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Toledo.- En Burgos. - Nuccas facultades de la Junta. Franceses que

Consulta de la misma. Contradicciones. ·

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ocupan la corte. la corte. - Irritacion de los ánimos.- Murat silbado.-Dos de Mayo.- Partida de la reina de Etruria.- Esclamacion de una anciana. - Hacen fuego los franceses. Levantamiento del pueblo. El general Negrete. - Daoiz y Velarde. Su muerte. - Cesa el combate.-Crueldades.Juicio sobre aquel funesto dia. - Bando. - Parten los infantes don Francisco y don Antonio.-Carácter del último. Llega la noticia del 2 de Mayo á Bayona.- Injustas sospechas. Escena entre los reyes y su hijo.- Vaticinio del rey padre.-Renuncias. -Vida de Carlos IV. - Dividese la familia real.- Fernando destinado á Valencey.

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Vibro tercero.

Dos dias antes de partir Fernando escribió á los

Solicitud de

(1808.) Sale de Ma

drid.

reyes padres solicitando una carta en que Carlos IV
asegurase á Napoleon que su hijo profesaba los mis- Fernando.
mos sentimientos de amistad y alianza con los fran-
ceses que habian distinguido el reinado anterior.
María Luisa respondió que los dolores que sufria
su esposo, y la hinchazon de la mano, no le per-
mitian manejar la pluma; y remitió la demanda
de su hijo al gran duque de Berg pidiéndole con-
sejo, y asegurándole que solo violentados darian la
recomendacion exigida, porque era falso el que aquel
abrigase en su corazon amor á la Francia. El 10
de Abril abandonó su corte el nuevo monarca, y
tomó el camino de Somosierra para Burgos acom-
pañado de su ministro de Estado don Pedro Ceba-
ilos, del duque del Infantado, presidente del Con-
sejo de Castilla, del de San Carlos, su mayordo-
mo mayor, del marques de Muzquiz, de don Pe-
dro Labrador, ministro plenipotenciario que habia
sido cerca de los reyes de Etruria, de su maestro
don Juan Escoiquiz, del capitan de guardias de
corsp conde de Villariezo, y de los gentiles hom-
bres de cámara marques de Ayerve, de Guadal-
cazar y de Feria. A la salida del rey precedió el
nombramiento de una junta suprema presidida por
su tio el infante don Antonio, y compuesta de don prema.

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Junta su

Entusiasmo

Gonzalo Ofarril, ministro de la Guerra, de don Sebastian Pinuela, de Gracia y Justicia, de don José Azanza, de Hacienda, y de don Francisco Gil de Lemus, de Marina. No recibió instrucciones por escrito la nueva junta, pero ordenó verbalmente el monarca que entendiese solo en lo gubernativo, y resolviese los negocios mas urgentes, consultándole los que no lo fuesen.

El entusiasmo estraordinario que los lugares del de los pueblos. tránsito desplegaron, aunque subyugados por la presencia de las armas estrangeras, el gozo y la especie de delirio que inspiraba el nuevo monarca, dejaban ver, como presintió Napoleon, un pueblo nuevo pronto á levantarse, si el gobierno le apellidaba á la lucha. Tan poderoso recurso, bastante para salvar una nacion de los mayores peligros, y abatir el orgullo de las águilas francesas, no llamó la atencion de aquellos obcecados consejeros. Si hubieran por un momento clavado los ojos en las páginas de la Historia Romana, hubiesen visto que el ardor de sus hijos libró repetidas veces la ciudad de las numerosas cohortes de sus enemigos; y que contra el solo arrojo de Horacio Cocles se estrelló en un débil puente de madera el ejército de Porsena. El dia 12 entró Fernando en Burgos, sin hallar indicios del emperador, en busca del cual con tanto desacuerdo peregrinaba; y despues de nuevas deliberaciones, y otras tantas seguridades de Savary, prosiguió el rey su viaje á Vitoria, donde llegó el 14, el dia mismo en que Napoleon, despues de haberse detenido en Burdeos, pisaba Bayona. El infante don Carlos, que habia esperado en Tolosa, noticioso del arribo del soberano francés, corrió á aquella plaza.

Aturdidos los pilotos de la desgobernada nave al mirarla, rotos el velámen y las jarcias, vagar por el Océano immenso de las turbulentas pasio

Acuerdo cn

nes, ludibrio de los vientos estrangeros, perdido el
gubernalle, sin dignidad ni rumbo fijo, y en me-
dio de la negra tormenta que debastaba la Euro-
pa, asombráronse de su propia resolucion, y ante-
vieron el escollo que presagiaba su naufragio. Reu-
nidos en consejo, desahogaron sus amilanados áni- Vitoria.
inos en desconfianzas y sospechas que tantos enga-
ños habian despertado, y determinaron no pasar
de aquella ciudad, que nunca debieran haber ho-
llado, y en ella esperar al einperador de los fran-
ceses. Llamado el doloso Savary á la casa donde
se habia hospepado el rey, é introducido en un sa-
lon donde Escoiquiz en el lecho, y Ceballos é In-
fantado presentes se le participó el acuerdo del
Consejo, apuró aquel todos los artificios de su po-
lítica para cambiar la resolucion adoptada. Y ob-
servando que era imposible vencer por entonces su
pertinacia, encargóse de entregar á Napoleon una
carta del rey, y de traer satisfactoria respuesta,
par cuyo fin partió á Bayona. Fernando escri-
bió asi.

"Mi señor y hermano. Elevado al trono por Escribe el rey abdicacion libre y espontánea de mi augusto padre, á Napoleon. no he podido ver sin pesar verdadero, que S. A. I. el gran duque de Berg, y el embajador de V. M. I. y R. han omitido felicitarme como á soberano de España, cuando lo han hecho los de otras cortes con quienes no tengo enlaces tan íntimos ni apreciados. No pudiendo atribuirlo sino á falta de órdenes para ello, V.. M. me permitirá decirle con toda sinceridad, que desde los primeros momentos de mi reinado he dado continuamente á V. M. I. y R. testimonios claros y nada equívocos de mi lealtad y de mi afecto á su persona: que la primera providencia fue ordenar que volviesen á Portugal las tropas mandadas salir de alli para las cercanías de Madrid: que mis primeros cuidados fue

røn la provision, el alojamiento y las subsistencias de las tropas francesas, á pesar de la escasez estrema en que hallé mi real hacienda, y de los pocos recursos de las provincias en que se hallaban aquellas; y que ademas he dado á V. M. la mayor prueba de mi confianza, mandando salir de la capital las tropas mias para colocar en ella las de V. M.

» Asimismo he procurado en varias cartas que tengo escritas á V. M., hacerle ver con claridad los deseos de estrechar nuestra union con un lazo indisoluble á gusto de mis vasallos, para eternizar la amistad y alianza que habia entre V. M. y mi augusto padre. Con esta misma idea envié tres grandes de mi reino que saliesen al encuentro de V. M. en el instante mismo de haber sabido que V. M. proyectaba entrar en España; y para demostrar con mayores pruebas mi alta consideracion hácia su augusta persona, hice despues salir tambien con igual objeto á mi querido hermano el infante don Carlos, el cual ha llegado á Bayona en estos dias. No puedo dudar que V. M. ha reconocido mis verdaderos sentimientos en esta conducta.

» Despues de esto, V. M. llevará á bien que yo le manifieste mi pena de no haber recibido cartas de V. M., ni aun despues de la respuesta franca y sincera que dí á la pregunta que el general Savary fue á hacerme en Madrid en nombre de V. M. Este general me aseguró que los únicos deseos de V. M. eran saber si mi advenimiento al trono produciria novedades en las relaciones políticas de nuestros estados. Yo le respondí de palabra lo mismo que habia dicho ya por escrito á V. M.; y aun condescendí á la invitacion que me hizo de salir al encuentro de V. M. en el camino, por anticiparme la satisfaccion de conocer personalmente á V. M., á quien ya tenia yo manifestada mi intencion en esta parte. Guardando consecuencia he ve

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