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dor del trono castellano despues de la gloriosa tradicion de Alfonso VI, consiguiendo aumentar 'su territorio, aun en los momentos de mayor empuje de la segunda invasion africana. Dejados aparte los juicios variables de los historiadores, apenas es lícito dudar que sus continuados triunfos, unidos á aquella saludable política, sistemática en debilitar y empobrecer á los moros que habian de ser conquistados, preparan la memorable era del octavo Alfonso y de don Fernando III. Humillados los árabes de España y empobrecidos desde aquella época, todo lo han de merecer en lo sucesivo de auxiliares africanos, que no pueden echar raices en la Península, por la emulacion de los mismos á quienes am

paran.

Antes de apartar la vista de este reinado, que se ha descrito como intolerante y enemigo de la civilizacion arábiga, lícito nos será ofrecer al lector algunas anécdotas, que bastarán sin duda á desvanecer tan injustificadas preocupaciones.

Entre los recuerdos que la dominacion musulmana habia dejado en Toledo, señalábanse dos clepsidras, obra del astrónomo Az-Zacall, que eran una maravilla de artificio. Labradas en forma de estanques en el lugar llamado Bibadaguin ó Puerta de Curtidores, á la parte del rio, tenian un mecanismo de tal suerte, que llenándose y vaciándose de agua, segun las faces de la luna, venian á constituir cierta manera de reloj astronómico. Conforme à las leyes de discreta regulacion préviamente calculada, en los catorce primeros dias de la luna, ocupaba el aguá los estanques en razon de medio séptimo de su capacidad por dia, despues de lo cual comenzaba el líquido á decrecer en la misma proporcion, hasta llegar al dia veintinueve, en que quedaba en seco. Decian los muslimes, encomiando el mérito de estos relojes, que solo podia comparárseles el talisman de Ozen en la India, que daba vuelta con el dedo desde la salida á la puesta del sol, bien que atribuyendo á los mecanismos toledanos la ventaja de rectificarse ellos mismos, en caso de distraccion ó de error de quien los cuidara. Así permanecian, cuando los cristianos tomaron la ciudad, y así duraron algun tiempo. Ocurrió, segun algunos, que en la córte de don Alfonso VII habia por los años de 1133 un judio, llamado Honain, tan pagado de sus conocimientos en ciencias ocultas y en secretos de la naturaleza, que se preciaba de haber atraido á Toledo en un dia todas las palomas de España. Intentando sorprender el secreto del movimiento de las clepsidras, dirigióse á don Alfonso y le dijo: «Señor, si me dais permiso destruiré los estanques y los

haré más bellos de lo que son, disponiendo que se llenen por el dia y se vacien por la noche». Vino en ello el monarca; mas como deshiciera uno y no supiera reconstruirlos, hubo de dejar que prosiguiera el otro sus movimientos 1.

Á esta historia oriental, que indica el justo aprecio que el emperador hacia de las artes debidas á la civilizacion muslímica, puede agregarse la proteccion que en diferentes casos dispensó á los mismos muslimes en sus sabios y hombres de mérito. Verificada la conquista de Almería, en que fué negada cual hemos indicado arriba toda capitulacion á los vencidos, presentóse al emperador uno de los jafices ó conmemoradores de España, llamado Habir, prometiéndole referir la série de su genealogía hasta Eraclio. Complacido el emperador ordenóle que la expusiese; y como le satisficiera cumplidamente su discrecion, permitióle salir libre sin rescate con todos los suyos 2.

Para terminar este estudio juntaremos á estas anécdotas, tomadas de libros arábigos y que muestran la importancia que adquirieron los muslimes en la consideracion de los monarcas castellanos, la siguiente narracion de procedencia cristiana. Cuenta el arzobispo don Rodrigo que habiendo casado el emperador á su hija Costanza con el rey de Francia, como introdujeran algunos malsines en el ánimo de este soberano, dudas sobre la legitimidad de la hija del emperador, determinó el rey pasar á la Península, á cerciorarse de la verdad, aprovechando el pretexto de pasar en romería á visitar el sepulcro del apóstol Santiago. Ejecutólo así el año 1153, y habiéndole recibido el emperador con todo linaje de obsequios, le hizo venir á Toledo, donde celebró córte en su presencia, así del pueblo cristiano de su monarquia como de los árabes sometidos á su imperio 3.

1 Almaccari, texto árabe, t. I, pág. 126. Toledo Pintoresca, II.a Parte, pág. 304. Historia critica de la literatura española, t. III, pág. 646.

2 Ibidem, t. II, pág. 761.

3 Quumque eum usque ad Sanctum

Jacobum produxisset, unde rediens Toletum, Curiam celebravit, tam Christianorum quam Arabum eius imperio subiectorum, cui etiam interfuit comes Barchilonensis (Rodrigo Toledano, O. C. lib. VII, capítulo IX).

CAPÍTULO VI.

Campañas del caudillo muslim Aben-Merdenix, durante la minoridad de don Alfonso VIII.—Toma de Cuenca.-Mensaje de don Alfonso el Noble à Jacob Al-Manzor, antes de la batalla de Alarcos.-Alianzas de algunos reyes cristianos con los moros almohades.-Intolerancia é indisciplina de los ultramontanos.-Batalla de las Navas.-Conquista de Ubeda.-Batalla de Alcáçar do Sal.

Breve en la duracion el reinado de don Sancho de Castilla, hijo del emperador don Alfonso VII, no lo fué tanto en importancia histórica, que faltase en dejar nobilísimas huellas de la grandeza y ánimo levantado de aquel príncipe insigne, tan prudente como animoso, segun por sus comienzos parece. Entre los cuales, si no mereciesen tan especial recordacion los triunfos obtenidos por los Abulenses contra los infieles de Sevilla, fuera bastante á asegurarle justo renombre, la fundacion de la Órden militar de Calatrava.

Menos afortunada la minoridad de Alfonso VIII, época azarosa para Castilla, cuyo territorio despedazaban ambiciosos magnates, protegidos por el rey de Leon, halló sin embargo fuerte valladar á las invasiones de los almohades en el inteligente apoyo del caudillo de Murcia don Lup, nombre con que se designa en nuestras crónicas al árabe Muhammadben-Sad-Aben-Merdenix. Era este capitan distinguido heredero de los estados de Seifadola-Aben-Hud, al par que continuador de su política de sumision respecto de los soberanos de Castilla, á quienes servia con frecuencia, cuándo como generalísimo de las huestes que le encomendaban, cuándo en calidad de jefe de su contingente particular, á la manera de verdadero feudatario 1. Deudor al Emperador del trono

1 En una escritura otorgada en vida del Emperador (1156) en la ciudad de Pa

que ocupaba y de sus estados de la España Oriental, como señor de Murcia y de Valencia, creyóse obligado á sostener con rara fidelidad á su nieto, don Alfonso VII, manteniendo con increibles esfuerzos el prestigio de una monarquía, que parecia desmoronarse. Dotado de actividad infatigable, restituyó á la obediencia la ciudad de Almería, que se habia perdido en 1152, poniéndola bajo la autoridad de un sobrino suyo; arrojó á los almohades de Jaen y facilitó la entrada de su suegro AbenHomoxq en Granada. Con igual firmeza mantuvo á raya á los caudillos almohades hasta el año 1167, en que pareció eclipsarse su estrella, precisamente en los momentos de entrar en su mayor edad el príncipe, á quien servia. Engañado por su sobrino y vendido por Aben-Homoxq, llovieron sobre él calamidades é infortunios, viendo al par sitiadas las dos capitales que le permanecian fieles; y con todo se resistió en Murcia heróicamente hasta que sabida la rendicion de Valencia á los sectarios de Al-Mahdi, vencido del dolor, murió de pena antes de entregarse. Tuvo lugar este acontecimiento el año 1172 1.

Posesionado entre tanto el rey don Alfonso de los estados arrebatados á la corona durante su minoridad por aquella nobleza inquieta y usurpadora, comenzaba á dar señales de lo que habia de ser en mejores dias. Libre de estos cuidados, consagróse de lleno á la guerra contra los moros, llevado del deseo de recobrar la ciudad de Cuenca. Con el propósito de someter para siempre à su imperio aquella ciudad, tantas veces conquistada y tantas perdida, hizo llamamiento al rey de Aragon y al señor de Albarracin, sus vasallos; los cuales tomaron bajo sí la empresa con tan vivo interés, que continuándola durante la ausencia de don Alfonso y su residencia en Burgos, entraron la ciudad el año de 1177, á los nueve meses de asedio. Aliado despues al rey moro de Mallorca, príncipe almoravide de la familia de Aben-Gania, apoderóse de Calasparra en el reino de Valencia.

Tiempo adelante, creciendo don Alfonso en brios y aprovechando la ausencia del amir Al-Manzor, llevó su gente hasta Algeciras, donde alentado por sus triunfos, despachó un mensaje al príncipe de los almohades, desafiándole á la pelea. Si hemos de dar fé á los historiadores ára

lencia (E. S. t. XXII), confirman bajo el título de Vasalli Imperatoris Comes Barchinonensis, Rex Navarrae et Rex Murciae.

1 Los Anales Toledanos, no desconformes

con nuestras crónicas que llaman á AbenMerdenix don Lup ó don Lobo, dicen: «Murió el rey don Lop Era MCCX».

bes, la carta estaba concebida en términos parecidos á la enviada un siglo antes por el conquistador de Toledo á Aben-Texufin el almoravide 1.

Cuando Al-Manzor recibió el mensaje, herido vivamente en su amor propio, reunió los almohades árabes, cenetes y masamudas, y les leyó la carta para excitarles al algihed; entrególa despues á su hijo y lugarteniente Muhammad, encomendándole su respuesta. Dióla el príncipe, limitándose á escribir en el otro lado de la carta: «El Altísimo ha dicho: vuelve á los que te envian, iremos á atacarlos con ejército invencible, y los arrojaremos de su pais envilecidos y humillados» 2.

Pasó Almanzor el Extrecho, arrastrando tras sí infinitas naciones en orgulloso alarde de su poderío; entró en Córdoba (año 1195), donde permaneció tres dias, y partiendo despues en busca de don Alfonso, tomó posicion en Alarcos, ciudad hoy arruinada, cuyo asiento fué no lejos de Ciudad-Real; y que El-Cartás coloca como Zalaca en el distrito de Badajoz. Avanzaron, por su parte, los cristianos, acaudillados por tres monarcas, don Alfonso VIII de Castilla, el lusitano don Alfonso Enriquez y Alfonso de Leon, apellidado por los árabes el Baboso 3. Fué la batalla, dada en 18 de Julio, muy fatal para los adoradores de la Cruz. Demás del considerable número de guerreros muertos que, al decir de los autores arábigos, no pudieron contarse, quedaron prisioneros en poder de los vencedores algunos millares de los más granado y noble de aquel ejército formidable, á quienes Almanzor otorgó la libertad, ganoso de conquistarse por este medio mayor celebridad y generosa nombradía. Siguiéronse á aquel doloroso descalabro la traicion del monarca leonés, que hizo causa comun con los almohades, con otra multitud de infortunios y sucesos adversos, que llovieron sobre el monarca de

1 Decia así:

«En el nombre de Dios clemente y misericordioso: Prévios los cumplimientos de costumbre, te hago saber, que si tu voluntad es pelear con nosotros, y hallas dificultades en trasladar tu ejército adonde estamos, puedes enviarnos embarcaciones, é iremos con nuestras gentes á presentar la batalla en tu territorio; seguro de que si vencieres, será galardon que se te viene á las manos; aunque dispuesto en caso diferente á reconocerme por el rey de las dos reli

giones». El-Cartás, al año 592 de la hegira.

2 Al-Coran, Azora XXVII, aleia 37. 3 El Babuch dicen los árabes. V. AbenJaldon, t. II, pág. 213. Acerca del significado de baboso en la Edad-media puede verse á Mr. Dozy, Recherches, t. II.

4 El autor de El-Cartás cuenta veinticuatro mil prisioneros; pero Aben-Jaldon solo menciona cinco mil guerreros nobles, refugiados en el castillo de Alarcos, que, rendidos á discrecion, fueron cangeados despues por igual número de muslimes.

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