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Arterías del ministro Caba

tardar las bodas y enviar su hijo á viajar por los
reinos estraños. La prevencion del hijo de los re-
yes contra Godoy se trocó en odio cuando Caba-
Ilero le dió esta noticia, porque imaginó que el
privado le habia atacado abierta y hostilmente, y meros
que tendia á separarle de sus padres con malva-
dos designios. Y cuando andando el tiempo supo
tambien que el ministro favorito habia por un
momento resucitado el antiguo proyecto del rei-
nado anterior de levantar en América tres tronos
para otros tantos infantes de España, y conservar
asi mejor gobernadas aquellas ricas posesiones, no
le cupo duda de que trataba de dispersar la fami-
lia real y de que llevaba envuelta entre tinieblas
alguna idea siniestra. El arcediano Escoiquiz, que
pasó desde su catedral de Toledo á felicitar á los
reciencasados, confirmó las sospechas concebidas y
aseguró á su alumno que la ambicion del ministro
era tan grande que no cabiendo en sí de orgullo,
intentaba escalar el trono, pero que se encargaba
de precaver un atentado tan enorme por todos los
medios posibles. Godoy estaba enlazado con la fa-
milia real por su matrimonio con una hija del di-
funto infante don Luis; y asi es que de mil modos
escitaba los recelos de sus enemigos. Aqui tuvo ori-
gen un partido, manantial fecundo de aconteci-
mientos en España, y cuyo principio, estension,
planes y sentimientos políticos iremos desarrollando
en el discurso de esta Historia.

La princesa María Antonia se distinguia por sus talentos, por la perfeccion con que poseía los idiomas estrangeros, la literatura antigua y moderna, y la historia. Igual en edad á su esposo, orguIlosa, viva de genio, dominadora por carácter y adorada de Fernando, aprobó el pensamiento de Escoiquiz y le profesó el mas cordial cariño como á maestro y amigo del de Asturias. Habia recibi

:

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Carácter de la princesa An

tonia.

num. 7.)

do de su madre la reina Carolina el encargo

(*. Ap. lib. 1, especial (*) de profundizar los secretos del gabinete de Madrid y participarle hasta los detalles mas insignificantes. Ya dijimos que la reina de Nápoles era apasionadamente adicta á los ingleses; y como el gobierno español conservaba su alianza con el de las Tullerías podia por conducto de su hija sorprender las intenciones de aquel y comunicarlas al ministerio de la Gran Bretaña. Madre é hija se escribian casi diariamente, y la princesa de Asturias preguntaba á cuantos la rodeaban, y escribia lo que le decian letra por letra á la reina Carolina. Hostiles de este modo á la Francia y partidarias de la Inglaterra, creían que con el triunfo de esta y el vencimiento de Napoleon, derribarian al de la Paz é influirian solos los príncipes en el ministerio hispano. Esta corresponden(* Ap. lib. 1. cia tan secreta (*), que años adelante al entrar núm. 8) los franceses en Madrid se encontró entera en el dencia secreta retrete del duque del Infantado, no solo mostraba con su madre. el odio que Godoy se habia concitado en los au

Su correspon

gustos consortes, sino que traspiraba tambien el ansia de mandar y el deslumbramiento que en sus ojos habia causado la riquísima diadema del rey Carlos. Contaban los dias del anciano padre, exageraban sus achaques, y parecíales á cada instante que se abria su sepulcro y les dejaba libre el áureo cetro. Asi fija la vista en la guerra de Europa aguardaban con ansia los sucesos y procuraban tener abierta esta puerta esterior por si se retardaban sus esperanzas interiores.

El arcediano de Alcaráz, inscribiendo en las banderas de su díscipulo á los duques del Infantado y de San Carlos, al conde de Teba, que despues lo fué de Montijo, á Orgaz, Villariezo y otros individuos de la servidumbre, echó los cimientos de aquel bando poderoso que fuente humilde en su

Partido del

turias.

principio, creció y se convirtió en impetuoso torrente y arrebató tras sí la opinion popular. Envió príncipe de Ascomisionados á las provincias que preparasen indirectamente al vulgo, refiriesen las relevantes prendas del heredero de la corona, su amor á la religion; y el despotismo que á su decir ejercia el favorito de los reyes privando á Fernando de toda intervencion en los negocios, y cerrándole hasta las puertas del consejo. Carlos IV se inclinaba por aquel tiempo á la opinion de sus ministros que le amonestaban para que concediese á su hijo la entrada en el despacho; pero una carta dirigida á la reina de Nápoles é interceptada por Napoleon descubrió las relaciones íntimas de los príncipes con aquella corte y su ninguna reserva en materias de Estado. Quedó desechado pucs otra vez el proyecto y se añadió fuego á la hoguera de aquel odio inveterado que dividia las dos parcialidades del de Asturias y el de la Paz.

Envia agen

Los comisionados encontraron las provincias tes a las proabonadas para sembrar á manos llenas la cizaña: vincias. el descontento que Godoy escitaba generalizábase de dia en dia. Los medios que le habian servido para llegar al colmo de la grandeza y la rapidez con que habia conseguido tocar la cúspide del poder volando sin las alas del ingenio, provocaron, como llevamos dicho, la envidia y las murmuraciones. Por otra parte los pueblos sufrian grandes trabajos, no solo por efecto del mal gobierno, sino tambien por resultado de las guerras que devastaban entonces las naciones: y el vulgo, que siempre atribuye á los ministros sus desgracias, reconcentraba todo su aborrecimiento en el príncipe de la Paz, á quien creía omnipotente. Necesitábanse manos mas espertas para guiar el timon del Estado en tan desecha tormenta; deseábase un piloto que nos libertase del naufragio, porque las intenciones mas

Causas de su

incremento.

los frailes.

puras no salvan una nacion: los hechos, las victorias responden únicamente del que manda y prueban su talento.

A estos motivos justos añadíanse causas muy distintas y de mas grave consecuencia. La venta de algunos bienes pertenecientes á manos muertas, la construccion de cementerios en despoblado y otras reformas que honran aquel reinado desagradaron al clero, que con sus maquinaciones comenzó á atacar la opinion del privado y á subir á las nubes el nombre de Fernando. Pregonaban sus amigos que este religioso príncipe no tocaria con sus manos las aras, ó lo que para ellos mas importaba, las rentas de los ministros del altar, y que al contrario aumentaria su ornamento y esSe le unen plendor. Cada fraile se convirtió en un misionero furibundo, en un clarin sonoro de la fama que llamaba á las banderas del príncipe á sus afiliados y anatematizaba y fulminaba rayos sagrados contra el de la Paz y sus partidarios. Y cuando llegaron á descubrir que el ministro habia osado impetrar de Roma una bula para reformar los institutos monásticos, creció hasta tal punto el encono que se desataron en improperios y calumnias. El solio, siempre acatado en España, sufrió sus ataques, y emplearon hiel y retama en vez de colores para pintar exageradas las pasiones, las debilidades de que nunca se han libertado ni el cetro, ni el pellico, ni la misma intolerante cogulla. Las valientes pinceladas con que Tácito dibuja los desórdenes de Mesalina y de Popea quedaban oscurecidas al lado de sus impúdicas pinturas. Pensaban que el palacio era el claustro, y que la historia privada de los monarcas hispanos se encuentra en las elocuentes páginas del virtuoso Mariana. La reina María Luisa, cuya viva imaginacion y talento rayaban muy altos, al ver trocado en odio el amor que la corte

"pue

les habia profesado, dijo que Madrid era " blo de buenos príncipes y de malos reyes.

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Carta inter

ceptada por Na poleon.

Napoleon interceptó de nuevo un correo, como acostumbraba, y muy desazonado remitió á Carlos IV otra carta de la princesa María Antonia á su madre en que despues de herir con descorteses invectivas á los reyes, hablaba contra la Francia con todo el ardor que le inspiraba el odio. Dábale en ella las noticias mas abultadas ó falsas, y le ofrecia trabajar con toda su alma para romper la alianza del gabinete español con el emperador de los franceses. El rey, viendo el compromiso en que la imprudencia de la princesa le ponia, encargó á la reina María Luisa que manifestando que Carlos IV nada sabia, y como si naciese de ella enseñase el malhadado pliego á la esposa del de Asturias y la aconsejase cuan benignamente pudiese, mas reserva en lo futuro. La reina se produjo de- Escena entre lante de sus hijos con la dulzura y amabilidad que nuera. eran de esperar de su cariño; pero la princesa se irritó, respondió desacordadamente á su suegra, y en tales términos la trató que hasta el mismo Fernando reprendió á su compañera el orgulloso tono que empleaba.

La princesa de Asturias seguia el plan que se habia propuesto con una constancia no comun en su sexo, y su marido le servia de atalaya y esplorador para penetrar los designios que anhelaba. Habíase encendido la guerra contra los ingleses, y la escuadra francesa de Tolon y la nuestra de Cádiz se preparaban á emprender su rumbo, cuando Fernando preguntó al príncipe de la Paz á qué punto se encaminarian las escuadras combinadas. Para no comprometer el ministro secretos de Estado de tal importancia, respondió equivocadamente de intento, que la de Tolon navegaria hácia el Egipto, y que las otras esperarian ocasion opor

la reina y su

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