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deberes de los Monarcas no han podido variar de su naturaleza, y el poder de la insurreccion no es ni menos formidable ni menos peligroso que lo habia sido en Francia.

Así que, de acuerdo con sus aliados, Su Majestad no podía dejar de desear ver regida la Península y las Provincias de Ultramar por un sistema, el cual es el solo que podía producir alguna esperanza en un siglo de calamidades; pero en virtud de sus convenios del 3 de Noviembre, debía desaprobar altamente los medios revolucionarios puestos en práctica para dar á España nuevas instituciones. Tal es el doble objeto que se halla desenvuelto en la respuesta adjunta, que el Gobierno de Rusia ha dado al Caballero Zea por orden de Su Majestad. El Emperador no duda que sus augustos Aliados aprobarán su contenido, y aun cree que acaso habrán dirigido otras semejantes á la Corte de Madrid. Las mismas opiniones habrán producido sin duda el mismo lenguage, y convencidos, como Su Majestad, de que siempre el crimen produce frutos impuros, han sentido como el Emperador los atentados que han manchado los anales de España. Lo repetimos, es fatal este atentado, lo es para la Península y para la Europa, y la nacion Española presenta hoy un acto espiatorio para los pueblos de los dos Emisferios. Hasta aquí, triste objeto de su inquietud, no podrá mas que hacer temer el contagio de sus desgracias. Sin embargo, enmedio de todos estos elementos de desastres, y cuando se unen tantos motivos para afligir á los amigos del bienestar de las naciones puede tal vez esperarse un mas lisonjero porvenir? ¿Se ve alguna medida sabia y reparadora, que pueda producir el efecto de reconciliar la España consigo misma y con las otras Potencias de Europa?

No nos atreveremos en verdad á afirmarlo, pues la esperiencia nos ha enseñado á mirar casi siempre como una ilusion la esperanza de un suceso; pero si pudiera fiarse de los cálculos que parece debía indicar el interés personal, si pudiese presumirse que las Cortes obedecerán el interés de su propia conservacion, se debería entonces creer que tratarán de destruir, por una medida solemne, todo lo que haya habido de culpable en las circunstancias que han acompañado la variacion de administracion de España. El interés de las Cortes se identifica aquí con el interés de la Europa. La soldadesca estraviada que las ha protegido, puede mañana querer continuarlas; y su primer deber para con su Monarca, para con España y para con ellas mismas, parece debe ser el probar que nunca consentirán en legalizar la insurreccion. Las esperanzas en este concepto no carecen de algun fundamento; pero el Emperador se halla lejos de alimentarlas; y si admitiese la posibilidad de un tan útil resultado, lo harían depender de la opinion de las principales Potencias de Europa, sobre el acto por el cual

los representantes del pueblo Español deberían señalar la abertura de sus deliberaciones. Esta opinion, siempre tan poderosa cuando toma el caracter de un hecho revocable, acaso podrá convencer á los principales miembros del Ministerio de Su Majestad Católica, y las Cortes aliadas hallarán un medio fácil de dar á su lenguage esta importante uniformidad.

Sus Ministros en Francia han tratado hasta aquí, en su nombre, con un plenipotenciario de la Corte de Madrid. No podrán ahora presentarsele en comun observaciones (cuyo resumen va á seguir) que recordarán al Gobierno Español la conducta y los principios políticos de los Monarcas aliados?

Los Monarcas, dirán los cinco Ministros, no han cesado nunca de desear la prosperidad de España, sus deseos son siempre los mismos. Han deseado que tanto en Europa como en América, instituciones conformes á los progresos de la civilizacion y á las necesidades de los tiempos, puedan producir á los Españoles largos años de paz y ventura, y estos deseos son hoy los mismos. Han deseado que estas instituciones viniesen á ser un beneficio efectivo por el medio legal de su Establecimiento, hoy lo desean del mismo modo.

Esta última consideracion hará conocer á los Ministros de Su Majestad Católica, con cuanta afliccion y dolor han sabido los Soberanos los sucesos de 8 de Marzo y los que le han precedido. A su parecer la salvacion de España y el bien de la Europa exigen sea este mal reparado, esta mancha lavada, este escándalo destruido. El honor de semejente reparacion parece pertenecer á las Cortes. Que proscriban y reprueben altamente el medio empleado para establecer una nueva forma de Gobierno en su patria, y consolidando un régimen sabiamente constitucional, dicten leyes enérgicas y vigorosas contra la sedicion y sublevacion.

Entonces y solamente entonces, los Gabinetes aliados podrán mantener con España relaciones de amistad y de confianza.

Desenvueltas estas observaciones por los representantes de las cinco Cortes, de comun acuerdo harán conocer desde ahora al Ministerio Español, la conducta que seguirán los Gobiernos aliados, en el caso de que las consecuencias del 8 de Marzo perpetuen en España las turbulencias y la anarquía. Si estos consejos saludables son escuchados, si las Cortes ofrecen al Rey, á nombre de la nacion, pruebas de obediencia, si logran sentar sobre sólidas bases la tranquilidad de la España y la paz de la América del Sur, la revolucion habrá sido vencida al mismo tiempo que ella pensaba obtener un triunfo.

Si por lo contrario, temores acaso sobradamente justos se realizan, al menos las cinco Cortes habrán llenado su deber sagrado, y en nuevo hecho

señalado los principios, indicado el objeto, y demostrado la accion de la alianza Europea.

El Emperador espera la respuesta de las Cortes de Viena, Londres, Paris y Berlin, sobre las comunicaciones que su Gabinete les dirige con este objeto; y les previene que la presente memoria es la instruccion que ha hecho remitir á todos sus Ministros, para lo que hace relacion á los asuntos de España.

N° XXXIV.

Discurso pronunciado por Su Majestad al hacer la apertura de las Cortes Ordinarias en 1o de Marzo de 1821.

SEÑORES DIPUTADOS,

Al verme rodeado segunda vez de los dignos representantes de esta nacion heróica, que tantas y tan relevantes pruebas tienen dadas de su amor y adhesion á mi Real Persona, mi corazon conmovido no puede menos de dar gracias al Todo Poderoso, que habiendome restituido al trono de mis mayores por el valor y constancia de mis fieles súbditos, se ha dignado consolidarle dando por base la Constitucion sancionada por las Cortes Estraordinarias, que conforme al voto de la nacion he jurado espontanea

mente.

El bien y felicidad de los pueblos que la divina Providencia ha puesto á mi cuidado, y que como un deber sagrado es y ha sido siempre el objeto de mis mas ardientes deseos, fue el móvil único que me impulsó en la adopcion de un sistema que la nacion anhelaba, y que exigian por otra parte imperiosamente las luces y los adelantamientos del siglo.

El efecto ha correspondido justamente á mis esperanzas, y he visto con un gozo inesplicable la lealtad Española reunida firmemente al Trono de su Rey, manifestar en todas partes y con testimonios no equívocos su adhesion decidida á las nuevas instituciones, que debiendo fundar su futura prosperidad y grandeza son al mismo tiempo la mejor salvaguardia de mi Trono, y el mayor realce al brillo y esplendor de mi Corona.

Las acertadas y juiciosas providencias que en la anterior legislatura han tomado las Cortes, para dar espíritu y vida á una nacion casi exánime á fuerza de sacrificios, para aliviar á los pueblos de la grave carga que pesaba sobre ellos, para que renazca el crédito público, y que florezca la industria y prosperen sus diferentes ramos, todo esto junto con la admirable moderacion y espíritu de paz y unanimidad que ha reinado en todos sus

consejos, y las pruebas de respeto y amor hacia mi Persona de tan dignos representantes, han llenado mi corazon del mas puro júbilo.

Conozco bien que á pesar de tantos esfuerzos, las llagas de la nacion necesitan para cicatrizarse mucho tiempo. El desorden y trastorno general que ocasionó la Guerra, los desastres que la acompañaron, la ruina de muchos é inmensos capitales, la confusion que producen los diversos usos y costumbres de las Provincias, la falta de datos necesarios, y la viciosa y complicada administracion, junto con la necesidad de ocurrir sin dilacion á los gastos y urgencias del Estado, no han permitido establecer, como yo hubiera deseado, un sistema uniforme de hacienda y análogo á los nuevos principios que nos rigen. Confio que las Cortes en la presente legislatura llamen toda su atencion sobre un objeto tan importante. La perfeccion de tal sistema es solo obra del tiempo, y para llevarlo á efecto deben contar las Cortes con mi firme é invariable voluntad, así como Yo estoy seguro de su fiel asistencia y cooperacion.

El Secretario del Despacho de Hacienda propondrá oportunamente el presupuesto de gastos para el año económico venidero, y los de guerra y Marina harán presente la necesidad de realizar el reemplazo del Ejército, segun el estado que debe tener en las circunstancias presentes, y la mejora que reclaman imperiosamente la decadencia y atraso de la Armada Nacional.

Entretanto, tengo el consuelo de esponer á la consideracion de las Cortes la actitud General que empieza á notarse en todas las provincias de la Monarquía, y que nos anuncian el mas próspero estado para lo futuro en los adelantamientos progresivos de la agricultura, artes y comercio. Nuestro crédito comienza á afianzarse entre los estrangeros, y sucederá lo mismo en lo interior, luego que acaben de manifestarse los poderosos medios que tiene á su disposicion una nacion gobernada por un Rey Constitucional y un sistema representativo.

Si el estado actual de la América no ha variado con relacion á nosotros, la guerra por lo menos ha suspendido por ahora sus estragos y devastacion en la Costa Firme; y el efecto que deben producir en aquellas regiones los notables acaecimientos de la Península, deben prometernos verlas de nuevo reunidas á la Madre Patria como partes integrantes de un mismo Imperio.

que debe Pero es menester no disimularlo; en medio de la satisfaccion causarnos efectos tan saludables como los que va produciendo el régimen Constitucional, y en medio de la adhesion y consentimiento universal de toda la nacion y de su resuelta disposicion á sostenerle, las tentativas de algunos descontentos, apoyadas de las ilusiones de los que en todos tiempos

se alimentan de esperanzas quiméricas y criminales, no han dejado de alarmar momentaneamente la quietud de algunas provincias y de la Capital, y llenar con esto mi corazon de la afliccion mas profunda.

Yo espero, que en desempeño de las importantes obligaciones que estan á cargo de las Cortes, se persuadan estas de la necesidad indispensable de tomar prontas providencias para refrenar la audacia de los que estimulados, mas bien que contenidos, por la moderacion del sistema osen perturbar de nuevo el órden, dando al mismo tiempo á la accion del Gobierno la fuerza necesaria que en las actuales circunstancias exige la tranquilidad pública, sin la cual es imposible curar los males de que la nacion adolece por tantos siglos.

Por lo demas, nuestro estado tocante á las reclamaciones diplomáticas con las demas Potencias, es el mismo que era, no habiendo padecido alteracion alguna desde la época de la precedente legislatura, las de amistad y buena armonía que felizmente mantenemos con ellas.

La ratificacion que en virtud de la autorizacion de las Cortes creí conveniente dar al tratado de cesion de las Floridas, y arreglo de límites con los Estados Unidos de América, habrá llegado tiempo hace á manos de aquel Gobierno, si bien no se ha recibido aun aviso de ello.

Los temores que pudieran concebirse con fundamento sobre intenciones hostiles á nuestro Comercio de parte de la Regencia de Arjel, no se han realizado, por la oportuna vigilancia de las divisiones reunidas de la Marina Nacional y de la de Su Majestad el Rey de los Paises Bajos.

La resolucion tomada en el Consejo de Troppau, y continuada en el de Leybach por los Soberanos de Austria, Prusia y Rusia de intervenir en la mudanza del régimen político ocurrido en el Reino de las Dos Sicilias, ha escitado toda mi solicitud por consideracion á aquella Real Familia, unida á la mia con apreciables vínculos de sangre, por el interés que tomo en la felicidad de aquel pueblo, y por lo mucho que importa á la independencia de los Estados, que sean religiosamente respetados los sagrados derechos de las naciones y de los Príncipes, y he creido indispensable al decoro de mi Trono y á la dignidad del gran Pueblo que me glorío de gobernar, el hacer entender por convenientes comunicaciones, que no reconoceré nada que sea contrario á los principios del derecho positivo de gentes en que estriban la libertad, la independencia y la prosperidad de las naciones; principios que la España por su parte respetará inviolablemente en las demas.

Tengo la satisfaccion de comunicar á las Cortes, que los Soberanos Aliados, segun todas las comunicaciones que he recibido hasta ahora, han estado y estan de acuerdo en reconocer estos principios con respecto á España.

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