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el acibar cuando tomaba en sus labios el nombre del que habia sido su valedor. Escribió pues una Intrigas de Memoria sobre el interes del Estado en la eleccion Escuiquiz. de buenos ministros, en la que al pintar el cuadro de un mal secretario recargado con los mas feos colores, no se recataba de aludir indirecta pero claramente al de la Paz. Presentó su escrito á los reyes y mezcló algunas malignas alusiones que eran como las últimas pinceladas que marcaban mas y mas la semejanza del retrato con el original. Al propio tiempo Carlos IV admitió la dedicatoria de su poema titulado Méjico conquistada: y seguro del favor del monarca se imaginó allá en su idea primer ministro de España. Mas Escoiquiz se habia engañado: el duque de la Alcudia no habia perdido la gracia del soberano, y los ataques del canónigo sirvieron solo para preparar el golpe que algun tiempo despues descargó la fortuna sobre su cabeza.

Habia el maestro inflamado la naciente ambicion de su real alumno por cuantos medios alcanzaba su influjo sobre un jóven que aun no habia cumplido los tres lustros. Impaciente de que el príncipe se presentara en la escena política para poder Escoiquiz lucir sus talentos en los discursos que le compondria y para penetrar los secretos del gabinete, inspiróle el deseo de acudir al consejo y al despacho del monarca. Carlos IV, que en edad madura no habia podido lograr igual distincion de su padre, escuchó con desagrado la proposicion del canónigo, que ponia en los cielos las relevantes prendas del de Asturias dando por .prueba su precoz anhelo de ocuparse en los asuntos del Estado. Y conociendo el rey que en los años mas floridos de la vida no se engendra de suyo en el pecho humano esta pasion del mando, atribuyóla al preceptor, y condenando tanta impa

Su destierro

ciencia, le nombró arcediano de Alcaráz, digni-
dad del cabildo de Toledo, y le desterró de la cor-
te. Escoizquiz airado concibió odio eterno á los á Toledo.
reyes Carlos y Luisa, y despues de haber persuadi-
do á su alumno que la repulsa era obra del de
la Paz se preparó para el viaje. Pero poseía ya to-
da la confianza del príncipe de Asturias, era su
norte, su amigo, el que halagaba las pasiones mas
dulces en la juventud, y Fernando no podia olvi-
darle. Desde su destierro pues y por medio de al-
gunas personas de la servidumbre sostenian una
correspondencia no interrumpida, y algunas veces
disfrazado el arcediano pasaba á la corte á visi-
tar á su discípulo querido.

No era dificil el misterio, considerada la libertad que gozaban en España los infantes, y su ocio por usanza antigua del palacio. Para dar una idea de las costumbres y método de vida que seguian los hijos de nuestros reyes al espirar el siglo decimo octavo, describiremos el modo que tenian de distribuir el tiempo, segun lo cuenta en sus Memorias el príncipe de la Paz. Cumplidas por la mañana sus devociones y oida la santa misa, érales permitido recibir visitas hasta las once y media en que pasaban al cuarto de sus padres, en cuya compañía permanecian hasta la hora de comer. Regresaban despues á sus cuartos, comiendo cada uno en el suyo; y por la tarde salia á paseo cada infante en su coche escoltado por un piquete de guardias, pero dirigiéndose por lo regular á un mismo punto toda la familia. Por la noche hacian la corte á los reyes por espacio de media hora, y vueltos á sus aposentos admitian á los sugetos que mejor les parecia. Siempre que se trasladaban de una habitacion á otra en el palacio, acompañábales un gentil hombre de su respectiva servidumbre. Tal era la etiqueta que les estaba prescrita: si se aco

Etiqueta

Prescrita á

nuestros príncipes.

apoleon Bo

na parte,

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modaba ó no con la escogida instruccion que correspondia á los que la fortuna destinaba al trono, díganlo los príncipes que lo han ocupado en nuestra patria.

En medio de las turbulencias y desastres de la Francia, como relámpago que nace entre truenos, Aparicion de apareció un ingenio colosal, un soldado venturoso que dominaba á la fortuna, á los tiempos y á los hombres. Despues de haberse cubierto de laurel en la falda de los Alpes, en las orillas del Pó, al pie de las pirámides de Egipto, refrenó con mano poderosa el monstruo de la anarquía, y saltando al despeñado carro del gobierno, asió con firmeza las riendas y pascó la bandera tricolor victoriosa por toda Europa. El nombre de Napoleon. volando en alas de sus triunfos llenó el orbe entero. Consul primero, emperador despues, ciñó sus sienes con la corona de Carlo Magno y fue ungido por el supremo pontífice. Proclamado rey de Roma, vencedor de las naciones, dilatador de los límites de su imperio mas allá del Rhin, conquistador ambicioso, ¿quién podia oponerse á los golpes de su acero, al irresistible prestigio de un héroe que todo lo deslumbraba con los rayos de su gloria?

Su hermano Luciano Bonaparte, embajador en (*Ap. num. 5.) nuestra corte (*), en una conferencia secreta que tuConferencia vo con el príncipe de la Paz dejó traslucir la pode Luciano Bo-sibilidad de que conviniese á los intereses del em

naparte.

perador enlazarse con los Borbones de España tomando por esposa á la princesa Isabel, hija de Carlos IV. Alarmado este monarca con semejante anuncio, y conociendo cuán peligroso sería negar la mano de la infanta á aquel feliz guerrero, si llegaba el caso de solicitarla, quiso evitar el compromiso casando á su hija con su sobrino el heredero del trono de Nápoles. Y pareciéndole al pro

pio tiempo que el príncipe de Asturias frisaba en edad proporcionada, resolvió igualmente su matrimonio con su sobrina la princesa María Antonia. Ocupaba el solio napolitano un hermano del rey de España casado con la archiduquesa Carolina, que se distinguia por su odio al gobierno francés y sus íntimas relaciones con los ingleses. Carlos IV se proponia tambien con estas bodas estrechar la union de las dos cortes y atraer á los reyes de Nápoles á la alianza francesa para evitar antici padamente el compromiso en que debia ponerle tarde ó temprano una guerra del imperio con los napolitanos.

Cuando el de la Paz supo de boca del monarca español el plan de este doble matrimonio elogió su prevision y la idea de unir la infanta doña Isabel con el príncipe su primo: mas no le parecieron tan ventajosas las bodas de Fernando. No habia cumplido aun 18 años; y sus maestros habian empleado tan poco esmero en la cultura de su talento, que por efecto de su descuido y de las casualidades acumuladas en contra de su instruccion era conveniente consagrar á ella mas tiempo. El que ha de empuñar el cetro y regir una nacion numerosa debe adornar su mente con los estudios necesarios para hacer la felicidad de los pueblos que gobierne. Pensó pues Godoy que debia Carlos IV para perfeccionar la educacion de su hijo y proporcionarle el conocimiento de los hombres enviarle á viajar por las naciones estrangeras antes de realizar su proyecto. El rey no aprobó el pensamiento de su favorito; mas queriendo obrar siempre por consejo de sus ministros consultó al marques Caballero, que no solo alabó el enlace meditado, sino que procuró demostrar á los reyes cuán arriesgado sería consentir el viaje del príncipe de Asturias en las espinosas circunstancias que rodeaban el gabine3

T. I.

con María An

tonia y de Isadero de Nápo

bel con el here

les.

te hispano, roto el equilibrio de Europa por las conquistas del francés. Prevaleció la opinion del marques Caballero, y los dos matrimonios quedaron ajustados por ambas cortes, cerrando los ojos á las consecuencias que debian preveerse al concluir el estudio y finalizar con este acto la educacion del heredero de la corona.

Los reyes y el favorito acompañaron á sus hijos á Barcelona, donde en Octubre de 1802 se Matrimonio celebraron las bodas de Fernando con la princesa de Fernando María Antonia y de la infanta Isabel con el príncipe heredero de Nápoles en medio del entusiasmo popular y del regocijo con que fueron saludados los augustos novios. Los honores y dignidades tan rápidamente prodigados al príncipe de la Paz comenzaban á despertar la envidia, las murmuraciones y el descontento entre los cortesanos; y todos fijaban sus ojos en el de Asturias arrastrados por la influencia de su estrella que constantemente le fue propicia. De Barcelona regresó la familia real por Valencia á Madrid, donde fueron recibidos con toda la pompa y regia magnificencia que en tales casos se acostumbra.

Y no solo el hacinamiento de honras en la persona de Godoy entibiaba el amor de los españoles á su monarca, porque no menos descontentaba á los hombres ilustrados el despotismo del marques Caballero, que llevado de su carácter suspicaz y absoluto, mandó suprimir, al dar á luz de nuevo la Novísima Recopilacion, los cánones de los concilios de Toledo y las leyes fundamentales de la monarquía que tratan de la obligacion de juntar las Cortes del reino en los casos árduos y espino(* Ap. lib. 1. sos (*). núm. 6.)

La intriga, que nunca duerme en los palacios, llevó á los oidos de Fernando y de su esposa el consejo del príncipe de la Paz á Carlos IV de re

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