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ES PROPIEDAD DEL EDITOR.

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PROLOGO

La jovial primavera con mil flores,
El céfiro bullendo licencioso,

Y el trino de las aves sonoroso
Nos brindan á dulcisimos amores
En lazo delicioso.

MELENDEZ.

Vedete come il tutto a noi riveli La Providenza del Signor de'cieli.

TASSO.

J'adore le Printemps qui nous rend la verdure:
J'invoque les Zéphyrs, dont l'aimable retour
Pare de fleurs le temple et l'autel de l'Amour.
DEMOUSTIER.

Deslízase el año de 1808.

El apacible mes de abril acaba de espirar, legando al florido mayo todos los encantos, todas las galas, todas las riquezas de la reina de los placeres, la encantadora primavera, que de céfiros rodeada, huélgase en la sublime regeneracion de la naturaleza.

Rico el ambiente de perfumes deliciosos, los valles y colinas lujosamente cubiertas de matizadas alfombras, ofrecen un mag

(RECAP)
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V. I

L

nífico espectáculo que revela la omnipotencia de la Divinidad.

¡Cuántas lecciones de amor! ¡Cuántos ejemplos de consoladora fraternidad! ¿Permanecerá el hombre siempre obcecado? ¿siempre insensible á los impulsos de la naturaleza? ¿siempre rebelde á la voluntad de Dios?

Hombre insensato, ven, siéntate conmigo junto á esta sonora fuente, cuyo límpido manantial, repartido en mil arroyos, se desliza en distintas direcciones dando vida á la pradera.

¡Hombre incrédulo! ¡póstrate de hinojos ante la radiosa aparicion del astro del dia! Que tu criminal indiferencia no aparezca en tan solemne instante como un horrible destello de la maldad que germina en tu corazon de bronce. Póstrate de hinojos y únete á la naturaleza toda, que rinde al Supremo Hacedor ovaciones de amor y de gratitud.

El canoro gilguerillo ¿lo ves? abandona sus hijuelos al celo maternal, y mientras la cariñosa madre cobija con sus pintadas y trémulas alitas á los tiernos frutos de su amor, desde la hermosa espesura de algun álamo frondoso saluda el padre el rojizo resplandor del sol naciente.

¡Todo anuncia regeneracion y vida! ¡Todo respira júbilo y

amor!

Salpicadas aun de innumerables perlas las matizadas alas de la abigarrada mariposa, párase sobre una flor, cuya corola acaba de abrirse para enviar su aroma al sol, y agitando pausada y acompasadamente las alitas humedecidas por el rocio matinal, ostenta alegre sus aterciopelados colores.

¡Bien venida seas, magnífica estacion! Yo te saludo, primavera bienhechora! Yo que detesto el bullicio de los palacios, yo que amo la quietud del desierto, yo que en mis paseos solitarios, sin mas compañía que la de mi fiel mastin, siento dulce arrobamiento al contemplar el brillo de tus galas y la inmensidad de tus dones, uno mi gozo al gozo universal.

Tu radiosa presencia ¡oh reina de los placeres! impele á solazarse en los goces de la fraternidad, en las venturas del amor, en

las delicias de la procreacion. ¡Todo respira júbilo y bienaventuranza! ¡Todo convida á amar!

Todo ama como la fuente, el pajarillo, y la mariposa. Las aguas cristalinas corren llenas de amor á fecundizar plantas y flores. La candorosa avecilla que desde la rama del árbol entona melodiosos cánticos, llama al dulce objeto de su amor y le enamora con gorgeos inimitables. La pintada mariposa agita con donosa coquetería sus alas de oro y terciopelo, juguetona entre las flores para inspirar amor á su compañera.

Pero no solo en el valle florido es donde el amor impera. Allá en lontananza vése un monte gigante, inmenso zócalo que parece sostener el cielo, engalanado de hermosos grupos de nubes que á manera de transparentes gasas color de oro, de zafíro, de topacio y de púrpura, forman mil visos y cambiantes á merced del sol benéfico que las besa con amor.

La falda de aquel magnífico zócalo semeja de esmeralda con lunares de coral. De aquel verdor salpicado de amapolas destácase de trecho en trecho multitud de retozones corderillos, blancos como la nieve, que festivos triscan, destellando en sus alegres brincos, en todos sus rápidos movimientos, la voluptuosidad de

sus amores.

No hablaré de las melancólicas y sentidas quejas de la tortolilla, ni del dulce arrullo de la cándida paloma, exhalaciones de amor y de ternura... Si posible fuera lanzar desde aquí una ojeada á los desiertos africanos, veriais á las fieras, hermanadas entre sí, rendirse mútuamente ovaciones de cariño.

Hasta lo inanimado ama en la bella estacion de la primavera. Amar y procrear, he aquí la sublime ley de natura. La florescencia es el emblema del amor... es el mismo amor. En efecto, todo es amor en las flores, halagadas por los céfiros de los vergeles, para morir acaso entre los cristales y porcelanas de los palacios, cuyo ambiente embalsaman de aromáticas esencias.

¿Y de qué modo aman las flores? Destituidas al parecer de las facultades de la sensibilidad y animacion así del hombre como del

irracional, ¿cómo han de imitar á estos en el afan de elegir la compañera que mas simpatice con sus inclinaciones? ¿Cómo admirar su belleza? ¿Cómo aspirar su fragancia? ¿Cómo quererla y enamorarla y consumar el acto amoroso de la perpetuidad de su raza?

Verdad es que las flores no atesoran la razon del hombre, ni la sensibilidad de la tórtola, ni el rápido vuelo y melodioso canto del gilguerillo; y así es que la flor imposibilitada de ir en pos del objeto amado, alberga en su corazon los delicadísimos órganos sexuales, únicos actores y testigos de las amorosas escenas de su procreacion (1).

Lo que decimos de las flores es aplicable á todo vegetal, porque en todo lo creado se ve la mano de Dios y sus leyes de amor y de fraternidad. Y cuando hasta las flores nos dan ejemplos de ternura, cuando desde la cándida paloma hasta el astuto gavilan, desde el inocente corderillo hasta las mas carnívoras fieras, alientan entre sus respectivas razas benévolos instintos de fraternidad, ¿serás tú, hombre insensato, de peor condicion que estas mismas fieras? Permanecerás rebelde á los decretos de Dios?... sordo á la voz de la naturaleza?

A este estremo han logrado conducirte tus opresores y sus lisonjeros. Árbitros del poder, dueños de las riquezas, dispensadores á su antojo de gracias y mercedes, apoyados en la fuerza de las bayonetas ó la dictadura del sable, toda vez que sus violencias

(1) No todas las flores son hermafroditas. Las que pertenecen á distinto sexo, y sin embargo son vástagos de una misma planta, por un prodigio de la naturaleza, vese á las hembras prolongar sus tallos para recibir las caricias del otro sexo, y cuando alguna distancia las divide porque están los órganos sexuales en distintas plantas, la flor masculina envia á su compañera el ósculo de su amor entre las cristalinas aguas de un arroyo ó en alas de la brisa halagadora.

Sabido es que las partes principales que constituyen una flor perfecta son los estambres, los pistilos, el cáliz y la corola. La flor que carece de las dos primeras dotes, es incompleta é inútil para la fecundacion.

Llámanse estambres los órganos sexuales masculinos, y pistilos los órganos femeninos. La mayor parte de las flores son hermafroditas y atesoran en su seno estambres y pistilos. Las que solo tienen estambres, conócense por unisexuales masculinas, y las dotadas únicamente de pistilos se llaman unisexuales femeninas.

Hemos indicado ya el acto de la fecundacion que es siempre precursor de la eflorescencia. Despréndense los pétalos del pedúnculo, se hincha el ovario y he aquí el precioso depósito de la semilla, primer elemento de la vegetacion, de la reproduccion, de la perpetuidad de las flores.

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