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guardias de corps, recorrieron divididos las calles y plazas agitando en sus manos pañuelos blancos y Cesa el com- gritando Paz, Paz. Muchos infelices debieron la vida á aquellos magistrados, que ofreciendo olvido y reconciliacion, lograron aplacar la saña de los combatientes. Despojadas las calles por la muchedumbre ocuparon los franceses sus entradas, y colocaron en las encrucijadas cañones con mecha encendida para infundir mayor terror en la poblacion.

núm. 10.)

El general francés debió haber cumplido la amnistía solemnemente anunciada por las autoridades, y haber obrado con la política y humanidad que el estado de un pais ardiendo requería. Pero su fátuo orgullo, ajado por el odio de los madrileños, solo pensó en vengarse, y deshonró las águilas imperiales abriendo el primero la guerra á muerte que (Ap. lib. 3. los españoles juraron á sus legiones (*). El inexorable destino castigó años adelante su barbarie, cuando prendido en 1815 por un español, fue arcabuceado en Pizzo sin forma alguna de juicio, y de un modo semejante al que empleó en España. Crueldades. Publicado un bando para entregar las armas, que muy pocos oyeron, comenzaron sus soldados á prender á los indefensos ciudadanos bajo el pretesto de tener armas, que en los mas se reducian á navajas ó tijeras de su uso. Y fusilando á los unos en el acto mismo de la aprehension, encerraban á otros en la casa de correos y en los cuarteles.

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"Las autoridades españolas, dice el elocuente conde de Toreno (*), fiadas en el convenio concluido con los gefes franceses, descansaban en el puntual cumplimiento de lo pactado. Por desgracia fuimos de los primeros á ser testigos de su ciega confianza. Llevados á casa de don Arias Mon, gobernador del Consejo, con deseo de librar la vida á don Antonio Oviedo, quien sin motivo habia si

do preso al cruzar de una calle, nos encontramos con que el venerable anciano, rendido al cansancio de la fatigosa mañana, dormia sosegadamente la siesta. Enlazados con él por relaciones de paisanage y parentesco, conseguimos que se le despertase, y con dificultad pudimos persuadirle de la verdad de lo que pasaba, respondiendo á todo que una persona como el gran duque de Berg no podia descaradamente faltar á su palabra... ¡tanto repugnaba el falso proceder á su acendrada probidad! Cerciorado al fin, procuró aquel digno magistrado reparar por su parte el grave daño, dándonos tambien á nosotros en propia mano la orden para que se pusiese en libertad á nuestro amigo. Sus laudables esfuerzos fueron inútiles, y en valde fueron nuestros pasos en favor de don Antonio Oviedo. A duras penas, penetrando por las filas enemigas con bastante peligro, de que nos salvó el hablar la lengua francesa, llegamos á la casa de correos, donde mandaba por los españoles el general Sesti. Le presentamos la orden del gobernador, y friamente nos contestó que para evitar las continuadas reclamaciones de los franceses, les habia entregado todos sus presos, y puéstolos en sus manos; asi aquel italiano al servicio de España retribuyó á su adoptiva patria los grados y mercedes con que le habia honrado. En dicha casa de correos se habia juntado una comision militar francesa con apariencias de tribunal; mas por lo comun sin ver á los supuestos reos, sin oirles descargo alguno ni defensa, los enviaba en pelotones unos en pós de otros, para que pereciesen en el Retiro ó en el Prado. Muchos llegaban al lugar de su honroso suplicio iguorantes de su suerte; y atados de dos en dos, tirando los soldados franceses sobre el nonton, caían ó muertos ó mal heridos, pasando á enterrarlos cuando todavía algunos palpitaban. Aguardaron á que pa20

T. I.

sase el dia para aumentar el horror de la trágica escena. Al cabo de veinte años nuestros cabellos se erizan todavía al recordar la triste y silenciosa noche, solo interrumpida por los lastimeros ayes de las desgraciadas víctimas, y por el ruido de los fusilazos y del cañon que de cuando en cuando y á lo lejos se oía y resonaba. Recogidos los madrileños á sus hogares lloraban la cruel suerte que habia cabido ó amenazaba al pariente, al deudo ó al amigo. Nosotros nos lamentabamos de la suerte del desventurado Oviedo, cuya libertad no habiamos logrado conseguir, á la misma sazon que pálido y despavorido le vimos impensadamente entrar por la puerta de la casa en donde estabamos. Acababa de deber la vida á la generosidad de un oficial francés movido de sus ruegos y de su inocencia, espresados en la lengua estraña con la persuasiva elocuencia que le daba su crítica situacion. Atado ya en un patio del Retiro, estando para ser arcabuceado, le soltó, y aun no habia salido Oviedo del recinto del palacio cuando oyó los tiros que terminaron la larga y horrorosa agonía de sus compa→ ñeros de infortunio. Me he atrevido á entreteger con la relacion general un hecho que si bien particular, da una idea clara y verdadera del modo bárbaro y cruel con que perecieron muchos españoles, entre los cuales habia sacerdotes, ancianos y otras personas respetables. No satisfechos los invasores con la sangre derramada por la noche, continuaron todavía en la mañana siguiente pasando por las armas á algunos de los arrestados la víspera, para cuya ejecucion destinaron el cercado de la casa del Príncipe Pio. Con aquel sangriento suceso se dió correspondiente remate á la empresa comenzada el 2 de Mayo, dia que cubrirá eternamente de baldon al caudillo del ejército francés, que friamente mandó asesinar, atraillados, sin juicio

ni defensa, á inocentes y pacíficos individuos."

Compitierónse ambas naciones en disminuir en sus relatos el número de las víctimas que habian sucumbido. En los partes publicados en el Monitor concretó Murat su pérdida á ochenta hombres entre muertos y heridos; y el Consejo de Castilla en el espediente que instruyó sobre la nuestra redujóla á doscientos, inclusos los estraviados (*). El juicioso historiador arriba citado, testigo ocular de aquellas escenas, ha adoptado un medio entre ambos estremos, y reputa en mil doscientos la baja que sufrieron las filas francesas y los barrios de la capital en los dias de luto y horror que con tan amargo pesar ha recordado nuestra pluma.

(Ap. lib. 3. núm. 12.)

Juicio sobre

aquel funesto

Los autores que escribieron los sucesos del 2 de Mayo bajo la influencia del momento, afirmaron dia. que tan funesto tumulto habia sido un golpe de estado friamente dirigido por Murat para aterrar al pueblo español; y el general francés en sus despachos á Napoleon, y el duque de Rovigo en sus Memorias, sostuvieron que eran el resultado de una trama urdida en Madrid en varias reuniones de patriotas para que estallase la lucha. Parécenos que tan desacertados anduvieron unos como otros, y que el conjunto de las circunstancias indicadas en su lugar y secundadas por el acaso causó la esplosion funesta que llora nuestra patria. En las materias inflamables no es necesaria una mano que premeditadamente arroje el fuego, enciéndense por sí solas cuando se han cumplido las leyes de la naturaleza. Los españoles que consulten su corazon no podrán menos de llenarse de orgullo al leer las inauditas hazañas con que se inmortalizaron sus padres; pero si tendiendo los ojos mas allá meditan sobre el desenlace de la guerra comenzada con este trágico episodio, y tropiezan en 1814 con cadenas en vez de coronas de laurel, helaráse la sangre

Bando.

(* Ap. lib. 3.

núm. 13.) Partenlos in

fantes D. Fran

cisco y D. An

tonio.

en sus venas y dudarán entre el gozo y el pesar.

El dia 3, cerradas las tiendas, las calles desiertas y silenciosas, resonando en ellas solamente las pisadas de las patrullas francesas, apareció en las esquinas el bando publicado en el dia anterior (*) prohibiendo toda reunion de ocho personas, y' condenando á muerte á los vecinos á quienes se hallasen armas. El infante don Francisco, cuyo Viaje se suspendió la víspera, partió para Bayona, y no tardó en seguirle su tio don Antonio Pascual, á quien aquella noche manifestaron el conde de Laforest y Mr. Freville cuán conveniente sería el que se reuniese con los demas individuos de la fainilia real para que todos juntos y acordes con Napoleon arreglasen en paz y buena armonía los asuntos de España. Salió pues don Antonio de la capital oculto en un coche de viaje de la duquesa viuda de Osuna, y antes de ausentarse escribió á don Francisco Gil y Lemus, como vocal mas antiguo de la junta suprema, el estravagante decreto que sigue: "Al señor Gil. A la junta para su gobierno la pongo en su noticia como me he marchado á Bayona de orden del rey, y digo á dicha junta que ella sigue en los mismos términos como si yo estuviese en ella. Dios nos la dé buena. A Dios, Carácter del señores, hasta el valle de Josaphat. Antonio Pascual." Tan desatinado escrito y ridícula zumba en medio de una crisis terrible autoriza la calificacion dada por algunos al infante, á quien han llamado el mas simple de los Borbones. Su augusta cuñada, que en materia de retratos es un oráculo infalible, le califica de hombre de poco talento y luces: posteriores acontecimientos nos mostrarán si merece igualmente los demas dictados con que le designa la perspicaz María Luisa.

último.

Llega la noticia del 2 de

Los pliegos en que el príncipe Murat participaMayo á Bayo ba al emperador los sucesos del 2 de Mayo llega

na.

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