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proclamar segunda vez á la faz del Mundo, no ya en dias aciagos de invasion y ruina, y en ausencia de nuestro Monarca amado y cautivo, sino en el seno de la paz, en medio de nuestros guerreros Ciudadanos, y llevando á nuestra frente á ese Rey querido, que sacrifica á la dicha de sus Pueblos todos los alhagos de la lisonja, todas las seducciones de la ambicion, todos los atractivos del poder absoluto, por que tantas veces ensangrentaron la tierra Príncipes menos virtuosos, y Monarcas menos dignos de amor.

Resueltas así estas cuestiones, todavía era menester dictar algunas reglas, para acelerar cuanto permite el órden, la libertad de la eleccion y la Ley Constitucional, todas las operaciones que deben preceder al nombramiento de Diputados; á este fin, tomando por modelo las que formaron las Cortes generales y estraordinarias en 23 de Mayo de 1812, para convocar las ordinarias de 1813, ha estendido la Junta las Instrucciones, que acompañarán al Decreto de convocacion, alterando únicamente, lo que requieren la diferiencia de los tiempos, y la variacion de las circunstancias políticas en uno y otro Hemisferio.

ya

Tales, Ciudadanos, han sido las tareas, en que se ha ocupado la Junta Provisional desde el momento de su instalacion, por lo respectivo á la reunion de vuestros Representantes; tales los fundamentos Constitucionales en que se han apoyado sus propuestas al Rey, tal la adhesion franca y sincera que han encontrado en su augusto ánimo. ¡Ciudadanos! veis cumplida la sagrada palabra de vuestro Monarca; ya habeis recibido la prueba mas irrefragable de su espontanea voluntad, de regiros Constitucionalmente; ya le mirais arrojarse en vuestros brazos, como un Padre en los de sus hijos. Los tiranos temen la luz, y tiemblan de ver juntos á sus esclavos; Fernando el grande ama la publicidad, y convoca á sus súbditos, no para llevarlos á lejanos climas en pos de sangrientos laureles; no para oprimirlos con el peso de nuevos tributos, sino para trabajar con ellos en la noble empresa de volver la Nacion Española á su esplendor primero, y á su antigua fama.

¡Ciudadanos! ya tenéis Cortes, ese valuarte inespugnable de la libertad civil, ese garante de la Constitucion y de vuestra gloria. Ya tenéis Cortes; ya sois hombres libres, y el genio odioso de la tiranía huye despavorido de nuestro feliz suelo, llevando sus ensangrentadas cadenas á paises menos venturosos. Volad á reuniros á vuestros hermanos, y á elegir vuestros Diputados; mas tened presente que vuestra ventura va á depender de vosotros mismos; cerrad el oido á las pérfidas sugestiones de los enemigos del Rey y del Sistema Constitucional; ellos quisieran arrancarle su gloria, y á nosotros la felicidad pura, cuya cándida Aurora empieza á rayar en el

horizonte Español. Ni las persuasiones de la Autoridad, ni la voz del cariño, ni la hipocresía disfrazada con el velo Santo de la Religion, ni el afan de alcanzar puestos elevados, ni el oro corruptor, nada tuerza vuestra planta de la senda del bien; donde descubrais el mérito modesto, la virtud indulgente, el saber sin orgullo, la probidad en las acciones, y no en las palabras, y el amor acendrado á la Patria, á la Constitucion y al Rey, cualquiera que sea su cuna ó su suerte, allí hay un hombre digno de ser Diputado. Si tales Varones forman vuestras Cortes, gozaos ya en la felicidad de vuestro país. La Junta os lo repite, de vosotros dependen vuestros destinos; volad á cumplirlos, y luzca presto el dia en que reunidos vuestros Representantes en torno de vuestro Monarca, ponga el colmo á la fortuna que nos confiasteis; y dejando la Nacion en sus manos volveremos á la paz de nuestros hogares. Dichosos, mil veces dichosos, si acertamos á servir á la Patria, y si acompaña nuestros nombres, una voz de gratitud de nuestros Conciudadanos.

LUIS DE BORBON, Cardenal de Scala, Arzobispo de Toledo, Presidente.
FRANCISCO BALLESTEROS, Vice-Presidente.

MANUEL DE LARDIZABAL.

MANUEL ABAD, Obispo electo de Mechoacan.

MATEO VALDemoros.

CONDE DE TABOADA.

BERNARDO DE BORJAS Y TARRIUS.

FRANCISCO CRESPO DE TEJADA.

IGNACIO DE LA PEZUELA.

VICENTE SANCHO, Vocal Secretario.

Madrid, 24 de Marzo de 1820.

N° XXIII.

1. Oficio de Don Rafael del Riego, fecho 4 de Septiembre de 1820, leido en la Sesion de 5 del mismo.

EXCELENTÍSIMOS SEÑORES Secretarios de LAS CORTES,

El Ciudadano Don Rafael del Riego, Comandante General que ha sido de la 1a Division del Ejército Nacional, de la Columna Movil del de San Fernando, y electo Capitan General, había determinado desde ayer en su espíritu solicitar en esta mañana del Congreso Soberano Nacional permiso para hablarle desde la respetable barra del Salon donde tiene sus Se

siones; mas hallandose en el momento presente con una órden de Su Magestad, de ayer, que acaba de comunicarle hoy el Excelentísimo Señor Capitan General de esta provincia, para que salga inmediatamente de la Corte y pase de Cuartel á Oviedo, sirviéndose al mismo tiempo exonerarle del mando de Galicia, y queriendo cumplimentar sin pérdida de instantes dicha Real Orden, no puede por lo mismo tener lugar para solicitar presentarse al Congreso Nacional. Eleva por tanto para su alta consideracion por medio de Vuestras Excelencias el discurso que tenía hecho para pro- nunciarle; del que suplica tengan á bien dar cuenta á las Cortes para su conocimiento.

Dios guarde á Vuestras Excelencias muchos años.

EL CIUDADANO RAFAEL DEL RIEGO.

Madrid, 5 de Septiembre, á las díez de la mañana de 1820.

2. Discurso de Riego que acompañaba al anterior Oficio.

Habiendo ya manifestado al Supremo Congreso Nacional en distintas ocasiones mis sentimientos, y los que animan á los Cuerpos del Ejército de Observacion de Andalucía que tenia el honor de mandar poco tiempo hace, séame permitido acercarme á esta barra respetable y esponer los motivos de su conducta y de la mia en una ocurrencia que la ignorancia, la malignidad y la calumnia han tomado por pretesto para asestar los tiros venenosos que acostumbran. Seré breve y no molestaré la atencion del Congreso con la relacion de las pruebas que los individuos de mi Ejército han dado en todos tiempos de su patriotismo. Acantonado por órden superior en Sevilla y la Isla Gaditana, estaba pronto á volar adonde provocase su denuedo el grito subversivo de cualquiera que se declarase adversario de las leyes, de la Constitucion y de la Patria. El Gobierno que le había organizado, le consideraba como un apoyo pronto, seguro y decidido contra los enemigos de un sistema cuyos beneficios y ventajas no son aun bastante conocidos y apreciados de los pueblos. Las circunstancias no habian cambiado todavía cuando una órden emanada de un Secretario del Despacho, que por motivos bien sabidos había perdido la confianza pública, prescribió la disolucion entera de este Ejército. Todos los Cuerpos se alarmaron justamente con una órden tan inesperada como prematura. Los pueblos de la provincia marítima, el de Cádiz sobre todo, se creyeron amenazados de mil males, privados del apoyo en que cifraban su tranquilidad, y el resultado de tantos disgustos y temores fué hacer esposiciones al Gobierno y á las Cortes. Este paso que nunca ha sido condenado por

las leyes, fué mirado por algunos como sedicioso y subversivo. Se atribuyeron siniestras intenciones á los que se distinguieron tanto por sus puros sentimientos; y la calumnia estravió alguna parte de la opinion del público tan acostumbrado á mirar con buenos ojos al Ejército Nacional de San Fernando. Mas ya hablaré sobre este error tan injusto como doloroso. El Gobierno no tuvo á bíen acceder á las reclamaciones de tantos individuos. Segundas órdenes fueron espedidas al momento para la disolucion del referido Ejército, y yo cuya divisa es la franqueza y el amor á mi Patria, al comunicarlas á los Cuerpos quise emplear los únicos recursos que estaban en mi mano, presentandome en esta Capital á esponer francamente mi opinion sobre estas ocurrencias, y dar cuenta de mis operaciones en un asunto de los mas delicados que se ofrecieron jamas al Gefe de Ejército. Respeto el poder ejecutivo. No intento acriminar las providencias de sus funcionarios, sujetos al error como el resto de los hombres; ni decidiré si en las relativas al Cuerpo de Observacion de Andalucía se olvidaron de la primera Ley, que es la Salud del Estado. Cualquiera que sea la opinion que tengan de la situacion del pueblo acerca del sistema que les rige, se puede asegurar que este sistema se encuentra rodeado de poderosos y encarnizados adversarios, que espian dia y noche los momentos de descuido que puedan favorecer sus proyectos criminales. Las diferentes conspiraciones que se han sofocado desde sus principios, esas cárceles llenas de tantos enemigos, quizás instrumentos ciegos de otros de mas alta esfera, tanto mas crueles cuanta mas reforma se aguarda todavía, tantos empleos de importancia ocupados por hombres desafectos conocidamente á las instituciones liberales, atestiguan claramente que el sistema constitucional no se halla todavía bien establedido ni consolidado. Si la Milicia permanente ha sido ominosa á la libertad en todos tiempos, es su apoyo mas seguro en las actuales circunstancias; los Militares Españoles han dado en estas ocurrencias las pruebas mas relevantes de su patriotismo cuando se vieron á las órdenes de Gefes dignos de mandarlos, y temer el abuso de esta fuerza en los que solo la emplearon en obsequio de las leyes, no es hacer justicia á su caracter generoso. El Ejército de Observacion de Andalucía no tuvo otros sentimientos al recibir la citada providencia. La diso lucion de un Cuerpo de patriotas considerado como uno de los baluartes de la libertad, no le pareció oportuna, los cálculos de economía que al parecer lo autorizaron fueron mezquinos á sus ojos; se despertaron mas que nunca las sospechas que había causado siempre el Ministro de la Guerra, y sus órdenes se miraron, si no como efecto de una mala fé, dictadas á lo menos por la poca prevision y vigilancia. Tales fueron la ocasion y el móvil de las representaciones susodichas, graduadas por algunos menos con

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siderados de sediciosas, de rebeldes; y yo protesto ante la Nacion que considero reunida en este sitio, que no influyeron en ellas la ambicion ni el deseo de estar siempre reunidos en Cuerpo de Ejército, ni la ridícula presuncion de ser considerados como únicos patriotas, ni los proyectos insensatos de un nuevo órden de cosas contrario al Constitucional que actualmente nos rige, nuevo y miserable recurso que emplean los enemigos de la Constitucion para estraviar la buena fé de los incautos. Suplico al Congreso Nacional que tome en consideracion aquestas cortas reflexiones, que examine la opinion de Andalucía, la de aquel Ejército, la de los hombres que preveen y calculan, y vea en fin, si ha llegado el tiempo de decir que las circunstancias han variado, que las leyes estan en su vigor, y que la Constitucion se halla triunfante en todas partes. El disgusto de un Ejército es contagioso; la desconfianza de una provincia pasa á otra provincia, los espíritus se inquietan, y cuando la concordia es mas precisa, se introducen desuniones desagradables y funestas. Era mi deber hacer esta esposicion al Gobierno. Lo es igualmente presentarla á las Cortes que deben vigilar eternamente sobre cuanto influye de una manera tan visible en el bienestar de nuestra patria. Cumplí con estas dos obligaciones tan sagradas; é hice cuanto estaba en mano de un amante de las leyes para evitar desazones y desgracias. Las que ocurran acaso con motivo de tanta desconfianza, no serán mi obra. ¡Quiera el Cielo que no pasen mis recelos de exaltados pronósticos, y que nunca nos hallemos en el caso de buscar en vano la fuerza fisica y moral que es nuestro apoyo; fuerzas cuya importancia ó no se conoce ó se desprecia! Por mi parte resuelvo á no ser por mas tiempo el blanco de injustas reconvenciones, de celos tan mezquinos, de imputaciones negras y horrorosas, dejo voluntariamente un puesto incompatible acaso con mi honor en las actuales circunstancias, y me vuelvo á la simple condicion de ciudadano. Si la patria me necesitase por segunda vez, volaré á su llamamiento, y seré siempre para ella el hombre que ha visto hasta el presente. Por ahora me contento con el placer de haber merecido su viva gratitud, y con el que inspira al hombre honrado el testimonio de su conciencia.

Madrid, 4 de Septiembre de 1820.

EL CIUDADANO RAFAEL DEL RIEGO.

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