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CAPÍTULO I.

Guerras, asientos y capitulaciones de don Sancho IV con el sultan de los Benu-Marines. -Alianzas con los almohades.-Empresas y conquistas de don Fernando IV en el reino de Granada.

Sosegaba Castilla al cabo de borrascas tan bravas, como habia sufrido años antes; calmaba el viento de la discordia que encendiera el reino en guerras civiles, sentado en el trono don Sancho IV. Ocasion parecia de atajar los daños é inconvenientes que cargaran sobre el estado en las pasadas desavenencias, de poner coto á la desbocada codicia de los grandes y de continuar los trabajos legislativos del Santo Rey y de su hijo don Alfonso, no olvidado el adelantar en la obra de la reconquista, en la cual, ganado lo más, no era conveniente ni honroso detenerse ante los peligros, que dificultaban lo menos. Todo esto se prometian los castellanos del nuevo monarca encargado de regir sus destinos, y todo hallaba buen camino de conseguirse, si él alcanzara vida suficiente á realizar aquellas generosas empresas.

Era el hijo segundo de don Alfonso X príncipe de gallardas disposiciones, y tal que pudiera ser contado entre los mejores de su tiempo, á no afear su memoria aquella inmoderada sed de reinar, que mostró aun viviendo su padre. Dióse tan buena maña en lo de poner órden en lo concerniente á la administracion de sus estados, que no solo reparó brevemente los efectos de las pasadas alteraciones, sino que se mostró en disposicion de atender con desahogo á las necesidades de la guerra contra la morisma, cuya soberbia no descansaba en promover inquietudes á los habitantes de la frontera, fiando por ventura en la imaginada debilidad de un reino trabajado recientemente por disensiones intestinas.

Cuentan no obstante algunas historias castellanas, que apenas falleciera el Rey Sabio, desembarcó en el territorio de la Península el sultan Abo-Yusuf, quien bien hallado con la paz, envió sus embajadores á Sevilla, al propósito de renovar las treguas asentadas con el rey difunto: ni falta quien pretenda que á la demanda cortés del marinita respondió don Sancho ásperamente, con el ejemplo del látigo que tenia en la una mano, para defender de todo agravio lo que guardaba en la otra. De los escritos árabes parece, por el contrario, que no pasara el amir á España hasta Abril de 1285; dado que no sea improbable que precediera al viaje la proposicion hecha al hijo de don Alonso de una suerte de protectorado, semejante al que habia ejercido el de Benu-Marin en favor del monarca precedente.

Y es lo cierto, que desembarcado Abo-Yusuf en Algeciras, llegó con sus haces hasta el Guadalete, de donde despachó fuerzas contra Arcos y Sevilla, á cuyas puertas llegaron tambor batiente, no sin haber causado la muerte de crecido número de sus defensores. Atacó el amir en persona á Jerez, mientras sus gentes sorprendian el castillo de Arcos, apoderándose de cuanto encerraba. Llegado á poco su hijo y heredero Abo-Iacob, con ejército de hasta trece mil masamudas y ocho mil berberíes, púsole Abo-Yusuf bajo sus órdenes otros veintidos mil hombres de sus huestes, encargándole que fuese á estragar los alrededores de Sevilla. Hasta últimos de Setiembre permaneció el amir asediando á Jerez, en cuyo tiempo no pasó ningun dia que no entrasen sus gentes en el territorio cristiano, destruyendo la campiña de Sevilla, Niebla, Carmona, el Axarafe y toda la frontera. Discurriendo, al postre, sobre el modo de verificar la vuelta, vista la poca posibilidad de sostenerse durante el invierno en un pais asolado, supo que le estaba interceptado el paso por la armada castellana; pero desplegando actividad pasmosa logró comunicar con el Rif, de donde salida una escuadra de treinta y seis bajeles, no tardó en retirarse la de los castellanos, que era muy inferior en número. Refiere el autor de El-Cartás que al levantar el sitio de Jerez el monarca de los Benu-Marin, llegó don Sancho de Sevilla á visitar la ciudad descercada, y horrorizado de los destrozos que encontró, sintió calcinar el fuego de sus entrañas y perdió el sueño.

1 Véase á D'Slane, Histoire des Bereberes, t. IV, pág. 116, y El-Cartás, página 490, libro donde el autor, coetáneo de

los sucesos, pone el diario circunstanciado de la empresa.

Sea de esto lo que quiera, á poco hallamos que enviara algunos oficiales de su casa y varones de cuenta, pertenecientes al estado eclesiástico y militar, provistos de los poderes necesarios, para ajustar la paz con Abo-Yusuf, quien desconfiando por su parte de los mensajeros, envió su trujaman Abdelhaqq, para que presentara al de Castilla ciertas condiciones de avenimiento, que, al decir del historiador mencionado, fueron las siguientes:

Que no se pusiera estorbo alguno á los tratos de los muslimes en el > pais de los cristianos, ni á su navegacion en los puertos.

>Que no fuese inquietado ningun sarraceno por tierra ni por mar, bien ⚫se tratase de los súbditos del amir, bien de los otros mahometanos.

>Que el rey Sancho guardase deferencia á los encargos del amir, en > los negocios interiores de su reino.

D

Que los muslimes pudiesen viajar tierra adentro de Castilla, para > asuntos de su comercio particular, de dia y de noche por todos sus luga›res, sin que fuesen inquietados, ni contrariados en lo más minimo, y sin temor de menoscabo en su hacienda.

>Que rehuyese en fin dicho soberano toda desavenencia con los sul>tanes de los muslimes, absteniéndose de hacerles guerra..

Otorgólas todas don Sancho ', y movido por las reiteradas insinuaciones de Abdelhaqq, allanóse tambien á visitar al amir en su campamento. Partiéronse juntos á propósito de cumplimentarle, incorporándoseles en el camino Abo-Iacob, quien se encargó de acompañarlos hasta los reales marinitas, asentados á la sazon en Zahara. Habia dispuesto el amir para recibirle, que sus gentes se vistiesen de blanco, con lo cual pareciendo como cubierta la tierra por la blancura del traje de los muslimes, formaba harto singular contraste con los soldados de la comitiva. de don Sancho, que avanzaban vestidos de negro. Llegaron de este modo hasta la tienda del amir, quien recibió al castellano con los honores

1 Acerca del pormenor de estas condiciones cabe, que se haya exagerado alguna cosa por parte del autor de El-Cartás, quien viviendo en la córte de Abo-Yusuf dirigíale incienso de continuo; dado que las circunstancias de ser coetáneo de los sucesos y de concertar su narracion con la de otros sarracenos, no dejen de llamar la atencion, mayormente en vista de la parsimonia con

que describen los cristianos esta embajada:
«E desque el rey don Sancho fué en Sevilla
(dice la Crónica de don Sancho el Bravo,
cap. II), envióle à someter su pleito el rey
Aben-Yuçaf, que se quiso avenir con él».
Natural era por otra parte que aunque fue-
sen ciertas las exigencias del soberano mus-
lim, se representase la embajada con el co-
lor
que
la describe el cronista.

que eran debidos á soberano de tan conocida grandeza. Seguidamente hizo traer el monarca de Castilla los presentes destinados al sultan y á su hijo, que eran muchos en número y elegidos entre lo más precioso de la España cristiana, dado que se contasen además cual objetos estimados y peregrinos, un onagro y dos elefantes 1. Ofreciéronle por su parte el amir y Abo-Iacob otros regalos no menos ricos y preciados, despidiéndose todos alegres, obligándose en algun modo don Sancho, segun los cronistas arábes, á reunir para el sultan cuantos libros arábigos hubiese en sus estados en poder de cristianos ó judíos 2.

Remitióle en consecuencia trece cargas, compuestas principalmente de Alcoranes, comentarios como los de Aben-Athia, At-Telebí y otros, Hadices con sus explicaciones, á la manera del Tehdhib y del Istijcar, y algunos libros de Filología, Gramática y Literatura, todos los cuales fueron enviados por el amir á Fez, y colocados para uso de los estudiosos en una madrisa que habia hecho labrar á su costa.

Muerto el amir en Algeciras, volvió Abo-Iacob á la Península, donde celebró sus vistas con el rey de Granada, de que resultó cederle cuanto poseian los Benu-Marin en Andalucía, á excepcion de Algeciras, Ronda, Tarifa y Guadix, poblacion la última que hubo de entregársele tambien posteriormente. Vinieron asimismo á encontrarle embajadores del rey de Castilla, con quien ratificó la tregua; pero habiendo entrado despues en relaciones castellanos con granadinos, ora fuese resentido de estos tratos, ora en virtud de hostilidades que le hicieron creer rota la alianza con el hijo de don Alonso 3, escribió desde África á Aben-Irgazen, ge

1 Aben-Jaldon, texto árabe, publicado por D'Slane, t. II. Parécenos que procedian estas fieras de algunos presentes, enviados al rey de Castilla por un sultan africano en el reinado precedente.

2 La Crónica de don Sancho el Bravo dice: «El rey don Sancho fuesse á ver con el rey Aben Yuçaf en un lugar que decian Peña ferrada, y pusieron ay sus pleytos y sus posturas. Y en el pleyto fué puesto que diesse el rey Aben Yuçaf al rey don Sancho dos cuentos, y diógelos luego, é partiéronse entonces de allí y vínose el rey para Sevilla». Aunque las historias arábigas cuenten de muy diferente manera el suceso, nada impide aceptar que el rey Abo-Yusuf le

auxiliase en dinero, como á su padre, dado que estos dos cuentos no fueran cantidad anticipada, segun pudiera presumirse, por el valor de los libros. No disimularemos, sin embargo, que el número de obras enviadas por don Sancho, (á lo sumo 1.300 libros, segun el cálculo de D'Slane), aunque considerable y de interés como signo de la difusion de la cultura arábiga entre los cristianos é israelitas, no parece corresponder enteramente à aquella enorme suma de dinero.

3 Los historiadores árabes colocan primero el rompimiento de la tregua por parte de don Sancho.

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