiembre de 1705 concedió muy plácida y santa muerte à una buena india, que, no habiendo mancillado jamás sus manos con los bienes ajenos, ni su alma, ni su cuerpo con ningun pecado de impureza, así que habia oido las instrucciones de los misioneros, habia abrazado con gran fervor la fe católica, y recibido el nombre de Rosa junto con el santo bautismo. Claro está que seria rosa fragante en virtud y en piedad, el corto tiempo que sobrevivió despues de reengendrada en Jesucristo, la que, infiel todavía, habia sido tan honrada. La paciencia é inalterable paz con que sufrió su última enfermedad, y el ejemplo edificante de su muerte, que fué preciosa, como la de los justos, á los ojos de Dios y de los hombres, alentaron la esperanza de los recien convertidos, y llenaron de admiracion à los infieles, y de grata satisfaccion á los PP. misioneros.

19. No los consoló menos la muerte de un indiecito, que llevado allá desde los Chonos, siendo de nueve á diez años, no tardó en aprender la doctrina, y en pedir el santo bautismo. Despues de bautizado, se quedó con los Padres; quienes le enseñaron á ayudar á misa, y lo impusieron en otras prácticas devotas, á que mostraba mucha aplicacion. Prendados de esto los misioneros, lo nombraron su sacristan; y él desempeñó este oficio con la mayor satisfaccion de ellos, y con no menor edificacion de aquellas gentes (1). A los dos años le dió una grave enfermedad; y recibidos devotamente los sacramentos, le auxiliaban á bien morir, cuando repararon que buscaba alguna cosa sobre su cama; y preguntándole qué queria, indicó por señas, por haber perdido el habla, que buscaba un crucifijo. Se lo dieron; lo tomó y se lo llevó á los labios; y besándolo con gran ternura, expiró, enterneciendo á todos los circunstantes. Los PP. le hicieron un lucido entierro; y colocado en una caja de ciprés, lo enterraron en la capilla, en que por dos años habia servido de sacristan. Una de las cosas que más contribuyeron á ganar la voluntad y rendir á aquellas gentes, fué la mansedumbre con que los trataban en sana salud, y la caridad con que los servian en sus enfermedades. Entre ellos los enfermos no solo eran mal asistidos, sino tambien abandonados, ó arrojados de las tolderías, para que no inficionasen á los demás. Los PP. les afearon esta conducta; y sabiendo que los ejemplos tienen siempre más eficacia que las palabras, fueron los primeros en asistir, servir y curar á los enfermos; para lo cual se habian proporcionado medicinas; y frecuentemente Dios les daba acierto

(1) P. Olivares, cap. XVII, § 8.

en sanar los cuerpos, abriéndoles así el camino para que pudiesen salvar las almas.

20. Estos buenos resultados, y otros que se omiten por brevedad, los animaron á recorrer otros parajes; y por ser bien acogidos en todas partes ellos y la doctrina que predicaban, cada año extendian más allá sus apostólicas excursiones; de modo que en poco tiempo llevaron el santo Evangelio á las naciones de Enechinchen y Huillipaubos, se internaron en el corazon de la cordillera, á donde no habia penetrado jamás español alguno, y anduvieron las tierras desconocidas de Yahuabina, Cachaia, Talopelin y rio Limay, y las ya conocidas de Rucachoroy, Epulafquen y Cucaulio (1). En todas partes bautizaron muchos párvulos, doctrinaron á los adultos, y consiguieron la conversion de alguno de estos, sobre todo de los que estaban para morir. Por dificultoso que fuese convertir á los tales en estado de sanidad, en razon de su rudeza y demasiado apego á sus antiguas costumbres, no dejaban de visitarlos, deteniéndose en cada lugar los dias que podian, para darles algun conocimiento del santo Evangelio, y disponerlos poco a poco á recibir nuestra santa fe. Entre los puelches y poyas de Nahuelhuapi y sus contornos el fruto fué mucho mayor; porque todos los domingos venian á la santa misa, á la doctrina y á otras prácticas religiosas; à las cuales los atraian dándoles à entender, ya en público, ya en particular, la importancia de la salvacion, repartiéndoles algunos agasajos de las bujerías que ellos aprecian, y aun distribuyendo de vez en cuando cosas de comer, sobre todo entre los niños. Estas santas industrias no fueron ineficaces; muchos concurrian á dichos actos, y eran bien notorios los consoladores efectos que producian. Verdad es que la mayor instruccion que se notó bien pronto entre aquellas gentes era en parte debida á que, con ser bárbaros, tenian buena razon, y eran bastante inclinados á dirigirse por ella.

21. No se crea por esto que todo fueran prosperidades en una empresa tan noble como dificultosa. No les faltaron á los PP. gravísimos trabajos que sufrir, é inminentes peligros de la vida que arrostrar, dado el celo con que procuraban convertir á los infieles, instruir á los neófitos y corregir los excesos de unos y otros. En 1706, por ejemplo, el P. Felipe reprendió á un indio brujo, ó tenido por tal, de esta y otras culpas manifiestas, advirtiéndole que Dios lo castigaria en esta ó en la otra vida, si no se enmendaba de ellas. Furioso el hechicero contestó á su amonestacion paternal de esta manera: «Esto es decir<<me que tú me has de matar, ó tu Dios. Yo moriré, si entra en mi cuerpo el «chahuelli; y si este no entra en él, no moriré. Yo estoy bueno y sano; y no te «temo á tí ni á tu Dios.» Y diciendo y haciendo le descargó en el rostro una recia bofetada; é hincándose de rodillas el paciente misionero, siguió el brujo dándole de bofetadas, prorrumpiendo en sarcásticas exclamaciones: «¿Dónde «está tu Dios? ¿cómo no me mata? Si yo quisiera matarte, lo haria; y tu Dios <<no te libraria de mis manos (2).» Otro indio, enfurecido con el P. Guillermo,

(1) P. Olivares, cap. XVII, § 8.-(2) P. Olivares, cap. xvii, § 8.

porque le habia reprendido sus excesos, lo buscaba con las bolas enramadas (+) en las manos para matarlo; mas el Señor no permitió que lo hallara. Por este tiempo corrió entre los indios del norte y los pehuenches una epidemia de disentería; y consultados los machis respondieron ser la causa de ella una señora española, que los PP. habian llevado á Nahuelhuapi, para vengar la muerte del P. Mascardí. Esto decian, aludiendo à una hermosa imágen de Ntra. Señora, que los PP. habian llevado allá pocos meses antes. Entonces los pehuenches reclamaron de los caciques de Nahuelhuapi que enviasen prendas, con que aplacar á su huecubú. Accedieron estos à la demanda, dando chaquiras, abalorios y otros dones; y aun pretendieron que hicieran otro tanto los misioneros.

22. Resistiéronse estos, manifestando á los indios reunidos en aquella junta cómo aquello seria una supersticion inícua y de ningun provecho; que la Santísima Virgen no era la causa del mal, sino el uso inmoderado de la chicha, ú otra causa natural; y que si fuese castigo del cielo, no era aquel el modo de aplacarlo, y de conseguir el remedio. Hallábase allí Antullanca, uno de los que martirizaron al P. Mascardí, el cual, insultando y amenazando á los PP., tomó los presentes de los otros indios, para llevárselos al huecubú de los pehuenches. Mucho afligió este desman al P. Felipe; y lleno de sentimiento y de compasion por el obcecado Antullanca, le envió despues de algunos dias al P. Guillermo, para que lo visitase; pero habiendo este pasado á la otra banda de la laguna, no pudo luego atravesar el caudaloso rio que sale de ella; por lo cual tuvo que volverse á la mision, sin haberse avistado con él (1). Muy pronto se supo que aquel mismo dia habia muerto repentinamente Antullanca, y sin pedir confesion, á pesar de ser cristiano; y todos atribuyeron su inopinada muerte á castigo del cielo. Calmada esta tempestad, pronto se vió el P. Felipe en mayor peligro de la vida. Partiéndose algunos poyas á las tierras del norte, juntose con ellos para doctrinarlos, como en efecto lo hizo; y al pasar de vuelta cerca del rio Marihueno, unos mocetones hirieron gravemente á un indio anciano de la comitiva, que en su juventud habia quitado á otros muchos la vida. Viéndolo así herido el buen misionero, lo exhortó á prepararse para la muerte; mas él solo respiraba venganza. Todas las razones fueron ineficaces para vencer su obstinacion, por confirmarlo en ella los circunstantes; quienes, vueltos contra el P., lo hacian culpable de aquella desgracia, diciéndole que era un chahuellí; y lo amenazaban de muerte, si no lo

(+) Son tres bolas de plomo, como del peso de una libra, atadas por separado á tres tiras de cordel ó de cuero, cuyos opuestos cabos se juntan entre sí. Tienen, como se ve, forma de ramo; y con ellas, tiradas à conveniente distancia, enlazan las patas de los caballos, deteniéndolos en su carrera, ó se pelean entre sí. Esta, que bien puede llamarse arma arrojadiza, originaria de los indios de la América meridional, es llamada por algunos boleadora; y no es, por cierto, manejada con la maestría con que los más de los indios la manejan, tomándola por uno de sus extremos, y volteandola como una honda hasta el momento de soltarla, la menos formidable que pueda esgrimirse, para inutilizar, envolver, aprisionar y aun matar á cualquier enemigo, que cometa la imprudencia de ponerse à tiro. (Nota del editor).-(1) P. Olivares, cap. xvii, § 8.

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