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que se presentase en la ventana comenzaria el fuego. Saqueo de la Levantóse descomunal gritería de mueras é imcasa de Godoy. properios á Godoy, cuya casa acometió la frenética plebe entrándola á saco despues de haber atropellado y forzado la guardia del almirante. Confundíanse los siniestros rostros de algunos paisanos con los disfrazados criados de palacio, los monteros del infante don Antonio y los soldados sueltos que á la desbandada se habian reunido á los amotinados. Encendida una hoguera. arrojaban á ella los muebles ricos y preciosos que alhajaban los salones, y en medio de aquel infernal desorden y arrebatada violencia, separábanse para entregar alrey las veneras y collares de las órdenes con que habia sido condecorado el príncipe, como si los rebeldes quisieran hacer ostentacion, y dar prueba de que los capitaneaban gefes de mas elevada esfera. Y asombraba también que en medio de tantas alhajas y prendas de valor que formaban admirable contraste con la pobreza y sucia traza de la mayoría de los conjurados, ninguno guardase para sí cosa alguna y alegremente lo entregasen todo á las llamas y á la destruccion. En valde habian los sediciosos escudriñado los gabinetes y mas secretos aposentos; en ninguna parte parecia su víctima, que á decir del populacho, habiase escapado por alguna puerta no conocida, y escondidose en el palacio de los reyes. Cansados de buscarle y hartos de destruir acompañaron al alcázar real á la esposa é hijo del principe de la Paz, cuyas disensiones domésticas eran públicas en la corte; y para manifestar que el odio profesado al marido no se estendia á su muger, tiraron los sublevados de la berlina. Concluido el primer ensayo de su poder, retiráronse los soldados á sus cuarteles, y los demas á sus madrigueras despues de haber custodiado la sa

queada casa con dos compañías de guardias españolas y valonas para que impidjesen nuevas tropelías.'

Amaneció el dia 18, y el rey dió el siguiente decreto. "Queriendo mandar por mi persona el ejército y la marina, he venido en exonerar á don Manuel Godoy, príncipe de la Paz, de sus empleos de generalísimo y almirante, concediéndole su retiro donde mas le acomode. Tendréislo entendido y lo comunicareis á quien corresponda. Aranjuez 18 de Marzo de 1808. A don Antonio Olaguer Feliu." Publicado este decreto victorearon estrepitosamente á Carlos IV los regocijados ánimos, rogando á la familia real que se presentara en los balcones, como lo verificó en' medio de la tribulacion y del dolor que cercaban á los dos esposos. Sin embargo, no presentian todavía un infortunio mayor que la caida de su valido; y al ver á la multitud agrupada en torno del alcázar, ébria de gozo y aclamando sus nombres, olvidaban los recelos de que la tormenta les hiriese en la cabeza. Entonces escribió el monarca al emperador de los franceses la siguiente carta.

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Su caida,

los IV á Na

polcon.

"Señor mi hermano: hacia bastante tiempo Carta de Carque el príncipe de la Paz me habia hecho reiteradas instancias para que le admitiese la dimision de los encargos de generalísimo y almirante, y he accedido á sus ruegos; peró como no debo poner en olvido los servicios que me ha hecho, y particularmente los de haber cooperado á mis deseos constantes é invariables de mantener la alianza y la amistad íntima que me une á V. M. I. y R., yo le conservaré mi gracia.

"Persuadido de que será muy agradable á mis vasallos y muy conveniente para realizar los importantes designios de nuestra alianza, encargarme yo mismo del mando de mis ejércitos de tierra y

:

Prision de su

Diego.

mar, he resuelto hacerlo asi, y me apresuro á comunicarlo á V. M. I. y R., queriendo dar en esto nuevas pruebas de afecto á la persona de V. M., de mis deseos de conservar las íntimas relaciones que nos unen, y de la fidelidad que forma mi carácter, del que V. M. I. y R. tiene repetidos y grandes testimonios.

"La continuacion de los dolores reumáticos que de un tiempo á esta parte me impiden usar de la mano derecha, me privan del placer de escribir por mí mismo á V. M. I. y R.

"Soy con los sentimientos de la mayor estimacion y del mas sincero afecto de V. M. I. y R. su hermano-Carlos."

Los soldados sublevados apoderáronse de la hermano don persona de don Diego Godoy, hermano del príncipe de la Paz, le despojaron de las insignias de coronel de guardias españolas, y despues de haberle maltratado, arrestáronle en su cuartel. Asi aflojados los lazos de la disciplina militar, y encomiada la sedicion, preparábanse sin saberlo los amargos años de ominosa memoria que han devastado la desgobernada patria. En tan funestas revueitas hállase el origen de la preponderancia de las masas proletarias, que banderizando el reino lo han dominado óra en nombre de la tiranía y de la cogulla, ora al impulso de rebeliones militares, y siempre bajo el cetro de hierro de la anarquía.

La agitacion continuaba sordamente apoderada de los espíritus; y aunque breves instantes reprimida, no estaba apagada, á manera de la llamaque para cebarse en las ramas contiguas se amortigua y vuelve á levantarse y á relucir con mayores brios y esplendor. Temeroso el anciano Carlos de nuevos trastornos, mandó á los secretarios del despacho que pasasen la noche del 18 en palacio, y esperó resignado la suerte que el destino le pre

paraba. A la mañana siguiente al retirarse el ministro Caballero invitáronle á entrar en la cámara del rey, el príncipe de Castel-franco y los capitanes de guardias de corps conde de Villariezo y marques de Albudeite, quienes refirieron en su presencia á los reyes, que dos oficiales de guardias con el mayor secreto y bajo palabra de honor, les acababan de declarar que para aquella noche habia preparado un tumulto peor y mas importante que el primero. Preguntóles el ministro de Gracia y Justicia si respondian de su tropa, y contestaron encogiéndose de hombros, "que solo el príncipe de Asturias podia componerlo todo." Avisado Fernan do por Caballero para que viniese al cuarto de los reyes, y habiéndole su madre rogado que estorbase la conmocion que amenazaba y calmase á los conjurados, ofreció hacerlo enviando á buscar á los segundos gefes de la casa real, mandando criados suyos con el encargo de tranquilizar la efervescencia del pueblo y de los soldados, y obligando á volver á Madrid á muchas personas que acaloraban la revolucion (*).

19 de Marzo.

(* Ap. lib. 2. núm. 6.)

tin.

Apenas habia dado el príncipe estas órdenes, cuando gritos desaforados y un estrépito y confu-Segundo mosion que atronaba las calles, dieron á entender que principiaba un nuevo tumulto. Don Manuel Godoy se disponia para acostarse en la noche del 17, cuando pene raron sus oidos las voces de los que asaltaban las puertas; azorado y pensando solo en salvar la existencia, cubrióse con un capote de bayeton que en el acto le vino á la mano, llenó sus bolsillos de oro, y tomó sus pistolas y un panecillo de la mesa en que poco antes habia cenado. Su primer impulso fue pasar por una puerta secreta á la casa inmediata, que era de la duquesa viuda de Osuna, pero ó no halló la llave segun unos, ó tuvo alguna imprevista dificultad al decir de

otros. Cerrado por esta parte el camino de la fuga, encaramóse á los desvanes, y se ocultó en el que le pareció mas seguro, metiéndose en un rollo de esteras que alli habia. Mientras amigos y enemigos le creían en el camino de Andalucía huyendo del real Sitio y de los motines, yacía el afligido príncipe en la mas angustiada posicion, sin alimento ni bebida, sin osar respirar, sin noticia alguna de lo que en la casa sucedia, y fatigado de tanto padecer. Despues de haber sufrido treinta y seis horas de verdadero martirio, en las cuales no habia cerrado los ojos, esperando á cada minuto la muerte, rindióse á la irresistible sed que le abrasaba y salió de su malhadado asilo. Llegado apenas al primer salon, le conoció un centinela de guardias valonas que prorumpió en gritos de á las armas; y acudiendo aceleradamente sus compañeros cercaron al desgraciado, fugitivo. Hubiera podido usar de sus armas el amigo de Carlos IV, pero debilitado por la vigilia y la fatiga, y temiendo empeorar su suerte, entregóse en manos de sus contrarios, confiado en su honor militar. Puro lo conservaron en aquel acto, porque divulgada por el pueblo la voz de su prision, acometió la multitud el alcázar con ánimo de asesinarle; mas una partida de guardias de corps que acudió oportunamente se comprometió á trasladarle á su cuartel, Prision del y alli custodiarle, bajo la salvaguardia de las leyes. El populacho, armado de palos, estacas, picas y toda clase de instrumentos punzantes, heria al preso y lo aguijaba en el tránsito cual si fuera una Su peligrosa bestia feroz. Apiñábanse para escudarle los generosos guardias en torno suyo; pero la desenfrenada y rabiosa plebe para abrir camino á la muerte que ansiaba darle, metia los palos por bajo del vientre de los caballos, levantábalos por junto á los hombros de los ginetes, y descargaba cuantos golpes

favorito.

traslacion.

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