Imágenes de páginas
PDF
EPUB

lugares, como en el suceso de Calvo Carpesio '; cuando mataron á los dos Scipiones; en la vitoria que consiguió Publio Scipión de Anibal, haciéndole salir de España, y cuando venció Catón á los de Ampurias, cuyos testimonios concuerdan en que las llevaban en alto, guiando la marcha.

Vaillant hace relación en sus Familias romanas de la celia de denarios con la figura de jabalí, juzgandɔ era insignia que traían los españoles, sin extrañar que en ella nsaran de animales, toda vez que los romanos los ponían en las suyas antes que Cayo Mario ordenase no mostrar más que el águila; y el P. Enrique Flores le sigue, conjeturando se sirvieran los españoles del jabalí en honor de Hércules. Perizonio sostuvo que el jabalí no demostraba otra cosa que la destreza en matarlos, por cuya causa era uno de los animales que llevaban los romanos antiguos en sus banderas, según Plinio, y de ellos pudieran haberlo tomado los españoles después de alguna alianza, dado que no fuera invención suya.

Hubo muchos que creyeron también que los Lábaros y signos con la cruz que después adoptó Constantino, tuvieron origen en Cantabria, pero no existe fundamento serio que lo acredite.

Que los romanos debieron dejar en España, por lo contrario, las reglas de organización militar de que trata

Tit. Liv., lib. XXVIII., cap. XVI.

• Liv., lib. xxv, cap. XXXIII. Signis repente sublatis celtiberi abeunt.

3 Liv., lib. xxvIII, cap. XIV. Signis hispanorum signa incedeliant. 4 Liv., lib. xxxiv, cap. XV. Signa armaque subiciunt.

extensamente Cittadini, como otros tantos rastros de su dominación civilizadora, parece natural, y no menos que, por término de comparación, las adoptaran las gentes que del Norte vinieron á sustituirles en la ocupación y goce de la tierra. Lo da á entender San Isidoro atestiguando por primera noticia, que en sus días se llevaban señas con distintas figuras, para que las huestes pudieran distinguirse en la confusión de las batallas, nombrándolas Águila, Dragón, Esfera, Vexillum y Manipulo '.

En el terreno de las conjeturas, se presume que los godos llamaban en su lengua Ban, Bandum y Bandera á alguna de sus insignias, y Bandóphoros á los que las tenían, como se llamaban Aquiliferos por los romanos á los que llevaban sus águilas. Pitheo tiene la palabra por derivada de los francos y longobardos, que los griegos tomaron de los latinos. Salmasio la deriva de Band, voz pérsica, que significa faja; otros, de Bana, anglo-britana, que denota cosa alta ó elevada; y así discurren con mucha variedad los autores extranjeros, como puede verse en Du Cange.

Por aquí, así Bernardino de Escalante en los Diálogos de Arte militar, como Juan Goropio Becano en la Gigantomachia, Fernand Mexía en el Nobiliario citado, y Diego de Valera en el Tratado de los rieptos y desafios, han hecho parecidas investigaciones y deducciones, explicando que Vander quiere decir en alemán venda ó cinta con que las mujeres se suelen ceñir la cabeza y apretar el cabello, á semejanza de las diademas

Etimologias, lib. XVIII, cap. 111. De signis.

de los reyes, y que cuando los alemanes militaban contra los romanos, traían por señal una de estas vendas ó cintas atada en una lanza, para diferenciarse de los enemigos, designando el distintivo por Vanda, en el doble sentido de que los que debajo de aquellas señales militasen habían de estar unidos con estrecha atadura de amistad y concordia. Agregan que los francos, los godos y otros pueblos septentrionales tomaron de ellos el nombre, y los españoles de los godos, con la variante de candera ó bandera.

El campo de las etimologías, bien se sabe, es fertilisimo, y como cualquiera de las anteriores suposiciones cabría la de la voz latina vitta, que tiene semejante significación, y de donde pudieran derivarse las de veta, venda, vanda, vandera. Conviene, sin embargo, sentar la opinión de Ambrosio de Morales de que vandera es palabra que nos ha quedado de los godos.

En verdad, San Julián, contemporáneo, designa las banderas de los godos por Bando, mientras Eunodio, de la misma época, las nombra vexilla, ó en general signa, haciendo uso de la dicción romana.

Los escritos de ambos nos enseñan que los portadores del estandarte iban cerca del rey, de modo que en viéndolos se venía en conocimiento de que mandaba el ejército el soberano en persona, y se descubría dónde estaba. «Levantad los estandartes-gritaba Teodorico - para que se vea que no estoy escondido '.>>

Attollite signa per quæ ne lateam providetur. Eunodio, Panegírico á Theodorico.

En la historia de Wamba, redactada por San Julián, resulta con tan evidente claridad la práctica, que no admite duda. Había destacado primeramente el Rey 3.000 hombres de su ejército para el cerco de Nimes; después los reforzó con otros 10.000, y viendo el traidor Paulo que se aumentaba el campo enemigo, animaba á los suyos asegurándoles que estaba ya allí todo el poder de Wamba; pero los de su comitiva observaron que el Rey no podia salir á campaña sin estandarte, y que, por consiguiente, no estaba allí toda la fuerza. A esto quiso todavía responder Paulo, diciendo ser ardid de Wamba la ocultación de los estandartes, por dar á entender que existía otro ejército de reserva con su persona 1.

El citado Marín supone, 'no sin razón, que cuando entraron los godos en la comunión de la Iglesia católica, adoptarían por estandarte real el signo de la Cruz ó Lábaro, y apoya la conjetura el ceremonial de los reyes antes de salir á campaña, explicado por el Maestro Berganza en sus Antigüedades de España, según el documento que se hallaba en el Monasterio de Silos. El obispo ó sacerdote, concluídas las preces en la iglesia, ponía en manos del monarca la cruz de oro en que estaba el Lignum crucis, cantando una antífona, á que respondía el coro. Los caballeros principales que acompañaban al rey se acercaban entonces al altar mayor y

Adbae plerique ex suis adstruebant Regem sine signis non posse procedere. Ad quod ille commentabatur ideo illum cum bandorum signis absconditis accesisse, ut intellectum daret, alium adhuc exercitum superesse. San Julián, Hist. de Wamba, cap. XVI.

Lib. 11, cap. 11.

I

cada uno recibía su banda. Saliendo de la iglesia, el sacerdote que llevaba la cruz en las batallas, montaba el primero á caballo, después el Rey y los demás por su orden.

Pero el Maestro Berganza no se atreve á decidir si este fué estilo que empezó por D. Pelayo ó ya tuvo principio en los reyes visigodos; en la historia de San Julián, tan circunstanciada respecto á las campañas de Wamba, no hay expresión que aclare la duda, mas al parecer la resuelven las medallas de los mismos reyes. Entre las publicadas hay señaladamente una de Egica en que aparece el Rey con una cruz portátil en la mano, y en otra se ven los bustos de Egica y Witiza mirándose, teniendo en medio una cruz larga. La cruz podía ser representación del estandarte Real, por uno de los signos regios, como las coronas ó diademas de que ofrecen muestra las que se descubrieron en Guarrazar.

Derrocado el imperio de los visigodos, debieron de quedar en las montañas de Asturias y de los Pirineos sus tradiciones entre los núcleos que se oponían á la completa subyugación de los africanos invasores, siquiera las modificaran las necesidades del estado de guerra.

Apenas en la obscuridad de aquellos tiempos se vislumbra otra cosa que la agrupación primera de los hom-' bres que habían de labrar con una mano el terruño que con la otra defendían, pasando muchos años antes que los fueros y cartas-pueblas, acusando el progreso de la reconquista, ofrezcan indicios que aprovechar para esta materia; pero ya el Concilio de León de 1020, tratando del servicio del fosado ó fonsado, expresa cómo habían

« AnteriorContinuar »