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de esta reserva manifestaron á Su Majestad en el último mensage, que el actual Ministerio había perdido en su concepto la fuerza moral que necesita para dirigir felizmente la Nacion, á pesar de que no parece probable, que los Secretarios del Despacho ó el Gobierno hubiesen acudido á las Cortes para semejante declaracion. De ella ha querido sacar el Señor Preopinante una consecuencia errónea en favor de la conducta de los de Cadiz y Sevilla, diciendo que, ¿cómo las autoridades de estos Pueblos han de volver á obedecer á un Ministerio que las Cortes han declarado sin la fuerza moral necesaria para continuar gobernando? Pero para hablar es necesario examinar las épocas, y se verá, que cuando hicieron esa esposicion última, no se habia recibido allí, ni aun enviado á Su Majestad el mensage que contenía esa declaracion. Si la hubieran tenido á la vista, hubieran hecho mérito de ella en la esposicion que dirigieron, luego que recibieron el primer mensage en que se desaprobaba su desobediencia, y se sentaba que debían obedecer; y si tanta fuerza quiere el Señor Preopinante que tuviese la opinion de las Cortes acerca de la falta de fuerza moral en el Ministerio, ¿por qué no da el mismo valor á su primera declaracion? Las Cortes no han dicho ni pueden decir que no se obedezca al actual Ministerio interin Su Majestad no lo separe; porque entonces las Cortes mismas establecerían un principio destructor del sistema Constitucional. Mientras que el actual Ministerio subsista, y mande dentro de los límites constitucionales, debe ser obedecido; y el dia en que se separase de ellos, así este como cualquiera Ministerio, sería muy diverso. Ha dicho el Señor Cortés que, ¿en qué artículo de la Constitucion está, que Albitur y Moreno deben ser Gefe Político y Comandante General de Sevilla? y yo contesto á Su Señoría, que si se diese esta estension, no habría empleado alguno, inclusos los Obispos, á quien no se pudiese negar la posesion. Este modo de seguir y de entender las cosas sería el medio mejor de eludir, no solo el cumplimiento de la Constitucion, sino el de todas las leyes; porque es imposible que ni aquella ni estas abracen todas las circunstancias, y los nombres de los que en la generacion presente y venideras hayan de obtener empleos.

Habiendome hecho cargo de los argumentos del Señor Preopinante, y contestando á ellos, debo ceñirme al dictamen de la Comision, el cual me parece que las Cortes estan en el caso de aprobar en todas sus partes, porque lo que aquí se ve es una faccion y no mas, lo cual no ofrece duda; esto es mas claro que la luz del dia, y esas mismas autoridades son las que principalmente la promueven, y estan provocando una reaccion, cuyos resultados tal vez no serán favorables á la libertad. ¿Quien ha examinado y seguido la causa de España desde su principio, y no ve que hay una por

cion de descontentos por las reformas hechas, y otra porcion movida por estrangeros que estan interesados en introducir el desorden? No ve que esa partida de Merino fue formada por esa faccion? No ve que conociendo el partido servil que no podía prevalecer, ha sido necesario que se valga de esos escesos de la libertad y de la anarquía, contribuyendo á ello los enemigos de la Constitucion por otra parte? No ve que despues de haberse manifestado Cadiz y Sevilla se han descubierto sediciones en Pamplona y otras partes? Y no ve en todo esto un plan seguido y combinado para destruir la Constitucion? Yo bien sé que muchos de los que hay en Cadiz y Sevilla, y de los que firman estas esposiciones son inocentes, pero ¿qué tienen que ver los inocentes con las principales cabezas? No se ve que esta faccion se ha apoderado de muchos periódicos para destruir toda clase de reputacion, y vencer los obstáculos que se opongan á sus miras? Es menester no tener ojos en la frente, ó ser enteramente interesado para no verlo. El objeto de esta faccion, ¿ cual es? No son ciertamente los intereses Patrios los que los mueven, sino los intereses particulares. Dicen que no se ha hecho la revolucion y que es preciso hacerla, ¿Qué entienden por revolucion? Yo distingo dos clases de revoluciones; una, que puede ser útil á los estados, y otra perjudicial. La primera será útil, siempre que estando obstruidos los canales de la felicidad y de la riqueza pública, ó no teniendo la libertad sus justas garantías, sea necesario remover todos los obstáculos que se opongan al bien general, y se hace entonces una revolucion, porque es útil. Pero ¿qué no se ha hecho en España para esta revolucion, y que no han dicho las Cortes? Se han desamortizado casi todas las propiedades, y se han quitado casi todas las trabas que se oponían á la propiedad y á las libertades públicas. Y esto, ¿ no es haber hecho una revolucion útil al estado y conforme á la ley? Y si no, que se me cite una Ley ó providencia de las Cortes que no haya conspirado á esta justa revolucion que necesitaba España, y en que no hayan garantido la libertad. El glorioso hecho de la Isla de Leon en el año 20, dió un impulso á esta revolucion moral que ya estaba preparada, y se ha dirigido sin que se hayan opuesto las Cortes, antes por lo contrario, diré que han contribuido á esta revolucion y la han consolidado. Esos héroes de las Cabezas que dieron ese impulso, ¿creen acaso que si se verificase esa otra revolucion, les dejarían recoger con tranquilidad los laureles que han ganado? No Señor; ellos lo dicen en sus papeles, quieren hombres nuevos, y estos hombres nuevos que aparecerían como héroes se substituirían todos los dias, y nos harían sentir todos los horrores de la anarquía y del desorden, y cuando el honor y todos los vínculos sociales hubiesen desaparecido de entre nosotros, necesariamente se devorarían unos á otros como Saturno devoraba á

sus hijos. Esta es la otra revolucion á que debemos oponernos; porque lleva consigo esa guerra perjudicial y desastrosa, revolucion de proscripciones unos contra otros; y es precisamente la que se busca por esa faccion, y la que es perjudicial á una nacion, porque si al cabo de este trastorno se consiguiesen algunas felicidades, no es por consecuencia de estos desastres, sino de la revolucion moral que en medio de ellos y á pesar suyo, se ha hecho. Yo siempre me opondré á que todos los Españoles nos saquemos á plaza nuestras faltas, porque nunca acabaremos recordando los estravíos que se hayan podido cometer en estos doce años de desolacion. No dejaré de observar, que las clases privilegiadas, que son las que mas han perdido en esta revolucion, permanecen quietas y tranquilas, á saber; el clero y la nobleza. Vemos que ninguna de estas clases en general ha hecho oposicion de esta naturaleza al sistema constitucional; ha habido alguno que otro individuo; y digo esto con tanto mas motivo, cuanto en casi todas las reformas relativas á estas clases he contribuido con mi voto. ¿ Pues qué mas podemos desear? ¿Queremos que celebren sus reformas? Pero si á estas clases que no pueden estar contentas se les dan pretestos para alborotar y fomentar las cuadrillas de Navarra y Ara. gon, adonde irémos á parar? La Grandeza, como el clero, ha perdido mucho, y sin embargo, no han dicho nada. Y cuando vemos que, á escepcion de uno que otro, todas estas clases se estan quietas, ¿consentirémos que sean otras personas, que no han perdido y que antes bien han ganado en esta revolucion, las que levanten el grito de la division y del desorden? Yo no lo consentiré, y si el clero y la nobleza se levantasen en este sentido, sería el primero que proscribiría á las personas que se opusiesen á la marcha del sistema constitucional, que es el que se necesita para la felicidad de España. Así que, ya no veo otro camino que tomar en este asunto, para salvar á la Patria del riesgo que la amenaza, sino la marcha firme y constante de las Cortes, teniendo por norte la Constitucion y las leyes. Estas dictan obediencia al Gobierno mientras no se separe de los límites de la Constitucion, y por consiguiente creo que, aprobando el dictamen de la Comision, daremos el primer paso á la consolidacion de la Constitucion y del sistema; y cualquiera otro que tomásemos no sería sino el camino de la desolacion y de la anarquía, tanto mas cuanto ahora es el mejor tiempo de remediarlo, porque no ha llegado á la masa del pueblo este mal, y por lo tanto no es aun temible. Así que, mi opinion es la de que se apruebe el dictamen de la mayoría de la Comision.

6. Discurso pronunciado por el Señor Calatrava en la sesion en que se dió cuenta á las Cortes de las dos anteriores Representaciones de las Autoridades y Pueblo de Sevilla, del dia 22 de Diciembre de 1821.

El Señor Calatrava.-Me opongo á la proposicion del Señor Conde de Toreno, sin embargo de que convengo enteramente en los principios y sentimientos que ha sentado su autor, y de los demas Señores que me han precedido en la palabra. Y, ; como podría no convenir yo, que preferiría despedazarme mil veces antes que consentir el desorden, y que estoy resuelto mientras tenga voz á levantarla, tanto contra el despotismo como contra los escesos que puedan llevarnos á la anarquía, y causar si no se reprime, la ruina de la Patria? No me opongo, pues, á la proposicion sino porque creo, que no es la que conviene ahora, ni la mas digna del Congreso. Ruego al Señor Secretario, para no esponerme á hablar con alguna inexactitud, que se sirva volver á leerla (se leyó). No hay necesidad alguna, en mi concepto, de que las Cortes desaprueben otra vez esa nueva desobediencia; porque ya la han desaprobado de la manera mas solemne en la contestacion del mensage de Su Majestad. Tampoco se necesita advertir al Gobierno lo que debe hacer, en uso de sus facultades, para llenar su obligacion, porque el Gobierno lo sabrá, y si no lo hace, sabrán las Cortes exigir la responsabilidad á quien corresponda. Pero ademas de no necesario, lejos de ser útil aprobar esta proposicion, podría ser perjudicial, pues siempre hay un grande inconveniente en que las Cortes, sin urgentísima necesidad, esciten al Gobierno para que use de las facultades que le competen. No se diga nunca que los Representantes de la Nacion se han provocado para que emplee la fuerza contra los Pueblos. Bien sé, que no es esta la mente del Señor autor de la proposicion; pero crec que tal vez podría interpretarla de este modo la malignidad, y que no dejarían de hacerlo valer los mismos autores del desorden. La Constitucion en mi sentir, señala un camino mas digno, mas sencillo y al mismo tiempo mas propio para resolverse este asunto. Las Cortes anunciaron, en la contestacion al mensage de Su Majestad, que se reservaban tomar otras providencias mas enérgicas, en caso de que la declaracion solemne que allí hacían, y la paternal disposicion que habian tomado no surtiesen el efecto que esperaban. No lo han surtido, no ha bastado la voz del Congreso Nacional, y se abusa de su indulgencia. Las Cortes, pues, estan en el caso de tomar otras medidas, y ¿cuales pueden tomar dentro de las facultades que les concede

la Constitucion? No veo otra que la de hacer efectiva la responsabilidad de todos los que han firmado esa representacion, que no, quiero calificar. Separemos la causa de los delincuentes de la de los que no son mas que ilusos, y sobre todo de la de los inocentes. El pueblo de Sevilla es como los demas pueblos de España, fiel, amante de la Constitucion, y obediente á las leyes. No es el pueblo de Sevilla el que ha desobedecido y dado escándalo á la Nacion y á la Europa, no es el pueblo de Sevilla el que ahora representa; son treinta ó cuarenta personas que toman el nombre del pueblo de Sevilla, para disculpar su propio esceso ó su debilidad, y que por lo tanto deben ser las únicas responsables. ¿Qué necesidad hay, pues, de que las Cortes esciten al Gobierno para que tome providencias que se puedan creer dirigidas contra un pueblo que no ha delinquido? Eso es lo que quisieran los anarquistas, confundirse así con el pueblo, para interesarlo y encender así de este modo mejor la guerra civil que desean. El Gobierno, que es el encargado de conservar el órden público, usará de sus facultades sin necesidad de que le escitemos. Lo que ahora se necesita es, que las Cortes despleguen todo el vigor que les corresponde, contra los que en esa esposicion se presentan culpables á la faz del Congreso, para lo cual no hay mejor medida que la que permite la Ley y recomienda la justicia, á saber, la responsabilidad. Asi creo, que la resolucion debe ser muy sencilla, y me parece que no habrá un Diputado, amante como lo son todos de la Constitucion, que pueda oponerse á ella. La única contestacion, que en mi concepto debe darse es, que ha lugar á la formacion de causa contra todos los que han formado la representacion, y sin añadir una palabra mas, remitirla con esta declaracion al Gobierno. Este es mi dictamen de que no me separaré nunca. Recuerden las Cortes lo que dijo la comision, encargada de informar sobre estas ocurrencias, cuando manifestó, que el caracter de las de Sevilla le parecia muy diferente del de las de Cadiz ; acuerdese el Congreso de que la comision insinuó entonces, que en las primeras advertia el aire de una verdadera faccion, y sin duda lo verá ahora confirmado. Unos cuantos hombres ambiciosos ó inmorales son los que, seduciendo á los incautos, promueven los desórdenes é intimidan á las autoridades débiles. Esos son los que invocando siempre la Constitucion y socolor de defenderla, no quieren sino destruirla, esos son los que con la máscara de patriotismo aspiran á privar á la nacion de su libertad. Estos hombres no merecen que se les confunda con el pueblo de cuyo nombre abusan; ni hay necesidad de que escitemos al Gobierno contra ellos; basta que las Cortes usen de su autoridad, como he dicho, contra los que no han sabido ó no han querido contenerlos, y que esta resolucion se comunique al Gobierno para que proceda como corresponda.

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