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venta de los bienes eclesiásticos y otros de manos muertas, y las reformas en este sentido ejecutadas ó proyectadas, le habian enagenado el clero, poderoso entonces todavía. Y mirándose á Fernando como un príncipe religioso, como la única esperanza de salvacion para una nacion católica que marchaba hácia su ruina, y como víctima inocente de las intrigas de un privado, acrecentábase diariamente el partido Fernandino, robustecido por todos los enemigos de la alianza francesa, y por los que, ó por patriotismo, ó por despecho, ó con miras de venganza, se inclinaban á la amistad con la Gran Bretaña.

A su vez el de la Paz denunciaba proyectos criminales del principe y la princesa de Astúrias y de sus parciales, no solo contra su persona, sino, lo que era mas terrible, contra los mismos soberanos; proyectos que decia haber descubierto y frustrado por fortuna el talento y la sagacidad de la reina María Luisa. Y en confirmacion de ello alegaba los avisos que de París recibia acerca de la correspondencia de la princesa María Antonia con su madre la reina de Nápoles, apelando Godoy para conjurar tales peligros á la proteccion de Napoleon. De tal estado de cosas no podia pronosticarse sino conflictos para el desgraciado Cárlos IV., ni augurarse sino desastres mas o menos inmediatos para España.

Tuvo que llorar Fernando la temprana muerte de su esposa Maria Antonia de Nápoles (21 de mayo, 1806), y aunque la jóven princesa bajó al sepulcro á consecuencia de una maligna tísis, no por eso dejó la maledicencia de encontrar ocasion para propalar la maliciosa especie de que una mano aleve hubiera precipitado el fin de sus dias, y escusado es decir sobre quién se haria recaer una sospecha que hoy se tiene por destituida de todo fundamento. Aquella señora murió lamentándose de no haber tenido tiempo para formar el corazon de su querido Fernando. Su falta privaba á los ingleses de un auxiliar útil y pode roso en la córte de Madrid. Mas como á poco tiempo de este suceso, y de resultas de haber fallado, ó al menos de haber quedado sin ejecucion los planes de Godoy sobre Portugal, cambió éste de politica, queriendo adherirse á Inglaterra y á la coalicion de las potencias del Norte contra la Francia, su íntima aliada de muchos años, el partido del príncipe de Astúrias, capitaneado por Escoiquiz, varió tambien el rumbo de su política solo por contrariar la del privado; libre ya con la muerte de la princesa de los compromisos que le ligaban con Nápoles, buscó con empeño la amis ad de Napoleon, á quien tanto habia denigrado hasta entonces. Trocáronse, pues, los papeles de los dos partidos: ni el uno ni el otro obraban por conviccion; á ambos los guiaba solo la ambicion y el resentimiento, y Napoleon no vió sin sorpresa tan repentina mudanza. Y mientras el príncipe de la Paz enviaba con sigilo á Inglaterra al jóven don Agustin de Argüelles con la mision secreta de hacer paz y negociar alianza con

aquella nacion, y de público daba la famosa y misteriosa proclama de 6 de octubre, el partido de Fernando y de Escoiquiz trabajaba tambien, ya tenebrosa, ya ostensiblemente, con Carlos IV. y Bonaparte por desconceptuar con uno y otro al valido.

Como los triunfos de Napoleon en Prusia hicieron á Godoy arrepentirse muy pronto de su proclama y de sus proyectos de coalicion contra la Francia y su emperador, y temiendo las iras de éste se postraron él y el monarca ante el vencedor de Jena, é hicieron las gestiones mas humillantes para congraciarse de nuevo con él; y como por otra parte les conviniese mucho neutralizar el partido que con Bonaparte hubieran podido hacerse los parciales de Fernando, intentó atraerse al príncipe heredero, ó dominarle por medio de otra influencia, ó conservarla con el hijo, el dia que el padre faltase, á cuyo fin propuso á Cárlos IV. casar á su hijo en segundas nupcias con la cuñada de Godoy, María Luisa de Borbon, hija segunda del infante don Luis. Niega el príncipe de la Paz en sus Memorias haberle pasado por las mientes este desdichado proyecto, y si bien confiesa que un dia hablando Cárlos con su hijo le hizo una indicacion de esta boda, y le dijo que pensára á sus solas en ella, aunque no era asunto que corriera prisa, afirma que de esta ocurrencia no le volvió á hablar el rey, ni á él se le dijo nunca cosa alguna (1). Falta en es

(1) Hé aquí las palabras textuales del príncipe de la Paz. «Aun con mas necedad todavía que malicia (dice) pretendieron esparcir mis enemigos, que para afirmarme yo en el mando y poder conservar en adelante mi influencia cuando faltase Carlos IV. habia inspirado á S. M. el proyecto de unir en matrimonio al príncipe de Astúrias con la segunda hija del infante don Luis, hermana mia política. A cualquiera que tenga buen sentido, querré yo preguntarle, si babria sido de creer ó de esperar que por llegar á ser el principe concuñado mio se trocaría su voluntad, y de enemigo capital se volveria mi amigo. Lo que sus propios padres no alcanzaron, mal podria haberlo conseguido como esposa una señora á quien no amaba y con la cual se hubiera unido mal su grado. Aun prescindiendo de esto, ¿qué son las relaciones de cuñados para quitar ódios ó aplacarlos, cuando ellas al contrario los engendran con frecuencia? Ni por la idea me pasó nunca este desdichado proyecto. Un dia, en verdad, hablando Cárlos IV. con el principe Fernando de la necesidad de ir ya pensando en nuevas bodas, y haciendo una

reseña de las familias reales de la Europa donde podria encontrarse una princesa digna de su mano, topó con el reparo que ofrecian las circunstancias de aquel tiempo, debiéndose evitar el aliarse con familias enemigas ó quejosas de la Francia, y escusar tambien el otro estremo de intimarse con las que se encontraban bajo la entera dependencia del emperador de los franceses: tan ageno se hallaba Cárlos IV. en su politica de emparentar con Bonaparte. Por incidencia de esto hubo de ser decir S. Mal principe Fernando, ó preguntarle que si querria casarse con aquella niña, sangre pura suya, especie á que Fernando respondió no tendria en ello repugnancia. «Piénsalo tú «á tus solas, dijo el rey entonces; no es ne«cesario darnos grande prisa; yo no deseo «sino dos cosas, tu dicha, y nuestra paz en «estos malos tiempos en que no puede darse «un paso sin algun nuevo compromiso. De esta ocurrencia de un momento no volvió á hablarle Carlos IV., ni á mi me dijo nunca cosa alguna. Fué menester un buen esfuerzo de memoria para que recordase el rey aquella especie cuando encontró, pos

to á la exactitud el príncipe de la Paz, ó estaba muy desmemoriado cuando lo escribió. Nosotros, que con él como con todos procuramos siempre ser sóbrios en hacer cargos cuando nos faltan datos auténticos con qué compro barlos, somos en cambio tan severos como la justicia y la verdad histórica exigen, cuando podemos apoyarnos en comprobantes seguros. Y decimos que estaba sin duda muy desmemoriado, puesto que no recordaba que en carta de 14 de diciembre de 1806 habia dicho á su confidente y negociador en París, don Eugenio Izquierdo: «Pienso, y está tratado con SS. MM. y el prínacipe el enlace de mi cuñada con su Alteza.» A lo cual le contestaba Izquierdo con fecha 24: «Há años que este enlace me ha parecido útil á España y el «mas adecuado. Me atreví á insinuarlo una vez, creo en Aranjuez. Conviene, «señor, por todas razones. Me atrevo á augurar que si V. E. me lo permite, <yo obtendré el consentimiento del emperador, y que lo celebrará (4).»

La verdad es que Fernando, si bien al principio aceptó este matrimonio, después, ó por reflexion y voluntad propia, ó por instigacion de Escoiquiz y de sus amigos, repugnó y resistió este enlace, y que en su virtud y por efecto de las circunstancias que iban sobreviniendo, desistió el príncipe de la Paz de aquel propósito, y buscando cómo reconciliarse con Bonaparte á quien tenia enojado, procedió á proponerle el casamiento de Fernando con una sobrina de Murat, ó con una hija de Luciano. Por consecuencia, no es tampoco cierto lo que afirma Godoy de que estuviese tan ageno Cárlos IV. de imaginar siquiera el pensamiento de emparentar con Napoleon. Hé aquí como escribia el príncipe de la Paz á su agente de París: «Dije á usted en mi ante«rior del 44 lo que podria tal vez verificarse dando estado al príncipe; pero «segun las últimas ocurrencias en Prusia y otras noticias que yo tengo, creo «antipolítico todo paso á este respecto: dicen que el príncipe Murat tiene una «<sobrina: Luciano me ha hecho entrever alguna otra idea...» A lo cual contestaba Izquierdo: «Señor, yo puedo equivocarme, pero vea V. E. mis ideas. «Creo político el paso de informar al emperador de los deseos del príncipe de «casarse con su prima y de que esto agradaria á SS. MM. y seria satisfactorio «para V. E. La respuesta nos daria luces para una multitud de otras ulteriores «combinaciones políticas. Creo que no debe pensarse en la sobrina del príncipe

Pos papeles que se hallaron, tantos consejos y advertencias que se daban á su bijo para que resistiese aquel enlace. Bastaba sin embargo para Escoiquiz que pudiera suscitarse nuevamente aquella idea, y desgraciarse su proyecto, tanto más cuando era cosa fácil presumir que el rey no querria nunca some. ter la libertad ni la suerte de su hijo y de la

España á la influencia poderosa que adquiriria la Francia por un enlace de familia, cual meditaba aquel canónigo.-Memorias, tomo V., cap. 30, Nota.

(1) Correspondencia entre Izquierdo y el príncipe de la Paz.-Archivo del Ministerio de Estado.

«Marat. El emperador nada quiere por faldas: se parece á quien yo sé; se aver «gonzaria de influir en España por medio de una muger semi-parienta.-lg«noro lo de Luciano; pero jamás se fie V. E. de este señor. Nunca acomoda«rá al emperador cosa que cuadre á éste; y añado que esto sucederá aun «cuando se reunan, y ceda Luciano, le hagan príncipe, y le casen, y le den <algun reino: en cosas domésticas jamás pensarán del mismo modo.»-Y como Godoy le hubiese dicho: «No debemos hacer proposicion que aparente «desvío en nuestras relaciones con el emperador;» le respondia: «La máxima «<es cierta; pero casar al príncipe antes que el emperador haya tenido y ma«nifestado ideas acerca do este enlace, no puede ser imputado á desvío. El «emperador es muy casamentero; pero en los casamientos no vé cosas políti«cas, sino domésticas. Y estoy seguro que si se le pregunta si la futura reina «de España conviene ó nó que éntre en el despacho, aunque fuese su her«mana, dirá que nó. Vuelvo á repetir que tal vez soy un alucinado en esta «ocasion; pero me parece que si al emperador se dice que conviene el casaamiento del príncipe con la cuñada de V. E. para que una muger estrangera «no vaya á revolver la España, ha de decir que se tiene razon (1).»

No concertado todavía este negocio, y cuando más trabajaban los enemigos de Godoy para derribarle, mas ambicioso él de engrandecimiento y mas ciego Cárlos IV. con el favorito, le condecoró con la dignidad de almirante de España y de las Indias (13 de enero de 1807), título que solo habian tenido en España, primero el gran descubridor del Nuevo Jundo, y después los hijos naturales de Cárlos V. y de Felipe IV. y el infante don Felipe, suegro y tio de Cárlos IV., dándole además el tratamiento de Alteza Seren sima; no conociendo el desvanecido privado que cuanto mas inconsideradamente so encumbraba, mas fuego añadia al horno de! al orrecimiento que contra él se habia ido encendiendo (2). Cuéntase que la noche que se celebró con una serenata su nueva elevacion, oyéndola el principe Fernando esclamó con amargura: «¡Así me usurpa un vasallo mio el amor y el entusiasmo de los «pueblos! Yo nada soy en el Estado, y él es omnipotente; esto es insufrible.>> Y que escuchándolo su hermano Cárlos, le consoló diciendo: «No te incomo

(4) Carta de Izquierdo al príncipe de la José de Espinosa Tello, secretario; el capiPaz, de París á 24 de diciembre de 1806. tan de navio don Martin Fernandez Navarre

sa, tesorero.-En realidad no era grande el poder que al príncipe de la Paz le añadia el titulo y cargo de almirante, siendo como era ya generalísimo: la dignidad y el tratamiento fué lo que irritó más, y el haberle sido cou ferido en aquellas circunstancias,

(2) El cargo no obstante no era absolute, contador; y don Manuel Sixto de Espinoto, puesto que se nombró un Consejo de almirantazgo, compuesto de las personas de capacidad y reputacion de la armada: tales eran los tenient's generales, don Ignacio María de Alava, don Antonio Escaño, y don José Salcedo; don Luis María de Salazar, intendente general; el gefe de escuadra don

ades; cuanto más le den, más tendrás muy pronto que quitarle.» Palabras á que después se quiso dar cierto valor de profecía. El haber dado á Godoy la casa-palacio del almirantazgo fué una ocasion y motivo más para poder persuadir fácilmente al pueblo de que en tanto que él gemia en la pobreza, toda la riqueza del país se acumulaba en el favorito, cuya casa se suponia atestada de oro y plata.

En esta lastimosa escision de la córte y del palacio de nuestros reyes, cada uno de los partidos buscaba el apoyo de Napoleon para vencer y derribar á su adversario; y en este punto, siquiera sea doloroso decirlo, los documentos nos convencen de que no tenian que acriminarse uno á otro, y de que ambos se conducian con miserable bajeza. El príncipe de la Paz, cuyos verdaderos propósitos y ambiciosos fines descubriremos después, se esforzaba por desenojar y congraciar á Napoleon, no solo con las propuestas de enlace para el príncipe de Asturias que más le pudieran lisonjear, sino enviándolo embajadores estraordinarios que le felicitáran por sus triunfos en Prusia y Rusia y por la paz de Tilsit. Godoy contaba con la amistad de Murat, ya principe y gran duque de Berg, que como cuñado del emperador y como uno de los generales mas acreditados del imperio, era tambien uno de los personages mas importantes y mas influyentes de la Francia. Murat habia tenido siempre ó aparentado tener una grande idea de Godoy: desde 1805 habian seguido una correspondencia frecuente, amistosa, y hasta intima; se habian. hecho muchos regalos y finezas, y seguian correspondiéndose con confianza y al parecer con cariño (1).—Por otro lado el partido Fernandista, dirigido por

(1) Hemos visto cuándo y cómo empezaron estas relaciones, y pudiéramos, si no Lemiésemos hacernos fatigosos, informar á nuestros lectores de todo el curso que si guieron, porque hemos leido muchas cartas originales del ministro español al principe francés, y de éste á aquél. Comenzó Murat, en una larga conferencia que tuvo con don Eugenio Izquierdo en su casa de campo de Neuilly en junio de 1805, por ensalzar las prendas y hacer grandes elogios del príncipe de la Paz, buscar analogias entre la eleva cion de ambos, indicar que, á ejemplo del emperador mismo, debian no detenerse en

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sibie, algun presente digno de su persona. Hemos visto la primera carta que escribió Godoy á Murat, por conducto de Izquierdo á quien la dirigió, por si hallaba conveniente, ó por si le parecia d her modificarla. Desde entonces se entendieron ya los dos diariamente, tratándose en las cartas como dos amigos, si bien se comprende el respectivo interés que á cada uno moviera á cultivar mantener esta amistad.

Mr. Thiers, que, como siempre, crec ser el único poseedor de los documentos de esta época, relativos á España, dice que existen en el Louvre trozos de esta correspondencia, que Napoleon pudo proporcionarse, é inserta una carta del príncipe de la Paz agran duque de Berg, escrita en 26 de diciembre de 1807.-Historia del Imperio, lib. XXVIII.

Nosotros podríamos llenar bastantes på. ginas con cartas que entre uno y otro personage se cruzaron en cerca de dos años.

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