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Su Majestad Imperial Real Apostólica, y convencido tambien por su parte de los males que hubieran vuelto á afligir al género humano, si el olvido de todos los deberes hubiese podido obtener la apología de un triunfo durable, el Emperador abrazó francamente una causa que segun su conciencia era la de la Europa, la de las leyes y la de los tratados. Habiéndose establecido una union íntima por medio de estipulaciones solemnes entre todas las Potencias Europeas, ofreció el Emperador á sus Aliados el auxilio de sus armas, en caso de que nuevos trastornos hiciesen temer nuevos peligros.

Ya hemos visto cómo se han verificado los presentimientos de Su Majestad Imperial. Las maquinaciones tramadas por sectarios de las tinieblas de que necesitan para cubrir sus culpables proyectos, escitaron en el Piamonte una insurreccion, cuyas consecuencias podrían retardar el progreso del bien en las Dos Sicilias, y comprometiendo el Ejército que avanzaba hacia Nápoles, fomentar la sublevacion en todo el resto de la Península; y aun se notaban síntomas que inspiraban inquietudes bien fundadas con respecto á otros Estados. Debieron, pues, ponerse en movimiento las tropas Rusas. En efecto, habian emprendido su marcha, no para estender el poder de la Rusia ó para alterar en lo mas mínimo el estado de posesion territorial, asegurado á todos los Gobiernos de Europa por los tratados concluidos desde el año de 1814, sino para socorrer á los Aliados del Emperador; y como ya lo hemos dicho, en vista de una peticion de Su Majestad Imperial y Real Apostólica y de Su Alteza Real el Duque del Genovesado, no para trastornar las instituciones emanadas de la autoridad legítima, sino para impedir que la insurreccion usurpase un poder que sería una calamidad universal; en fin, no para poner trabas en ningun país al aumento de la prosperidad pública, sino para promover el restablecimiento del orden en los Estados, en que ciertos hombres que llevan consigo las desgracias, han acabado por hacer indispensable el auxilio de una fuerza estrangera. Esta ha sido y esta será siempre la intencion del Emperador, si todavía se viese obligado á poner en movimiento sus Ejércitos. Ni el tránsito de estos ni su presencia momentánea habría acarreado el menor gravámen, pues hubieran atravesado pacíficamente los inmensos espacios que los separan de Italia, y una vez cumplido el objeto para que habian sido llamados por dos Príncipes, les habría dado orden el Emperador para que se restituyesen á sus Estados. Podemos pues repetir y afirmar que ni el amor de la guerra, ni la ambiciosa idea de ejercer un influjo esclusivo en los consejos de los demas Monarcas ni en la suerte de los pueblos, cuyo cuidado les confió la Providencia, han sido ni serán jamas los móbiles de la política de Su Majestad Imperial. La sinceridad

de este lenguage se comprueba en el dia con hechos irrefragables. La malevolencia atribuía á la Rusia miras hostiles contra la Puerta. Se han manifestado turbulencias en Valaquia y Moldavia; y así nuestra conducta como nuestras declaraciones han demostrado, que observamos las reglas del derecho de gentes y la fé de los tratados en nuestras relaciones con el Gobierno Turco. Despues ha habido gentes que se han complacido en esparcir la voz, de que habiamos abandonado nuestros proyectos contra la Turquía para invadir los paises occidentales de Europa. Los autores de estas odiosas acusaciones han sido desmentidos y confundidos del modo mas solemne. Nuestro ejército que marchaba seguido y apoyado por todas las fuerzas del Imperio, se ha detenido luego que hemos llegado á saber positivamente, que el Gobierno legítimo había recobrado la plenitud de su autoridad en el Reino de Cerdeña. Así es, que el Emperador va á salir de Leybach, seguro de haber cumplido los deberes de amigo y de aliado, resuelto á cumplirlos siempre, y consolado con la dulce persuasion de haber contribuido á la tranquilidad de Italia y de la Europa. Saldrá de aquí el 1° (13) de Mayo é irá por Varsovia á Petersburgo, mirando como una felicidad el socorrer á sus Aliados, si lo necesitasen, y como una felicidad mucho mayor, la de gozar largo tiempo del espectáculo de una paz cuyas delicias disfruta la Rusia; y por lo mismo tiene el mayor interés en sostenerla y consolidarla. No debiendo esperimentar alteracion alguna el sistema político de nuestro augusto Amo, todos los Ministros y Agentes continuarán siguiendo y ejecutando las instrucciones Generales que han recibido hasta este dia. La presente circular será la norma de su lenguage en orden á los acontecimientos de que trata, y aun está V. autorizado por el Emperador para leerla y entregar copia de ella al Gobierno cerca del cual se halla V. acreditado.

Leybach, 28 de Abril (10 de Mayo) de 1821.

NESSELRODE.

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N° XXXIII.

1. Nota del Ministro Imperial de Rusia al Ministro residente de España en Petersburgo, fecha 2 de Mayo de 1821.

La Nota que el Señor Zea Bermudez ha dirigido al Ministro Ruso, fecha del 19 de Abril, ha sido presentada al Emperador.

Aunque constantemente animado del deseo de ver en España prosperar el Estado á la par que la gloria del Soberano, sin embargo no ha podido

dejar de ver con profunda afliccion los sucesos que han ocasionado la Nota oficial del Caballero Zea.

Aun cuando no se quiera considerar estos sucesos sino como tristes consecuencias de los errores que, desde el año 1814, hacian presagiar una catástrofe en la Península, no por eso podrán jamas justificarse los atentados que abandonaron á la casualidad de una crisis violenta los destinos de la patria.

Con demasiada frecuencia los desórdenes de esta especie anuncian dias de susto á los Imperios.

El porvenir de la suerte de España se presenta bajo un aspecto lugubre y tenebroso; en la Europa entera han debido necesariamente despertarse justas inquietudes. Pero estas circunstancias son tanto mas graves cuanto pueden ser funestas á la tranquilidad general, de cuyos preciosos frutos empieza á disfrutar el mundo; así que, las Potencias garantes de este bien universal, no pueden pronunciar definitiva ni aisladamente su juicio acerca de los sucesos ocurridos en los primeros dias de Marzo en España.

No dudando que el Gobierno de Madrid habrá dirigido iguales comunicaciones á todas las Cortes aliadas, Su Majestad Imperial se lisongea. que la Europa entera va á hablar con voz unánime al Gobierno Español el lenguage de la verdad, y por consecuencia el lenguage de una amistad franca y benévola.

En el interin, el Ministerio Ruso no puede escusarse de añadir algunas reflexiones acerca de los hechos que el Caballero Zea refiere en su Nota. Del mismo modo que dicho Señor Zea el Gabinete Imperial invocará el testimonio de estos hechos y atentados, se hará conocer los principios que el Emperador se propone seguir en sus relaciones con Su Majestad Cató

lica.

Sacudiendo la España el yugo estrangero que la revolucion Francesa le habia impuesto, ha adquirido sin duda títulos indestructibles de estimacion. y gratitud de todas las Potencias estrangeras.

La Rusia ha pagado el tributo de estos sentimientos en el tratado de 20 de Julio de 1812.

Desde la paz general, la Rusia, de acuerdo con sus aliados, ha dado á la España mas de una prueba de interés. La correspondencia tenida entre España y las principales Cortes de Europa es un testimonio de los deseos constantes del Emperador de que la autoridad del Rey se consolidase en los dos emisferios, fundada en los principios generosos y puros que él hubiera adoptado y apoyado en instituciones, tanto mas fuertes cuanto que se apoyasen en el modo regular de establecerse. Cuando las instituciones emanan del trono son conservadoras, cuando nacen de turbulencias pro

ducen el caos. Al anunciar el Emperador su convencimiento en este punto, consulta solo la leccion de la esperiencia. En efecto, si se consulta la historia de lo pasado, se ofrecen grandes ejemplos á la meditacion de los pueblos y los Reyes.

Su Majestad Imperial insiste en su opinion, sus promesas no solo no han variado sino que repite seguridades las mas solemnes.

Toca ahora al Gobierno de la Península juzgar, si instituciones impuestas por uno de estos actos violentos, patrimonio funesto de la revolucion, contra la cual la España habia luchado con tanto honor, serán apropósito para realizar los bienes que los dos mundos esperan de la sabiduría de Su Majestad Católica, y del patriotismo de los que le aconsejan.

El camino que elija la España para llegar á este objeto importante, las medidas por las cuales se esforzará á destruir la impresion que ha producido en Europa el suceso del mes de Marzo, serán las que decidirán de la naturaleza de las relaciones que Su Majestad el Emperador conservará con el Gobierno Español, y de la confianza que deseará poder siempre manifestarle.

2. Circular dirigida con la anterior Nota puesta al pie á todos los Ministros de Rusia cerca de las Cortes estrangeras con motivo de los negocios de España.

El Caballero Zea ha presentado al Gabinete Imperial la adjunta nota relativa á los sucesos que acaban de ocurrir en la Península, y de los cuales teniamos ya noticias por los despachos remitidos por nuestros agentes en las Cortes estrangeras.

El Señor Zea se limita en este documento á informarnos, que la Constitucion promulgada por las Cortes en el año de 1812, ha sido aceptada por el Rey, manifestando el deseo de saber como el Emperador ha mirado esta variacion del Gobierno. Si se considera la distancia que nos separa de España, y de los Estados que se hallan mas en el caso de pensar maduramente la naturaleza de los desastres de los cuales se halla amenazada, se conocerá fielmente que la posicion del Ministerio Imperial respecto al representante de la nacion Española, era dificil y delicada.

La revolucion de la Península fija la atencion de los dos emisferios; los intereses que debe decidir son los intereses del universo; y si jamas ha podido desear el Emperador que su opinion deba dirigir la de sus aliados, sin duda, la Nota del Señor Zea impuso á Su Majestad Imperial la obligacion de decir su opinion acerca de un suceso, que envuelve acaso los des

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tinos futuros de las naciones civilizadas, obligacion tanto mas sagrada, cuanto en el dia toda duda viene á ser necesariamente instrumento á la maledicencia.

La necesidad de responder al Señor Zea era pues evidente; pero en esta círcunstancia importante parecía natural, que antes de pronunciar su opinion tuviese presente el Emperador el objeto que las mismas potencias aliadas se proponian en sus relaciones con la España, que consultase las miras que habian manifestado á esta misma Potencia, y que adoptase los principios de política Europea por guia de la suya; he aquí lo que Su Majestad Imperial debia hacer, y justamente lo que ha hecho.

Desde el año de 1812, mas de un documento diplomático atestigua el generoso interés que las diferentes Cortes de Europa han manifestado constantemente respecto á España. Ellas han aplaudido la constancia noble. con la que su pueblo intrépido resistió á un yugo estrangero. Ellas han admirado su sabiduría, cuando reunieron alrededor del trono Constitucional los intereses mas caros de su país, los intereses de su independencia. En fin, desde la época en que la Providencia restituyó á Fernando VII., á su pueblo, no han dejado nunca de reconocer, que solo con unas instituciones sólidas podía asegurar sus bases la antigua Monarquía Española.

Los Soberanos aliados han hecho mas todavía; en el curso de las largas conferencias relativas á las contestaciones de las posesiones del Rio de la Plata y de la pacificacion de las colonias, han hecho entender suficientemente, que estas instituciones dejarían de ser un medio de paz y felicidad, si en vez de ser dadas por bondad, y como una concesion voluntaria, fuesen adoptadas por debilidad y como último recurso de salvacion.

Examinemos bajo otro aspecto las grandes transacciones que han establecido la alianza Europea.

¿Cual es el objeto de los convenios renovados en 3 de Noviembre de 1818?

Los Monarcas aliados acababan de hacer desaparecer los últimos restos de la revolucion de Francia; pero esta revolucion parecía aun pronta á producir nuevas calamidades.

La obligacion de los Monarcas y su objeto eran, pues, el impedir que la tempestad nacida en un mismo horizonte desolase por tercera vez la Europa. Mas como si las alarmas producidas por aquel estado de la Francia no fuesen suficientes, como si los Gobiernos y las naciones no tuviesen ninguna duda importante sobre su suerte futura, era preciso que el genio del mal eligiese un nuevo teatro, y que la España á su vez fuese ofrecida en un terrible sacrificio. La revolucion ha mudado de terreno; pero los

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