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dio dia? Los Ministros actuales se creyeron autorizados para estas órdenes tan violentas, y con ellas ó sin ellas, poner entre los réprobos, para no darles destino alguno, á los que hubiesen tenido alguna parte en estos paseos, y separar á sus empleados y de sus empleos, á las autoridades que no hubiesen tenido la voluntad ó la energía conveniente para impedirlos. En vano les acusaba su conciencia estas sinrazones, porque los enemigos del sistema, aprovechandose del estado de su amor propio, para esterminar á todos los patriotas que ocupaban los puestos de mayor confianza para el sistema, los adulaban con las amplias facultades que la Constitucion les daba á ellos, ó á Su Majestad, para proveer los empleos civiles y militares, como si fuese lo mismo proveerlos que quitarlos. En vano les acusaba el artículo 13 de la constitucion que sanciona el principio reconocido por los publicistas, de que el objeto de todo gobierno es la felicidad de la nacion, y no la satisfaccion de las venganzas, y por consiguiente, en vano les gritaba que no hiciesen unas mudanzas de empleados políticos y militares por causas no aprobadas por la Ley, y no solo en mengua de la felicidad, sino con riesgo inminente de la seguridad del Estado, porque los conspiradores les cerraban los oidos para oir estos acentos de la Constitucion, y solo se los abrian para oir que todos los que tomaban parte, y las autoridades que no impedian estas demostraciones eran reos de desacato, de connivencia ó de debilidad, si no eran, como no debia dudarse unos facciosos y unos republicanos. Ya llegó el tiempo, á fuerza de tantos atropellamientos, en que los Pueblos abrieran los ojos, y reconocieran el camino derecho por donde la imprevision y la ceguedad de los Ministros los llevan á las cadenas, sin sentir tanto las desgracias que los empleados y los regimientos mas queridos de la nacion sufrian con sus exoneraciones y mudanzas, como las desventuras de parecer haberse erijido en sistema acrecentar las fuerzas de nuestros enemigos, reducir á la nulidad, hoy con un pretesto y mañana con otro, á nuestros amigos, y volvernos de la noche á la mañana á los aciagos dias del año 14. La actitud imponente de los Pueblos, el fuego patriótico de los periódicos, y sobre todo el primer ejemplo de desobediencia, que es el último infalible resultado de los encadenados yerros del Gobierno, asombraron, y con razon, á los Ministros; porque les faltaba la fuerza moral necesaria para reprimirla; pero no hicieron desmayar á los conspiradores. Nunca como ahora les dirían: "Habeis de desplegar vuestra energía para sostener la Constitucion contra un puñado de facciosos que la atacan como republicanos." Es verdad, que esto no podia alentarlos, porque aunque en la Circular de 21 de Setiembre los graduaban de pocos y de peores que ellos, que es lo mismo que llamarlos republicanos, tambien es cierto, como

sabiamente observó el Señor Sancho, que estos mismos á quienes la Circular llama malos y peores que los enemigos declarados de la Constitucion, son los mismos que ama la nacion entera; porque unida en la forma constitucional los ha proclamado por sus mejores amigos y sus mas queridos hijos, con el hecho de haberlos elegido Diputados para las próximas Cortes, siendo preciso inferir que la nacion es, ó de pocos, y estos facciosos y republicanos, ó de los millones que la componen, y estos unidos y Constitucionales. Pero á pesar de estas consideraciones los ministros tomaron aliento, y logrado el triunfo de hacer creer á Su Majestad, que la autoridad Real se hallaba comprometida con una desobediencia que ellos no podian refrenar, aprovecharon sagazmente los conspiradores esta ocasion, para que diesen el paso que les dejase á un tiempo libres de tales Ministros y del sistema constitucional; pues con la mal fundada esperanza de que las Cortes, como Estraordinarias, no podian incomodarlos con exigirles la responsabilidad, ni menos con otra medida que alcanzase á todos, les inspiraron, sin duda, el pensamiento de acogerse á la fuerza moral de las Cortes que ellos habian perdido, y pedir por medio de un mensage de cooperacion para reducir á Cadiz á la obediencia, aunque concluyendo con la cooperacion, se estendiera á cuanto conviniese para la consolidacion del sistema y conservacion de las prerogativas del trono. Las Cortes, aunque desde luego juzgaron que eran dos los puntos que habian de ocuparlas, la desobediencia y su causa original, quisieron, para proceder con el pulso que acostumbran, oir antes á una Comision de su seno, y entre tanto avisaron á Su Majestad el recibo de su mensage con la noticia de haberlo pasado para aquel efecto á una comision. A este papel, que no era ni podia ser mas que un mero aviso de recibido, usado en política en todo género de correspondencia, sin ser lugar á propósito para decir ni entender nada de lo principal, y mucho menos cuando, como aquí, se habia pasado á una comision para que sobre ello tomase las instrucciones que le pareciesen y presentara su dictamen, los ministros le dieron un valor igual á una declaracion solemne de la desobediencia, y á una resolucion terminante de las Cortes, uniendose á ellos y aprobando cuanto habian hecho y quisieran hacer. A su consecuencia despacharon estraordinarios en diligencia para circular este aviso á los cuerpos y puntos que mas les importaba, y preparando de este modo los ánimos para cuando llegara la formal desaprobacion de la desobediencia que esperaban del Congreso, dejar satisfecha de lleno su venganza. Desaprueban en efecto las Cortes la desobediencia; pero dejando levantado el brazo para descargar el golpe sobre los que eran la causa, y dando bien claramente á entender, con lo que se anunciaba del pliego cerrado, que el mal estaba en los Ministros y

no en la desobediencia, sin haber inconveniente en desaprobarla, antes de desaprobar la conducta de ellos; porque luego que ellos fuesen separados de sus destinos todo volvería al orden, por las contraórdenes que debian esperarse de los que les sucediesen. Los ministros, sin embargo, sin entenderlo ni temerlo así, comunicaron por todas partes sin pérdida de un momento esta declaracion, con órdenes tan aparentes, tan poco honrosas á los materialmente desobedientes, y tan satisfactorias á nuestros enemigos, que parecia haberse dado el cañonazo de la guerra civil; porque Cadiz y Sevilla siguieron en la imposibilidad de prestar la obediencia que se les pedía; en Leon fueron atacados los mayores amigos de la Constitucion; en Galicia, como se observó ántes, habian hecho Alcalde Constitucional á un Obispo; en Calatayud, Caspe y Huesca, como dije ayer, los milicianos que son el símbolo de las libertades de la Patria, son arrollados con ultrage,

y

la lápida arrojada al suelo con ignominia, yendo al frente de los facciosos, segun se dice, un sobrino del Obispo de Tarazona, é insultando al mismo paso á los Constitucionales con el apodo de republicanos. Y ¿quien es el autor de esta verdadera anarquía? Solo el Gobierno por haberse dejado seducir, al principio por los conspiradores, y al fin por su amor propio. El Gobierno perdió los hilos de la trama, los dejó estraviar; el Gobierno ha hecho en las milicias las mudanzas mas horrorosas, jugando con los regimientos mas constitucionales, enviandolos de un punto á otro; ha desatendido á cuatro magistrados como indiqué ayer, y esto solo porque tenian en sus manos los hilos de esas tramas ¿Quien en estas circunstancias, sino los enemigos del sistema, hubieran dejado en este estado de segura impunidad á los aristocratas para que las demas naciones formaran de nosotros un juicio desventajoso, y para que se viese á los patriotas de primera clase perseguidos? ¿Quien otro sino el Ministro de Guerra habia de haber hecho todas esas mudanzas de regimientos y de Gefes, solo porque son Constitucionales? ¿Quien sino el de Hacienda habia de haberla manejado con tanto abandono que no haya uno siquiera á quien no se deban tres ó cuatro mesadas, y que no se halle desesperado? ¿Quien habia de creer que habia de entrar en esto hasta la Marina, en medio de su nulidad, dando lugar, por falta de pagas y desacertada distribucion de caudales, á unas quejas que llegan al cielo, y son capaces de quebrantar las peñas? Aquí tengo, Señor, una representacion del departamento de Cartagena en que dicen unos; "Estamos muriendo de hambre propiamente, porque sobre los ochenta meses de atraso, hace ya seis que no se nos paga nada, y no consiste esto, Señor, en que la Patria no puede pagarnos, si así fuera nos consolaríamos; consiste en que se han empleado mas de cuarenta mil duros en unos efectos navales de Rusia, cuando las

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Cortes tienen mandado que no se tomen ningunos de los estrangeros." Pero ¿para qué cansarnos? En una palabra, todo es confusion: la anarquía vino á ser casi un hecho; hay Gobierno en la Constitucion, pero no hay Ministros en el Gobierno; ellos mismos lo han reconocido. Para hacerse obedecer necesitan la cooperacion de las Cortes, luego por sí no pueden contar con la obediencia. Y porque? Porque perdieron la fuerza moral. ¿Porque? Porque sus órdenes son desacertadas, y como desacertadas no deben ser obedecidas. Apartense, pues, tales ministros; reemplazense, y el Mensage de Su Majestad se halla completamente servido. Y para esto nos valdrémos del medio de exigirles la responsabili¿ dad, tan lento por su naturaleza, urgiendo tanto y no dando tregua alguna el remedio? Si esta no fuese una dificultad invencible, y solo hubiera la de los méritos para exigirles la responsabilidad, ochenta responsabilidades podrían exigirse á cada uno. ¿Que responsibilidad, Señor, si responsibilidades se les puede exijir ochenta á cada uno? Y si no, ven acá, Ministro de Gracia y Justicia, y sin recordarte los largos hechos hasta aquí, di, ¿por qué está Castaños en el Consejo de Estado? ¿Qué facultades tienes para consentirlo cuando las Cortes han declarado que no pueda ocupar su asiento alguno de los que intervinieron en las causas de los patriotas, y Castaños ha intervenido desde del principio al fin en todas las formadas contra los patriotas mas célebres, de los cuales alguno está en las Cortes ? Ministro de Guerra, ven, pero para qué recordarte lo pasado? Hoy mismo en Galicia, no se ha provocado la anarquía del modo mas positivo, á pesar de que yo creo que Mina ha desistido por las facultades con que el Gobierno ha comprometido el honor de Latre, agraciado por el Congreso con 40,000 reales? Y ¿qué facultades son las que el Gobierno le ha dado? Poner sobre las armas los Regimientos de Milicia activa que juzgue necesarios; y esta es aun mas negra, separar de sus derechos á los Oficiales que le parezcan sospechosos. He aquí dos prerogativas personalísimas del Rey, y cedidas contra la Constitucion á un Gefe Político, pues la Constitucion prohibe ceder las prerogativas, y por consiguiente no deja ni podia dejar á ningun particular la facultad de decidir, si hay necesidad de ponerse ó no sobre las armas la milicia cuyo movimiento no puede pensarse sin el mas leve trastorno de millares de familias. Y en cuanto á la separacion de los Oficiales, que es lo mas delicado que puede someterse á la disposicion del Gobierno, porque la separacion es el golpe mas formidable que puede descargarse contra el houor y la suerte del hombre, ¿será posible que facultad tan temible y peligrosa se confie á un particular, cuando aun al Rey no se le concede, sino por muy justa causa, y para la felicidad de todos? ¿Es posible que esta facultad dada á un Rey sin pe

ligro, porque no tiene relaciones con nadie sino con la nacion, y por eso se considera el mejor de los hombres, así se haya cedido á un particular puesto en medio de encarnizados partidos?

A pesar, pues, de todo esto se dice, Señor, que no puede exigirse la responsabilidad al Ministerio; porque el Congreso debe ocuparse de otra cosa muy diferente, que este negocio no ha venido á las Cortes para eso, que ha venido solo para que las Cortes cooperen con Su Majestad, en un caso tan arduo, á que se consolide el sistema y se adopten medidas que saquen á la nacion del estado de crísis en que se halla; esto es lo que quiere Su Majestad, y para esto llama la atencion de las Cortes. ¡Qué increibles delirios! Pues qué, la llama, por ventura, para sancionar la anarquía, para llevar adelante esas medidas monstruosas y dar al Gobierno la fuerza moral que justamente ha perdido? ¿Y es posible que los Ministros se atrevan á hacer este empeño y que presuman justificarle con que era la mente de Su Majestad, y que ellos y no los diputados son sus oráculos? ¿Qué tiene que hacer en esta ocasion ningun Secretario? Pueden aspirar á algo de esto, si alguno hubiera formado, como debieran todos, el mensage; pero no habiendolo formado, ¿ á quien sino á las Cortes, y por consiguiente á los Diputados, toca darle su verdadero sentido, el que le han dado hasta ahora, el que corresponde á las verdaderas intenciones de Su Majestad, á sus únicos intereses, á sus únicos deseos verdaderos, á los deseos que agitan á Su Majestad y á la nacion de arrancar la raiz de los males que padecemos, vernos libres al punto de tales ministros, y esto sin necesidad del mensage, con solo la Constitucion, pues dentro de ella tienen las Cortes facultades escritas, aunque no con letras muy gordas, para cosas mayores, para cuanto sea menester para salvar la Patria? No se exija sin embargo la responsabilidad, ni las Cortes se detengan en un remedio tan largo como miserable. El estado de la nacion y el triste en que se halla la autoridad de los ministros reclaman la separacion de todos, todos, todos. Si Señor, todos forman las juntas, todos han tenido parte en los últimos yerros, ninguno tiene á su favor la opinion pública, y el mas moderno, el Secretario de Hacienda, á los cargos que le dejo hechos, añado el del empréstito nuevo del que viene hablando estos dias, y hoy mismo, el periódico llamado La Antorcha, empréstito en que segun este periódico no desmentido por nadie, se falta abiertamente á los decretos de las Cortes, abonando los 160 millones de la deuda de Holanda que no reconocieron las Cortes, y en que se priva á la Nacion hasta de poder contraer otro empréstito sin permiso de los contratantes.

Y aunque para hacer esta proposicion á Su Majestad ha de pasarse un mensage, este mensage no debe ser solo por escrito, debe ser tambien de

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