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satisfacción de ver instalado á su querido hermano el rey José en el trono de España. Habiendo sido siempre objeto de todos nuestros deseos la felicidad de la generosa nacion que habita en tan dilatado terreno, no podemos ver á la cabeza de ella un monarca mas digno ni mas propio por sus virtudes para asegurársela, ni dejar de participar al mismo tiempo el grande consuelo que nos da esta circunstancia. Deseamos el honor de profesar amistad con S. M., y este afecto nos ha dictado la carta adjunta que me atrevo á incluir, rogando á V. M. I. y R. que despues de leida se digne presentarla á S. M. católica. Una mediacion tan respetable ncs asegura que será recibida con la cordialidad que deseamos. Señor, perdonad una libertad que nos tomamos por la confianza sin límites que V. M. I. y R. nos ha inspirado, y asegurado de nuestro afecto y respeto, permitid que yo renueve los mas sinceros é invariables sentimientos, con los cuales tengo el honor de ser, señor, de V. M. I. y R. su mas humilde y muy obediente servidor — (*Ap. lib. 4. Fernando. - Valencey 22 de Junio de 1808." (*) Dos cartas acompañaban á la anterior, la una del rey Fernando al rey José, como él mismo dice á Napoleon, y la segunda de su servidumbre, dirigida tambien al nuevo monarca de España. En la primera, que original fue públicamente vista y leida por el presidente de la asamblea á los diputados reunidos en Bayona en la sesion de 30 de Junio, y que estaba escrita de puño y letra de Fernando, felicitaba al mismo rey José por su traslacion del reino de Nápoles al de España; reputando á esta feliz por ser gobernada por quien habia mostrado ya su instruccion práctica en el arte de reinar; á lo cual añadía, que tomaba parte tambien en las satisfacciones de José, porque se consideraba miembro de la augusta familia de Napoleon por haberle

núm. 10.)

Juramento de la servidun

pedido una sobrina para esposa, y esperar conseguir↳ la. Eu la segunda, que insertamos en el apéndice (*), ("Ap. lib. 4. los consejeros de Fernando prestaban juramento de fidelidad al rey José, pordioseaban sus inercedes, y declaraban estar prontos á obedecer ciegamente la voluntad del que habia de hacer dichosos á sus bre de Fernancompatriotas, por ser un monarca tan justo, tan humano y tan grande en todo sentido. Napoleon respondió á la carta de Fernando con espresiones lisonjeras y que halagaban las esperanzas del príncipe, descendiendo á los mas minuciosos detalles sobre la economía y la nueva situacion del prisionero.

do.

Entre las felicitaciones al hermano del emperador francés, no es menos digna de llainar la atencion de la historia la que el cardenal Borbon, arzobispo de Toledo, dirigió á Napoleon. Dificil sería trazar en tan pocas líneas un cuadro de degradacion y bajeza tan consumado, si no fuese hijo de un corazon que no late á impulso de sentimientos generosos, y solo ve en el mundo los intereses materiales. La renuncia de los príncipes españoles imponíale segun Dios la dulce obligacion (*) de in- (* Ap. lib. 4. censar al emperador de los franceses para que le núm. 12.) conservase su dignidad. Asi con el sagrado nombre del Autor soberano de la naturaleza queria autorizar su miedo á perder los honores y la fortuna de que era esclavo en su encumbrado puesto. No es posible representar un papel mas bajo y degradante que el que representan en todas estas escenas los individuos de la familia de Borbon.

Ministros de

Jurada por el rey José la Constitucion de Bayona y aceptada por la asamblea, procedió el nuevo monarca al nombramiento de ministros. Segun la nueva ley debia refrendar todas las órdenes el José. secretario de Estado, y en el desempeño de tan importante cargo entró don Mariano Luis de Urs quijo, que otra vez lo habia obtenido en el reina25

T. I.

Don Gaspar Melchor de Jovellanos.

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do anterior cuando pretendió poner freno al sangriento tribunal del santo oficio. Tomó á su cargo el ministerio de Negocios estrangeros don Pedro Ceballos: don Sebastian de Piñuela el de Gracia y Justicia; y don Gonzalo Ofarril el de Guerra. Cupo et de Indias á don Miguel José de Azanza; el de Marina á don José Mazarredo, y el de Hacienda al conde de Cabarrús. Inútiles fueron los halagos das amenazas para que se sentara en la silla ministerial del Interior don Gaspar Melchor de Jovellanos, bien conocido por su mérito literario y por su honradez y patriotismo nunca desmentidos.

y

El tino é integridad con que se habia manejado en los cargos que habia tenido en el reinado de Carlos IV, junto con sus ideas liberales, habíanle granjeado honrosa reputacion. Encumbrado despues á la secretaría de Gracia y Justicia en tiempo de la privanza de Godoy, desterrado luego por influjo del favorito ó del ministro Caballero, tras portado de Jijon á la Cartaja de Mallorca, y encerrado por fin en el castillo de Bellver de aquella isla, recobró la libertad cuando los tumultos de Aranjuez pusieron el cetro en las manos de Fernando. Admirador de la Constitucion inglesa, enemigo del despotismo y del yugo estrangero, entusiasta por las antiguas franquicias de España, mal podia su pundonoroso y altivo carácter avenirse con las injusticias y tiranía de Napoleon. Permaneció pues firme en la negativa, y rehusó autorizar con sus sufragios el imperio de un monarca estraño sobre el solio donde habia brillado Alfonso el sabio.

En la distribucion de los empleos de palacio no olvidó José al duque del Infantado, á quien Coroneles de nombró coronel de guardias 'españolas, y al prínguardias. cipe de Castel-franco de las walonas. Constituido asi el nuevo gobierno, resolvió José, conforme en un todo con su hermano el emperador, verificar su

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entrada solenne en España el 9 de Julio, persua dido de que llegaria á la capital de la monarquía sin estorbos á favor de las victorias con que acaba ban de coronarse sus soldados. a

1806.

Aunque Fernando no figuró en las empresas militares que rápidamente vamos á describir, incúmbenos sin embargo su narracion, porque estan enlazadas con su reinado, y porque conducen al M punto de vista en que queremos colocar al lector para que pueda pesar acontecimientos posteriores. No nos fijaremos pues en hechos aislados; camina- an remos siempre al objeto propuesto pintando el cuadro de esta terrible guerra exacto y completo en los principales sucesos que forman por decirlo asi su conjunto.

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Mas antes de que el estruendo de las armas absorva toda nuestra atencion, volvamos aun los ojos al desterrado de Valencey. Ansioso siempre del trono que acababa de perder, despeñado por sus consejeros y sin esperanza alguna de recobrarlo en lo futuro, vencedor Napoleon de la Europa entera, parecíale que solo arrullando al emperador y humillándose en su presencia podria conseguir una al mirada de favor. Si los españoles cifraban en el brio de sus brazos, en el temple de su elevado corazon la victoria, Fernando aguardaba la suya de las lisonjas y el incienso prodigado al árbitro de tantas coronas. Y asi en 29 de Julio le escribia en estos términos.

Nuevas humillaciones de

"Señor: he recibido con mucha gratitud la carta de V. M. I. y R. de 20 de este mes, en la cual Fernando. se digna asegurarme de la pronta espedicion de sus órdenes para mis negocios.

"Mi tio y mi hermano han celebrado tanto como yo la noticia de la marcha de V. M. I. y R. á París, que nos acerca á su persona; y pues que sea cual fuere el camino que V. M. siga, de todos modos debe pasar cerca de aqui, mirariamos como una grande satisfaccion que V. M. I. y R. tuviese

la bondad de permitirnos salirle al encuentro, y de renovarle personalmente naestros homenages en el sitio que designare, siempre que no le incomode.

»V. M. 1. y R. disimulará este deseo inseparable del sincèro afecto y del respeto con que tengo el honor de ser de V. M. I. y R. el mas humilde y apasionado servidor Fernando. Valencey 29

(Ap. lib. 4. de Julio de 1808." (*)

núm. 13.)

militares.

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Tal es el modelo de constancia y heróico sufrimiento que el encarcelado rey ofrecia á sus súbOperaciones ditos, mientras estos admiraban al mundo con sus inauditas proezas, sin doblarse á los reveses ni abatirse con el vencimiento, y aun con la muerte. En efecto estimulaban á José á acelerar su marcha á Madrid los triunfos obtenidos por sus armas. El mariscal Bessieres, despues de haber arrollado en Cabezon á las indisciplinadas huestes del general don Gregorio de la Cuesta, habia entrado en Valladolid; y desbandando á los que bajo las órdenes de don Juan Manuel Velarde le disputaban el paso por Lantueno y el Escudo, se posesionó de Santander. En Cataluña, ! No adulaba la fortuna del mismo modo á los franceses en Cataluña. Acosada una division suya por los somatenes de Igualada y Manresa, y vencida en las alturas del Bruch, tuvo que retroceder á Barcelona destrozada por los valerosos defensores de Esparraguera. Quiso con nuevos refuerzos apoderarse del terreno donde habia sido abatido su orgullo; pero fueron vanos sus esfuerzos, y otra vez tuvo que presenciar su vencimiento en la posicion del Bruch, fortificada ya por los catalanes. Solícito el general francés de conservar sus comunicaciones con la frontera, emprendió una espedicion contra Gerona, y dueño de la cresta de Mon-gat, donde acometió y dispersó á nueve mil paisanos inespertos, entró en Mataró á sangre y fuego, violando y asesinando á las mugeres. Despues de

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