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con él continuaron los que le sucedieron hasta Hixem III en 1031, época en la que se desmembraron en territorios independientes (Taifas) muchas demarcaciones como Sevilla, Málaga, Granada, Badajoz y otras, que eligieron sus jefes llamados Reyes de Taifa; este suceso es una de las manifestaciones de las luchas que rivalidades de tribu originaron en nuestro territorio.

A la división hecha de España por Ayud, sucedió durante el Califato de Córdoba, y para la mejor administración, la en seis provincias, que fueron, Granada, Murcia, Valencia, Toledo, Zaragoza y Mérida, no siendo comprendida la parte del Noroeste por ser en tal fecha empezada en ella la guerra de reconquista. Al frente de cada una de estas provincias había un Wall, representante del Califa, que tenía á su lado la Chamaa ó asamblea de notables, de orden consultivo, siendo encomendada la administración de justicia á un Cadí, y la económica á los almotacenes y los almojarifes. En el orden religioso y con funciones también judiciales vemos la institución del Cadi de los Cadies y del Consejo de los Cadies (1) que constituían un tribunal su

(I) El Cadiazgo ó Kadiazgo era la institución judicial por excelencia y recayó en personas tenidas por sabias; pronunciaba las sentencias conforme á ley y por delegación del Imam administraba los bienes de los incapacitados, velaba por el cumplimiento de últimas voluntades, intervenia en asuntos de los menores que no tenían tutor, é inspeccionaba el buen orden y aseo de las poblaciones y la conducta de testigos y mandatarios. También en el orden judi. cial vemos en aquella época el Sahib el madalim, Jefe ó Gobernador encargado de reparar las injusticias que se cometieran en todos los órdenes de la administración, judiciales, económicos y aun religiosos, y llegó á confiársele alguna vez la dirección de la guerra. A esta institución cree el señor Rivera Tarragó, nuestro compañero en el profesorado de la Universidad de Zaragoza, que es debida la del Justicia mayor de Aragón. Otro cargo del que también, como del anterior, habla el Sr. Ureña Smenjaud en su obra ya citada anteriormente, es el de Mufti verdadero oráculo que declaraba el derecho con plena autoridad por medio de decisiones que se llamaban fetiva, y en las que decidía en lo político, como en lo judicial, obligando estas á todos sin distinción, y originando á veces complicaciones políticas.-Sr. Ureña Smenjaud, lugar citado, páginas 543 a 549.

premo que, en última instancia, administraba justicia, desempeñando además algunas funciones de carácter religioso y de enseñanza pública.

El pueblo de la España árabe le componían los creyentes, muslimes, y los no creyentes, gentes del libro; entre los primeros eran los árabes puros (blancos) y los berberiscos (casi negros); entre los segundos, los católicos godos sometidos, los cristianos (mozárabes) que aceptaron la dominación, vivían relacionados con los árabes conservando cierta autonomía é independencia, propiedad é intervención en el orden político, y los judíos (1). Formaban un elemento intermedio en la sociedad española muslimica, los cristianos que renegaban de su fé (mowallad) que se decían adoptados en el Islam, los hijos de estos y los de padre musulman y madre cristiana ó judía llamados muladies á los que por el hecho de su nacimiento se les consideraba de lleno en la religión y comunidad mahometana.

En los primeros años de la invasión musulmana en nuestra península no cesó la lucha por los godos en defensa de su territorio, si bien la victoria no coronó sus esfuerzos; fuera de los débiles y de los que faltos de verdadero patriotismo se sometieron á los árabes Ꭹ vivieron con ellos, renegando algunos miserables de su fé religiosa, los verdaderos godos católicos de convicción profunda, de ánimo esforzado, no abatidos por la desgracia y en los que amor á la patria y el culto de la religión verdadera eran sus únicos sentimientos, fueron defendiendo el territorio

el

(1) Los llamados Gentes del libro, por haber recibido la revelación divina y poseer las Sagradas Escrituras, tenían derecho a la protección de la ley islamítica, pagando el tributo, y recibían los nombres de dimmi, (tributario protegido) siendo súbditos del Estado musulman; de mustamim, (el que esta tranquilo y seguro) cuando en él habitaban accidentalmente como extranjeros; y de harbi (enemigo) cuando pertenecen á un pais en guerra con los árabes.-Sr. Ureña Smenjaud, obra citada, nota á la página 552.

hasta llegar á guarecerse, cansados de luchar pero no rendidos á los nuevos invasores, en la aspereza y escabrosidad de las montañas astúricas y pirenáicas, confiados en la Providencia divina que, en día no lejano, había de proporcionarles el medio de reponerse de tanta pérdida y reconstituir su nacionalidad.

En absoluto despreciaron los verdaderos patriotas hispano-godos católicos el bienestar con que les brindaba el conquistador; fueron, por el pronto, vencidos en la lucha armada; nunca lo fueron por la hábil política de las gentes del Islam; la historia les consagra páginas brillantes, como anatematiza y niega valor y fé católica á los que se doblegaron ante las haces agarenas por conservar su vida y su propiedad que antepusieron á la vida y posesión del suelo

nacional.

CAPÍTULO XV.

RECONQUISTA DE ESPAÑA POR LOS HISPANO-GODOS: SUS PRIMEROS ANOS.-FORMACIÓN DE NUEVOS ESTADOS EN LA PENÍNSULA.—VARIACIONES Que sufre el DERECHO VISIGODO, ESPECIALMENTE EN EL ORDEN POLÍTICO.

Huyendo del poder de las huestes sarracenas los dispersos godos se refugiaron los unos en la Septimania y los otros en las sinuosidades de los Pirineos, de la Cantabria, Galicia y Asturias, siendo esta última comarca el centro principal de residencia que no poseyeron aquellos en su conquista, por más que, según algunos historiadores, llegaron hasta la parte llana más próxima varias tropas del walí Ayub, apoderándose de algunas aldeas y puertos de la Costa y retirándose después para seguir su principal empresa que era la conquista de la Galia gótica. En este tiempo figura como gobernador de Gegio (Gijón) (1) el jefe árabe Munuza, así llamado en las Crónicas cristianas, Othman ben Abu Neza en las arábigas, de quien se ocupó el P. Mariana admitiendo como cierta una novela referente á los amores y abuso de éste con una hermana de Pelayo, de cuyo hecho motiva, por venganza igual á la también fabulosa del Conde Julian y su hija, la insurrección de los godos de Asturias contra las tropas de Munuza.

(1) Masdeu sostiene que fué en Legio León, entonces de Asturias, y que los arabes no llegaron nunca á Gijón.

Desechada esta indicación del P. Mariana, resulta comprobado que el noble y antiguo Duque de Cantabria, Pelayo, hijo de Favila, de la familia de Rodrigo, en cuyas huestes militó como conde de los espatarios (1) y que se halló en Córdoba cuando esta población fué tomada por los árabes y algún tiempo después, llegó á Asturias y terrenos ocupados por los huidos godos, cuando el walí Alhaur (El Horr) se preparaba á nueva campaña en la Galia gótica. Deseosos los godos de hallar una persona de valor y de conocimientos bélicos suficientes á dirigirles en la realización de su deseo de reivindicar los territorios de que habían sido desposeidos, vieron en Pelayo un caudillo de excelentes condiciones, y proclamándole por tal, con su dirección empezaron la gran obra de la reconquista de la nación haciendo algunas incursiones en las comarcas vecinas de Cangas de Onis, entonces llamada Cánicas.

Poco preocupó ciertamente á el wali Alhaur éste levantamiento de los godos astures por creerles sin elementos para luchar, y no desistiendo de su proyectada expedición al otro lado del Pirineo, encargó á su lugarteniente Alkamah acudiera á sofocarle con el necesario contingente de guerreros, que algunos hacen subir á la cifra de 187000; con estos se presentó en el territorio sublevado, y á su presencia Pelayo y sus huestes se reconcentraron hacia Covadonga en las fuentes del Deba, ocupando el monte Auseba y colinas inmediatas, puntos formidables de difícil acceso y de facilísima defensa. En estos sitios tuvo lugar en el año 718 de la era cristiana la célebre batalla que fué el primer triunfo de los abatidos visigodos, el primer paso en la reconquista de España y el principio de la época de deca

I) Lafuente; Historia de España, tomo I, pagina 158, edición citada.

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