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estaban detenidos en Lisboa ó gemian en los pontones, en número de tres mit quinientos, procedentes de los cuerpos de Santiago, Alcántara, Valencia, y regimientos provinciales, y que habian de ser entregados al general inglés, se embarcaron á las órdenes del general don Gregorio Laguna, y desembarcaron en octubre en los puertos de la Rápita de Tortosa y los Alfaques. En Portugal fué restablecida la regencia nombrada por el príncipe don Juan, y se disolvieron las juntas populares.

Terminaremos este capítulo con las palabras de un historiador francés: «Hé aquí, dice, cuál era nuestra situacion en agosto de 1808 en aquella España que tan precipitadamente habíamos invadido, y cuya conquista habíamos creido tan fácil. En el Mediodía lo habíamos perdido todo, despues de dejar prisionero uno de nuestros ejércitos. A consecuencia de este descalabro habíamos abandonado á Madrid, interrumpido el sitio de Zaragoza..... y retrocedido sobre Tudela, y la única division que no habia evacuado la provincia cuya ocupacion se le encomendára, á saber, el reino de Cataluña, habíase visto en la precision de encerrarse en Barcelona, bloqueada del lado de tierra por innumerables miqueletes, y de la parte del mar por la marina británica.>> Y hablando de la convencion de Cintra añade: «De manera que desde fines de agosto quedó evacuada hasta el Ebro toda la península, invadida tan fácilmente en febrero y marzo. Dos ejércitos franceses habian capitulado, honrosamente el uno y de una manera humillante el otro: los demás no ocupaban ya mas terreno que el que media desde el Ebro á los Pirineos.... En un instante perdimos nuestro renombre de lealtad, y el prestigio de invencibles que habia. mos adquirido,...»

CAPITULO HI.

LA JUNTA CENTRAL.

NAPOLEON EN ESPAÑA,

1808.

(De agosto á noviembre.)

Conducta del Consejo despues de la salida de José Bonaparte.-Se arroga el poder supremo.-Disgusto con que lo reciben las juntas.-Reconócese la ne cesidad de crear una autoridad soberana.-Opiniones y sistemas sobre su forma y condiciones.-Prevalece el de la instalacion de una Junta Central.-Cuestiones con el Consejo.-Pretension desairada del general Cuesta.-Venga su enojo en los diputados de Leon.-Instálase en Aranjuez la Junta Suprema Central gubernativa del reino.-Personages notables que habia en ella.-Floridablanca.-Jovellanos.-Partidos que se forman.-Es aplazada la idea de la reunion de Córtes.-Organizacion de la Junta.-Quintana secretario.Primeras providencias de aquella.-Se dá tratamiento de Magestad.-Príncipes estrangeros que solicitan tomar parte en la guerra de España, y con qué fines.-Heróicos y patrióticos esfuerzos de la division española del Norte para volver á su patria.-Lobo, Fábregues, el marqués de la Romana.-Tierno y sublime juramento de los españoles en Langeland.-Embárcanse para España y arriban á Santander.-Entrada en Madrid de los generales Llamas, Castaños, Cuesta, y la Peña.-Acuérdase el plan de operaciones.-Tiénese por inconveniente.-Marcha de Blake con el ejército de Galicia desde Astorga á Vizcaya.-Entra en Bilbao.-Pierde aquella villa, y la recobra.-Distribucion de los ejércitos españoles.-Unese á Blake la division recien llegada de Dinamarca. Sitúase en Zornoza.-Posiciones de los ejércitos del centro, derecha y reserva.-Tiempo que se malogra.-Tropas francesas enviadas diariamente por Napoleon á. España.-Movimientos de españoles.-Malograda accion de Lerin.-Apoderaso de Logroño el mariscal Ney.-Determina Napoleon venir á España.-Su mensage al Cuerpo

Legislativo.-Llega á Bayona.-Distribucion de su ejército en ocho cuerpos.-Accion de Zornoza entre Blake y Lefebvre.-Su resultado.-Retírase Blake á Balmaseda.-El mariscal Victor refuerza á Lefebvre.-Triunfo de los españoles en Balmaseda.-Faltan las subsistencias, y se retira Blake á Espinosa de los Monteros.-Entra Napoleon en España.-Llega á Vitoria.-Toma el mando de los ejércitos, y resuelve emprender las operaciones.

Ocasion parecia ser la salida y alejamiento de Madrid del rey intruso y de sus escasos parciales, la mas oportuna para establecer un gobierno que diera unidad á los que se habian ido improvisando en cada provincia. Que aunque Madrid no era entonces de esas capitales que por su poblacion y riqueza ejercen un influjo poderoso en todos los rádios de la circunferencia de una nacion, é imprimen el sello y fuerzan á seguir el rumbo de sus resoluciones, con todo siempre la que es asiento de la autoridad suprema y residencia del poder soberano, influye grandemente y da aliento y calor á los que están acostumbrados á mirarla como el corazon de la vida oficial, y como el centro de donde emana y se deriva el impulso que mueve todas las ruedas de la máquina del Estado. Mas la oportunidad no se aprovechó, y la capital quedó huérfana de gobierno. La poblacion, acaso amedrentada con el escarmiento del 2 de mayo, y recelosa de que se repitiera si volvian los franceses, no le nombró. La junta suprema que habia dejado establecida Fernando VII. se habia desautorizado á sí propia dando validez á las renuncias de Bayona, y sometiéndose á la autoridad de los subdelegados de Napoleon. Quedaba el Consejo de Castilla, no mejor conceptuado que aquella, por su conducta, vacilante y tímida unas veces respecto al gobierno intruso, otras evidentemente censurable y reprensible. Con pocas esperanzas de ser obedecido, aunque con pretensiones fundadas en antiguas preeminencias, por mas que nadie se presentaba á disputarle el poder, tampoco él se atrevia á tomarle, hasta que un desórden ocurrido con motivo del asesinato de un tal Viguri, tachado de mala conducta y de adicto á Napoleon, le deparó ocasion y le alentó á arrogarse el poder supremo, de que habia verdadera necesidad de encargarse alguien, aunque era lástima no hubiese caido en otras

manos.

Mas no tardó en esperimentar aquel cuerpo el ningun prestigio de que gozaba en la nacion, pues habiéndose dirigido á las juntas de provincia y á los generales de los ejércitos, á las unas para que enviaran diputados que en union con el Consejo acordasen los medios de defensa, á los otros llamándolos tambien á la capital, recibió de aquellas y de éstos duras y ágrias contestaciones dándole en rostro con su sospechosa conducta; distinguiéronse por la acritud del lengu ge en sus respuestas, entre las juntas las de Galicia y Se

villa, entre los generales don José de Palafox. Mas no por eso desistió do su propósito de constituirse en centro de autoridad, y para sincerarse de los cargos que se hacian á su anterior conducta publicó un Manifiesto á la nacion. Favorecian á su intento ciertas desavenencias y altercados suscitados entre las mismas juntas, cosa no estraña en poderes aislados é independientes, nacidos y formados en momentos difíciles, críticos y de gran perturbacion. Rivalidades y discordias habian mediado entre las de Sevilla y Granada, con motivo de querer aquella que le estuviese ésta subordinada y sometida, haciéndose necesaria para su avenencia la mediacion eficaz de hombres respetables y cuerdos. Habian formado una sola las de Castilla y Leon, pero desa venidas luego con el general Cuesta, retiráronse á Ponferrada, y de allí á Lugo, donde unidas con la de Galicia intentaron constituir una general que representára todas las provincias del Norte. Sin embargo, Astúrias no se prestó á este plan, ya por rivalidad con la de Galicia, ya porque columbrase y prefiriese una central y suprema.

Reconocian todos los hombres pensadores la necesidad de un nuevo poder, identificado con la revolucion, y que representára la autoridad soberana. Cuestionábase sobre la forma y organizacion que sería mas conveniente darle: halagaba á algunos un régimen federativo que no aniquilara la accion de cada localidad, que podria ser mas directa y activa, y por tanto mas eficaz en la clase de lucha que se habia comenzado; preferian otros la reunion de las antiguas Córtes del reino, como representacion mas nacional, y como institucion ya conocida por muchos siglos y respetable en España; y opinaban otros por una junta central suprema, compuesta de individuos y representantes de las que ya existian en las provincias. Sobre no carecer de inconvenientes los dos primeros sistemas en circunstancias como las de entonces, pre-` sentábase el tercero como el mas hacedero y fácil, El bailío don Antonio Valdés, que presidia las tres juntas de Castilla, Leon y Galicia, consiguió persuadirlas á la adopcion de este último, conviniendo en concurrir con el nom bramiento de diputados á formar una central con las demas del reino. Prevaleció en las más esta misma idea; Astúrias, Valencia, Badajoz, Granada y otras dieron pasos en este sentido, y Murcia puede decirse que se habia adelantado á todas, escitándolas en una circular que les dirigió á formar un cuerpo y á elegir un Consejo que gobernara á nombre de Fernando VII. Y hasta Sevilla, no obstante el sentimiento que debia naturalmente causarle descender de la especie de supremacía que desde su instalacion habia ejercido, se adhirió al fin al comun dictámen nombrando individuos de su seno que la representaran en una junta única y central.

La dilacion ocasionada por las anteriores diferencias solo habia venido

bien al Consejo, que á su sombra continuaba apoderado de la autoridad, con la esperanza de conservarla tanto mas tiempo cuanto la junta tardara en reunirse. Sus providencias no eran ciertamente para atraerse las voluntades de los hombres ilustrados, ni tampoco las de los comprometidos en la insurreccion popular; puesto que á vueltas de tál cuál tibia medida en favor de la causa de la independencia, perseguia y-aun procesaba á los que tenian papeles de las juntas, coartaba la imprenta, ccmo quien se asustaba de la propagacion de toda idea liberal, y reducia á dos veces por semana la publicacion de la Gaceta, recientemente hecha diaria. Fiaba sobre todo en la proteccion de los generales, que por los motivos que después diremos habian concurrido por este tiempo á Madrid, y principalmente en la del general Cuesta, antiguo gober nador del Consejo, nada aficionado al elemento popular, y ya indispuesto por esto mismo con las juntas de Leon y Galicia. Atrevióse en efecto Cuesta á proponer á Castaños dividir el gobierno de la nacion en civil y militar, confiando la parte civil y gubernativa al Consejo, y reservando la militar para ellos dos en union con el duque del Infantado. Columbró Castaños el fin que podia envolver la proposicion, y no se dejó ni seducir ni fascinar de ella. No fué Cuesta mas feliz en otra proposicion que hizo en consejo de generales que se celebró en Madrid en aquellos dias (5 de setiembre), para que se nombrara un comandante en gefe: en ninguno de los otros encontró eco su indicacion. Amohinado Cuesta con estos dos desaires, salió de Madrid y descargó su despecho contra la junta de Leon, de que anteriormente, como indicamos yá, se hallaba resentido, haciendo arrestar á sus dos vocales el presidente don Antonio Valdés y el vizconde de Quintanilla, en camino ya para representarla en la central. Como rebeldes á su autoridad quiso tratarlos, y los hizo conducir y encerrar en el alcázar de Segovia: no bien quisto ya del pueblo el general Cuesta, acabóle de indignar con esta tropelía.

Pero ni esta ni otras maquinaciones alcanzaron á atajar el vuelo de la idea ya dominante de junta central. Iban ya concurriendo á Madrid diputados de las de provincias, y solo se dudaba cuál seria el punto mas conveniente para su reunion. Repugnaban algunos que lo fuese la capital, por temor á la influencia siniestra del Consejo. La junta de Sevilla habia propuesto á CiudadReal, y á esto se inclinaban muchos; pero la circunstancia de haberse reunido un buen número en Aranjuez resolvió la cuestion, acordándose tener las primeras sesiones en aquel real sitio. En efecto, despues de algunas conferencias preparatorias para el exámen de poderes y arreglo de ceremoniales, el 25 de setiembre de 1808 se instaló solemnemente en el palacio real de Aranjuez el nuevo gobierno nacional bajo la dominacion de Junta Suprema Central gubernativa del reino, compuesta de dos diputados nombrados por

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