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habia que pudiese nombrar por Capitan, puso sus ojos, y segun se creyó inducido, como luego se dirá, en Hernando Cortés, que habia sido su criado y secretario, y habia tenido para lo ahorcar, como arriba se dijo, cap. 27, porque conocia dél ser hábil é entendido, y como le habia dado muchos indios y habia hecho Alcalde de la misma ciudad de Santiago, y lo favorecia mucho, confiando que le obedeceria, siéndole agradecido, y guardaria toda fidelidad. Estaba por Contador del Rey de aquella isla, á la sazon, un burgalés llamado Amador de Lares, hombre astutísimo, y que habia gastado, yo le oí, veintidos años en Italia, y llegó á ser Maestresala del Gran Capitan, que es argumento de no ser de entendimiento tardo, pues el Gran Capitan se servia dél de Maestresala, siendo aún de cuerpo harto bajo, y sin saber leer ni escribir, pero la prudencia y astucia suya suplia las otras faltas. Solia yo decir á Diego Velazquez, por sentir lo que de Amador de Lares yo sentia: «Señor, guardaos de veintidos años de Italia.»> Con éste trabajó Hernando Cortés tener grande amistad, que no era ménos astuto que él muchos quilates, y díjose, y áun creyóse, que se habian confederado ambos en tanto grado, que partirian la hacienda y riquezas que Cortés adquiriese y robase yendo aquel viaje; y como Diego Velazquez comunicaba con Amador de Lares, como Contador y oficial del Rey, las cosas del armada, y las demas que á la gobernacion de la isla tocaban, creyóse que le indució que constituyese al Cortés por Capitan de aquella demanda. Diego Velazquez, siempre, como le conocia, vivia con el Cortés recatado; pero guárdeos Dios cuando los que aconsejan tienen crédito ante los aconsejados, y con ésto pretenden interese propio, porque una vez que otra han de guiar la resolucion de los negocios al fin que les toca, como la saeta se dirige al blanco. Finalmente, Diego Velazquez nombró á Hernando Cortés por Capitan de su armada, y nombrado, como era orgulloso y alegre, y sabia tratar á todos, á cada uno segun le cognoscia inclinado, para lo cual ser Alcalde no le desayudaba, súpose dar maña á contentar la gente que para el viaje y

y

poblacion se allegaba, la cual era toda voluntaria por la cudicia del mucho oro que haber esperaban; y de 2.000 castellanos que le habian sacado los indios que le habia dado Diego Velazquez, de las minas, con inmensos sudores, hambres y duros trabajos, comenzó á adornarse y gastar largo en se proveer de lo necesario para el viaje, tractándose como Capitan de 500 hombres que se allegaron y que iban donde todos esperaban henchir las manos. Cerca desta ida de Cortés por Capitan deste viaje, dice el clérigo Gomara, en su Historia, muchas y grandes falsedades, como hombre que ni vido ni oyó cosa della, mas de lo que el mismo Hernando Cortés le dijo dió por escripto siendo su capellan y criado despues de Marqués, cuando volvió la postrera vez á España; el cual dice que Diego Velazquez habló á Cortés para que armasen ambos á medias, porque tenia 2.000 castellanos de oro en compañía de Andres de Duero, mercader, y que le rogó que fuese con la flota, y que Cortés aceptó la compañía, etc. ¡Mirad qué hacian 2.000 castellanos á quien gastaba 20.000 y más en el despacho della! No era Diego Velazquez tan humilde ni tan gracioso, que rogase á Cortés que fuese por Capitan de su flota, habiendo muchos en la isla á quien mandallo pudiera, y que lo rescibieran por muy gran merced y mucha honra, é ya que algunos le prestaran dineros no se abatiera á hacer compañía con alguno, como fuese señor de todo, y estuviese en su mano, como Gobernador, hacer lo uno ó lo otro. Y dice más Gomara, que desque llegó Grijalva hubo mudanza en Diego Velazquez y que no quiso gastar más en la flota que armaba Cortés, ni quisiera que la acabara de armar, por se querer Diego Velazquez quedar con ella y enviar á solas. Todo ésto es salido de las mañas de Cortés, su amo, y manifiestas falsedades. Mirad quién le podia impedir á Diego Velazquez que no hiciera lo que de la flota quisiera, y de enviar ó estorbar que no fuera en ella el que le pluguiera, y en especial Cortés, que no osaba boquear ante él, y que no sabia, al ménos en lo exterior, qué placer y servicio hacelle; y del mismo jaez de falsedad, por lo dicho, parece lo que más

añide Gomara: «Que Diego Velazquez envió al Amador de Lares á que indujese á Cortés que se dejase de la ida y que le pagaria lo gastado, pero que Cortés, entendiendo los pensamientos de Diego Velazquez, respondió que no la dejaria, ni apartaria compañía, siquiera por la vergüenza.» Todo ésto es absurdísimo, y que ni sustancia ni color de verdad contiene ante los ojos y consideracion de los que conocimos á Diego Velazquez y á Cortés; parecerá tambien claro por el suceso que hobo el negocio y lo que adelante se dijere. Dice otra insolencia y superba falsedad, que no le pudo Diego Velazquez impedir la ida, y que si se pusiera en ello con rigor, hobiera revuelta en la ciudad, y áun muertes, y que como no era parte, disimuló; propia arrogancia de Hernado Cortés, y astucia con que tiene hasta hoy engañado el mundo, y los historiadores que escribieron sus hechos en lengua española, porque dél y dellos era sólo un fin, y éste no otro sino hacerse ricos de la sangre de aquestas míseras, y humildes, y pacíficas gentes, como hombres insensibles de los males que loan y favorecen; todo lo que escribieron no va enderezado sino á excusar las tiranías y abominaciones de Cortés, como de los demas, y en abatimiento y condenacion de los tristes y desamparados indios. Mirad si siendo Gobernador y teniendo la justicia toda en sí de la isla, Diego Velazquez, y que era adorado y obedecido de todos, por el bien ó el mal que podia hacerles, dándoles ó quitándoles los repartimientos de indios, con que los hacia pobres ó ricos, y estando favorecido del Rey é de los que gobernaban por aquel tiempo á Castilla, pudiera impedir á Cortés, que era un pobrecillo escudero, criado suyo, y que no comiera si Diego Velazquez no se lo diera dándole indios, y que estaba en su mano quitárselos y áun la vida, si quisiera, buscándole achaques, aunque fuera haciéndole injusticia, que no fuera en su flota ó armada que como Gobernador del Rey á su costa hacia, sin que hobiera alboroto en la ciudad ni muertes, y sí el contrario desto que dice Gomara, su historiador, es verosímil.

TOMO IV.

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CAPITULO CXV. /

Agora veamos cómo se despachó de la isla de Cuba Hernando Cortés y con cuán justo principio, para que lo dicho mejor se averigüe. Persuadido, pues, Diego Velazquez; por Amador de Lares, ó por sí mismo, que nombrase á Cortés por Capitan general, y nombrado, como es dicho, entendíase por Diego Velazquez con mucha priesa en el despacho de Cortés, y el Cortés tampoco se dormia. Iba cada dia Diego Velazquez al puerto á caballo, aunque estaba junto, y Cortés y toda la ciudad con él, á ver los navíos y dar priesa en todo lo que se debia hacer; fué entre las otras una vez, y un truhan que Diego Velazquez tenia, llamado Francisquillo, iba delante diciendo gracias, porque las solia decir, y entre otras, volvió la cara á Diego Velazquez, y díjole: «¡Ah, Diego!» responde Diego Velazquez: «¿Qué quieres, loco?» Añide: «Mirá lo que haceis, no hayamos de ir á montear á Cortés.» Diego Velazquez da luégo gritos de risa, y dice á Cortés, que iba á su mano derecha por ser Alcalde de la ciudad y ya Capitan elegido: «Compadre (que así lo llamaba) mirad qué dice aquel bellaco de Francisquillo.» Respondió Cortés, aunque lo habia oido, sino que disimuló ir hablando con otro que iba cabe él: «¿Qué, señor?» dice Diego Velazquez: «Que si os hemos de ir á montear;» respondió Cortés: « Déjelo vuestra merced que es un bellaco loco; yo te digo loco, que si te tomo, que te haga y acontezca,» dijo Cortés á Francisquillo. Todo ésto pasó, todos burlándose y riéndose. Andando en este despacho Diego Velazquez á priesa, ó porque le escarbó

el alma la locura, ó por mejor decir la sentencia discreta y profecía del loco Francisquillo, ó porque sus amigos y deudos que allí habia, le hablaron de veras, porque hasta entónces no habian mirado así en ello, y dijeron que como no advertia el hierro grande que hacia en fiar de Cortés, á quien él mejor que otro conocia, empresa de tan gran importancia y en que tanto á su honra y hacienda iba, y que era cosa probable y áun cierta que Cortés se le habia de alzar y quebrar la fe y obediencia que le debia, segun sus astucias y mañas, y que se acordase de lo que en Baracoa le urdia y otras cosas cuántas pudieron hallar para persuadille; Diego Velazquez, tornando sobre sí é viendo que le decian y aconsejaban lo que, probablemente y segun reglas de prudencia, de Cortés se podia presumir, determinó de quitalle el cargo y no poner su honra y hacienda en aquel peligro. Y porque, como queda dicho, Diego Velazquez comunicaba las cosas de la gobernacion y de aquellas armadas con los oficiales del Rey, mayormente con el contador Amador de Lares, no se le guardó la fidelidad que se le debia, y, á lo que se creyó, el Amador de Lares lo debió á Cortés de descubrir, é, si fué verdad la compañía y confederacion que de entrambos se dijo, por su propio interese avisarlo no es cosa de gran maravilla. Finalmente, por una ó por otra, ó por alguna vía, Cortés lo alcanzó á saber, y no habia menester más para entendello de mirar el gesto á Diego Velazquez, segun su astuta viveza y mundana sabiduría; el cual, luégo, la primera noche que lo alcanzó á entender, despues de acostado Diego Velazquez y todos del palacio idos, que le hacian en todo el silencio de la noche más profundo, va Cortés á despertar con suma diligencia á los más sus amigos, diciéndoles que luego convenia embarcarse. Y tomada dellos la compañía que le pareció para defensa de su persona, va de allí, luégo, á la carnecería, y, aunque pesó al que por obligacion habia de dar carne á toda la ciudad, tómala toda sin dejar cosa de vacas y puercos y carneros, y hácelo llevar á los navíos, reclamando, aunque no á voces, porque si las diera quizá le costara

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