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Hízose á poco adición al decreto circulando modelo en que se agregaba al escudo la cruz de Borgoña, asomando sólo los cuatro extremos y previniendo que el asta y portabandera se revistieran de terciopelo morado; que en los estandartes se bordase el escudo con plata ú oro, según los cabos del uniforme, ajustando á esta regla el fleco', y se significó el deseo de la Reina Doña Isabel, de regalar al primer batallón de cada arma é instituto del Ejército, Armada y Milicia nacional la nueva bandera 2.

Como en la ordenanza se manda que las viejas sean destruídas, y eran tantas las que iban á sustituirse, por diferentes reales órdenes se dispuso depositarlas en el santuario de Atocha, enviando un ejemplar de cada cuerpo al Museo de Artillería 3. Para los cuerpos extinguidos se había mandado de atrás, entregar á los Ayuntamientos con ceremonia y función religiosa las enseñas, y en la novedad influyó motivo que no debe pasarse en silencio.

Suprimida la Guardia Real, fueron las banderas á la Inspección general del cuerpo, y el General que la servía se creyó en el deber de noticiar al Ministro de la Guerra estar entre ellas «el antiguo pendón de Castilla, que, aunque deteriorado por la acción del tiempo, conservaba, sin embargo, casi intactos, bordados al realce en oro, el castillo y el león, símbolo glorioso de la na

Madrid, 15 de Octubre de 1843.

Real orden de 13 de Octubre del mismo año. 3 Real orden de 19 de Marzo del mismo año. Real orden de 12 de Junio de 1815.

ción española, y que también existía entre las banderas otro pendón de Castilla que fué bordado por la augusta madre de S. M. la Reina Doña Isabel II, que regaló en 1833 á los granaderos de la Guardia Real» '.

Durante el bienio de 1854 á 56 se olvidaron un tanto las reglas de la uniformidad de las banderas al alistarse los batallones de Milicia nacional, fuerza que por su indole es poco afecta á disciplina; mas todo ello fué poca cosa comparado con las ocurrencias de la revolución de 1868. Con ella se despertó un espíritu hostil á todo lo tradicional y una pasión delirante por las transformaciones, llevando á las masas menos ilustradas á pedir que desapareciera de la bandera el escudo con el castillo y el león; después que se cambiaran los colores, en razón á ser la enseña simbolo de la dinastia destronada, juicio erróneo que no había medio de destruir, por pretender una fracción más entendida, aunque desorientada también, que á la generalidad de las opiniones republicanas correspondía divisa tricolor, y que ésta debía de ser morada, amarilla y roja.

Así lo sostuvieron algunos periódicos, informando que una Comisión del Ayuntamiento de Madrid había presentado memorial á las Cortes Constituyentes á fin de que se sirvieran declarar por bandera nacional la tricolor, conforme con la faja de estos colores que el mismo Ayuntamiento había adoptado por distintivo de sus Concejales, á la moda francesa.

De donde naciera la opinión, no es cosa, en verdad,

Real orden de 4 de Abril de 1842

que importe: es de suponer que procedía asimismo de la bandera de Francia, nación que suele servirnos de modelo general, y es además ordinario efecto en el pueblo el de las sensaciones externas. Por lo demás, pocos ignorarán que la más antigua de las repúblicas actuales de Europa, Suiza, simboliza su nacionalidad en bandera roja con cruz blanca; que la de Génova la representó con la cruz de San Jorge, tomándola de Cataluña, pues hubo también tiempos en que otras naciones imitaban á España; que Venecia tenía por seña un león alado, y así otras, mientras que Monarquías ó Imperios tales como Inglaterra, Italia, Bélgica, Holanda, AustriaHungría y Alemania, tienen bandera tricolor.

El Gobierno provisional determinó, por de pronto, que en el escudo de la nación figurasen los cuarteles de Castilla, León, Aragón, Navarra y Granada entre las columnas de Hércules y bajo corona mural, tal como se ve en las monedas de la época.

La escarapela también se modificó en 1871, aunque en sentido contrario á las aspiraciones de los cantonales, pues de roja que era, se matizó otra vez de amarillo como en 1843. Este fué el motivo del curioso opúsculo del Sr. D. Antonio Cánovas del Castillo, tan repetidamente citado, y á mi pobre parecer irrefutable en cuanto á la conservación de los emblemas tradicionales; pero no por todas las razones que alega, siendo, no el rojo, no uno solo el color de España, sino dos, rojo y amarillo, según voy procurando demostrar. Como la escarapela tenía que sujetarse con algo en el sombrero, y ese algo era una presilla de oro, mostrábanse los dos colo

res, siendo, por tanto, redundante y supérflua la lista amarilla.

En 23 de Mayo de 1872, á consecuencia de la elección del Duque de Aosta para el trono de España, se decretó que el escudete que anteriormente habían ocupado las tres flores de lis de la casa de Borbón, se adornara con la cruz roja de Saboya en los escudos reales, sin hacer variación en los de las banderas nacionales que no tienen más que los dos cuarteles de Castilla y de León. Durante el período republicano estuvo en dudas y consultas la alteración simbólica que habría de hacerse, hasta que, por la restauración de la Monarquía, apareció en la Gaceta un decreto mandando restablecer el antiguo escudo real en las banderas y estandartes de mar y tierra, en la moneda, en los timbres y donde quiera que se ostentasen por leyó costumbre sus blasones'.

No había sufrido alteración alguna el estandarte real, respetado por Felipe V, así que al publicar oficialmente la Dirección de Hidrografía en 1854 el plano iluminado de Banderas, insignias y contraseñas maritimas de España, púsolo cual era de tiempo inmemorial: carmesí con fleco de oro y las armas reales. Una Comisión del Ministerio de Marina encargada de formular en 1867 Instrucción sobre insignias y banderas, honores y saludos, asentó, no constando las razones, que el estandarte real sea bandera cuadrada de color morado obscuro, con todos los cuarteles de las armas reales.» Circulada la

'Decreto de 6 de Enero de 1875.

orden dentro de la circunscripción de este Ministerio, no debió de comunicarse á los otros, ni á nuestros representantes en el extranjero, sin que la falta se notara siendo tan inmediata la resolución. El estandarte se arboló en la escuadra á cuyo bordo visitó el litoral S. M. el Rey D. Alfonso XII, y ocurrió que haciéndole honores en Cádiz la de Inglaterra y en Rosas la de Francia, pusieron una y otra el antiguo estandarte carmesí, manifestando no tener noticia de la alteración del color. A consecuencia volvió á publicar la Dirección de Hidrografía (1877) una lámina cuyo título, Estandarte real de España, indicaba la sanción del morado, con el escudo de armas completo, toisón y corona.

X.

La bandera morada.

Acabada la excursión histórica, no parece, como se advierte, por ninguna parte el glorioso pendón morado de Castilla á cuyo objeto se encamina, resultando ser ésta una de esas frases vacías de sentido que sin saber cómo se abren paso y se extienden y vulgarizan para obscuridad y confusión de los hechos verdaderos. Castilla, visto queda, jamás tuvo insignia semejante ni parecida; Castilla con León, menos se aproximó nunca al color morado en sus divisas, y llegó á fundirse la nacionalidad española ocupando el trono doña Juana, sin que una sola vez el pendón morado se viera, ni se mencio

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