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APÉNDICE.

NOTICIA

DE UN PRECIOSO CÓDICE DE LA BIBLIOTECA COLOMBINA,

CON VARIOS RASGOS INÉDITOS

DE

CETINA, CERVANTES Y QUEVEDO.

ALGUNOS DATOS NUEVOS PARA ILUSTRAR EL QUIJOTE (1),

por

D. Aureliano Fernandez-Guerra y Orbe.

A LOS SRES. D. MANUEL REMON ZARCO DEL VALLE Y D. JOSÉ SANCHO RAYON.

1.

Mis apreciables amigos: Hallándome por Julio de 1845 en Sevilla, deseoso de encontrar algo nuevo relativo á Quevedo y Cervantes, debi al afecto con que me honran los Sres. D. José María de Álava y D. José Fernandez y Velasco, la noticia de que tal vez lograria mi empeño, como así efectivamente sucedió, registrando un precioso códice de miscelánea que guarda la Biblioteca Colombina. Merecí entonces de los ilustrados canónigos de la metropolitana poderle examinar con holgura; tomé de todo él minuciosos apuntamientos, copié su mayor parte, y voy á describirselo á Vds. ¡ Ojalá mi tarea pueda interesarles para su excelente y laureado Ensayo de una biblioteca española de libros raros y curiosos!

El códice, formado en la primera década del siglo xvii, de una misma letra todo él, con 169 hojas útiles en 4.o, y ademas la del índice y ocho blancas, lleva este letrero en el lomo:

N. 4. POESÍAS.
PALACIO.

VARIAS.
MS.
T. 4.

(1) El trabajo literario que forma este Apéndice, debido á la laboriosidad del Sr. Fernandez-Guerra, acaba de ver ahora mismo la luz pública en las columnas de la Revista moral, política y literaria, intitulada La Concordia, que dirige el Sr. D. Fermin de la Puente y Apecechea. Reproducímosle aquí, adicionado, retocado y enriquecido por el autor, nuestro amigo, con nuevos y preciosos documentos inéditos que ántes parece hubo de omitir para no empalagar ni rendir á los lectores de un periódico.-ZARCO DEL VALLE.-SANCHO RAYON.

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Los números 1, 2, 5, 6 y 12 están, desde 1852, publicados por mí á las páginas 443, 429, 298, 302 y 350 del tomo primero de las Obras de D. Francisco de Quevedo Villegas, edicion estereotípica, y descritos en las cxv y cxvi.

¿Este libro será parte de la coleccion de papeles de gusto, que por los años de 1606 hacia copiar y copiaba en Sevilla el licenciado Francisco Porras de la Cámara, racionero de aquella catedral, para solaz y esparcimiento del arzobispo D. Fernando Niño de Guevara, en su palacio de Umbrete? Yo lo sospecho así, aun cuando en el códice de Porras de la Cá

se

mara que existia en la Biblioteca de los Estudios Reales de San Isidro, y vino á poder de Gallardo, encontrase tambien (á vueltas de cartas jocosas, de cuentos festivos, de picantes invectivas y vejámenes, de las novelas de Rinconete y Cortadillo y del Zeloso extremeño) la de La Tia fingida, que ofrece el códice colombino. Ignoro si VV. han llegado á ver el que fué de los Estudios Reales, ni si nuestro bibliografo le dejó minuciosamente descrito: no tengo de él otras noticias que las vulgarizadas á la página 137 de la Vida de Cervantes, publicada por Pellicer en 1800, y las esparcidas en El Criticon de Gallardo.

El número 3 es un Vejámen que dió el Dr. Salcedo al Dr. D. Alonso de Salazar, en la universidad de Granada, el año de 1598.

Cuéntase en él que murió un labrador dejando en su testamento medio celemin de cebada perpétuo á una borriquilla preñada; y cuestionándose si muerta la borrica heredaria el jumento, resolvió un modorro que sí, con tal que fuese habido de legítimo matrimonio.

Pero haciéndose violencia con tales burlas el padrino, concluyó su vejámen al graduando con estas veras: «Rendid infinitas gracias à Dios que con larga mano partió con vos de sus bienes; pues en su Iglesia os hizo uno de los católicos, en vuestra patria uno de los principales, en vuestra república uno de los importantes, en vuestro linaje uno de los mejores, en vuestra casa uno de los queridos, en la audiencia uno de los aceptos, en la universidad uno de los sabios; hágaos Dios en esta vida uno de los dichosos, y en la otra uno de los bienaventurados.>>

Número 4. Actus gallicus ad magistrum Franciscum Sanctium, en el grado de Aguayo, per fratrem Ildephonsum de Mendoza Augustinum.

Llamábase gallos el vejámen de los teólogos, y recuerda este nombre que aquella costumbre nos vino de la universidad de París. El buen Francisco Sanchez era natural de la Horcajada, en la Mancha, cura de San Vicente, y nada tenía que ver con el famoso Francisco Sanchez de las Brozas. Pero á su grado, que se verificó en Salamanca, sí asistió el Brocense, juntamente con Luna, Sepúlveda, Zumel, Curiel y los padres Bañes y Leon.

El maleante censor refiere que viendo su ahijado á un sacerdote que sobre un asnillo iba con el Viátiexclamó :

co,

¡Oh asno, que à Dios llevais,

Ojalá fuera yo vos!

Suplicoos, Señor, me hagais

Como ese asno en que vais.»-
Y dicen que lo oyó Dios.

Número 7.-Paradoja en loor de la nariz muy grande Al maestro Juan de Medina.

Desde Homero hasta los regocijados cantores de la Gatomaquia y de la Mosqued, no fué rara ocupacion de sutiles ingenios emplearle en agrandar cosas pequeñas, en deleitar realzando con el elogio ridículos asuntos, en demostrar que nada hay tan increible en el mundo que con la fuerza de la elocuencia no venga á hacerse probable. Si Carneades encomió la

injusticia, Sinesio la calva, Favorino la calentura, Caton la avispa, y Erasmo el escarabajo, nuestro Pedro Mejía cantó las alabanzas del asno; las de la zanahoria, el severo D. Diego Hurtado de Mendoza; el delicado Cetina ensalzó la pulga, la cola y el ser cornudo; y Baltasar del Alcázar bizo la apología del raton. Imitando à Tulio, que se complacia en escribir paradojas, celebradas y admiradas hasta de los rígidos estoicos, hízose moda en el siglo xvi amenizar con estos ingeniosos desenfados las reuniones literarias que en su casa tenian varios próceres y capitanes ilustres. La Paradoja en loor de la nariz grande debió componerse hácia la última década de aquel siglo, pues su autór refiere un caso que habia presenciado en Lisboa el año de 1582.

Número 8.-Paradoja en loor de las bubas, y que es razon que todos las procuren y estimen. Fué escrita en 1569, once años antes que naciera Quevedo: nada, pues, más absurdo que atribuirla al gran salirico, segun hace un moderno, que para ello altera con indisculpable libertad la fecha, y pone 1596 trastrocando los números.

El autor concede burlescamente al mal frances antigüedad tan prodigiosa, que de él supone infestada la camisa que Deyanira dió á Hércules. Pero mezclando con los sazonados chistes no pocas véras, ofrece para la Historia de las bubas noticias curiosísimas.

Unos las quieren llamar ( dice) mal napolitano, otros sarna de España, otros mal frances, otros mor. bo índico; pero mejor será que se llamen del que las tiene, como dijo el italiano. La comun opinion de todos es aberse conocido en España desde el tiem po del rey D. Fernando de Nápoles, cuando D. Cristóbal Colon, habiendo venido del descubrimiento de las Indias, el año de 1493, trajo consigo ciertas mujeres naturales de aquellas partes; de cuya conversacion les vino el daño á los franceses y españoles que con ellas trataron; y de allí resultó el contagio universal desta dolencia. Y aunque déste origen bay evidentes y probables indicios, parece haber sido de diferente opinion Andrés del Alcázar, médico y cirujano, catedrático de Salamanca. En el libro que hizo De vulneribus defiere á Leonardo Fioraciato, famoso médico en Venecia; el cual dice que fué el año del nacimiento de nuestro Salvador J. C. de 1456, en la guerra que trajo Juan, hijo de Renato, con Alfonso, rey de Nápoles; que por haber durado tanto esta guerra, vinieron á tanta necesidad y falta de bastimentos ambos ejércitos, que los vianderos y pasteleros, no perdiendo la ocasion de sus ilícitas ganancias, recogian de noche todos los cuerpos humanos muertos que podian haber á las manos, y aderezados y cocidos ó en pasteles los vendian á los miserables soldados. Y del ordinario mantenimiento de semejantes carnes, así nuestro ejército como el frances de tal manera se vieron cubiertos é inficionados de cierta contagiosa lepra, que el mayor número dellos padecian crueles dolores, hinchazones y tumores. Y fué en tanto crecimiento el mal de los franceses, que se vieron forzados á levantar el campo y retirarse, creyeudo que aquel mal era contagioso y pestilencial, que procedia de la ciudad ó reino de Nápoles; y los

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