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cuatro heridas. Diéronle entonces la bandera que había reconquistado; esto es, la dieron el empleo de alferez, que con gran complacencia tuvo el resto de su vida '.

Cabrera de Córdoba (con más extensión lo expongo en otro escrito) pinta elocuentemente la amargura del soldado en la triste necesidad de rendir las banderas.

<Antes que llegase al lugar donde todos habían de entregar las armas, se despojó (Mos de Chatres) del coselete que traía y le envió al marqués de Santa Cruz, quedando sólo con la espada y algunos Musiures, y luego los alféreces llegaron con diez y ocho banderas de las viejas de Francia, inclinadas y recogidas y las rindieron y entregaron, y treinta y seis portuguesas..... Los atambores entregaron sus cajas sordas y destempladas con los pífanos, y desarmados franceses y portugueses de sus mosquetes, arcabuces, picas, alabardas, se apartaron despojados de toda gloria soldadesca y casi desconocidos por estar desautorizados y carecer del armamento de las personas. Quedaron en profunda tristeza, aunque el Marqués, por su natural humanidad, no permitió pasasen por las haces de sus escuadrones. Movía á compasión mirarlos; porque además de venir avergonzados y rendidos, que es última calamidad para los ánimos amigos de la gloria, estaban rotos y maltratados; y como el semblante es habla callada del corazón, manifestaba su congoja, á que se juntaba el ser desfigurados por la hambre y falta de sueño padecida en la campaña..... Dió lugar el

D. J. Ferrer. La Monja Alférez.
La Conquista de las Azores en 1583.

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profundo silencio para contemplar el humano estado y mudanza en la guerra, que en un punto los libres y gallardos suelen quedar casi muertos, y los vencidos levantar corona. El ser vencido y subjeto se debe sentir mucho, pues aun lo sienten las bestias.>>

Respecto á la propiedad de las banderas, decía don Bernardino de Mendoza al Príncipe D. Felipe, en su Theórica y práctica de guerra : «La artillería y municiones que se ganan son de V. A., y las banderas y estandartes del General, dando diez escudos al soldado que la hubiere ganado, al entregalla».

NÚMERO 8.

SALUDO.

Desde el comienzo de las Armadas existe la costumbre y reverencia de saludar el estandarte, primero á la voz, después con trompetas y pitos, y desde la invención de la pólvora con el disparo de las armas. Del asunto hay hecho estudio expreso, y bastará por tanto expresar en éste lo más sustancial.

La crónica de Pero Niño habla de la salva hecha por sus galeras en 1397, y las Ordenanzas repetidamente aludidas de Bernardo de Cabrera (1354) explican la manera de hacerla por entonces.

1 Pág. 174.

2 Fernández Duro, Disquisiciones náuticas; Saludos y etiquetas en la mar.

«Estos son los loores que se acostumbran decir cuando el Señor Rey pone su estandarte para hacer armada de mar; los cuales loores con gran solemnidad dice uno de los marineros que tenga buena voz, al pie del asta del estandarte. Y dice el del Señor Rey dos veces, y el del Capitán general ó Almirante una sola vez.

>> In nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti, Amén. >> Por muchos años la vida y el grande honor del muy alto y poderoso príncipe y Señor, el Sr. Pedro, por la gracia de Dios Rey de Aragón, de Valencia, de Mallorca, de Cerdeña y de Córcega, Conde de Barcelona, de Rosellon y de Cerdaña, Dios guarde y mantenga.

>La victoria y el grande honor del muy noble Bernardo de Cabrera, Capitán general del muy alto y muy poderoso Príncipe y Señor, el Señor Rey de Aragón, Dios guarde y mantenga.»

Cuando Pedrarias Dávila tomó posesión del reino de Castilla del Oro y mar del Sur, mandando desplegar el estandarte y tocar las trompetas, terminó el acto diciendo tres veces, á altas voces '.

«Viva la muy alta y muy poderosa Reina Doña Juana y el muy alto y muy poderoso Rey D. Carlos, su hijo, nuestros señores, e reyes e señores naturales de todos estos reinos e Tierra firme e mar del Sur, descubierto e por descubrir e poseedores dellos.>>

Sucedía con la salva á la voz lo propio que había de ocurrir con la de artillería andando los tiempos: sobrada de palabras y falta de fijeza en la fórmula á los princi

1 Colecc. de docum. de Indias, t. II, p. 549.

pios, se modificaba sucesivamente, tendiendo á la uniformidad, que en la marina se recomienda principalmente por el carácter internacional de sus relaciones. En el reinado de Felipe II se gritaba: viva el Rey de Castilla por mar y por tierra '; desde el de Felipe V: viva el Rey, simplemente.

Con la artillería tampoco hubo hasta mediados del siglo XVII otra regla que la voluntad de los jefes, significada de ordinario con el mayor estruendo, aunque en 1626 se dictó la primera ordenanza de saludos.

Antes se habían uniformado las prácticas de reverencia al estandarte, repitiéndose señaladamente los preceptos en 1608 y 1620, en la inteligencia de que el Capitán general del mar Océano era el único que arbolaba el estandarte real, teniendo nombre de capitana real el galeón que lo llevaba. A su vista todos los otros generales y capitanes habían de abatir las banderas y obedecer y seguir las órdenes, navegando, peleando y estando surtos, después de saludar, primero con el pito y buen viaje, después con trompetas, últimamente con el cañón.

Los almirantes D. Diego de Ibarra (1673), marqués de Santa Cruz (1678), conde de Frigiliana (1684), daque de Nájera (1697), D. Andrés de Pes (1714), fueron reprendidos por separarse de la instrucción en casos dudosos, resueltos y prevenidos en la ordenanza de Patiño de 1728. El caso citado en el texto, del conde de Guaro, produjo los documentos que siguen :

1 Eugenio de Salazar, Cartas á muy particulares amigos suyos.

«El Rey.-Conde de Guaro, pariente, de mi Consejo de Guerra, Gobernador y Capitán general de las plazas de Orán. El duque de Veragua, Capitán general de mis galeras de España, me ha dado cuenta en carta de 22 del pasado, que habiendo dado fondo en el puerto de Almarza el navío merchante ginovés en que pasasteis á ese Gobierno, no saludó á la galera capitana de mi escuadra de España que se hallaba sola en aquel puerto, enviando el Capitán de ella recado al del bajel para que cumpliese con esta obligación, y que no os contentasteis sólo con dejar al ginovés con la pretensión de que se le había de responder al saludo, sino que tomasteis por vuestra la demanda del desafuero á mi estandarte, y Hamasteis al cómitre que llevaba el recado y le digisteis que respondiese al Capitán de la Capitana tuviese entendido iba en el bajel vuestra persona, y que no saludabais á nadie, y que además de esto no estaba en la galera el duque de Veragua, y por último os desembarcasteis sin hacerlo; que habiendo avisado de ello al Duque el Capitán de la Capitana, le causó extrañeza y novedad, y se fué á embarcar haciéndoos saber el motivo de no veros ni que le vieseis, con la respuesta que os hizo dar á un recado que le enviasteis, y enterado de lo referido, me ha causado grande extrañeza que faltaseis tan conocidamente á la veneración que se ha de tener al estandarte de la Capitana, obrando en esto vos muy contra lo que es tan notorio en la práctica militar, siendo esta culpa de gravísimo perjuicio por el respeto que se debe á la representación de la insignia real y decoro de mis generales, de que me hallo muy deservido.

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