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podia. Apoyaba el infeliz sus manos en los arzones de las sillas de los caballos para mejor resguardarse, y llevado asi en alto, sosteniéndose dificilmente, tenia que seguir el precipitado trote con que aceleraban la marcha sus defensores, temiendo el furor que crecia á cada momento. Hijadeando, muerto de fatiga y de dolor en tan larga travesía, cruzando calles y plazas, asaeteado y maldecido, hubie ra sido víctima de sus inhumanos verdugos si el miedo de quitar la vida á los guardias no hubiese descaminado los certeros tiros de los conjurados, que no obstante le habian llenado de heridas.

Cerciorado el monarca de la causa del nuevo motin, volvió á llamar á su hijo, y le mandó que corriera á salvar la vida de su desventurado valido y á restablecer la calma en los sediciosos. Presentóse Fernando en el cuartel de guardias, donde acababan de entrar al príncipe de la Paz, y saludáronle los conjurados como al héroe del dia y al objeto de sus esperanzas. Y haciendo ostentacion del poderío que de hecho comenzaba á ejercer, ordenó á la multitud que se sosegara: ofreció que Godoy sería puesto en juicio y castigado; y volviéndose al preso le dijo: "yo te perdono la vida." Dióle las gracias el de la Paz, y con una serenidad admirable en tan peligroso lance preguntó al heredero de la corona si era ya rey: "aun no, contestó el príncipe de Asturias, pero pronto lo seré.” Con esta pública confesion sancionó el tumulto de los rebeldes, y declaró abiertamente cuál era el blanco á que iban asestados los tiros de los revolTM tosos, que obedientes al mandato de su gefe, dis persáronse por entonces y se retiraron tranquilos á su casa.

La sedicion en que tanto riesgo corrian los dias de don Manuel Godoy habia sido casual y' motivada por su inesperado encuentro; faltaba aun

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Salvale Fernando.

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el tumulto anunciado á los reyes por el príncipe de Castel-franco y los capitanes Villariezo y Albudeite, y cuyo objeto acababan de revelar las palabras del heredero del trono. La situacion del monarca español, agobiado por sus dolores, desgarrado el corazon por los procederes de su hijo, como: Cesar al ver á Bruto entre los conjurados, afligido con la desgracia de su amigo, en cuyos hombros: descargó por tantos años el peso del gobierno, era: cruel y desesperada. Habíanle abandonado los ministros, nadie obedecia sus órdenes, y al caer de su frente la diadema peligraba tambien la cabeza y la de su esposa si observaba detenidamente la graduacion de aquellos motines y los avisos de alNueva trama, gunos criados que permanecian fieles. A las dos de la tarde queriendo los gefes de la conjuracion encender de nuevo las pasiones populares, y faltán doles el pretesto de Godoy, que yacía humillado sobre la paja, bañado en su sangre é invocando á la muerte, intentaron hacer parar á la puerta del cuartel un coche con seis mulas y esparciron la voz entre el pueblo de que por orden del rey partia el preso á la ciudad de Granada. ¡Rasgo feliz que anuncia una imaginacion fértil en el arte de conspirar! Los crédulos lugareños saltando con la celeridad del rayo sobre las mulas cortaron los tirantes y destrozaron el carruage para que no pudiera! servir. No se ocultó el ardid á los ojos de los reyes; y desamparados y conociendo que si conser-> vaban el cetro pereceria su amigo, y ellos mismos tras el preso al arrancarles á la fuerza la corona, resolvieron ceder á las amenazas y á la violencia de los motines y dejarse arrastrar de la irresistible ley que nos manda conservar la dulce existencia. Y asi mientras su hijo salió á calmar el alboroto, convocó Carlos IV para las siete de aquella acia-, ga tarde del 19 á los ministros, y despojándose en

su presencia de la diadema, la colocó en la frente de su hijo firmando el siguiente decreto.

Destronamiento de Car

"Como los achaques de que adolezco no me permiten soportar por mas tiempo el grave peso 10 IV. del gobierno de mis reinos, y me sea preciso para reparar mi salud gozar en un clima mas templado de la tranquilidad de la vida privada, he determinado despues de la mas seria deliberacion, abdicar mi corona en mi heredero y mi muy caro hijo el príncipe de Asturias. Por tanto es mi real voluntad que sea reconocido y obedecido como rey y señor natural de todos mis reinos y dominios. Y para que este mi real decreto de libre y espontánea abdicacion tenga su exacto y debido cumplimiento, lo comunicareis al Consejo y demas á quien corresponda.-Dado en Aranjuez á 19 de Marzo de 1808.-Yo el Rey.-A don Pedro Ceballos."

Nueva tan agradable para los partidarios de Fernando circuló rápidamente propalada por un guardia enviado de palacio, y agolpándose el pueblo, como tenia de costumbre en aquellos dias, á la plazuela del alcázar real, manifestó con repetidos vivas su alborozo, que era la imagen del entusiasmo nacional. El nuevo rey besó la mano á su padre, y retirándose á su cuarto fue saludado con el título de magestad por los ministros y grandes de España, y altos empleados y gefes del ejército que se hallaban en el Sitio, y que corrieron á la fama del súbito entronamiento de aquel príncipe tan deseado.

Carlos IV, violentado por los tumultos y obligado á escoger entre la vida y la muerte, creía haber libertado con la abdicacion sus dias y los de su esposa de tan inminente riesgo, y al recibir con motivo de esta renuncia al cuerpo diplomático, dijo hablando con Mr. de Strogonoff, ministro de Rusia. "En mi vida he hecho cosa con mas gusto." Porque prescindiendo de los motivos secretos que el 11

T. I.

Da cuenta á Bonaparte.

destronado monarca tenia para temblar por las re-
sultas de su resistencia, la calma restablecida no
bien soltó el cetro, rompia el velo del misterio y
descubria en su desnudez el intento de la sedicion.
Algunos dias despues escribió á Napoleon la car-
ta que acompañada de una protesta fija la opinion
de aquellos acontecimientos de un modo auténtico
é irrecusable, y pone de manifiesto las gradas por
donde su hijo subió al trono.

"Señor mi hermano: V. M. sabrá sin duda con
pena los sucesos de Aranjuez y sus resultas; y no
verá con indiferencia á un rey que forzado á re-
nunciar la corona acude á ponerse en los brazos
de un grande monarca aliado suyo, subordinándo-
se totalmente á la disposicion del único que puede
darle su felicidad, la de toda su familia, y la de
sus fieles vasallos.

"Yo no he renunciado en favor de mi hijo sino por la fuerza de las circunstancias, cuando el estruendo de las armas y los clamores de una guardia sublevada me hacian conocer bastante la necesidad de escoger la vida ó la muerte, pues ésta última hubiera sido seguida de la de la reina.

"Yo fuí forzado á renunciar; pero asegurado ahora con plena confianza en la magnanimidad y el genio del grande hombre que siempre ha mostrado ser amigo mio, he tomado la resolucion de conformarme con todo lo que este mismo grande hombre quiera disponer de nosotros, y de mi suerte, la de la reina y la del príncipe de la Paz.

» Dirijo á V. M. I. y R. una protesta contra los sucesos de Aranjuez y contra mi abdicacion. Me entrego y enteramente confio en el corazon y amistad de V. M., con lo cual ruego á Dios que os conserve en su santa y digna guarda.

"De V. M. I. y R. su mas afecto hermano y amigo-Carlos.-Aranjuez 23 de Marzo de 1808."

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PROTESTA.

"Protesto y declaro que mi decreto de 19 de Marzo, en el que he abdicado la corona en favor de mi hijo, es un acto á que me he visto obligado para evitar mayores infortunios, y la efusion de sangre de mis amados vasallos; y por consiguiente debe ser considerado como nulo. - Carlos. - Aranjuez 21 de Marzo de 1808."

Al punto que llegó á Madrid la noticia de la prision del príncipe de la Paz, alborotóse la plebe al anochecer del dia 19 en la plazuela del Almirante, donde aquel tenia su casa contigua al palacio de los duques de Alba. Alli se repitió la escena de Aranjuez, saqueando los muebles y preciosos adornos que enriquecian el alcázar, los cuales arrojaban por las ventanas, sin ocultar nada, á la hoguera que junto á la puerta habian encendido en medio de la mas espantosa gritería. Dirigiéndose despues dividido en grupos el populacho y con hachas encendidas, acometió á un mismo tiempo diferentes casas, entre ellas la de la madre del príncipe Godoy, de su hermano don Diego, del marques de Branciforte su cuñado, de los ex-ministros Alvarez y Soler, de don Manuel Sixto Espinosa, y de Amorós. Prendieron á este último, y entre sus papeles encontraron los sublevados un legajo que contenia la correspondencia de Godoy con Badía en su célebre espedicion á Marruecos, el diseño de una propiedad regalada por Muley al fingido árabe, un firman y otros documentos interesantes. Formada causa á Amorós sobre este incidente, esparcióse por el vulgo que se habia descubierto una conspiracion de Godoy para vender la España al bey de Argel segun unos, y al emperador de Marruecos segun otros. Aquella misma noche se supo la abdicacion de Carlos IV, y al dia si

Protesta.

Escesos en Madrid.

Ridículos ru

mores.

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