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POR EL PROFESOR

D. FERNANDO BLUMENTRITT.

ESTUDIO DEDICADO AL EMINENTE GEÓGRAFO ESPAÑOL

EXCMO. SR. D. FRANCISCO COELLO.

Entre las muchas obras que sobre Filipinas se han escrito, no hay una que nos dé á conocer las razas que pueblan aquel archipiélago, circunstancia explicable por la historia etnográfica del país. Hasta nuestros días eran la isla de Luzón y las Visayas, el principal objeto á que se dedicaban los estudios de los sabios y de los viajeros nacionales y extranjeros, sin que llamase la atención de los filipinólogos, activos ó sedentarios, las de Mindanao y la Paragua.

Veintiocho ó treinta años hace que el naturalista alemán, Dr. C. Semper, visitaba la parte oriental de Mindanao y en muy raras publicaciones se ha tratado, fuera de aquel viaje, de las regiones meridionales del archipiélago.

Los compendios geográficos alemanes, ingleses y franceses que trataban de Mindanao y de la Paragua, eran abreviada copia de las noticias que habían publicado Forrest (1774 á 1779), Rienzi (1836 á 1838), Hunt (1815), de Guignes (1784 á 1801), Renouard de S.te Croix (1803 á 1807), Crawford (1820 á 1856), Mallat (1843 á 1846), y hasta Dampier (1693 á 1723). Así, pues, todos estos relatos se distinguían por una respetable antigüedad. Pero con las admirables campañas evangélicas con que los PP. Jesuítas conquistaron tantos miles de almas para el cristianismo y tantos kilómetros cuadrados para España, cambió de aspecto aquel cuadro: gracias á los trabajos de aquellos intrépidos misioneros y á los viajes de los francesos Mar

che y Montano y de los alemanes Schadenberg y Koch se redujo considerablemente la terra incognita de aquellos países. Por esta causa aparecen hoy antiguas las publicaciones de 1860 á 1880 sobre Mindanao, pudiendo asegurarse que los últimos mapas de las misiones de la Compañía de Jesús, junto con los de Montano y de Schadenberg han transformado por completo las ideas que antes teníamos sobre Mindanao, sin que hayamos conocido el fin de estos descubrimientos etnográficos, porque de año en año alcanzamos otras noticias que detallan ó corrigen lo ya sabido.

No es solamente el estado actual de los conocimientos etnográficos sobre Mindanao, el que me ha inspirado estas líneas: también abundan acerca de las otras islas del archipiélago errores, equivocaciones y noticias contradictorias que piden enmiendas ó aclaraciones. Al escribir artículos etnográficos sin tener á la vista el mapa correspondiente, ó al copiar de otros sin la precaución necesaria, se copian también erratas que se convierten luego en nombres de razas ó de pueblos imaginarios. Además hemos de lamentar una mala costumbre que era y es origen de muchos errores, tanto de autores nacionales como extranjeros. Los antiguos cronistas supieron distinguir las diferentes razas, pero al generalizar emplearon denominaciones castellanas como infieles, montaraces, cimarrones, etc.; pero los escritores peninsulares y la prensa de Manila del siglo actual han ido abusando de las denominaciones indígenas como igorrotes, calingas y manguianes, aplicándolas, no solo á las tribus á quienes corresponden, sino también á otras que pertenecen á distintas ramificaciones de la raza malaya: de aquí la principal fuente de errores que son muy difíciles de corregir, pues no puede todo el que escribe una descripción etnográfica del país, recorrer por sí mismo todas las comarcas del archipiélago para reunir los datos que necesita.

También se incurre por muchos en la falta de citar nombres de rancherías como si lo fueran de raza, tomando así los de origen topográfico por denominaciones etnográficas.

Los conocedores de la etnografía filipina, saben con cuántas dificultades tienen que luchar en vista de esa inmensa serie

de vagas y á veces imaginarias denominaciones; dificultades que se aumentan cuando se quieren localizar los nombres, esto es, buscar en el mapa el territorio que habita cada una de las

razas.

La mayoría de los escritores peninsulares y filipinos no fijan su atención sobre la historia cartográfica del país y á veces desacreditan los trabajos de sus antecesores copiando lo que estos en su época describieron exactamente, pero que hoy es inexacto, por ejemplo: si un autor habla en el año 1819 de una tribu de infieles residentes á la sazón en Cagayán ó en la Pampanga, no podemos copiarle hoy sin la aclaración necesaria; porque entonces la provincia de Cagayán comprendía todo el territorio que ahora ocupan las actuales provincias de Cagayán, Isabela, Saltán, Quiangán, Nueva Vizcaya y Nueva Ecija. Estos errores se copian y perpetúan multiplicándose los datos falsos ó erróneos, para mayor trabajo del etnógrafo filipino que tropieza con inexactitudes, hasta dogmatizadas algunas de ellas (véase el artículo Búrik).

Mi objeto, al publicar este escrito, es llamar principalmente la atención de todos los que se interesan por la etnografía filipina, sobre lo mucho que en ella es discutible, dudoso ó totalmente inexacto. Abrigo la esperanza de que este escrito estimule á los que posean mayores conocimientos á corregir lo falso, aclarar lo dudoso y detallar lo poco determinado y conocido; en una palabra, es mi intento contribuir á la solución de las cuestiones etnográficas de aquel país.

Creo que, en primer lugar los filipinos, en segundo los matandás peninsulares y en general todos los españoles, tienen el deber de rivalizar con la activa é incansable diligencia de los extranjeros (especialmente alemanes y franceses), en el estudio de la etnografía, etnología y antropología de aquel trozo tan considerable del reino de España. Creo asimismo que los trabajos etno-geográficos de Jordana, Montero Vidal, I. de los Reyes y Lacalle prueban que adsunt vires, adest voluntas; solamente falta el apoyo por parte del Estado.

En este opúsculo hallarán los conocedores del país la serie más completa de nombres etnográficos que se ha publicado

hasta hoy, pues no contienen tantos ninguna de las obras geoetnográficas que hay sobre Filipinas, incluso el diccionario de los PP. Buzeta y Bravo, y las obras de los ilustrados señores Jordana, Lacalle, Montero-Vidal y el P. Ruíz; si me tachan de inmodesto, añadiré que según mi opinión, no estará completa mi relación, pues hay gentes en Filipinas, y sobre todo en Mindanao y la Paragua, que todavía no se conocen.

También debo llamar mi atención sobre lo poco que sabemos acerca de los infieles habitantes de las cordilleras que separan las provincias Ilocos del Norte y de Abra, del Gobierno del valle de Cagayán, pues apenas conocemos sus nombres.

Cuando en 1882 publiqué mi Ensayo de una etnografía de Filipinas (escrito en alemán), tuve el gusto de remitir 50 ejemplares del mapa que acompañaba al folleto, á varias personas residentes en el archipiélago, con la súplica de que me indicasen las inexactitudes que pudiesen hallar; pero solo uno, mi distinguido amigo el Sr. Dr. D. José de la Campa, tuvo la bondad de contestarme, los demás no se dignaron corresponder, ignoro si por indiferencia ó porque no temieran incurrir en descortesía.

Quizá sea hoy más oportuna la publicación, pues á causa de haberme ocupado en la parte política del país, he adquirido gran número de enconados adversarios, que, imaginando al hombre científico con la vanidad de los novelistas y de los poetas, procurarán buscar las inexactitudes de mis obras, sin considerar que este es cabalmente mi deseo, y es lo que prestará mejores servicios á la ciencia.

Para terminar, debo añadir que solo reconozco dos razas indígenas en el archipiélago filipino, la malaya y la negrita. Considero un descrédito el seguir las modas etnográficas del día sobre la subdivisión de la raza malaya; cada autor sigue distinto camino: el uno, forma grupos según determinados momentos antropológicos; otro, según costumbres ó particularidades de carácter etnológico; un tercero, según el idioma, y no falta quien tiene en cuenta para ello el diámetro del pelo, etc., que más parece un juego que un estudio verdaderamente científico. Deducir por 12 8 13 esqueletos ó por 300 ó

400 vocablos del idioma los grupos ó subdivisiones de la raza malaya, tiene los visos de una puerilidad, por más que al opinar así aparezca en contra de nombres que pronuncio con verdadero respeto. Con la misma franqueza confieso que no creo en las teorías de la mezcla con sangre china; pues si en alguna raza filipina se observa un tipo semejante, prefiero llamarle mongol, porque la mezcla china no puede probarse ni por la historia, ni por la lengua. Los que conocen cuanto se ha escrito sobre el génesis de la raza malaya, saben que hay autores. que solo ven en ella el resultado de la unión de pueblos mongoles con los negros océanicos, no extrañando por lo tanto que en alguno predomine el tipo mongol.

ABACAS. El P. Mozo habla de una tribu de indios salvajes que hablaron un idioma diferente de los vecinos italones. Vivieron en las cañadas meridionales del Caraballo Sur, y con ellos se formó el actual pueblo de Caranglan (Nueva Ecija), después de haberse sometido al cristianismo y á la civilización europea. No sé si aún existe esta ramificación de la raza malaya, cuyo nombre no citan los autores del siglo xix.

ABRA (IGORROTES DE). Denominación colectiva de todos los infieles sanguinarios de Abra, especialmente de los gui

naanes.

ABÚNLON. Nombre de tribus salvajes que viven en las montañas de Zambales: se dice que son mestizos de raza malaya y negrita.

ADANG. Raza malaya? Quizás una ramificación de los vecinos apayaos, aunque tienen propio y diferente idioma. Pueblan las montañas y el pueblo de Adang (provincia de Ilocos Norte). Hasta 1720 vivieron como salvajes; ahora son cristianos y están ya civilizados. Según el diccionario de los PP. Buzeta y Bravo, son mestizos de una raza india (malaya) y de negritos. En su nombre hay alusión á Ata,

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