Imágenes de páginas
PDF
EPUB

formarla en destruccion de los que la resistan; pero tal es la naturaleza humana, que ni la razon, ni la esperiencia son de ninguna fuerza en comparacion del interes personal. Esta fue la principal causa de la abolicion del Gobierno Constitucional á la vuelta del Rey á la Península. Todos los que temian el progreso de las luces, porque sus elementos eran las tinieblas, todos los que temian que la falta de mérito en un gobierno justo, los volviese á la obscuridad, de donde jamas la justicia los hubiera sacado, todos los que debian su elevacion á la influencia de un favorito en el anterior reynado, todos los que gozaban riqueza pública sin retribucion de trabajo, autoridad, sin virtudes, respeto, sin sabiduría, honor y consideracion, sin merecimientos, y en fin, cuantos interesaban en los abusos y desorden que habian traido á la Nacion y su Rey al borde del precipicio, todos conspiraron contra el Gobierno Constitucional, valiendose de la calumnia, de la corrupcion, de la hipocresía, y de todos los amaños y arterías para presentar al incauto Pueblo, como contradictorias, las idéas de Constitucion y Rey. Favorecíales para esta inicua empresa el poco, y en parte el ningun conocimiento que los Pueblos tenian del Gobierno Constitucional, porque su corta duracion no pudo hacerles sensibles sus ventajas; favorecíales igualmente el prestigio del nombre del Rey, cuyo amor habian cultivado los Constitucionales hasta la idolatría, y fascinando al joven Monarca, lograron abolir el Gobierno representativo, reinar en nombre de su Soberano, á quien deprimian al mismo tiempo que adulaban, llevando el furor de la venganza, no solo á estinguir las idéas que les eran contrarias, sino tambien á acabar con todos los hombres que las habian producido ó adoptado; y favorecíales en fin, la virtud heróica con que los Constitucionales se dejaron asesinar, sin resistencia, por no traer con ella, sobre la desvastada España, los horrores de una guerra civil, tan funesta siempre á los vencedores como á los vencidos.

Apoderados estos hombres del gobierno, hicieron reinar al desgraciado Monarca, no como Rey de una Nacion, sino como un Gefe de partido, y distribuyeron entre sí los puestos y destinos mas elevados y de mayores provechos, ora sea en el orden eclesiástico, ora en el judicial, civil y militar, como despojo de vencido, y botin de campo de batalla.

Restablecióse todo al ser y estado que tenía la moribunda España en 1808, cuya disposicion por sí sola, era suficiente para hundirla en su anterior abatimiento, y volverla al abismo en que en aquel estado la había sumido; pero se añadió la impolítica é injusta persecucion, que cubrió de luto y lágrimas á millares de familias, y pobló de víctimas las tumbas, las cárceles, los presidios y los castillos. Desaparecieron, lanzadas por la hipocresía, las virtudes cívicas y aquel heróico entusiasmo que se había

desplegado contra el usurpador, y así estas, como el espíritu de Patria y honor fueron substituidas por un egoismo necesario. La Nacion, lejos de reponerse de las calamidades de la guerra, se emprobreció en medio de la mas profunda paz, y de las mas abundantes cosechas; perdió su gloria, y fue objeto de lástima ó burla de las Naciones estrangeras, pocos dias despues de haberlo sido de su admiracion; el Rey perdió el amor del Pueblo, y fue tratado por los estrangeros en sus escritos con el mayor desacato y vilipendio; la deuda nacional creció en vez de disminuirse; el crédito público quedó arruinado; la defeccion de las Provincias de Ultramar se aumentó y cobró fuerzas; el comercio se estinguió del todo, y en fin el desengaño llegó á penetrar hasta en las mas incultas aldeas. Se conocieron las causas de los males, y se toleraron por moderacion, esperando que el mismo gobierno haría las mudanzas que la necesidad exigía. El descontento de todos, el agravio de los oprimidos, el despecho de los engañados, la inseguridad personal, y el deseo innato de mejorar tan mala suerte fomentaban en secreto, á pesar del espionage y delacion. El Monarca, en medio de sus buenos deseos, viendo las cosas á traves del vidrio que sus aduladores le ponian, descansaba tranquilo en el crater del volcan que aquellos habian encendido, y que le cubrian con los amaños y arterías, para que eran tan idoneos, como ineptos para conducir el Estado á su bien, el Rey á su gloria.

y

Convencidos de que toda mudanza sería perjudicial á sus propios intereses, y no teniendo virtud ni remordimientos para desviar, á costa de algun sacrificio, el peligro que amenazaba, ocultaron al Rey el verdadero estado de la Nacion; desmintieron con el descaro del despotismo la opinion pública que generalmente se descubría, y para ahogar una revolucion indispensable y manifestada siete veces, en cinco años, adoptaron los medios violentos é impolíticos, que la engendran en donde no existe, y la precipitan donde está preparada. Así espusieron á desastres interminables á la Patria que había sufrido tantos insultos, y al Rey que los había colmado de honores y riquezas. Pero como estos últimos eran los únicos obgetos de su corazon, poco les importaba la Patria, si dejaba de ser su patrimonio, y menos el Rey, si dejaba de ser instrumento de su ambicion y sus venganzas. ¡ Monarca digno de amor y compasion! Tras una juventud oprimida, y un largo y pérfido cautiverio, te estaba reservado ser presa de una faccion de hipócritas ineptos y malvados, que haciendo en seis años de paz mas daño á la Nacion que el enemigo en los de la guerra, te enagenaseņ el amor de tus súbditos, te presentasen á la faz del Mundo como un tirano, y te espusiesen á los horrores de una revolucion!!! Si como lo lleva generalmente el orden de la naturaleza, se compensan los bienes con los males,

¡ cuan grande será la gloria de tu reinado Constitucional, si ha de compensar los males del mando absoluto! Cuanta tu felicidad futura, si ha de compensar tus pasadas calamidades! Así parece que lo quiere la Providencia, pues la nueva carrera se te ha abierto, sin ninguno de los horrores que acompañan á las revoluciones, y se ha señalado con este prodigio tu entrada en el imperio de la Ley, que ni adula ni insulta.

Seguramente España no hubiera permanecido tanto tiempo en el estado letárgico, ruinoso y degradante que tenía, si su situacion geográfica no la tuviese fuera de contacto con las Naciones poderosas y mas civilizadas, pues en este caso, ó la revolucion se hubiera anticipado, ó hubiera sido presa de cualquiera Príncipe ambicioso, que hubiese querido conquistarla. Estinguido el amor á su Rey, substituido el egoismo al amor de la Patria, difundido el descontento por todas las clases del Estado, sin crédito ni recursos, sin Egército ni Marina, y con un gobierno desacreditado y aborrecido, que no contaba con fuerzas para defenderse, no podía esperar la Nacion peor suerte de pasar á otro dominio, que la que sufría por la rapacidad, ineptitud y crueldad de los gobernantes á que estaba entregada.

En tal estado la revolucion era ya una consecuencia necesaria del abuso del poder, de la confusion del gobierno, y de la perspectiva de lo futuro, que era tan funesta como la de lo pasado. Y aunque aquella es, y debe ser en todo caso, el último recurso de todos los hombres que no saben pensar ni conocer los efectos de las pasiones que desencadena, apenas había ya quien no la desease: los sabios estaban decididos á ella por conviccion de la necesidad que la traía; los irritables por su sensibilidad á la opresion; las almas fuertes por la indignacion que escita un gobierno en manos indignas; los denodados y fogosos por el glorioso deséo de arrostrar peligros en una noble y justa causa; los ofendidos por su resentimiento, y la Nacion entera por el instinto de la propia conservacion, y tendencia natural á mejorar de suerte. Ya se había llegado á la línea de demarcacion, que indica el momento en que se debe dejar de obedecer, y empezar á resistir: solo faltaba una ocasion oportuna, en que estallase, y se descubriese la opinion general; y la disposicion del Pueblo y el Egército reunido en Andalucía, para hacer la costosa y mal preparada espedicion de Ultramar, facilitaron los medios, proclamando el primero la libertad de la Patria. El Egército tenía á la vista el poco resultado de otras espediciones; había conocido la perfidia con que el año 14 se abusó de su lealtad al Rey; notaba entre esta y las primeras espediciones, la enorme diferiencia de que unas habian ido á sosegar turbulencias injustas, y llevar á la España Ultramarina la libertad y Santas Leyes de nuestra Constitucion, que establecida en ella, hubiera hecho la felicidad de sus vastas regiones; pero esta última

[ocr errors]

llevaba el despotismo, que asolaba la España Européa; estaba penetrado de que si la sublevacion de las Provincias insurgentes fue de principio injusto, ahora su resistencia tomaba el caracter de defensa de sus derechos naturales, rechazando la opresion de un gobierno destructor. Por tanto, creía que enviarle á guerrear sin gloria, y sin prepararle el triunfo por otros medios mas que su fuerza física, era querer deshacerse de él, como de un enemigo peligroso; era comprar á costa de su sangre un nuevo número de esclavos en los insurgentes que redugese; y en fin era manifestar el deséo de privar á la Nacion del apoyo de sus valientes, únicos restos que quedaban de los 220,000 guerreros que tenía á principios del año 14, y cuya gloria y merecimientos hacian sombra á los proyectos de la oligarquía teocrática que dominaba. El Egército lo había visto todo, lo había sufrido pero su obediencia no era envilecimiento: las virtudes y el valor de los vencedores de la Albuera y San Marcial estaban sofocados, pero no estinguidos; su corazon en secreto daba culto al numen de la Patria, desterrado por el ídolo de la adulacion; la disciplina del guerrero, aunque severa, no es la ciega abnegacion del cenobita; el Egército estaba reunido, su opinion era general y conforme al voto de la Nacion, y en él residian los medios de anunciarlo y sostenerlo. La tentativa de Julio del año anterior se había frustrado, la resolucion y disposicion no era igual en todos los Cuerpos, aunque el deséo fuese el mismo; pero esto nada importaba, bastaba el primer impulso, y llegó su momento. El dia primero de este año vió el Sol, por primera vez en el Mundo desde su creacion, un Egército libertador de su Patria, sin deslucir el Trono de su Rey. Un Caudillo animoso se presenta á las filas; "Basta de sufrimientò," dice, "guerreros de España; hemos cumplido con el honor, mas larga paciencia sería vileza, cobardía: el Rey y la Patria son esclavos de una faccion, restablezcamos el imperio de la Ley; devolvamos su libertad al Pueblo y su gloria al Trono." El grito universal de Libertad! Constitucion! Patria! puebla. los aires, y resuena en las llanuras de las Cabezas, 6000 bayonetas siguen á sus intrépidos Caudillos, ocupan los libertadores la inespugnable situacion de la Isla, despues de proclamar solemnemente el Código Sagrado de la libertad, y jurar con la fuerza de la razon y el entusiasmo del valor, su observancia y defensa hasta la muerte.

y

A la noticia de tan bizarra empresa, todas las Provincias comenzaron á fermentar, y á proporcion de sus circunstancias se presentaron bajo el mismo aspecto, con el mismo espíritu y con la misma decision. El fuerte Gallego, el noble Asturiano, el bravo Navarro, el infatigable Murciano, el esforzado Aragones, el impávido Catalan, todos repitieron la misma voz, todos proclamaron la Constitucion, todos corrieron á las armas para defenderla, todos

formaron gobiernos populares y provisionales para establecerla, y todos acataron á su Rey al mismo tiempo que recobraron su libertad. Las Provincias interiores y la Capital, ardiendo en los mismos deséos, esperaban que el gobierno, viendo abierto el abismo en que podía hundirse el Trono, evitase la necesidad de un movimiento popular, siempre peligroso y terrible; pero aunque todo lo podian esperar de su Rey, nada tenian que esperar de los gobernantes que le sitiaban. Lejos de esto, los hipócritas, observando el silencio de la felonía, y deslumbrando al Monarca, consumaban la carrera del crimen, armando los brazos fratricidas sin el menor escrúpulo, para inundar en sangre la Patria, y tener el placer de conservar el mando despótico, aunque fuese sobre escombros y cadáveres. ¡ Insensatos! ignoraban la verdad mas trivial de la Historia, á saber, que las Naciones nunca perecen, y lo que en ellas perece son los gobiernos! Casi todas las Provincias de la circunferencia de la Península estaban declaradas en armas y con gobierno provisorio; ya la opinion se enunciaba francamente; el cobarde espionage se egercitaba sin resultado alguno; casi á las puertas de la Capital se había proclamado la Constitucion por un Cuerpo de tropas, que tranquilamente ocupaba y recorría la Mancha: el imperio anticonstitucional no se estendía á mas, que desde Aranjuez á Guadarrama; el horizonte que se descubre desde Palacio, era el límite del Reyno de Fernando sin Constitucion; los gobernantes podian decir, ya no poseemos mas que lo que vemos, y aun el gobierno no había dicho nada al pueblo ; no se habian atrevido á llamar en público traidores y rebeldes á los dignamente levantados, porque eran muchos, y temian tener que sucumbir á la razon apoyada de la fuerza. Los segundos agentes emplearon por adulacion tan odiosos nombres, último obsequio que podian hacer al despotismo moribundo; pero ya toda España sabía que las naciones no se rebelan, porque tienen derecho de darse ó exigir un gobierno conveniente y justo, y que quien se rebela son los gobiernos, cuando son injustos, y porque no tienen derecho de tiranizar á las naciones.

Ya era llegado el momento de la esplosion retardada mes y medio por la prudencia de los buenos, y hecha al fin precisa por la mala fé de los gobernantes, que en ello hicieron el último mal que pudieron á la Patria

y

al Rey, como fue esponerlos á los terribles esfuerzos de una revolucion. Pero no temais ¡Amada Patria, y Monarca querido! Los que os salvaron antes del poder de los enemigos esteriores, os salvarán ahora de las garras de los internos, cuya hipocresía os ha conducido al precipicio. El Pueblo el Egército están unidos, los hombres buenos de todas las clases, en lugar de encerrarse en sus casas, en lugar de abandonar al Pueblo á los escesos, se pondrán á sú cabeza, conducirán su movimiento, refrenarán su fogosidad,

y

« AnteriorContinuar »