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que parece indicarse que los mudejares de aquel entonces tenian propiedades en algun número 1.

Tal estado de cosas no debió ser exclusivo de aquella parte de España. Los repetidos triunfos del segundo y tercer Alfonso en Galicia y Portugal, no menos que los conseguidos por los Ramiros y Ordoños 2, debieron establecerlo muy semejante en aquellos paises, siquiera con la existencia efímera que tuvieron las conquistas, anuladas posteriormente por la espada del poderoso hagib de Hixem II.

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Aquí seria bien esclarecer el origen de la manoseada especie de unas córtes de Búrgos, que suponen celebradas en 904 escritores no despreciables 3, por contarse entre sus disposiciones una que prevenia la expulsion en el término de dos meses de los moros y judíos que no abrazasen nuestra fé; pero este asunto unido, al parecer, con el principio de aquella legislacion, que al decir del arzobispo don Rodrigo reformó mejoró el conde don Sancho, anda tan envuelto en oscuridad y tan desnudo de autoridades coetáncas, que no seria maravilla condujese, aun en corta divagacion, á profundo abismo de inexactitudes y de errores.

y

No disimularemos, por tanto, en cuanto pudiera convenir á dicho objeto, la particularidad que ocurre examinando los documentos de esta época, en los cuales no vuelve á parecer por mucho tiempo, en el territorio propio de Castilla, mencion de pobladores árabes. Conforme á esto, aun encontrándose entre los condes sacrificados á la venganza de Ordoño II el sobrenombrado Abo-l-mondar, desfigurada tal designacion en Almondar el Blanco, apenas se ofrece sin leer á su lado el nombre

1 Dice así: «In Dei nomine: Ego Marcelinus una pariter cum uxore mea et filiis meis placuit nobis, atque convenit nullius cogentis imperio, nec suadentis articulo, sed propria et spontanea nobis adhesit voluntas, ut venderemus tibi germano nostro Domino Valerio duas terras nostras proprias, una est in locum quem vocitant Cabiano iuxta terra de Hacam et aliam in villa, quod dicunt Fontes, de una parte iuxta Sisebuto Rubio y de alia pars Abolgamar.

2 Sandoval (Cinco obispos, pág. 179) cita una escritura de donacion, con fecha del mes de Marzo, Era 886 (848 de J. C.), en

que aparecen confirmando, Ramirus Rex; Ordonius Rex; Sisnandus Silonis; Mahomat Cid Ataufe, Dominus Cale, Domini Regis Vasallus; Haluf iben Mahomat; Abdalla iben Cori; Zudeiba iben Muza, Dominus Lamego, Regis Ramiri Vasallus; Tarif iben Rasis tenens Viseum; Achin iben Atha, Dominus Eminatha, Regis Ramiri Vasallus.

El Chronicon lusitano, que refiere cómo yermó Alfonso III la ciudad de Coimbra, al hablar de la ciudad de Atienza, dice simplemente: Anteneam vero pace acquisivit.

3 Sandoval (O. C. al año 904), Marichalar, Hist. del Derecho Esp., t. II, pág. 149.

de su hijo don Diego, lo cual parece indicar que habia abrazado el cristianismo.

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En Leon, por el contrario, debió continuarse el elemento mudejar, como lo prueban crecido número de escrituras. Una de ellas, correspondiente al año 916, trata de cierta propiedad in rivulo Ceia subtus Castro de Abatub, lo que hace pensar á Mr. Dozy 1 que los sarracenos en este país conservaban tambien castillos. En otra correspondiente á una donacion de Fortis, obispo de Astorga, año 925, de veintinueve confirmantes, nueve son árabes 2, que no añaden la designacion de conversos 3. Del mismo modo en la carta de fundacion del monasterio de Peñalva, otorgada en 937, despues de confirmar obispos, presbíteros, diáconos, el príncipe Ramiro y otros doce nobles, aparecen entre los confirmantes Zuar iben Mohaiscar, Iaia iben Achri, Zuleyman iben Apelia, Ferreole Algualit, Aiza Citavit, Aboamar Hamdinit, Apze iben Aumar, Mohasen Zibalur, Abozahaie Mahomin, mezclados con otros diez y ocho testigos.

Finalmente, leemos en escritura de donacion que hizo doña Elvira, hija de don Bermudo II, al monasterio de Santa María de Tera, con ocasion de regalarle la villa de Pozola la historia de la posesion de aquella propiedad, que habia empeñado al rey (pariavit) su dueño Meizara, de acuerdo con su mujer Omayub, por fianza de su hijo Ahmed *.

1 Recherches, 2.e edition, t. I, página 136.

2 Son los siguientes: Apelia iben Zaite, Hamdino iben Ferriolo, Zucar iben Mascar, Dei (Daud) iben Zale, Ebucila iben de Castro, Abze Ibenaumar, Ensila iben Abdila, Ero Hab (España Sagrada, t. XVI). 3 Á pesar de cuanto observa el diligente Sr. Herculano, Historia de Portugal, tomo III, sobre el sentido de la voz conversus en la Edad Media, seria fácil multiplicar entre otros los ejemplos de disposiciones conciliares, que demuestran haberse emplado en la Península durante aquella edad, conforme á su acepcion recibida.

4 España Sagrada, t. XVI. La circunstancia de hallarse la mayor parte de estas

escrituras en las diócesis de Astorga y de Leon, junto con la conservacion de nombres berberiscos en muy castiza forma, como Taurel y Hamdinit, no añade poco peso á la opinion de Mr. Dozy, quien los juzga pertenecientes á restos de los primeros invasores, apazguados con los cristianos. Sin los motivos de las conquistas posteriores, todavía pudieran ofrecerse como muestras de la larga permanencia de los muslimes en este país, las indicaciones de un censo de bienes de la iglesia de Astorga, verificado en tiempo de Alonso V, en el cual se mencionan (año 1027), Córtes de Hamdin, Foris Xodauevel, Ibdomola de Visana, Otero in Xamuz, hereditatem Abnazar, Corte de Velliti, Habibiz, Fatiniz, etc.

CAPÍTULO II.

Consideracion general sobre el carácter del período histórico, en que comienza a tener importancia la existencia de los muslimes en el seno de los estados cristianos.—Decadencia del califato de Córdoba.-Elevacion de la casa de Navarra.-Capitulaciones de Cea, Viseo, Lamego y Coimbra.-Sumision de los reyes de Toledo y de Sevilla al vasallaje impuesto por don Fernando I.-Expedicion de don Sancho á Zaragoza.

Llegamos á momentos de más sostenido interés en la historia de los mudejares. Los cristianos, frecuentemente vencedores de los muslimes, no cejan ya un paso en la iniciada reconquista, antes, avanzando de contínuo en la obra de la restauracion, sujetan gradualmente lo más granado de la Península Ibérica que, con escasas interrupciones, y estas producidas por sacudimientos violentos, operados en una raza mal hallada con la servidumbre, rinde vasallaje á sus príncipes victoriosos.

Repuestos los antiguos refugiados en las montañas de Cantabria, del terror producido generalmente por las alarmantes profecías del siglo X, y las no menos conturbadoras victorias de Almanzor, no vacilan en emprender la ofensiva, y abierto el pecho á una esperanza nueva, entran ciudades y castillos, ocupan fortalezas y lugares avanzados, y recorriendo en todas direcciones las comarcas del Mediodía, trasladan sus reales sucesivamente desde el Duero al Tajo, desde el Tajo al Guadiana, desde aquí al Guadalquivir y al extrecho de Tarifa. Un nuevo impulso habia venido á avigorar los espíritus, que parecian postrados; las aspiraciones no tuvieron ni en lo gigantesco límites; las circunstancias les favorecieron.

No bien habia vacado en Córdoba el cargo de primer ministro á la muerte de Sanchol, hijo del hagib amirita, recobrada apenas la nobleza

árabe de la honda brecha, que abriera en sus privilegios la prepotencia del orgulloso Almanzor, se encontraron en la córte de don Sancho, conde de Castilla, los embajadores de Mahdi y de Suleyman, quienes aspirando ambos á regir á nombre de Hixem II la maltratada nave del califato, cada cual intentaba atraerle á su partido, no sin ofrecerle por el servicio crecido número de fortalezas y lugares. Declarado el conde por Suleyman, buscó Mahdi el auxilio del de Barcelona, quien peleó en las orillas del Guadalquivir con los auxiliares castellanos. Y aunque triunfaron los catalanes por la inexperiencia de Suleyman, á la muerte de Mahdi volvió á sus ambiciones aquel caudillo, acudiendo otra vez á don Sancho, brindándole con la entrega de las fortalezas, que el valeroso Almanzor conquistara. Astuto el conde, y escarmentado de la cobardía de aquel, tuvo por mejor recibirlas directamente de Guadih, ministro de Hixem II, quien se apresuró á satisfacer sus deseos, ajustando con él la paz ante la amenaza de que favoreceria á su enemigo.

En virtud de esta negociacion le fueron devueltas doscientas fortalezas, entre las cuales se contaban San Esteban, Coruña del Conde y Osma. Noticioso otro conde del dichoso galardon, que grangeaban en la córte de los califas la audacia y el atrevimiento, acudió allí con una demanda semejante, que tambien quedó satisfecha. Así se desmoronaba el califato de Córdoba.

En tanto se deslizaba con rapidez la primera mitad del siglo XI, que ve sentado en el trono de Castilla y de Leon un Fernando I, en cuyo tiempo se trocó la suerte de muslimes y cristianos en la epopeya de la reconquista, reducidos aquellos á permanecer las más veces á la defensiva, y trasformados estos de almogavares ó guerreros de algarada en verdaderos conquistadores. No es de extrañar, por lo tanto, que el mudejarismo entrase en una faz nueva.

La memoria de los vasallos moros de don Alfonso y don Ramiro I, la de los dueños de propiedades en el reino de Leon, si no los más remotos recuerdos de la capitulacion de Amir en Barcelona, pudieron concurrir, como otros tantos precedentes sobre la organizacion de los mudejares, á preparar y regularizar este suceso. Vinieron á agregarse hechos recientes, cuyo influjo debe ser atendido.

En los tiempos de Almanzor, segun queda apuntado arriba, habia pasado bajo tributo á la dominacion de los muslimes considerable número de villas cristianas y de castillos fuertes. Derramada por ellos la poblacion sarracena, dejó aquel caudillo á los cristianos sus goberna

dores y condes, de los cuales le acompañaron buena parte á la expedicion de Compostela. Restituidos despues aquellos lugares al poder de los cristianos independientes, seria difícil concebir cómo la entrega de doscientos á un tiempo hubiera de verificarse, con expulsion completa de los habitantes muslimes.

Volviendo á la historia de Fernando I, bien se echa de ver, considerando los diferentes períodos de su vida, que no usó política constante respecto de los moros sometidos. En los primeros años de su reinado, bizarro, emprendedor, de ánimo para mucho y no nada receloso, guarda con los vencidos tanta cortesía y condescendencia, que raya en la tolerancia; despues se dá sin miramiento á desalojar los habitantes de los pueblos de la frontera, tornando en su ancianidad á alguna parte de su primitivo sistema de capitulaciones y alianzas.

Ni fuera aventurado, puesto que ajeno de la consideracion presente, el indicar que el mudejalato en Navarra y en Aragon tenia más profundas raices que en el territorio castellano, pudiendo considerarse aquella primera política de Fernando como una tradicion de familia 1. En todo caso, es indudable que inauguró su reinado con hechos que revelan política firme al par que conciliadora.

Aun no habia trascurrido un año desde que sucediera á su cuñado Bermudo III en el trono de Leon, cuando saliendo contra los moros de Portugal, que hacian correrías por su reino, les asoló el país, haciéndoles crueles matanzas. Tras rudo combate se apoderó de la ciudad de Sena ó Cea (1038), cuyos moradores permanecieron en la ciudad, pagando tributo 2. El mismo año fué tomada Viseo y las fortalezas Alafoens, concediéndose sitio para habitar á los pobladores árabes 3.

1 Aunque no sea nuestro propósito hablar del mudejarismo en Navarra y Aragon, sino bajo el concepto de compararle con el de Castilla, nos limitaremos á recordar el gran número de sarracenos, que militaban por don García en la batalla de Atapuerca.

2 «Primo ingressu, caesis pluribus, cepit Senam, eo pacto, ut incolae remanerent, et essen subditi sub tributo». Rodrigo de Toledo, lib. VI, cap. XI, Sandoval (Cuatro Reyes, cap. I); Circourt (O. C., t. I, pág. 89); Amador de los Rios (Historia critica de la literatura, t. III, pág. 368). La Estoria de

España, escrita por don Alonso (IV Par-
te, cap. X), refiere de esta suerte la expe-
dicion: «Sacó su hueste, é fué contra los
moros de contra Portugal é tierra de Luçe-
na (Lusitania), que es agora llamada de
Mérida é de Badajoz, que tenian estonces
los moros; é desy priso á Cea é ganó á Ga-
ñe, que son en Portugal, é otros castillos
que son en derredor; pero de esta manera
que fincassen los moros por sus vasallos, é
diéronle los alcázares y las fortalezas de las
villas.

3 Los Anales de Resende dicen:
«Era MLXXVI, IV Kalend. Julii, capitur

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