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CAPÍTULO XLIII.

Despachado Valdivia, determina Vasco Nuñez de entrar la tierra dentro á buscar oro y comida, con el daño y escándalo de las gentes naturales de la tierra, como queda dicho; y porque trayendo la vida que traian no les habian de faltar, por permision de Dios, ocasiones para padecer trabajos infernales como padecian, porque sus obras eran tales, que no uno, sino ambos infiernos merecian, no faltaron indios de los que consigo traian que con verdad ó con mentira, viendo su ansia de haber oro, les certificasen que un Cacique y señor de cierto pueblo ó provincia, llamado Dabayba, tenia un templo de un Dios suyo, lleno de oro, que de muchos años atras él y toda su gente le habian ofrecido y cada dia ofrecian; determinan pues de ir en dos bergantines y canoas, con gran devocion, en busca de aquel Dios de Dabayba, ó por mejor decir del oro á quien ellos sacrificaban su infelice vida, y Vasco Nuñez con 160 hombres sale, y Colmenares con él, al cual mandó que con la tercia parte dellos subiese por el rio Grande arriba. Este rio Grande es mayor dos veces que el del Darien, y dista de aquel nueve leguas, á lo que creo, hácia la parte del Oriente; Vasco Nuñez sigue por otro camino, por ribera de otro rio arriba, segun le decian las guías que podia llegar á la tierra de Dabayba, pero porque el Cacique y señor del Darien, Cemaco, que Anciso y Vasco Nuñez y los demas habian desbaratado, y hecho dejar su tierra por huir dellos, como en el cap. 63, del libro II, fué declarado, se hobiese ido y escondido en la tierra de Dabayba, y le hobiese informado de la vida ejemplar y obras de aquellos que llamaban cristianos, y tuviese siempre Dabayba sus espías, sintiendo que venia, toda la tierra, Dabayba y sus gentes naturales, desampararon. Vasco

Nuñez y los suyos, andando por ella estirpando y robando todo lo que hallaban, entre otras cosas hallaron muchas redes, no de pescar peces, sino de cazar animales, éstos eran venados y principalmente puercos, de aquella tierra naturales, que tienen el ombligo en el espinazo y por allí orinan, y otros animales menores que los puercos, cuya cabeza dicen que pesa tanto como todo lo demas, los cuales no tienen hiel alguna; por causa de aquellas redes, creyendo Vasco Nuñez ser redes para pescar, puso nombre al dicho rio, el rio de las Redes. Tomaron allí dos canoas grandes y otras muchas menores, hallaron en las casas, que habian sus moradores por huir dejado vacías, cien arcos y muchos haces de flechas; en joyas y piezas de oro 7.000 castellanos. Con estos 7.000 castellanos, y con alguna comida que hallaron, salióse muy alegre Vasco Nuñez del rio á la mar; la mar, digo, que se contiene dentro del golfo de Urabá, porque allí entran y desaguan aquellos dos grandes rios. Quiso Dios luégo mostrar la justicia con que aquellos 7.000 pesos de oro se habian adquirido, para testimonio de lo cual, así como en la mar entraron levántase una tempestad tan terrible, que todos pensaron ser ahogados, pero dispensó la divina Providencia con él, que no quiso que pereciesen más de los que iban dentro de las canoas donde llevaban los 7.000 castellanos, y así, ni el oro ni los hombres aparecieron más. De donde el alegría que del robo Vasco Nuñez habia cobrado, se le convirtió en grande tristeza y llanto. Tornando Vasco Nuñez á entrar por el rio Grande arriba, llegó en en una tierra cuyo Rey ó señor se nombraba Jurvi, la i letra luenga, donde halló á Colmenares, y allí se proveyeron de alguna comida. Determina Vasco Nuñez que vayan juntos, y yendo por el rio Grande arriba, 12 leguas de allí, toparon una isla en el mismo rio, que llamaron de la Cañafistola, porque abundaba de cañafistola verdadera, pero silvestre. Aquí comenzaron todos á dar en ella, y ella dió en ellos de manera que todos pensaron en breve morir, desatadas las tripas, tanta fué la que comieron. Viéndose libres deste peligro, tornando á su camino, á la mano derecha de la isla, vieron entrar en el rio

Grande otro rio que traia el agua muy negra, no supieron de qué, por lo cual, le nombraron el rio Negro. Siguiendo por él, á cinco ó seis leguas de la boca del rio, entraron en los términos de un señor Abenamachéi, en la penúltima el acento. Vieron luego un pueblo de obra de quinientas casas, apartadas una de otra; como los vecinos dellas vieron los españoles, pusiéronse todos en huida, los nuestros corrieron tras ellos, y viendo que los iban alcanzando, y, por ventura, con las es padas hiriendo, dan la vuelta como perros rabiosos, con sus armas contra los nuestros, como aquellos que sin ofendernos eran infestados y echados de sus casas, perdidos sus mujeres y hijos; sus armas, eran unas macanas ó espadas de palma, y unas varas largas con sus puntas tostadas. ¡Mirad que armas para contra las espadas nuestras, que cortan por medio un indio, desnudo, en cueros, como todos andaban, y contra las lanzas, y ballestas, y escopetas algunas, como algunas veces los nuestros tenian! Arcos, ni flechas, ni hierbas venenosas, no las usaban por aquella tierra, y así, segun las armas ofensivas y las defensivas, que eran sus desnudos cuerpos, no pudiendo sufrir los tristes la matanza que en ellos los españoles hacian, presto comenzaron á huir. Siguen los nuestros el alcance, matando y despedazando cuantos podian, y haciendo muchos captivos; entre ellos, prendieron al Rey ó señor Abenamachéi, é otros hombres principales con él; preso el señor Abenamachéi, llega uno de aquellos perdidos á quien el Cacique, peleando, habia herido, y dále una cuchillada que le cortó el brazo á cercen; á Vasco Nuñez dijeron, que le habia pesado dello, pero poco aprovechó su pesar al triste herido tan injustamente. Dejó allí Vasco Nuñez á Colmenares, con la mitad de la gente, para guarda de la tierra, y él váse en las canoas por el rio arriba, y entra por otro rio que desàguaba en aquel, obra de 20 leguas de la isla de la Cañafistola, y cerca de la boca del dicho rio hallan el señorío del Cacique, llamado Abibeyba, que por ser la region lagunosa y que cubrian las aguas la tierra, tenian sus casas, donde moraban, sobre árboles grandísimos y altísimos, nueva y nunca

oida vivienda; sobre aquellos árboles hacian sus casas y aposentos de madera, tan fuertes, y con tantos complimientos, cámaras y retretes, donde vivian padres, mujeres y hijos, y su parentela, como si las hicieran en el suelo sobre fija tierra. Tenian sus escaleras, y dos comunmente, una que llegaba al medio del árbol, y la otra del medio hasta la puerta, estas escaleras eran de sóla una caña hechas, partida por medio, porque las cañas son por allí más que el gordor de un hombre gruesas, y eran levadizas que las levantaban de noche, y cada y cuando que querian y estaban seguros de hombres, y bestias y tigres, que hay por allí hartos, durmiendo á sueño suelto. Todos los mantenimientos tenian arriba consigo, sino sólo los vinos que asentaban en sus vasijas abajo en el suelo, porque no se les enturbiasen, porque, aunque por la grande altura de los árboles, con los vientos que hace, las casas no se pueden caer, menéanse, pero, y con el tal movimiento, el vino se les enturbiaria, y por esto lo tienen, como se dijo, en el suelo, y al tiempo de su comida ó cena de los señores, unos muchachos estaban tan diestros en descender é subir con ello, que no tardaban más que si lo sirvieran del aparador á la mesa. Tornando al cacique Abibeyba, que estaba en su casa, muy alta, encima de los árboles, como en el cielo, llegan los españoles, y dánle voces que descienda y que no haya miedo; responde que no quiere, que lo dejen vivir en su casa, pues no les ha hecho por qué le ofendan; protéstanle que con hachas cortarán los árboles ó le pornán fuego, y quemarlo hán con sus mujeres y hijos si no desciende. Torna á decir que se vayan de su casa y tierra, y lo dejen, y lo mismo le decian los suyos que no descendiese ni se fiase dellos; comienzan con hachas á dar en los árboles, y desque vido saltar las astillas y pedazos que se cortaban, determina de descender sólo con su mujer y dos de sus hijos, en contradiccion de todos los suyos. El puesto abajo, dicen que no haya miedo, que les dé oro y que serán siempre sus amigos; responde que él que no tiene oro alguno, ni lo ha menester y por eso no tiene cuidado de haberlo. Tornan á importunarlo y amenazarlo que dé

Grande otro rio que traia el agua muy negra, no supieron de qué, por lo cual, le nombraron el rio Negro. Siguiendo por él, á cinco ó seis leguas de la boca del rio, entraron en los términos de un señor Abenamachéi, en la penúltima el acento. Vie― ron luego un pueblo de obra de quinientas casas, apartadas una de otra; como los vecinos dellas vieron los españoles, pusiéronse todos en huida, los nuestros corrieron tras ellos, y viendo que los iban alcanzando, y, por ventura, con las es padas hiriendo, dan la vuelta como perros rabiosos, con sus armas contra los nuestros, como aquellos que sin ofendernos eran infestados y echados de sus casas, perdidos sus mujeres y hijos; sus armas, eran unas macanas ó espadas de palma, y unas varas largas con sus puntas tostadas. ¡Mirad que armas para contra las espadas nuestras, que cortan por medio un indio, desnudo, en cueros, como todos andaban, y contra las lanzas, y ballestas, y escopetas algunas, como algunas veces los nuestros tenian! Arcos, ni flechas, ni hierbas venenosas, no las usaban por aquella tierra, y así, segun las armas ofensivas y las defensivas, que eran sus desnudos cuerpos, no pudiendo sufrir los tristes la matanza que en ellos los españoles hacian, presto comenzaron á huir. Siguen los nuestros el alcance, matando y despedazando cuantos podian, y haciendo muchos captivos; entre ellos, prendieron al Rey ó señor Abenamachéi, é otros hombres principales con él; preso el señor Abenamachéi, llega uno de aquellos perdidos á quien el Cacique, peleando, habia herido, y dále una cuchillada que le cortó el brazo á cercen; á Vasco Nuñez dijeron, que le habia pesado dello, pero poco aprovechó su pesar al triste herido tan injustamente. Dejó alli Vasco Nuñez á Colmenares, con la mitad de la gente, para guarda de la tierra, y él váse en las canoas por el rio arriba, y entra por otro rio que desàguaba en aquel, obra de 20 leguas de la isla de la Cañafistola, y cerca de la boca del dicho rio hallan el señorío del Cacique, llamado Abibeyba, que por ser la region lagunosa y que cubrian las aguas la tierra, tenian sus casas, donde moraban, sobre árboles grandísimos y altísimos, nueva y nunca

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