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Tras vacilar breve espacio,
En dar al través con todas,
Como lo hizo, dejando

La más pequeña en el puerto
Para los ánimos flacos.>>

Nombrado cronista de Indias D. Antonio de Solís, literato de gusto depurado, leyendo con enojo la relación sencilla y natural del soldado Bernal Díaz, se propuso dar á la historia de la Conquista de Méjico el corte y sabor de los clásicos antiguos, y en el afán de la comparación con lo que es incomparable, ya que halló memorias decapitanes célebres que incendiaron los bajeles quitando á sus soldados la perspectiva de retirada, consideró á Hernán Cortés imitador de la estratagema y sopló la llama de su propia imaginación para consumir los navíos castellanos, pensando como poeta que quemar es destruir y tanto monta se hiciera con la tea, la barrena ó los escollos de la costa.

Ciertamente, no es el medio lo que presta al asunto importancia, y no valiera por tanto la pena de hacer estudio especial, á no tratarse de averiguar de qué parte se encuentra la verdad entre los que ahora niegan ó afirman la ignición de las naves, aprovechando la oportunidad de señalar otro ejemplo en que la forma se sobrepone al fondo y lo accidental á lo positivo en alas de la fantasía romancesca.

Lo más singular es que con haber registrado algunos papeles más D. Antonio de Solís, hallara fundamento serio con que asegurar que Hernán Cortés quemó las naces, salvo que no eran las suyas.

La imparcialidad recomienda sacar á luz esta noticia

aunque proceda de parte interesada y no haya merecido confirmación de los cronistas de la Nueva España: consta en la acusación antes mencionada, de Fernando de Ceballos, así:

«Llegado á la costa Pánfilo Narvaez, el dicho Cortés dió un mandanto para que le prendiesen, é si se defendiese que lo matasen..... e combatieron al dicho Panfilo de Narvaez e pusieron fuego á un cuarto donde estaba..... e pusieron á sacamano cuanto tenían, como si fueran moros..... mas de los navios que el dicho mi parte trajo e estaban señores en el dicho fuerte, e dió con los once navios que el dicho mi parte alli tenia, al través, e los fizo quemar.»

Siguen ardiendo, no obstante, en la imaginación de los poetas 1:

«En la arenosa playa americana

La voz dirige a su falange invicta;
Rayos lanzan sus ojos, en su mano
La tersa espada de Toledo vibra,
En la siniestra, abrasadora tea
Los iberos bajeles ilumina.....
Postrémonos, Tomás, la ajena historia
No en sus más bellas páginas registra
Empresa tal, que compararse pueda
A lo que al héroe hispánico sublima.»

Recuerdos de gloria. Poesias de D. Fernando de Gabriel y Ruiz de Apodaca.-Madrid, 1884. Véase apéndice núm. 5.- Débese citar como excepción entre los poetas modernos á D. Antonio Hurtado que publicó en el Semanario pintoresco español, año 1855, pág. 383, una composición titulada Las naves á pique.

III.

El Salto.

La tercera de las cuestiones históricas que ha de abrazar el presente estudio, refiriéndose á un episodio de la vida del insigne conquistador Pedro de Alvarado, procede más que de tradición de conseja militar disputada en el acto mismo de forjarla, y rechazada en todo tiempo por la sana razón.

Refiere Francisco Antonio de Fuentes en la Historia de Guatemala «que en lo juvenil de su edad ejecutó Alvarado muchas bizarrías y alentadas gentilezas, con admirable embeleso de los que las contemplaban, y en que verdaderamente mostraba ser, no sólo de ánimo osado, sino de un corazon lleno de reputacion y valor invencible, mostrándose tan suelto en la ligereza del salto, que habiendo algunos caballeros mozos que en su compañía habían salido á caza, que es recuerdo de los furores de Marte y empleo virtuoso y útil de caballeros, encontrado con una tropa de segadores que apostaban sobre el brocal de un pozo á saltar de una parte á otra, los caballeros compañeros de don Pedro, dificultando la empresa por provocarle á ella, decían lo imposible de su ejecuciou. Mas don Pedro, que era sagaz y entendido, dió á entender que tenía dificultad y que dudaba vencerla; pero puesto de pies sobre el brocal, saltó ligeramente á la otra parte del círculo, quedando en él sostenido en la extremidad de los dedos, y sin volver el rostro, con la

misma ligera presteza, deshizo el viaje del salto, restituyéndose á la parte de donde lo había emprendido, con admiración y aplauso de todos los circunstantes. >>

Las hazañas que años adelante realizó en la ciudad de Méjico contribuyeron con el precedente juvenil á que la credulidad de algunos soldados admitiera la invención del salto prodigioso en el puente cortado de la laguna; pero sus mismos compañeros se burlaron de semejante ocurrencia, analógica con tantos otros hechos sobrenaturales adjudicados por la fantasía popular á sus héroes favoritos, entre los que figura el paladin de Carlomagno, el famoso Roldán, saltando por encima del río Flumen, desde la Sierra de Gratal á la de Cuello-buil, en Huesca.

El público conoce lo que en el proceso de residencia de Alvarado declararon los que le acompañaban en la noche triste, por el extracto que hice en otro escrito, ocupándome con alguna extensión de los mismos puntos históricos objeto del presente ', y me parece, por lo tanto, ocioso repetir los datos y los argumentos que allí adnje.

Si respecto á las joyas de doña Isabel las pruebas negativas no alcanzan el grado de absoluta certeza que un juez escrupuloso exigiría, el incendio de las naves de Cortés y el salto de Alvarado las tienen de naturaleza plena para dictar sentencia condenatoria sin reservas ni distinciones. Con ellas puede adelantarse un paso en la noble tarea de depurar la Historia patria, declarando que tales tradiciones no tienen fundamento.

«Las joyas.» Véase apéndice núm. 6.

APÉNDICES.

NÜMEKO 1.

Relacion de los maravedis que el Rey et la Reyna nuestros se ñores son en cargo á mí Alfonso de Quintanilla, su Contador mayor de Cuentas, e del Consejo, así que gasté en servicio de sus Altezas e me fueron librados e salieron inciertos, como de mis salarios e ayudas de costas e gastos de caminos que por su mandado fui de que no fué librado cosa alguna, et son los siguientes, en esta guisa:

>> Primeramente me son en cargo sus Altezas de sesenta mill maravedís que presté á la Reina nuestra Señora para su dispensa, en Segovia, cuando de alli salió para Arévalo con el rey don Alfonso, Santa Gloria haya, los cuales recibió el tesorero Ferrando Nuñez, e fasta hoy nunca me son pagados. .

»Otrosi, su Alteza me es mas en cargo que, cuando

en los Toros de Guisando, se acordó que le fuese entregada la ciudad de Avila, e el tesorero Ferrando Nuñez e yo la fuimos á recibir, e se hobieron de cumplir con Gomez Manrique quinientos mill maravedís, los cuales yo busqué prestados, que solo al marqués de Medina, como hoy se sabrá dél, me prestó los

LXO

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