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tan certero, que llamó la atencion de Espinosa un hecho que no puedo escusarme de trascribir: «Tienen, dice (1), una >> habilidad extraña, y de notar que aunque sea gran canti>>dad de ganado y salga de golpe del corral ó aprisco, lo »>cuentan sin abrir la boca, ni señalar con la mano, sin fal>>tar uno. Y para ahijar el ganado, aunque sean mil reses >>paridas, conocen la cria de cada cual y se la aplican. Otras >>mil gentilezas hacen, como es arrojarse de una peña abajo »><con una lanza, muchos estados, que los son á todos no»torias, no quiero gastar tiempo en escribillas.»

Conservábase en Tenerife la tradicion de que aquella isla habia sido habitada algun tiempo por Gigantes. Espinosa (2) dió crédito completo á esta fábula, y todos los autores le han seguido en ese punto, fundados solamente en el testimonio de aquel escritor. «Hubo entre ellos, cuenta, »Gigantes de increible grandeza, que porque no parezca co»sa fabulosa lo que se refiere de ellos no la digo.»>-«De uno >> afirman todos en general y se tiene por cosa cierta y ave»riguada, que tenia catorce piés de largo, y tenia ochenta >>muelas y dientes en la boca. Y dicen que el cuerpo de éste »está mirlado en una cueva grande, sepultura antigua de >>los Reyes de Güimar, cuyo sobrino era, que está en Guada»moxete. Éste murió en una batalla que con los hijos del >>Rey de Tegueste tuvo, y dicen que yendo á la batalla, di»jo como habia de ser muerto en ella á manos de los sobre»>dichos, mas que aquel que levantase su banot (que era la »arma con que peleaba) ese vengaria su muerte, y así fué.»

Por lo que á mí hace, no puedo dar crédito á semejante cuento, y aún creo que tratándose de una estatura tan gigantesca y de un número tan excesivo de dientes y muelas, todos opinarán como yo. Es verdad que todavia en la Isla de Tenerife existen pueblos habitados, casi en su totalidad, por descendientes de los Guanches, distinguiéndose por su fuerza extraordinaria y elevada estatura, mas esto no quiere

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decir ni mucho menos, que con ellos se acredite la existencia de un hombre de catorce piés de alto, imposible desarrollo en la constitucion humana, segun la ciencia lo tiene demostrado.

Les agradaba extraordinariamente el baile, á cuyo ejercicio, tanto hombres como mujeres, se entregaban con frenesí. Segun los autores que más han estudiado las costumbres de aquellos isleños, ese baile era el Canario, de que ya me he ocupado en otro lugar.

Celebraban grandes convites, en los que presentaban las carnes preparadas del mismo modo que en Gran-Canaria; «porque, segun Espinosa, decian ellos, que tenia más >>sustancia que cuando estaba muy asada». No hacian uso de bebidas fermentadas, que reservaban para sus enfermedades, y sólo tomaban agua; pero con tal método que no la bebian sino pasada media hora de haber comido cosa caliente.

Parece que á aquellos isleños no les llamaba mucho la atencion las galas y adornos, pues no he encontrado cosa alguna sobre este particular en los historiadores que se han ocupado de Tenerife, excepto en el Bachiller Antonio de Viana que dice lo contrario, si bien como poeta se vió tal vez en la necesidad de sacrificar la verdad histórica al atractivo de la poesia. Esto no quiere decir que fuesen desaseados, antes por el contrario se bañaban con frecuencia. A este propósito debo hacer mérito de una circunstancia tan rara que parece increible; y es que, segun nos dicen los escritores antiguos, los Guanches de Tenerife no sabian nadar, cosa extraña tratándose de habitantes de pueblos marítimos y que serian la única excepcion en todo el Archipiélago. Yo, si no niego esa asercion, tampoco estoy dispuesto á darle completo crédito, pues es sabido que cuanto más el hombre se acerca al estado natural, y cuanto mayor es la ignorancia del peligro á que se expone, mayor es tambien su arrojo y atrevimiento, lo que les llevaria indudablemente á un ejercicio que los pueblos más salvajes han practicado. Por otra parte, siendo sus alimentos más apreciados el pescado

y los mariscos, para recoger unos y otros era indispensable de todo punto internarse en el mar á fin de tender la redes y llegar hasta los bajos poco distantes de la costa donde abundan las lapas, los burgaos, las clacas, etc. etc.

Como los otros Guanches, los de Tenerife estaban adornados de grandes cualidades morales, siendo la que más se distinguia en ellos el cumplimiento de la palabra empeñada, especialmente tratándose de los desafios en la lucha, en el salto, en la carrera y en cuantos ejercicios fundaban la fama de hombres atrevidos, fuertes y valerosos, pues que la cobardia era no solamente despreciada, sino que el cobarde era asimismo castigado por la ley. Observaban la más estricta legalidad en sus tratos, y eran incapaces de engañarse unos á otros, ya fuera por inclinacion natural, ya por que habia establecidas severas penas contra el defraudador. Tenían una idea elevada de la justicia, y los castigos se apli caban con tal rigor y en tal proporcion al delito, que ninguno escapaba de la pena merecida, cualquiera que fuese la categoría del delincuente. El robo, el adulterio y la falta de respeto á los sacerdotes y personas sagradas eran penados con la muerte.

Al tratar de la religion de los Guanches de Tenerife ha habido suma discordancia entre los escritores, pues en tanto que unos los han creido idólatras, otros nos los han presentado como deistas puros. Por lo mismo me limitaré á exponer lo que sobre este punto se ha dicho en vista de los antecedentes y de los hechos que pudieron aprender los más antiguos escritores, ya por los prisioneros que se hicieron pocos años antes de la conquista, ya por los que quedaron en su patria y permanecieron entre los invasores. El primero que describió las costumbres de los habitantes de aquella isla fué Gomez Eannes de Azurara, y tratando de su religion escribe (1): «y creen que hay Dioses». Aluisio de Cademosto se expresa en los términos siguientes (2):

(1) Gomez Eannes de Azurara, op. cit., cap. LXXXI. (2) Cademosto, Viajes.

«No tienen ninguna creencia; pero algunos de entre ellos »>adoran el Sol, otros la Luna, y varios los planetas con » apariencias de idolatría». Fray Alonso de Espinosa no es desgraciadamente bastante explícito sobre punto tan inteteresante, y como este autor ha sido en todo la guia de los que han escrito despues de él, no me puedo excusar de copiar lo que dice: oigámosle (1): «Mas procedan de donde »quisieren, que ellos fueron gentiles sin ley alguna, ritos ni >>ceremonias, ni dioses como otras naciones. Y aunque co»nocian haber Dios, al cual nombraban por diversos nom«bres y apellidos, como son Achuhurahan, Achahucanac, »Achguayaxerax, que quiere decir el grande, el sublime, el >>que todo lo sustenta, no tenian ritos algunos ni ceremo»>nias, ni palabras con que lo venerasen». Y más adelante añade (2): «El conocimiento que los naturales Guanches te>>nian de Dios era tan confuso, que sólo conocian haber»lo, conociendo y alcanzando haber un hacedor y sustenta»dor del mundo (que lo llamaban como dicho tengo Achgua»yaxerax, Achoron, Achaman, sustentador de cielo y tier»ra); mas ni conocian inmortalidad de las almas, ni pena, »>ni gloria que se les debiese».-«Con todo esto conocian »haber infierno y tenian para sí que estaba en el pico de »Teyda, y así llamaban al infierno Echeyde y al Demonio »Guayota».

El poeta Viana dá como cierto lo asegurado por Espinosa en las siguientes estrofas (3):

.

Ídolos no creyeron, ni adoraron,

Ni respetaron á los falsos dioses

Con ritos y viciosas ceremonias,

Mas antes con amor puro y benévolo

En una causa todos concurrian,

Creyendo y adorando en un Dios solo,

Cuyo ser infinito, omnipotente,
Justo, clemente, y pio confesaban,

(1) Espinosa, op. cit., lib. I, cap. IV, pág.

Id., ibid., lib. I, cap. V, pág. 8. (3) Viana, op. cit., Cant. I, pág. 21.

8.

Llamándole en su lengua Hucanech,
Guayaxarax Acucanac Menceito
Acoron, Acaman, Acuhurajan,
Que son sublimes y altos epitetos,
Que significan, Todopoderoso,
Sustentador y Autor de lo criado,

Sin principio y sin fin, Causa de causas.

El caballero Edmundo Scory es más explícito, pues manifiesta (1), «que tenian algun conocimiento de la inmorta>>lidad y castigo de las almas, porque creian que habia un >>infierno que se hallaba en el pico de Teide, y llamaban al >>Infierno Echeyde y al Diablo Goyota».

Abreu Galindo copia en parte á Espinosa y entra en las siguientes consideraciones (2): «Esta isla de Tenerife se >>>llamaba en su comun hablar Chineche, y á los naturales >>llamaban Bincheni, y adoraban á Dios á quien llamaban >>Guayaxiraxi, y á santa María, despues que les apareció, la >>> llamaban Chaxiraxi. Y es de notar que Guayaxiraxi, quie»>re decir la que carga el que tiene el mundo. Y por otro >>nombre llamaron á santa María Atmayceguayaxiraxi, que »>quiere decir, la madre del que carga al mundo, y no ado»raban ídolos, ni tenian otra cosa á quien adorar sino á >> Dios y á su madre, aunque no tenian otra inteligencia de >>las cosas de Dios. Llamaban tambien á Dios por otro »nombre Atguaychasanataman, que quiere decir, el que tie»ne el cielo, porque Ataman quiere decir cielo».

Nuñez de la Peña, áun cuando tambien sigue á Espinosa, añade por su parte (3): «Los de la isla de Tenerife, »>llamaban á Dios con diferentes nombres, Achuhurahan, »>Achahucanac, Achguayaxerax, Huchanech, Menceito, Aco»ron, Acaman, que en su lengua queria decir grande, su>>blime, el que todo lo sustenta, autor de lo criado, sin prin>>>cipio y sin fin, causa de las causas, no conocieron, que hu>>>biese inmortalidad en las almas, ni que tuviesen pena ni

(1) Edmund Scory, op. cit., pág. 130.

(2) Abreu Galindo, op. cit., lib. III, cap. XIII, pág. 197. (3) Nuñez de la Peña, op. cit., lib. I. cap. III, pág. 25.

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