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Castilla: no parecia sino que indignado el Señor por la falta de celo de sus fieles, intentaba purificarlos con la desgracia, probándolos con duras y terribles calamidades.

Pone la Crónica de Navarra en esta época de adversidad la historia de unos amores del rey don Sancho con la hija del miramamolin de los almohades; pero aunque ciertamente estuvo el navarro allende el Extrecho, y se habla de una informacion dirigida al Papa Celestino y á varios prelados sobre los capítulos matrimoniales de su enlace con una mahometana, hubo de desistir al cabo de semejante pretension, con que queria granjear juntamente con la mano de cierta princesa mora, la soberanía de toda la España sarracena. Repuesto en tanto el rey don Alfonso de las pérdidas experimentadas en la batalla de Alarcos y enardecido por los triunfos de sus armas en Francia, adonde habia ido á sostener las pretensiones de los ingleses, pensó al fenecer la tregua, que tenia asentada con los moros, buscar digno desquite del pasado descalabro. Á este fin despachó al arzobispo don Rodrigo para que fuese á Roma en solicitud de la predicacion de una cruzada, en tanto que acompañado de su hijo don Fernando y asistido por las gentes de Madrid, Guadalajara, Cuenca, Huete y Uclés, entraba en tierra de muslimes por el oriente de la Península, hasta llegar á Játiva en el reino de Valencia. Tuvo noticia An-Nasir de aquella expedicion, hallándose en Marruecos (año 1209), y lleno de inquietud sobre su éxito, consultó al jefe hafsida Abo-Muhamenad sobre la conveniencia de hacer la guerra santa; y aunque el caudillo desaprobara el plan, como quien conocia los riesgos de una empresa no preparada de antemano, pasó el amir á España con el número de guerreros que pudo allegar, y estableció sus reales en Sevilla. De allí se puso sobre Salvatierra, mientras Alfonso para desquitarse tomaba á Sorquera, Las Cuevas y otros castillos.

Concedida á este tiempo por el Sumo Pontífice la cruzada, venia predicándola el arzobispo por todos los pueblos del tránsito, produciendo honda conmocion en todas las ciudades y lugares del mediodia de Europa. Toledo fué la designada para la reunion de los cruzados, y durante el mes de Febrero de 1212 vió al pié de sus muros cien mil combatientes extranjeros, sin contar las numerosas huestes acaudilladas por el rey de Aragon, las que despues condujo el de Navarra y al

1 Libro II, cap. VIII.

gunas pocas de Portugal y de Leon, que seguian las banderas de señores particulares.

Llegados à la capital los cruzados, comenzaron á cometer todo linaje de desafueros, encarnizándose en los judíos, á tal punto que forzaron á los caballeros toledanos á salir en su defensa 1. Arreglado en breve todo lo necesario para aquella expedicion formidable con una prevision y diligencia que honran no poco el genio militar de Alfonso VIII, movió de Toledo el grueso del ejército, cuya primer empresa fué la toma de Malagon, llevada á cabo con exterminio de sus moradores. Partieron luego para Calatrava, que en vano pretendieron defender los muslimes, ya rodeándola de profundos fosos, ya sembrando el campo de abrojos de guerra para inutilizar los caballos. Vista por los sitiados la imposibilidad de sostenerse, diéronse á partido salvando las vidas. Á pesar de lo sagrado de la capitulacion, intentaron los de Ultrapuertos pasarlos á cuchillo; mas defendiólos con toda su autoridad don Diego Lopez de Haro, varon de experimentado esfuerzo y de gran entereza, á quien los mismos ultramontanos habian elegido por general en jefe. Abandonaron los más el campo, so pretexto del disgusto que la noble conducta de don Lope les producia, y aunque intentaron al volver apoderarse de Toledo de

1 Los Anales Toledanos dicen: «Cuando se perdió Salvatierra... moviéronse los de Ultrapuertos, é vinieron á Toledo en dia de cinquesma, é volvieron todo Toledo, é mataron de los judíos de ellos muchos, é armáronse los caballeros de Toledo, é defendieron a los judíos, é despues á VIII dias entró el rey don Alfonso é el rey de Aragon en Toledo, é ayuntáronse grandes gentes de toda España é de toda Ultrapuertos, é cortaron toda la huerta del rey é de Alcardeb todos, é fizieron mucho mal en Toledo é duraron y mucho»; y la Estoria de España por don Alfonso X: «mas tantas crescieron las gentes, é de tan muchas maneras de partidas, é de tan muchos lugares, que fazien muchos males, é muchas soberbias por la cibdad, é mataban los judíos, é dezian muchas follías».

2 Dice el Marecoxi, hablando de la toma de Calatrava: «Alfonso se vió abandonado por un gran número de europeos

(Rum), porque les impidió dar muerte á los muslimes que habia en la fortaleza. Al dejarle habláronle de esta suerte: «Nos has hecho venir para tomar ciudades y ahora nos impides saquear y dar muerte á los muslimes. Ya no tenemos motivo para permanecer en tu compañía». Aquellos rudos guerreros no entendian aun las prescripciones del derecho internacional, de la tolerancia que los españoles habian aprendido muy á su costa. En cuanto á la narracion arábi

ga es la que ofrecen poco más o menos todas nuestras antiguas historias castellanas sobre el motivo de la partida de los ultramontanos, sin que baste á desautorizarla en los puntos capitales la carta alegada de Alfonso VIII al Pontífice sobre estos sucesos, la cual descarga toda la responsabilidad de la capitulacion de Calatrava en el rey de Aragon, y el caudillo de los ultramontanos; como que parece dirigida, para destruir en el Pontífice el mal efecto de las quejas de los

rebato fueron rechazados por sus moradores, que les cerraron las puertas 1. Pasaban entretanto los expedicionarios, entre los cuales permanecia el arzobispo de Narbona con algunos nobles de Poitiers, de Calatrava á Alarcos, y de aquí al castillo de Ferral, que tomaron llegando sin fuerte contradiccion, á la peña de la Losa ó de Tolosa. Como viesen ocupadas las avenidas de aquel paso dificilísimo, dejaron á la izquierda el camino llamado del Emperador, porque por él habia pasado Alfonso VII; y aprovechando una senda poco conocida llegaron á la cima de la montaña, donde se hacia un llano, llamado Al-Icab ó las Cumbres por los muslimes, y las Navas de Tolosa por los cristianos. Dicen escritores castellanos y varios autores de crónicas latinas, que el rey de Leon no asistió á la batalla, desavenido con su primo por el divorcio de doña Berenguela; pero las historias árabes refieren, no sin visos de verosimilitud, que el hijo de don Sancho se habia concertado secretamente con el monarca leonés, Alfonso el Baboso, á fin de que engañando á An-Nasir le acompañase para abandonarle de improviso, acarreando de esta suerte la perdicion de los muslimes 3. Declarado el triunfo por los cristianos y apoderados los vencedores de Vilches, Castro-Ferral, Baños y Tolosa, adelantáronse hácia Baeza, que hallaron sin habitantes, á excepcion de unos pocos refugiados en la mezquita, los cuales fueron pasados á cuchillo. Llegaron por fin á Úbeda, donde se habia concentrado una fuerza de sesenta mil hombres, y verificado el asalto (dia 23 de Junio), que puso en poder de los cristianos la mayor parte de la ciudad, solicitaron los muslimes permanecer en calidad de mudejares, con obligacion de pagar al rey un millon de doblas de oro. Aceptólo el monarca; pero indignados por esta condescendencia los arzobispos de Toledo y de Narbona, dispuso que saliesen los habitantes de la ciudad, entregándole antes el dinero que ofrecian, y como no pudiesen reunir por el momento cantidad de tanta importancia, fueron pasados á cuchillo ‘.

intolerantes ultramontanos, ó cuando menos de los arzobispos de Toledo y de Narbona, que tan mal llevaron despues las capitulaciones de Úbeda.

1 Dicen los Anales Toledanos... «é los omes de Ultrapuertos, que se tornaron de Calatrava, é cuydaron prender á Toledo por trayzon. Mas los omes de Toledo cerráronles las puertas, denostándolos, é clamándo

los desleales, é traedores, é descomulgados». 2 La T vocalizada forma un prefijo berberisco, que se antepone á muchos nombres arábigos y extranjeros; así dijeron los moros: Talavera en lugar de Libora, Te-Corona en lugar de Corona.

3 Aben-Jaldon, t. II, pág. 196. 4 Segun la Estoria de España, de los sesenta mil hombres Úbeda, habia en que

Tras esto volvieron triunfantes á Toledo, donde sus moradores de diferentes razas y cultos les hicieron grandes fiestas, recibiéndolos con músicas y representaciones de juglares 1.

Siguió á la conquista de Úbeda el año de 1213, penúltimo del reinado de don Alonso, la toma de Alcaraz, ciudad fortísima, asentada en lo alto de la Sierra Mariana. Ni dejaban de contribuir por su parte los reyes de Leon y de Portugal á la obra de la reconquista. Á los principios del reinado de don Fernando II, habia logrado este monarca establecer su soberanía en la ciudad de Badajoz, cuyo gobierno encomendó á un moro llamado Aben-Habel 2; pero vista la infidelidad de este, recobróla su hijo don Alfonso para su dominio directo, así como las poblaciones de Alcántara, Monteagudo y Cáceres, que eran lo mejor de la Extremadura. En el año 1217 derrotaban los portugueses en Alcáçar do Sal á los muslimes, con tal matanza, que recordó el triunfo de las Navas. Como sitiasen los cristianos la poblacion, vinieron contra ellos las huestes de Jaen, Córdoba, Sevilla y el Algarbe, bajo la conducta del amir AlMostansir; pero los mulsumanes, que no habian olvidado la sangrienta rota y desastre de Al-Icab, dispersáronse al afrontar los cristianos y emprendieron desordenada fuga. Acuchillados en el alcance por los portugueses, entraron estos á viva fuerza y con gran estrago la ciudad sitiada. Sucedia esto en el mismo año en que bajaba á la tumba don Enrique I de Castilla, apenas trascurridos tres de haber sucedido en el trono á su padre don Alfonso VIII.

los que no fueron pasados á cuchillo, fueron reducidos á esclavos de los conventos.

1 «É tornáronse para Toledo, onde fueron muy bien recibidos de cristianos é de moros é de judíos, que salieron de la villa con juglares é con estormentes». Estoria de España por don Alfonso X.

2 Rex autem Fernandus, quum iterum

Badallonun obsideret, eggressi ad eum Agareni ab arce se ei cum praesidio tradiderunt, quorum cum hominio et fide susceptus praefecit eis quendam Arabem qui Abenhabel dicebatur cuius fidei commisit custodiam civitatis. Don Rodrigo, De rebus gestis Hispaniae, lib. VII, cap. XXIII.

CAPÍTULO VII.

Consejo del Pontífice Honorio III sobre la conveniencia de distinguir en el traje a los judíos y á los mahometanos.-Sumision del rey de Valencia á don Fernando III.-Mudejalato de El-Baezy.-Rebelion de los muslimes toledanos. -Alianza del amir Al-Memon con el rey de Castilla. Sumision y conquistas de Al-Motaguaquil.-Conquista de Córdoba por San Fernando.-Victorias de don Jaime en Valencia.-Sumision del reino de Murcia.-Conquista de Jaen.-Vasallaje de Aben-Al-Ahmar. -Asedio y toma de Sevilla.

El aumento que iba teniendo cada dia la poblacion árabe y judáica, introducida por las nuevas conquistas en el reino castellano, era de tan notable significacion, que no tardó en solicitar los ánimos de varones religiosos, dentro y fuera de la Península, no sin algun color de justicia, puesto que condujera á las veces á medidas violentas de extremado rigor, fruto de la inexperiencia política y de prevenciones un tanto exageradas. Ni contribuyeron poco, á lo que parece, á menguar la consideracion de los muslimes sometidos, las disposiciones de los Concilios generales III y IV de Letran, los cuales, proponiéndose dar reglas de conducta á los cruzados de Oriente, influyeron al propio tiempo, dado el carácter general de sus prescripciones, en cuantos estados católicos mantenian en su territorio sarracenos, ora recibidos en el mismo como moradores ó colonos, ora como auxiliares de los ejércitos 1, ora cual negociantes atraidos por la necesidades del comercio.

Ya en el primero de los concilios mencionados, celebrado en 1177, habíase prohibido severamente, que los cristianos morasen con los in

1 Acerca del servicio de los musulmanes en los ejércitos cristianos durante la Edad-media, merece atenta consideracion la memoria de Mr. G. Fritz Clarence: Sur

l'emploi des mercenaires Mahometans dans les armées chrétiennes. Journal Asiat., I. serie, vol. X-XI.

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