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verse cohibidas por los portugueses en litoral africano y en la desembocadura de los ríos. »

¡Dichosa expansión de la raza anglo-sajona! Esa es la mejor voz de alarma para todas las naciones, y muy especialmente para las latinas, las más amenazadas por aquella raza que se cree superior. Y no es paradoja: Inglaterra hoy, en su incesante acción por extender su dominio sobre todo el globo, posee 24 millones de km.2, casi dos veces y media de superficie de Europa, y cuenta 315 millones de súbditos (1); posesionada de los puntos más estratégicos del planeta; apoderada del 80 por 100 del comercio universal, matando todos los de las otras naciones con astuta perseverancia; y con su predominio sobre los océanos, verdaderas vías de comunicación del mundo, amenaza matar por hambre á las demás razas civilizadas y convertirse en señora universal.

Cuenta hábilmente con la poca unión de sus adversarios, con sus ilusiones y su apatía; es posible que logre su intento, continuando su tradicional política exterior hacia una mira que nunca ha perdido de vista. Solo la Providencia, ya que los hombres se descuidan, pondrá el veto universal de la muerte á ese poderío, porque todo lo que nace, muere; único y triste consuelo que por espacio de algunos siglos tendrán los hombres no ingleses, cuando se vean sujetos irremediable y despóticamente al yugo anglo-sajón. ¡Alerta, pues, naciones latinas! La raza anglo-sajona os amenaza tanto en Europa como en América; en uno y en otro continente van descubriendo su pensamiento, con tanto menos disimulo, cuanta mayor es su fuerza. Dentro de poco dirán, parodiando la doctrina de Monroe: «El mundo es y debe ser para los ingleses.»

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Protesta de la Sociedad de Geografía de Lisboa, dirigida á todas las academias, sociedades, institutos y diarios con quienes se halla en correspondencia.

Pocos días há que la Sociedad de Geografía de Lisboa, tuvo la honra de comunicar á las sociedades congéneres la expresión sincera de su juicio acerca del conflicto diplomático surgido entre Portugal é Inglaterra.

Por deber y en consideración á la generosa solidaridad que á ellas nos une en las mismas aspiraciones y en idénticas. miras humanitarias y civilizadoras, depongamos ante esas ilustres hermanas nuestras en la ciencia, como nosotros, empeñadas en la santa causa de la paz, de la civilización y de la exploración científica del Africa, nuestra esperanza y nuestro leal deseo de que no vuelva á verse perturbada esa causa por pretensiones y codicias, tan ofensivas para la acción y para la soberanía legítima de nuestro país, como evidentemente contrarias á la verdad, á la razón y al derecho.

Y nuestra manifestación era tan oportuna como ciertas eran tales pretensiones, que, haciendo traición á la justicia de los pueblos, procuran há mucho tiempo y tenazmente falsear la Geografía y la Historia; que para favorecer y disfrazar las pasiones y avaros intereses de aventura y de secta, han organizado una conspiración de capciosa propaganda y de influencias brutalmente egoistas, con objeto de engañar á la opinión y de incitar á los Gobiernos contra el honrado pueblo que fué el primero en abrir el Continente Negro á la civilización y á la ciencia.

Perseguida y extinta la esclavitud en las costas portuguesas del Africa occidental, los intereses que la infame trata alimentaba, procuraron persistir y lo consiguieron por largo tiempo, bajo la protección de la política inglesa, hasta que nuestra acción civilizadora y nuestro derecho soberano les arrancó el último reducto, ocupando regular y definitivamente nuestros territorios del bajo Congo.

Precisamente un apresamiento hecho por la autoridad portuguesa de un barco negrero en la boca del río, motivó la formal oposición á que entonces ocupáramos aquel terreno, por parte del Gobierno inglés, ya indignamente engañado.

De igual manera se agitan hoy ferozmente los intereses de la licenciosa y opresiva explotación de los indígenas, las pretensiones de especulación y monopolio mercantil, el fanático espíritu de secta y las absorbentes ambiciones y envidias de predominio y de expansión política, contra el leal y persistente. empeño de Portugal en organizar y afirmar el orden, la seguridad y la transformación pacífica y civilizadora en nuestros dominios más remotos del Africa oriental, en el Zambeze, el Ñasa v el Mashona.

Algunos mercaderes y misioneros ingleses, establecidos bajo nuestra protección y nuestro favor en algunos puntos insignificantes y esparcidos de aquellos territorios, donde no han llevado ninguna acción benéfica, ensayaron convertir el hecho de tan precario y particular establecimiento en extensivo derecho de protectorado y dominio, en pró de la nación de quien se dicen súbditos, para sustraerse á la culta policía de la soberanía que les dió hospedaje, que tan generosamente los ha protegido y que es la única que puede ejercerse y se ha ejercido efectiva y pacíficamente en aquellas regiones.

La diplomacia británica acabó por adoptar tan abusivas pretensiones, procurando primero obtener nuestra anuencia y voluntaria cesión, á cambio de retirar sus formales pretensiones contra la posesión y ocupación portuguesa del Zaire, lo que equivale á reconocer nuestro derecho á lo que nos pedía, derecho que ahora nos disputa. Desbaratada la idea por la oposición de Europa en lo tocante al Congo, á los pocos años de la conferencia de Berlín, nos reclama Inglaterra, no ya la renovación de aquellas negociaciones, sino la pretensión formal de un derecho sobre un territorio, cuya cesión nos había pedido y procurado obtener por medio de largas compensaciones.

Después del fracaso de aquel tratado, por el cual esperaba la diplomacia inglesa arraigarse en las orillas del Ñasa, vinie

ron otros sucesos á exacerbar y recrudecer las pretensiones y la codicia británica, como fueron:

1. La incómoda concurrencia de otras potencias que por el Norte, por el lado de Zanzibar y en el mar Rojo tuvo que aceptar Inglaterra.

2. El saber que nuestros territorios entre el Zambeze y el Limpopo, y particularmente Mashona, son de los más ricos en oro de toda el Africa austral.

3. Nuestro decisivo esfuerzo por asegurar el desarrollo económico y político de nuestra colonia de Lorenzo Marquez, que tanto recelan las colonias inglesas del Sur, y que contraría á la obsesión británica por la absorción de los estados independientes del Africa austral.

4.o y último, el vigoroso impulso que procurábamos imprimir al desarrollo de los pueblos y territorios de nuestro vasto dominio africano.

Llegó á la mayor intensidad esa exacerbación de codicia, cuando nuestras expediciones científicas, mandadas por distinguidos oficiales é ingenieros y muy bien acogidas por los indí genas, estudiaban aquellos territorios y procuraban asegurarlos, en provecho del comercio lícito y de la colonización europea, por medio del camino de hierro, del telégrafo y de una policía civilizadora y cristiana.}

Entonces estalló el mercantilismo del monopolio, el fanatismo de secta y el insolente orgullo del predominio político, esa triste y opresora trinidad que pretende dominar el interior del Africa con el látigo de siete puntas, de que no há mucho se habló en el Parlamento inglés á propósito de las misiones del Ñasa, ó con las cadenas y cohetes de guerra que recientemente quisieron introducir por nuestras aduanas de Inhambane y de Quilimane, los pseudo-filántropos, ó con las armas de precisión entregadas al bárbaro Lubengula para esclavizar los pueblos del Mashona y robarles las minas de oro con que había de pagar á los ingleses aquellas armas.

Al mismo tiempo que algunos aventureros y agentes británicos azuzaban á un reyezuelo embrutecido y usurpador contra nuestras expediciones científicas, la política inglesa, la po

lítica de una noble nación europea nos intimaba con imperio aquellas pretensiones y codicias, como un derecho que no tenía fundamento alguno.

Esta es, á grandes ragos, la verdad de la situación, evidenciada amplia é irrecusablemente, con los fidedignos documentos que hemos exhibido y continuaremos dando al criterio imparcial del mundo y de la historia.

Con toda sinceridad, y en justa deferencia para con una nación culta y amiga, en el constante empeño de cooperar á que no se turbara la paz y la civilización de Africa, Portugal, poseída de su derecho y confiada en la dignidad y en la justicia de la nación inglesa, se prestó á discutir con aquel Gobierno aquellas desdichadas pretensiones, y á convencerle de la falta de base y de la sinrazón en que las apoyaba.

Ora exhibiendo ante el Gobierno británico los muchos títulos de nuestro derecho y los leales propósitos de nuestra acción, ora llamando con sincero deseo á un tercer Estado para que juzgue imparcialmente este pleito extraordinario, ó aceptando también la mediación ó examen de una conferencia de todas las naciones interesadas en la paz y en la civilización de Africa, Portugal ofrecía á Inglaterra todos los medios justos, seguros y decorosos de liquidar con ella esta cuestión leal y definitivamente.

Nunca dudamos de nuestro derecho ni abrigábamos el menor recelo de la justicia de las demás naciones ni de la conciencia universal.

El incidente á que ya hemos aludido (el ataque de una expedición científica en territorio que nunca nos había disputado la misma Inglaterra, por una horda de salvajes que sabemos fueron incitados á ello por agentes ingleses) movió al Gobierno británico á entablar reclamaciones y exigencias nuevas sin demostrar siquiera una vez el derecho que vaga é imperiosamente alegaba. Aquellas reclamaciones y aquellas exigencias aparecían absurdas y desprovistas de todo fundamento, como basadas en falsos y sospechosos informes.

Pero todavía se prestó Portugal á mandar que se suspendiese su acción y el trabajo de sus expediciones científicas en los

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