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de reuniones, que jamás pueden inspirar la confianza y respeto que llevan consigo la augusta mision de hacer leyes, y el ilustre sufragio con que se honran los Diputados de Cortes; circunstancias que ofrecen toda la seguridad que se necesita para el desempeño de los cargos públicos. Seguiré el noble ejemplo del Señor Gareli, tanto mas que se podría pensar, que yo me aprovechaba de esta ocasion para vengar al Gobierno de las continuas imputaciones, que son el pábulo y alimento casi esclusivamente de esas reuniones. Si esta cuestion se examina con imparcialidad, no puede exigirse en la forma de Gobierno que nos dirige mas popularidad que la que establece la Constitucion, á no desconocer todos los principios de una justa y moderada libertad. No puedo dejar á mi patria otra cosa que este público testimonio de amor y de interes por su prosperidad. Amo la libertad, y aun puedo tener la satisfaccion de haber padecido por ella; pero conozco que este noble sentimiento está sujeto á estravíos, y que el celo mismo por la libertad puede ser indiscreto y aun perjudicial al objeto que lo promueve. A las Cortes toca examinar con la imparcialidad y circunspeccion que tan eminentemente las distingue, si esas asociaciones, tan celosas y recomendables en su origen, tienen en su misma naturaleza algun principio ó tendencia á desviarse de la senda que debia conducirlas á la pública utilidad. Reclamo la atencion é indulgencia del Congreso, porque voy á entrar en este examen. No usaré para ello comparaciones odiosas; seguiré el camino de la Comision que nada ha dejado que desear en su informe, y del Señor Gareli que ha dado un testimonio público de su aprecio y gratitud á las sociedades patrióticas. Los cuerpos constitucionales, de que he hablado, tienen en los reglamentos que determinan el ejercicio de su autoridad el regulador de su conducta. El voto público que precede y acompaña á la eleccion de sus individuos ofrece á la nacion una seguridad completa, porque va acompañada de todos los elementos que la constituyen; tales son las cualidades morales que los recomiendan, y el arraigo que proviene de su familia y de sus propiedades ó establecimientos. Si estos vínculos no fuesen todavia suficientes, la responsabilidad que les supone la ley no deja nada que temer á la causa pública. Ademas las obligaciones de aquellos cuerpos, su única ocupacion es la de auxiliar á la autoridad mientras se contenga dentro de los límites legales, no oponerla obstáculos, ni entorpecer su marcha con el descrédito y la arbitraria censura de asociaciones voluntarias y fuera de la jurisdiccion de las leyes; sin que por eso los ayuntamientos y diputaciones provinciales dejen de poder representar con toda libertad y energía sobre cuanto pueda interesar á la nacion, y de cuyo derecho estan haciendo todos los dias el uso mas noble y provechoso. Estos cuerpos, verdaderos auxiliares de la Constitu

cion, no son el único baluarte de la libertad; las Cortes son el centro en que se reunen todos los elementos que constituyen la libertad pública. Los diputados, por su augusta mision, se hallan encargados de velar por ella. Todos los vínculos que unen la sociedad á los individuos de los ayuntamientos y diputaciones, concurren en aquellos en grado mucho mas eminente, y si la inviolabilidad parece que aleja toda responsabilidad del ejercicio de sus funciones, su misma investidura, la necesidad de conservar ilesa una reputacion con que han de responder á su nombramiento, opone obstáculos insuperables al abuso de su autoridad. Así es que el Gobierno jamás puede arredrarse delante del Congreso, porque confia en su prudencia y circunspeccion; porque el decoro y la justicia son inseparables de sus resoluciones; porque no puede temer que en las discusiones y debates se mezcle jamás la odiosidad de las personalidades. Buena prueba son de esta verdad, cúantas ocasiones el celo ó el calor de la disputa ha encendido el ánimo de los que tomaban parte en ella. Yo mismo he sido testigo de su consumada circunspeccion, y podré decir con Tácito, hablando del Senado Romano, que al advertir el mas leve esceso ó estravío obstrepebant, obturbabant Patres. Esta serie no interrumpida de Cuerpos legales, y animados por su misma naturaleza de toda la popularidad compatible con la Constitucion, son su verdadero apoyo, su conservador; y en el caso de necesitar todavia de algun otro auxilio, el único que le compete, porque se deriva de ella misma, es la libertad de imprenta, órgano y vehículo de la opinion pública. ¿Tienen algo de comun con estas instituciones las sociedades patrióticas? Si la Comision en su informe se abstiene de nombrar determinadas reuniones, y recordar hechos que pudieran servir de ejemplo, yo usaré de iguales reticencias, limitandome á hablar en general de su forma y de su ocupacion. Las leyes no las reconocen, dependen de sí mismas en su organizacion y en su permanencia. Si tienen reglamentos son la obra de sus individuos, y de su mera voluntad depende su aprobacion y su observancia. No es conocido, ni puede establecerse ningun género de responsabilidad. Todas las medidas que quieran tomar sus individuos para evitar la introduccion en ellas de personas desconocidas ó sospechosas son ineficaces, siendo reuniones públicas; sin reconocimiento legal, ni autoridad para prohibir la entrada, no podrían espeler á nadie sin comprometer y alterar el órden mismo que intentasen conservar. De lo que resulta, que á pesar de las rectas intenciones que puedan animarlas, siempre espuestas, singularmente en las grandes capitales, á la introduccion de personas que espondrían impunemente el nombre y buena opinion de los socios, por falta de responsabilidad en los que despues de abusar, eludirían con la fuga ó traslacion toda la vigilancia. ¿Que cosa mas fácil

que introducirse mañosamente en estas reuniones, promover y fomentar, por todos los medios que puede sugerir la sagacidad y la astucia, ideas de desorden y aun desorganizacion para atacar las personas, y á la autoridad misma despues de exaltados los ánimos? Qué ocasion para las intrigas estrangeras, que tanto se han aprovechado en otros paises, de reuniones de esta clase con el fin de escitar disensiones, de acometer á todos los hombres públicos con todo género de imputaciones, de sembrar la desconfianza, de inspirar ideas de exageracion y desorden para hacer odiosa la libertad, y retraer así á los hombres pacíficos y amantes de las leyes? Uno de los argumentos de que se han valido los Señores preopinantes, es suponer que nuestra cordura y sensatez no permitirán jamas los estravíos que se temen. A esto hay que contestar, que en política estas bellas teorías son siempre muy funestas; la ocasion es la que causa los escesos. Las sociedades patrióticas han sido mas de una vez una escena de personalidades desagradables. Erigidas en censoras de los hombres y de la autoridad, han manifestado que su tendencia es la de estraviarse, sin que hayan podido contenerse dentro de ningunos límites. El gobierno pudo haberlas prohibido legalmente en estos casos, pero ha tenido la sobriedad de no usar de sus facultades, no obstante de haberse visto acometido frente á frente en muchas ocasiones por individuos de estas sociedades, de un modo opuesto á las consideraciones debidas á la autoridad. Lo he dicho ya, y no vacilo en insistir en lo mismo; el gobierno arrostrará sereno la censura y resi dencia de las Cortes en los casos prescritos por la ley; porque está seguro de hallar en todas las ocasiones justicia, circunspeccion y decoro; pero luchas á cada paso con la detraccion y mordacidad de cualquiera que tenga por conveniente, en estas reuniones, hacer de la conducta del gobierno el objeto de su censura, escede los límites de lo que se puede exigir de ningun funcionario. Los Señores preopinantes, llamados algun dia por su noble é ilustre celo, por el mérito mismo que tanto les distingue, á desempeñar unos destinos que desgraciadamente ocupan hoy los que tenemos la honra de asistir á esta discusion, ¿ mirarían con indiferencia unas sociedades en que pudieran satisfacer sus resentimientos, el desatendido en sus pretensiones, el que suponiendose perjudicado con sus providencias fuese á buscar el desahogo de su amor propio ofendido, y todo el que se creyese contrariado en sus miras y designios? ¿Puede dudarse que esta clase de discusiones son un ejemplo de inmoralidad para el pueblo incauto, y permítaseme esta espresion aunque parezca dura, donde se le enseña á despreciar al gobierno y á los funcionarios públicos, á desconfiar de todo, y desconocer al fin el respeto que se debe á la autoridad? Yo no puedo dejar á mi patria otro legado que la manifestacion de mis opiniones como

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hombre público. Sé cual es el riesgo de impugnar lo que se mira como muy popular, pero la amo demasiado para ocultar mis sentimientos en un punto en que creo comprometida su libertad. Yo no podré disfrutar de ella mucho tiempo; ya no soy joven, y los quebrantos de la época pasada probablemente pondrán un término aun mas corto á mi vida, mas no debo ser indiferente á la suerte que aguarda á los que hayan de entrar en adelante en la carrera pública. En la época presente, los destinos, por altos que sean, no tienen la compensacion que los acompañaba en los gobiernos anteriores. El aprecio y la estimacion de los hombres de bien, es la única recompensa que puede prometerse el que sirve á su patria. Para conseguirlo es indispensable que pueda confiar en la probidad y rectitud de sus operaciones. Mas si á cada paso se ve comprometida su opinion por las censuras de reuniones, en que impunemente y sin ningun miramiento se zahiere el proceder del funcionario público, no estaría muy distante el tiempo en que el hombre de honor y de probidad abandonase la causa misma, por que hubiera comenzado á sacrificarse. Las sociedades patrióticas no pueden llevar á mal, que la autoridad quiera precaverse contra los estravíos á que las lleva una tendencia inherente á su mismo instituto. ¿Cómo pueden dudar las Cortes que las discusiones de estas sociedades no espongan en muchas ocasiones el orden y la tranquilidad pública? Si las Cortes no pueden verse comprometidas en sus debates, es porque el Congreso tiene, en la publicidad de sus Sesiones, el medio de ilustrar la opinion pública, antes que su estravío pueda ser perjudicial. Las discusiones son la defensa y justificacion de sus decretos; y si á esto se junta el que sus resoluciones son por lo comun sobre materias abstractas, los inconvenientes se disminuyen á lo infinito. Sin embargo, la esperiencia ha demostrado en otros paises, que estas clases de sociedades no han podido coexistir con los cuerpos representativos, sin comprometer su independencia y libertad. Pero cual es la suerte del Gobierno abandonado de continuo á su censura? Sus procedimientos son frecuentemente el resultado de razones desconocidas, de motivos ocultos, ó que exigen toda reserva y secreto. El acierto ó justicia que las ha dictado parece, no pocas veces, un problema de dificil resolucion, y si á esto acompaña choque de grandes intereses, perjuicio de clases ó personas poderosas, desconcierto de designios ó proyectos ambiciosos, la independencia y libertad de obrar en el gobierno, ¿ á qué prueba no se espone, si apoderadas de su opinion las sociedades patrióticas, reciben la sugestion ó el impulso de los enemigos de dentro y de fuera? Ni se diga que estas reuniones tienen por objeto ilustrar al público. Si en su origen, y aun despues, contribuyeron á tan laudable designio, no podría negarse, sin faltar á la verdad, que todo género de personalidades

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ofreció pábulo y aliciente á los que las frecuentaron. Ninguno de los lí mites legales que refrenan á los cuerpos y autoridades reconocidos por la comision, pueden obrar en las sociedades patrióticas; la probidad y decoro individual, son el único correctivo que puede moderar la exaltacion del celo y de las pasiones, y aquellas cualidades fuertes y vigorosas para contener las personas aisladas, se han considerado siempre como muy insuficientes para responder de reuniones abandonadas á sí mismas. Hoy acometen al gobierno, mañana á las Cortes mismas, otros dias á los tribunales, y por fin á todo el que es empleado público. Que de hecho han abusado de la moderada y juiciosa libertad con que se distinguieron en su orígen, dígalo el considerable número de individuos que devolvieron sus diplomas en muchas de estas sociedades, disgustados de la irresistible tendencia que las conducía á la detraccion y á la personalidad. El pueblo no se ilustra por medios que reprueban la decencia y la moral pública. La instruccion de los Españoles está confiada por las leyes á los establecimientos á quienes pertenece, y al verdadero auxilio, como ya se ha dicho, de la libertad de imprenta. Ademas, que sería suponer, que la enseñanza pública estaba abandonada en España, sosteniendo con el calor que lo han hecho los Señores preopinantes, que las sociedades patrióticas eran necesarias para ilustrar la nacion. Reúnanse en buen hora los ciudadanos, como siempre se ha hecho en España, en esas sociedades; el gobierno no ha querido que se disuelvan, ni las mira con ceño. Ocupense de todos los objetos que puedan escitar la curiosidad, ya sean políticos, económicos ó literarios, y aun de la conducta de los funcionarios públicos, si es que pueden evitar la personalidad; pero sea con el caracter pacífico y verdaderamente civil de nuestros cafés y demas reuniones de nuestra época feliz, sin la categoría y aparato de reglamentos, presidentes, tesorerías, sesiones secretas, comisiones, asociacion y correspondencia con todas las del reino. Los actuales agentes del gobierno ni quieren destruirlas ni las aborrecen; no proceden como ofendidos. Ya he dicho que, como hombres públicos, desaparecerán muy en breve sin dejar detras de sí ni memoria de lo que han sido. Conocen y temen la tendencia de unas asociaciones que, si permaneciesen, pondrían á la nacion entera en una deliberacion habitual, respecto á que pueden multiplicarse indefinidamente contra todos los principios reconocidos por la Constitucion. Esta determina los asuntos que deben ocupar á los ayuntamientos, los cuales ademas desempeñan sus funciones sin publicidad. Las Diputaciones provinciales, compuestas de pocos individuos y con responsabilidad legal, tienen sin embargo limitado el número de sus sesiones. Las Cortes con sesiones públicas, y una mision augusta para representar á la nacion, no pueden discutir ni ocuparse de los grandes ob

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