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didades que se pueden apetecer. Su temperamento es muy bueno y capaz de producir cuantos frutos se dan en el reino, y es mejor por sus abundantes y próximos pastos para cría de ganados de lana, mular y vacuno, sin el perjuicio de la intemperie del páramo, por la suma elevada de él y profundidad de esta planicie. Distará como unas tres horas de la laguna de Toca; me dijeron que los Barredas de Sogamozo poseen aquella tierra con título de merced; que de dicho pueblo se pudieran sacar vecinos que la poblasen por pasar de más de mil familias libres las que tiene.

El 12, volviendo á atravesar dicha quebrada de Soriano (que es la cabecera del río Cuciana que entra por abajo de donde se halla fundada ahora la ciudad de Santiago al río de Meta), proseguí subiendo la loma de las Minas, llamada así por ser de tierra pantanosa y de muchos barriales, que fué forzoso hacerlo á pie hasta bajar á Quebrada Honda. Proseguí por otra loma de mal paso y muchos saltos, á coger la cañada de igual camino de fangales y desaguaderos de varias quebradas, hasta la Loma de las Lajas, que toda es de piedra pizarra, con tantos resbaladeros cuantos pasos se caminan por ella, á los que se añaden algunos cangilones y saltos de más de vara, con mucha desigualdad en todo el piso, y como al pasarla estaba lloviendo, se hizo más intransitable y se tardó más de una hora en salir de ella.

De allí proseguí hasta el paraje que llaman el Contadero, próximo á la laguna de Ugenta, y dejándola sobre la derecha, proseguí la bajada y atravesé la quebrada que desagua de dicha laguna, la que se va á unir con las de Siama, que estas, con otras varias, componen el río de Labranza Grande. Pasé á dormir á la ramada que llaman Los Pozos, á orilla de la quebrada de el Bermejal en el centro del páramo, que aunque en invierno fué excesivo el frío que padecí, no obstante que está aquel paraje poblado de árboles, con dificultad se pudo encender candela, siendo inaguantable el frío por la mañana.

El 13, atravesé dicha quebrada del Bermejal y subí la sierra de dicho nombre, que es muy pendiente, tanto á la subida como á la bajada, con muchos saltos y cangilones, ha

ciéndola de peor piso la piedra suelta que rueda detrás de los caminantes y bestias; la que proseguí hasta donde llaman el Arenal, por haber un poco de llano. Luego se continúa bajando hasta la de Bizcocho. Más adelante está Hato Viejo, que son varias casas esparcidas por la loma, feligreses de Labranza Grande, tierra mucho más templada que la del páramo, que este comprende desde la loma de las Minas hasta la bajada del Bizcocho, que según el camino por donde se transita, se necesita más de un día para atravesarlo.

Dicho terreno de Hato Viejo declina su temperamento á cálido, y produce todos los frutos de él. Es muy á propósito para cría de ganados de toda especie y para poner una buena población, aunque sea de 300 vecinos, los que se pueden sacar del pueblo de Labranza Grande, que este pasa de 600 familias libres esparcidas sin necesidad (como las tierras frías), á largas distancias é internadas en los montes y quebradas, que si se verifica se podrá componer con muchas ventajas y alivio el camino del páramo, en el que se ve la poca curia que se ha puesto desde que lo comenzaron á practicar ó transitar. Dichas tierras las labran varios sujetos con título de merced en los mismos términos que los Barredas las de Toquilla.

Proseguí bajando dicha loma ó sierra hasta la quebrada de Siama, que atravesé por puente de á caballo; es bien caudalosa y veloz su corriente, con el fondo de muchas piedras grandes que impiden el vadearla, siguiendo así hasta que entra en el río de Labranza Grande, como llevo dicho. A la banda opuesta de dicha quebrada, me quedé á dormir aquella noche.

El 14, proseguí subiendo la loma del alto de la Cruz, sierra muy alta y pendiente con el piso de piedra gruesa suelta, y lo mismo su bajada hasta llegar á las orillas del río de Labranza Grande, de más de seis horas de camino. Atravesé dicho río por un puente de bejuco, que allí llaman hamaca, por ser de la misma figura estos enlazados. A modo de red pendiente de dos cuerdas paralelas de la misma materia, tendidas de la una banda á la otra del río, forman una galería en el aire y ofrecen á la vista el aspecto ó figura de una hamaca grande colgada en

cima del agua. Como son muy anchas las mallas de aquella red, tienen adentro para pisar algunas cañas abiertas y cortezas de árboles. Bien se echa de ver que debe arquearse mucho toda la máquina por su propio peso y mucho más cuando cargada, y que llegando el que pasa á mitad de su carrera, especialmente cuando hay viento, se halla expuesto á unos balances grandes, por donde se puede juzgar que puentes de esta he chura, aunque sea estrecho el río, no convidan al pasajero á la primera vista, sin embargo, los indios, poco animosos por su naturaleza, los pasan corriendo y cargados, riéndose de ver suspender al recien venido, que luego se avergüenza de mostrar menos resolución.

El 16, proseguí por tierra llana con el río sobre la derecha. y la falda de la montaña. Atravesé la Quebrada Grande, y después de media hora subí lo que llaman el Volador de Ga cha, que es un peñón con unos saltos formidables, que precisa á descargar las bestias para que pasen, ó suban por mejor decir, con bastante dificultad, y aun con esa precaución son muchas las que se han maltratado.

La causa de este paso es una eminente sierra muy áspera, que remata en aquella punta, y por la derecha la profundidad del río. La mucha desidia y poca curia de aquellas gentes, no ha arbitrado el echar el camino por otra parte, ó allanado el que siguen con tanto quebranto, pues es fácil su composición.

Proseguí subiendo y bajando varias lomas pedregosas hasta el río del Gallinazo, llamado así por sus aguas, que son muy turbias y de color de ceniza, el que distará del Volador como unos tres cuartos de hora.

Inmediatamente emprendí la subida de la loma de Corral de Piedra, muy pendiente, escabrosa y dilatada, caracoleándola, con muchos cangilones y saltos, en que se fatigan demasiado los pasajeros y bestias, y pasando por lo que llaman la Aguada, fuí á dormir á dicho Corral de Piedra, que son unas casas esparcidas por aquellos montes y quebradas de la feligresía de Labranza Grande.

El 17 acabé de subir la loma, como á cosa de media hora, y á su bajada atravesé el monte de Payá, en el que tardaría como

otra hora, tan fragoso como la subida, y en algunos pedazos de terreno que falta la piedra, hay muchos fangales, cangilones y despeñaderos muy peligrosos, que precisan á que se camine á pie para evitar el riesgo, provenidos estos malos pasos de que cuando se manda á los indios á componer los caminos, si es en tiempo de invierno allanan los fangales desembarrancando tierra de los costados con que los cubren, y como ellos comunmente caminan á pie y son prácticos para los deshechos, se les da poco de que se atasquen los que van á caballo y cargas, como sucede frecuentemente en aquellos parajes. Fuí á comer á una labranza de los indios de Payá, que está á la salida del monte y proseguí bajando la loma por tierra rasa, y con tanto caracol y piedra, que maltrata demasiado las bestias, sucediendo lo mismo en el poco llano que hay, por los muchos pantanales y piedra menuda hasta llegar al río de Payá, el que también atravesé por puente de bejuco hamaca, como là anterior, con mucha retardación en el paso de las cargas, y el de las mulas, que se echaron á vado, con lo que se maltrataron algunas, por las muchas piedras grandes que hay en el río y no es posible hacer pie en ellas. Proseguí subiendo una loma de igual piso. al anterior, hasta llegar á dicho pueblo, situado en la eminencia de ella.

El 18, con el río á la derecha y varias montañas desbarrancadas que tienen cerrado el camino á la izquierda, seguí bajando la loma, en que atravesé tres quebradas para llegar al llano que llaman de Miguel, que es de poca extensión y lleno de pajonal. Pasé luego la quebrada de dicho nombre y emprendí la loma del Degredo (llamado así por la guardia que ponen en ella para no dejar pasar á los que transitan de tierra donde hay viruelas) la que tiene muchos repechos, cangilones y piedras sueltas hasta atravesar el monte de Castro, subiendo siempre á la loma del alto de Chitacaba, que su bajada es por el monte de Morcote, hasta llegar á la quebrada de Tanga, y de allí se vuelve á subir á otra loma hasta dicho pueblo, que está fundado en una meseta muy alta Y de mal camino.

El 22 proseguí bajando la serranía con muchas vueltas y malos pasos. Á unas dos horas de bajada llegué al llano, que

sigue hasta las orillas del río de Tocaria, que no permitió vadearse por lo muy crecido, obligándome á pasar la noche á sus orillas.

El 25, con un grande aguacero y bastante riesgo, pasé dicho río, que por aquella parte es muy ancho y rápido, con muchas piedras grandes, de suerte que no pueden hacer pie las bestias, y es menester que vayan dos hombres con cada una, y con todo se mojaron las cargas, repitiéndose lo mismo en las quebradas del Calvario, de S. Javier, Radul y Salitre, por lo muy crecidas.

Antes del medio día llegué á la hacienda de Tocaria, que fué de los Jesuitas. Las muchas aguas y peores caminos para seguir al Macuco, me obligaron á detenerme para pedir embarcaciones y proseguir mi viaje. Poco más adelante de donde se vadea el río de Tocaria, le entra el de Payá, incorporado con todas las quebradas que se atraviesan desde aquel pueblo hasta el de Morcote.

El 23 despaché chasqui (1) en solicitud de dichas embarcaciones, que no vinieron hasta el 10 de Noviembre por la tarde, en que salí de Tocaria y fuí á Garcitas, que es el puerto, distante de allí como unas tres horas, á disponer las cargas y embarcaciones, que se reducían á dos curiaras (así llaman á las de un solo palo), muy pequeñas y de poco buque, la una tan celosa, que al más leve movimiento hacía agua por el costado, y es la que se señaló para mi trasporte, en que no tuve más recelo, por la poca profundidad del río, que el que sé averiase ó perdiese el equipaje.

El 11 me embarqué en dicho puerto de Garcitas, estando muy bajo dicho río de Tocaria, y por lo mismo, cada instante se iban varando las embarcaciones, siendo mucha la incomodidad que me causó la en que iba; se navegó aquel día muy poco, y me quedé á pernoctar en el puerto de Maní; así llaman á unas cuatro casas que hay en aquella ladera, donde gozan el beneficio de las tierras, y encontré otra embarcación para proseguir menos incómodo.

(1) Chasqui, correo, emisario.

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