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nara por tanto en los escritos. ¿De dónde procede entonces esa idea inexacta? Eso es lo que falta escudriñar. Entre las razones que se oyen á los defensores de la especie, es una la de que el pendón morado tremoló en Villalar por insignia de los Comuneros en el alzamiento de 1520 contra las disposiciones del emperador Carlos V. Fundamento de la afirmación no alegan, por cuanto ninguno de los muchos contemporáneos que escribieron de aquellos sucesos dice tal cosa.

Aunque en el levantamiento de los Comuneros ocurriera lo que en todas las revoluciones, que salen del cauce que se proponen sus iniciadores, es innegable que fué su origen aristocrático y que la Santa Junta sostuvo por escrito, hasta el último momento, que defendía los derechos de la Corona. En la carta que la ciudad de Toledo circuló á las otras de voto en Cortes, convocando á reunión en Ávila, prevenía se noticiara á los procuradores que allí, ante todo, se había de tratar de la fidelidad al Rey y de la paz del reino, y en la contestación de la dicha Junta á los mensajes del Almirante para que se redujera á la obediencia, por estar en deservicio de los Reyes, blasonó otra vez de fiel, «porque la fidelidad, decía, consiste en obediencia al Scberano, en pagarle lo que de temporal se le debe y exponer la vida por su servicio, que era lo que ellos hacían y lo que habían hecho siempre las Comunidades, pues los magnates prendieron durante su menor edad á D. Juan II, y las Comunidades le pusieron en salvo; aquellos alzaron en Ávila por Rey á D. Alonso contra Enrique IV, y después opusieron al estandarte de Isabel la Católica el de doña Juana

la Beltraneja, y por las Comunidades fueron vencidos en Olmedo y Toro. >>

Más expresiva aun es el acta de instalación de la Junta en Valladolid después del desastre de Tordesillas, en que consignaron «que por mandado de la Reina nuestra señora vinieron de la ciudad de Ávila á la villa de Tordesillas, e allí por mandado e abtoridad hacian las cosas necesarias al servicio de sus Altezas.....» documento que acaba diciendo: «E mandaron que todo ello siga guardado, cumplido y ejecutado por las cibdades, villas e lugares de estos reinos, por cuanto todo cumple asi al servicio de SS. AA. e acrescentamiento de la Corona e patrimonio real y bien procomun destos sus reinos.>>

Si D. Antonio de Acuña hubiera alzado bandera morada-cosa que no hizo--no anduviera desacertado, porque color es de Iglesia y ninguna seña serviría mejor para guiar á su batallón de clérigos zamoranos: nadie le estorbaba por entonces la elección de divisa propia entre las que al campo de la Comunidad llevarían los capitanes, ciudades, villas y gremios ó hermandades, según costumbre de la época, en frente de las del Almirante, del Condestable, de los Condes de Benavente y de Alba de Liste y demás caballeros del bando imperial, mas sea de esto lo que quiera, es evidente que ni la Santa Junta ni el capitán general del ejército que llevó su nombre, enarbolaron pendón morado, ni de otro color arbitrario que simbolizase el alzamiento de las Comunidades, porque nada de ello se dice en las convocatorias y proclamas; porque no se menciona en los partes dirigidos al

Emperador, incluso el de la batalla de Villalar, que expresa la artillería y efectos cogidos, entre los cuales estaba el estandarte, y porque ni Prudencio de Sandoval, ni Pero Mexía, ni Juan Maldonado, ni menos el facecioso P. Guevara dejaran de mentarlo en sus relaciones y comentarios coetáneos, cuando se detienen á describir el traje de Padilla con mil otros pormenores de menos importancia.

Los Comuneros ponían en sus providencias el sello real, de que se apoderaron en un principio: apellidaban traidores á sus émulos, y probablemente llevaban, como éstos, al campo el estandarte real, porque era lo que correspondía á la dignidad de capitán general con que invistieron á Padilla y á la significación nacional que pretendían tuviera el ejército. Tanto es esto presumible, que no contando con distintivos marcados, tuvieron que hacer lo que los de los cardos y las vides del principio. de este escrito, y, según cuenta Pero Mexía, por conocerse los de uno y otro bando, pusieron en el pecho cruces coloradas los del campo de la Comunidad, y cruces blancas los del campo del Emperador «que fué remedio que muchos de la Comunidad tuvieron para escaparse en la batalla de Villalar, quitándose las coloradas y poniéndose las blancas» '.

El mismo autor cuenta que en el asalto de Tordesillas

Pero Mexía, Relación de las Comunidades. Fernández Duro, Discurso en la recepción del Sr. D. Manuel Danvila en la Real Academia de la Historia. En contradicción con estas noticias aparece la siguiente, si está exactamente trascrita:

El Almirante de Castilla escribió al Dr. Villalobos que le hiciese

fué atravesado de muchas balas el estandarte real, que por alferez llevaba el Conde de Cifuentes, y por más señas tenía pintada la imagen de Santiago: la suerte me ha favorecido con noticia no menos fidedigna del que llevaba Padilla, en una de las relaciones histórico-geográficas mandadas formar por el rey Felipe II, y de las que posee copias la Academia de la Historia. Refiere la de la villa de Bezmar, entre otras cosas:

«Don Alonso de la Cueva, Comendador y señor que fué desta villa, sirvió en ia guerra y en la Corte desde el año catorce á la Corona real, y el año de veintiuno, despues de haber hecho cosas muy señaladas por su persona y con una compañía de jinetes de que era capitán, estando muchos caballeros juntos tratando de la guerra y de lo que podría hacer el que se quisiese señalar; otro día que se creía habría batalla, le preguntaron qué pensaba hacer; respondió que morir ó prender á Juan de Padilla, cabeza de los comuneros, y otro día siguiente, dándose la batalla, acordándose el dicho don

buscar una pieza de raso carinesí para hacer de ella cruces que pusieran los caballeros sobre las armas como distinción de los Comuneros. Enviósela el Doctor con esta copla:

Podéis hacer sin recelo
cruz y señal desta tela,
señal para vuestra abuela
y cruz para vuestro abuelo;
con una destas banderas
haréis la tierra temblar,
con la otra abrir la mar

partida en doce carreras.

Algunas obras del Dr. Francisco Lopez de Villalobos, publicadas por la Sociedad de Bibliófilos españoles.-Madrid, 1886, pág. 91.

Alonso de la Cueva de lo que había dicho, y viendo salir delante de los suyos á Juan de Padilla, armado como hombre de armas, el dicho D. Alonso de la Cueva, con caballo, armas y lanza de jinete, le salió al encuentro, y haciéndole perder el encuentro, con su lanza hirió á Juan de Padilla en el rostro por la visera, que llevaba alzada, y lo derrocó y prendió por su sola persona y lo sacó de la batalla, y estimando en más la fidelidad que como buen caballero debía á su Rey, siendo pobre, no quiso recibir cincuenta mil ducados que Juan de Padilla daba por su libertad, y lo entregó á los ministros del Emperador nuestro señor, lo cual fué causa de la pacificación destos reinos; y después sirvió en otras guerras, y especialmente en la Goleta de Túnez, donde tomó veintiocho banderas y estandartes á los moros, que todos ellos y otros que tomó en otras partes, y el de Juan de Padilla, y la bandereta de su lanza, y sus armas, están en la fortaleza desta villa y en la iglesia della, donde el dicho don Alonso de la Cueva está enterrado, que murió yendo proveido por Capitan general de Orán: el estandarte de Juan de Padilla tiene escrito con letras de oro

y la bandereta,

DEFENSOR PATRIE

JESUS AUTEM TRANSIENS

PER MEDIUM ILLORUM IBAT IN PACE.

Todo esto y otros servicios que hizo, confiesa Su Magestad en la carta de venta que hizo desta villa al dicho don Alonso de la Cueva.»

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