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y el general Castaños tomó el mando del ejército, cuyas riendas habia empuñado el marques de la Romana, estableciendo amistosa correspondencia con el general inglés. Los aliados sitiaron á Olivenza, que se entregó, y tambien intentaron enseñorearse de Badajoz. Por aquel tiempo habia pretendido Wellington por medio de su hermano el embajador Wellesley que el gobierno español le confiriese el mando militar de las provincias vecinas á Portugal, so color de utilizar sus recursos y combinar las operaciones. La regencia solicitó de las Cortes una sesion estraordinaria, y presentándose en su seno manifestó cuán perjudicial sería acceder á la demanda, y cuán humillante para el nombre español: el congreso entusiasmado con el discurso de los regentes aprobó su opinion.

Tenian los ingleses sitiada á Almeida, y Massena quiso socorrerla: en su consecuencia atacó á los aliados en Fuentes de Oñoro; mas no habiendo quedado el campo por ninguno de los dos combatientes, evacuaron los franceses á Almeida, y Massena emprendió su marcha, reemplazado luego por el mariscal Marmont, duque de Ragusa. Wellington regresó á Estremadura, porque Soult se adelantaba hácia aquella provincia, donde á mas de las fuerzas de Castaños habia llegado una espedicion salida de Cádiz el 16 de Abril con el regente don Joaquin Blake á su cabeza, y aumentada con la division de Ballesteros. Pusiéronse todos de acuerdo guiados por las instrucciones de Wellington. Soult avanzó con el objeto de hacer levantar á las huestes aliadas el sitio de Badajoz, que tuvieron que abandonar en efecto á mediados de Mayo. La baBatalla de Al- talla de Albuera, dando la victoria á los anglo-hispanos, obligó á los franceses á retroceder hasta verse reforzados con otros cuerpos: batalla gloriosa que celebraron el parlamento británico y las Cortes es

buera.

1811.

pañolas, y que cantó el poetà Byron (*). Los (* Ap. lib. 6. aliados volvieron á bloquear á Badajoz, é hicieron núm. 3.) inútiles esfuerzos para tomarlo: y Soult, combinando su movimiento con Marmont, libertó la plaza, viniendo los dos mariscales á verificar en ella su reunion. Habiendo despues Blake llamado en Andalucía la atencion de Soult, pisó éste otra vez aquel suelo, y quedando Marmont á la otra parte del Tajo, sentó sus reales junto á Almaraz y Plasencia.

Asediaba Suchet á Tortosa, como en su lugar insinuamos, y despues de una defensa no proporcionada á su fortaleza é importancia, capituló, ya por el decaimiento y desaliento de la poblacion, ya tambien por la flojedad y corto ingenio de su gobernador. Era éste el conde de Alacha, contra quien se enardeció Cataluña, y habiéndole formado causa un consejo de guerra le sentenció á ser degollado: sentencia que se cumplió en su estátua por la ausencia del conde. Tambien se apoderaron los franceses del fuerte de San Felipe, en el Coll de Balaguer, y fortificaron el puerto de la Rápita para mejor asegurar sus comunicaciones. La pérdida de Tortosa infundió tanta alarma en los catalanes que en cada gefe veían un traidor; y conmovidos en Tarragona contra el general Iranzo renunció éste, y entregó el baston en manos del marques de Campoverde, á quien nombraron general del ejército de Cataluña. Con esto tranquilizáronse los ánimos y evitose el que el mariscal Macdonald se apoderase de Tarragona, donde se habia acercado esperanzado en el comun desaliento. Frustrada su idea retirábase á Lérida, cuando acometido por la division del general don Pedro Sarsfield, perdió ochocientos hombres en el pueblo de Figuerola.

Sobrevinieron nuevos alborotos en Tarragona, donde los partidarios del marques de Campoverde

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conmovian al pueblo con el fin de que su protector no entregase el mando á don Carlos O'donell, á quien el gobierno habia conferido aquel cargo. Campoverde reunió un congreso catalan, del que solo resultaron conflictos y disputas con la junta de la provincia.

Incendio de Horror causó en Cataluña el incendio de la riManresa, ca Manresa, á la que prendieron fuego los franceses, reduciendo á cenizas ochocientas casas para aterrar á los somatenes que tanto les incomodaban. Vengaron en parte los españoles la crueldad de sus contrarios atacando á la retaguardia, en cuyo encuentro se distinguió el valiente don José María Torrijos. Campoverde pensó apoderarse de Barcelona, llegando sus soldados hasta el glacis de Monjuich; mas habiendo los franceses tenido aviso anticipado de sus intentos, redoblaron la vigilancia é impidieron que llevase á cima su empresa. Exito mas feliz tuvo otra tentativa contra Figueras, donde penetrando los nuestros en virtud de secreta inteligencia y con una llave fabricada de antemano para abrir la poterna, rindieron la guarnicion del castillo, sorprendiendo al gobernador en su mismo aposento. Tambien el baron de Eroles, que apoyó esta toma, se posesionó de los fuertes de Olot y Castelfollit, cogiendo cerca de seiscientos prisioneros.

El general Suchet no habia abandonado la idea de sitiar y reducir á su obediencia á Tarragona, para lo cual habia recibido órdenes terminantes de Napoleon. En efecto, adoptadas las medidas que juzgó oportunas en Aragon verificó el cerco de la ciudad, que se defendió heróicamente, y que nunca consintió en capitular, abiertas las brechas y tomado el arrabal por el enemigo. En vano Campoverde corrió en auxilio de la plaza: entraron los franToma de Tar- ceses á cuchillo haciendo una horrible matanza, y cayeron prisioneros cerca de ocho mil infantes. Ami

ragona por Suchet.

lanada Cataluña con este golpe vió casi desierto de tropas su territorio, pues con el desaliento que reinaba huían los soldados de sus banderas. Por otra parte las crueldades crecian en uno y otro bando: Suchet ahorcaba soldados de la division de don José Manso, y éste destinaba franceses al mismo suplicio en represalias. A Campoverde sucedió don Luis Lacy, que tampoco pudo evitar al principio que los imperiales se cubriesen de nuevos lauros. Suchet tomó el monasterio de Montserrat, dispersando á sus defensores, y Macdonald reconquistó el castillo de San Fernando de Figueras.

Alentado el primero con sus proezas, premiadas por Bonaparte con la dignidad de mariscal de Francia, y ansioso de ejecutar las órdenes del em-' perador, volvió á Zaragoza á hacer los preparativos para el ataque de Valencia. Habíase reunido en esta ciudad un congreso que ocasionó discordias y rencillas entre sus individuos y el general don Luis Alejandro Bassecourt, que en ella mandaba. Pero antes de describir los acontecimientos de esta provincia impórtanos volver los ojos á Castilla. Alli las partidas sueltas y sobre todo el Empecinado ponian en gran conflicto á los invasores, que ni con ardid ni combinando todas sus fuerzas' podian haberle á las manos ni obtener la mas mínima ventaja. Con la rabia subian de punto los horrores: ahorcaban los invasores á los guerrilleros que aprehendian, y amanecian luego en las puertas mismas de Madrid colgados de los árboles tres franceses por cada español què habia sido ejecutado.

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La autoridad de José habia decaido con los reveses sufridos, y solo era ya rey en el nombre, pues el emperador lo mandaba y disponia todo: y obligado por las urgencias del tesoro á imponer contribuciones onerosas al pueblo madrileño, adrecentábase el odio. En vano para disminuirlo daba José

:

sé á París.

$

Viaje de Jo- saraos y restablecia las máscaras y las fiestas de toros: la miseria era grande y la situacion ingrata. Disgustado el nuevo rey con tan violento é innoble estado aprovechó la ocasion del nacimiento del rey de Roma para volar á París á esponer sus quejas al emperador. Ningun resultado produjo su viaje, y regresó á la corte rebosando el mismo descontento con que habia partido. Comenzaban á escasear los granos en Madrid, amenazaba el hambre, y los ministros de José salieron al remedio con medios ilegales arrancando á los labradores de las provincias vecinas el grano de las eras para trasladarlo. á los pósitos del gobierno. Aburrido pues con tantas plagas, y reconociéndose sin el poder que para hacer el bien necesitaba, envió á Cádiz al canónigo de Burgos don Tomás de la Peña para procurar un acomodamiento con los gobernantes de aquella isla: pero la regencia y los diputados de las Cortes desecharon aquella idea, y dijeron que solamente la guerra podia decidir la cuestion.

Intenta trangobierno de

sigir con el

Cádiz.

1811.

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Trasladáronse las Cortes de la isla de Leon á Cádiz, y abrieron sus sesiones en 24 de Febrero, como llevamos dicho en la iglesia de San Felipe Neri. De alli á dos dias leyóse por vez primera el presupuesto de gastos y entradas formado por el secretario de Hacienda don José Canga Argüelles.. A mas de la exhorbitante deuda que pesaba sobre España, calculábase el gasto anual en mil y doscientos millones de reales, y los productos en doscienTerrible dé- tos cincuenta y cinco. Para cubrir hasta cierto punto este gran déficit decretaron las Cortes, despues de una larga discusion: 1.° que se llevase á efecto la contribucion estraordinaria de guerra impuesta por la junta central: 2.0 que se fijase la base de esta contribucion con relacion á los réditos ó productos líquidos de las fincas, comercio é industria: 3.o que la cuota que correspondiese á cada con

ficit.

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