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PARTE PRIMERA.

CAPÍTULO I.

Primeros antecedentes del mudejarismo en la sociedad española.

Á algunos ha cabido en suerte narrar el comienzo y portentosa elevacion de los grandes imperios, materia á propósito para hacer alarde de aquellas virtudes de discrecion y acabado estilo, que tan propias son de los talentos que rigen sus fuerzas. Ni ha resultado poca gloria para otros en seguir el hilo de las atrevidas empresas, en que un pueblo, por contender con superiores enemigos, ha mostrado su valor en lides. de imperecedera memoria. Menos brillante el estudio de la decadencia de las naciones y de los estados, con ser de mayor instruccion para los hombres, ha ejercitado, sobre todo en los últimos tiempos, tan acertadas plumas, que aun no excitando la envidia, ponen muy alta y difícil la empresa de emular con ellas. De cuya dificultad habré de hacer experiencia, tratando de arrojar alguna luz en asunto tan poco conocido como es la historia de los mudejares de Castilla, reliquias de un poder vastísimo y formidable, y que cual nuestros antiguos mozárabes y los güebros de la Persia, mantenian el recuerdo de tradiciones por extremo esclarecidas, dignas de exaltacion y de meritísima alabanza.

Empeño es este que demanda no escasa consideracion, mayormente atento lo árduo de la tentativa con la cortedad de mi ingenio, y por las relaciones apasionadas de los sucesos, ofrecidos en confusa variedad, á vueltas de sangrientas guerras y engaños nunca imaginados en perfidias y traiciones por ambas partes, rencores sin cuento, infidelidades y todo linaje de odios, sin respeto al carácter de hombres, ni al sacramento de la palabra.

Mas antes de que vengamos á contar cosas tan grandes, y como por camino tan áspero y difícil parecia trazarse una senda no exenta de peligros para llegar al edificio de la unidad española, será bien decir en qué estado se hallaba nuestra sociedad, cuando el fenómeno del mudejarismo comienza á mostrarse; qué antecedentes tenia en nuestra historia, y cuáles sucesos preparan su aparicion y establecimiento.

Ocupada militarmente la Península Ibérica por los muslimes en el primer tercio del siglo VIII, nada señalaba aquella rápida ocupacion en su principio con el carácter de permanente, que la hizo en breve tan ominosa á los cristianos españoles. Predicadores fanáticos del Islam, generales audaces y avezados al triunfo, hordas de indisciplinados berberíes, reforzados por árabes yemenitas y sirios, nobles godos que traficaban con la servidumbre de la patria, juntamente con el recuerdo de pasados rigores y de purísima sangre vertida, mantenian sumisa por el temor, no por fuerzas incontrastables de suyo, una plebe cristiana numerosa, pero envilecida por la perpetuidad de la servidumbre, ciudadanos que miraban con preferencia á todo la tranquilidad interior para dedicarse al ejercicio de las artes, y un clero en parte corrompido y en parte impotente para sacar del desaliento en que yacia á la generalidad de la grey española. Á esta série de daños se agregaron despues, haciendo la opresion duradera, la política astuta y cruel de los amires y sultanes de Córdoba, el incentivo de una ley que halaga los deleites de los sentidos, y el esplendor de las artes y de la cultura sarracenas, no menos que el mal ejemplo de personas de estado eclesiástico y religioso, llegando á su colmo con el olvido de la lengua y costumbres; enemigos sobrado poderosos para no hacer mella en algunos de aquellos míseros cristianos, gente flaca y no muy segura en su fé, en alguna manera quebrantada por la mala cizaña que introdujeran en tiempos pasados las pravedades de Witiza.

Fortuna fué de nuestra nacionalidad cristiana que en lo fragoso de las montañas de Astúrias hubiese guardado la Providencia divina un asilo seguro, donde á la sombra de rocas inexpugnables, valladar vigoroso ofrecido por la naturaleza á las invasiones del mar Cantábrico, se pronunció la enérgica protesta, que puso dique á la desbordada inundacion de la gente muslímica en la Península.

De los primeros hechos de esta, como resurreccion del espíritu cristiano, guardan silencio las historias coetáneas: que no era dado comprender á aquellos antiguos autores la importancia del alzamiento que

se afirmaba en Covadonga. Más explícitos en este punto los escritores de época posterior, ministran pormenores sobremanera curiosos y abundantes, no sin ofrecer confusiones ostensibles, indicio claro de la parte tomada por la tradicion en la conservacion de los sucesos. Como quiera, y sean cuales fueren las alteraciones que haya sufrido la narracion de los incidentes y circunstancias accesorias, aparece patentizado, no obstante, ante los progresos de la indagacion histórica, que las memorias muslímicas estan contestes con las cristianas sobre el hecho principal de la rebelion de Pelayo y sus primeras victorias 1.

Coinciden con estas ventajas de los españoles refugiados en el Noroeste, los triunfos de los carlovingios en la frontera de la Galia y las rebeliones de las tríbus berberiscas, que someten bajo condiciones de mayor o menor eventualidad considerable número de sarracenos á los príncipes cristianos, y aunque diferentes en lo general por su carácter de colonias militares ó feudos producidos por la necesidad de defenderse contra otros enemigos, todavia pueden ofrecer en gérmen el orígen de los mudejares á que en algunos casos se asimilan.

Ni debió ser enteramente extraña á la constitucion del mudejarismo una especie de reciprocidad en la conducta que por necesidad ó conveniencia habian observado los muslimes con los cristianos que permanecieron en sus hogares. Esto nos lleva como de la mano á decir en lo general y de pasada algunas particularidades sobre la suerte de los mozárabes españoles, cuya condicion no se halla bien discernida en las memorias de los cronistas, á pesar de hallarse menos envuelta en la oscuridad que la de nuestros mudejares.

Dejada aparte la disputa sobre la etimología de su nombre, que tenemos inclinacion á reconocer por de orígen arábigo, colúmbrase el primer documento auténtico de los mismos en la conocida capitulacion otorgada por Muza á los rendidos habitantes de Mérida, no olvidados sin embargo, puesto que ofrezcan un carácter y sello diferente, los

1 Duélenos señalar en este punto una equivocacion en que incurre el muy docto Mr. Circourt con referencia á las historias escritas por los árabes: « Les chroniqueurs musulmans (dice el diligente autor de la Histoire des Mores Mudexares et des Morisques, t. I, pág. 71) ne mentionent pas une seule fois son nom (el de Pelayo)». Lọ

contrario resulta del estudio de sus escritores, mejor utilizados sobre dicho particular por historiadores de nuestros dias, propios y extraños.

gentes que viven con مستعربة De 2

los árabes ó tienen intimidad con ellos.

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