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-Duerme y está contenta—dijo el pintor.-El médico ha acertado..... pasará tranquilamente la noche, y mañana estará buena. Retirémonos.

Federico y Cecilia besaron á Enriqueta en la frente como para darle su paternal bendicion.

La jóven no hizo el menor movimiento, y esto era una prueba de que estaba profundamente dormida y no habia riesgo en dejarla sola.

Ademas, la alcoba de los dos esposos, no estaba tan lejos que no se apercibieran del menor indicio de novedad que pudiera alterar el sueño de su hija.

Esta se habia dormido al arrullo de mil frases lisonjeras. Se le habia hablado de trages lujosos, de teatros, de viajes, de festines, de obras maestras, de climas deliciosos, de ricos trenes, de voluptuosas danzas de brujas y de diablos, de suntuosos palacios y de cuantas preciosidades encierra la hermosa Italia.

-¡Roma!-exclamaba la candorosa adolescente en su dorado ensueño.¡ Roma!..... Ciudad de los magníficos palacios..... ¿Quién me trajo á Roma?.... Mi esposo..... el actual primogénito de la antigua y nobilísima casa de los duques de la Azucena. Ya no soy la hija de un pintor... de un pobre artista........... Soy duquesa... Viajo por gusto con mi esposo... con mi querido Eduardo... ¡Y decian mis padres que evitase sus obsequios! ¡Qué mal juzgaban de su hermoso corazon! Eduardo es un ángel..... Es tan bueno como agraciado y elegante... y ¡ me ama tanto!... Mi voluntad es la suya; pero yo tambien le amaré eternamente... Siempre he creido que era el único mortal que podia hacerme feliz. ¡Y lo soy tanto al lado suyo!... Nadie... nadie es mas dichoso en este mundo que yo... y Eduardo, mi querido Eduardo es quien me ha proporcionado esta dicha inefable... ¡Oh! yo le juro gratitud y amor eterno... ¡Es tan dulce para una alma enamorada vivir junto al objeto amado... estar unida á él con lazos indisolubles!... No hay ventura comparable á la de dos enamorados que solo viven el uno para el otro, y ambos jóvenes y felices, rodea

dos de fausto y de magnificencia... En Roma hay mugeres muy lindas que deslumbran con sus riquísimos trages, y ostentan sus hechizos en lujosas carretelas, y es un placer oirse proclamar la reina de todas ellas..... verlas absortas de mi hermosura... Todos me han dicho siempre que soy hermosa... El espejo no miente... y sobre todo, ¿esa envidia que en vano tratan de disimular las jóvenes mas encantadoras de la alta aristocracia... ¿qué significa? Y no solo envidian mi belleza, sino mi alta posicion social... mis tesoros... mis títulos... mis palacios... ¡Cuántos lacayos! todos ellos observan atentamente mis pasos, mis mas insignificantes movimientos para adivinar mi voluntad y anticipar su obediencia á mis mandatos. No veo en torno mio mas que personas que me halagan y me sirven como esclavos. Pero esa muger ¿quién es esa muger cuyos harapos hacen singular contraste con la pompa de este palacio?... ¡ Dios mio!... ¡ es la Bruja!... ¡Ha quedado lucida con sus vaticinios! Quiero vengarme del modo que á mi posicion corresponde. Le daré oro en abundancia para que sea feliz. Yo quisiera que en el mundo no hubiera un solo infortunado. Procuraré que no los haya en derredor mio... que participen todos de mi dicha. Seria para mí un tormento insoportable que el quejido de los desgraciados llegára á resonar por entre las bóvedas de jaspe que me cobijan. No permita Dios que el lloro penetre hasta estas estancias suntuosas, donde entre la abundancia, el lujo y la grandeza, germinar deben únicamente el gozo bien hechor y la inocente alegría. Todo respira júbilo en este recinto fascinador. El baile... ¡oh! el baile estará magnífico!... Lo mas selecto de la aristocracia... Es preciso eclipsar á todas las beldades... Me será fácil... Nadie posee tan ricos trages como yo... Mi aderezo de perlas... Mi diadema de brillantes... Entremos en el tocador. ¿Qué hace esa muger entre mis doncellas? ¡Ah! no la habia conocido... ¡Siempre la Bruja! ¡Dios mio!... ¿Por qué me dejan sola con ella?.... ¡Todas han huido!.... Yo quiero huir tambien..... tengo miedo... Esa muger... El vaticinio... el sangriento vaticinio... ¿A dónde... á dónde me llevas, siniestra aparicion?... ¿Al

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baile?... Ese baile me horroriza... es una infernal danza de brujas... Apagad la hoguera... Esas llamas son del infierno... veo entre ellas espectros espantosos... Apagad la hoguera... Así ..... así... Todo ha desaparecido... solo queda un monton de ceniza... Ya brama el huracan... ya la arroja... ¡pero debajo de la ceniza habia un cadáver! ¿No le veis?... ¡un cadáver ensangrentado!... ¡ el cadáver de Eduardo !!!

La desventurada Enriqueta, pálida como una flor marchita, bañada en copioso y frio sudor, se agitaba horriblemente y prorumpió al fin en sofocados gritos de espanto, hasta despertar en los brazos de su madre, que al oir las voces de su hija, habia acudido á socorrerla.

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