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1809.

monacates.

viese un hijo en las filas españolas, y otras medidas de igual clase, acrecentaron aun mas el aborrecimiento de los madrileños. Tampoco debemos poner en olvido la confiscacion y venta de los bienes embargados á personas fugitivas y residentes en provincias insurreccionadas, y la privacion de sueldo ó retiro á todo empleado que no hubiese solicitado formalmente su revalidacion. Tambien decidió José no reconocer mas títulos que los que él mismo concediese por decretos especiales, suprimiendo las órdenes de caballería, á escepcion de la militar de España que habia creado, y la antigua del Toison de oro, sin perinitir ni el uso de las condecoraciones, ni menos el goce de las encomiendas. En 18 de AgosEstincion de to estinguió todas las órdenes monacales, mendicantes y clericales, cuyos conventos habia reducido Napoleon á una tercera parte. Las urgencias del estado obligaron igualmente al ministro de Hacienda, conde de Cabarrús, á decretar un empréstito forzoso y á recoger la plata labrada de los particulares, la de palacio, de donde se sacó gran cantidad, y la de las iglesias, principalmente del Escorial, que quedó despojado de muchísimas alhajas. Las cédulas hipotecarias que servian para pago de bienes nacionales, la prohibicion de dar curso á los vales no sellados, y las cédulas de indemnizacion y recompensa no produjeron efecto alguno porque faltaba la base del crédito, que es la confianza. Tambien suprimió José el voto de Santiago, y son dignos de elogio los decretos que tratan de la enseñanza pública, de la milicia y sus grados, de las municipalidades, y el que despojaba á los eclesiásticos de la jurisdiccion civil y criminal.

Tercer sitio

de Gerona.

Tercera vez sitiada Gerona presentó nuevos ejemplos de valor y de heroismo. Defendíala su ilustre gobernador don Mariano Alvarez de Castro, y declarado generalísimo de sus tropas San Nar

(*Ap. lib. 5.

ciso, alistáronse sus matronas y doncellas en la
compañía de Santa Bárbara, honrando con sus
inuertes á la patria (*). Asi en todas partes toma-
ba la guerra un colorido religioso de que no debe- núm. 3.)
mos despojarla si queremos conservar la verdad de
la historia. Los repetidos asaltos en que fue recha-
zado el enemigo, el heróico arrojo de sus defenso-
res, aquellas calles cubiertas de cadáveres y escom-
bros, los ciudadanos cayendo muertos de hambre
antes que entregarse, los niños espirando de ina-
nicion en el seno de sus madres, la naturaleza co-
mo agotada sin una muger preñada, el carácter
firme y sublime de Alvarez, que murió despues en
un calabozo, todo inmortalizó á Gerona. Siete me-
ses duró el sitio y perecieron diez mil hombres, en-
tre ellos cuatro mil habitantes. Vendiéronse á pe-
so de oro los animales inmundos: horroriza el cua-
dro que ofrece la descripcion de tantos sacrificios, y
hállase entre aquellos héroes la raza no degenera-
da de los que bajo el cetro de Carlos I domaron
dos mundos (*).

Parecia que un pueblo pródigo de su sangre, que tan copiosamente la derramaba por su príncipe, debia encontrar en el corazon de éste los sentimientos mas generosos, la mas acendrada gratitud en retorno de sus increibles hazañas. Si la nacion habia sacudido el yugo de sus opresores en todos los puntos donde habia podido, natural era que Fernando, impaciente de corresponder á tanto valor, procurase correr á alentar con su presencia la lucha y á participar de los peligros. Si no conseguia su fuga, consignaba al menos con pruebas patentes su agradecimiento, y manifestaba á la Europa que no era indigno de la corona que los españoles habian puesto en su cabeza. Pero lejos de arder en su alma la llama del amor patrio, entregábase en Valencey al mismo género de vida que llevaba en Ma30

T. I.

Alvarez.

(*Ap. lib. 5.

núm. 4.)

drid, y pensaba solo en los medios de obtener con inciensos y vilezas su libertad, no con la fuerza de las armas. Sus favoritos el duque de San Car los y el consejero Escoiquiz habian sido separados de su lado en virtud de órdenes superiores, y destinados á diferentes ciudades de Francia. Quedábanle varias personas de su confianza, como Montenegro, á quien el príncipe estimaba en estremo: Amezaga, pariente del canónigo Escoiquiz, que en Vitoria habia sido admitido en la servidumbre, vendióse á la policía francesa, y obtuvo un cargo en el palacio de Valencey, Gozó á intervalos la gracia del príncipe durante su permanencia en aquel alcázar, y otras veces despertó su enojo con la estrema vigilancia que ejercia dando origen á la trágica venganza que en su lugar describiremos. Fernan do alternaba con las labores de manos ó de torno, á que principalmente se mostraba muy aficionado su tio don Antonio, los saraos y festines, á que le invitaba la princesa de Tayllerand. Amenizada su existencia con galantes aventuras que pertenecen á la historia del hombre y no á la del rey, formaba estraordinario contraste con la muerte, los incendios y el contínuo guerrear de la noble España. Dotado el palacio de Valencey de una suntuosa y escogida biblioteca, convidaba á los príncipes á entregarse al estudio; pero el infante don Antonio, que daba á los libros de Tayllerand el nombre de ponzoña, cuidaba de apartar á sus sobrinos de aquella parte del alcázar para que no se despertase su curiosidad. Sin embargo Fernando leía algunas obras francesas, y aun comenzó la traduccion de otras acordándose del tiempo pasado en que habia puesto en castellano la obra que regaló á su madre, y de que llevamos hecha mencion. Tal era el método de vida de Fernando y de sus augustos parientes en el destierro: reinaba tambien en él una union inti

ma y perfecta entre el monarca y el infante don Carlos, union que nacia de la conformidad de ide as y sentimientos, esceptuando las materias religios as en que el infante llevaba muchas ventajas á su hermano. Fáltanos ahora ver sus corazones retratados en la correspondencia que con Napoleon mantenia el ídolo de los españoles. En vez de dolerse de las amarguras de la trabajada nacion, felicitaba en 6 de Agosto al conquistador por sus victorias. A los que parezca increible este rasgo presentamos integra la carta, que decia asi:

1809.

Felicitacion

Napoleon.

"Señor: el placer que he tenido viendo en los papeles públicos las victorias con que la Provi- de Fernando á dencia corona de nuevo la augusta frente de V. M. I. y R., y el grande interes que tomamos mi hermano, ni tio y yo en la satisfaccion de V. M. I. y R., nos estimulan á felicitarle con el respeto, el amor, la sinceridad y el reconocimiento en que vivimos bajo la proteccion de V. M. L. y R.

"Mi hermano y mi tio me encargan que ofrezca á V. M. su respetuoso homenage, y se unen al que tiene el honor de ser con la mas alta y respetuosa consideracion, señor, de V. M. L. y R. el mas humilde y mas obediente servidor-Fernando. Valencey 6 de Agosto de 1809."(*)

En 21 de Diciembre volvió á escribir al emperador llenando el colmo á las lisonjas y bajezas en que abundaba la carta anterior. Ella basta á retratar el alma de un monarca que tan grande debia ser para asimilarse á sus gobernados.

"Señor: ini respetuoso reconocimiento á las bondades de V. M. I. y R. es demasiado sincero para que pueda yo diferir un solo momento la respuesta á la carta de 16 de este mes con que me honra.

» Doy gracias á V. M. I. y R. por el interes y amor paternal que su augusta persona toma en mi favor, y con el cual cuento siempre.

:

(* Ap. lib. 5. núm. 5.)

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» Mi afecto á V. M. I. y R. y mi conducta no desmentirán jamas los sentimientos y la ciega obediencia á las órdenes y á los deseos de V. M. I. y R.

"Señor: yo deposito en el seno de V. M. I. y R. los votos ardientes por la prosperidad de su reinado, y los sentimientos de mi adhesion mas respetuosa y mas absoluta á su augusta persona. Señor, de V. M. I. y R. el mas humilde y obediente servidor - Fernando.- Valencey 21 de Diciembre (*Ap. lib. 5. de 1809." (*)

núm. 6.)

Convencido siempre este príncipe de cuán impo. sible era que las huestes españolas triunfasen del poder de la Francia, seguia fijando sus esperanzas tan solo en el poderoso monarca que re gia los destinos de Europa. Y no contento con el incienso de las lisonjas que le prodigaba, solicitó unir aun mas sus Pide Fernan- intereses con los del emperador pidiendo al rey JodoáJosé la gran sé por medio de su augusto hermano la gran banden de España. da de la orden de España creada por el francés.

banda de la or

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Andando el tiempo impetró tambien de Bonaparte para el infante don Carlos el mando de las tropas españolas destinadas á la campaña de Rusia. Increible parece tanta ingratitud para con la nacion que tan valerosamente peleaba en pró de un hombre que lejos de coadyuvar á la lid favorecia con su conducta la causa del estrangero. Pero á mas de estar comprobados los hechos citados con testimonios irrecusables de testigos de vista, ha puesto el sello á su verdad el misino Napoleon en la isla de Santa Elena. Copiaremos sus palabras. "No cesaba Fernando de pedirme una esposa de mi eleccion: me escribia espontáneamente para cumplimentarme siempre que yo conseguia alguna victoria: espidió proclamas á los españoles para que se sometiesen, y reconoció á José, lo que quizás se habrá considerado hijo de la fuerza, sin serlo; pero ademas me pidió su gran banda, me ofreció a su hermano don

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