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se mantuvo el rey bajo la proteccion de don Jaime, terminando por abrazar la fé cristiana 1. Continuando el aragonés el curso de sus conquistas, no tardó en hacer suya á Menorca, concediendo á sus habitantes la libertad de permanecer en sus casas; conducta acertada, á que siguió muy de cerca la conquista de ĺbiza, que se habia resistido mucho tiempo. Los castellanos, por su parte, ganosos de ensanchar su territorio, recobraban las fortalezas de Montiel y de Úbeda, y amenazaban á Córdoba. Ambicionada la posesion de esta ciudad desde la toma de Toledo, y ocupada en diferentes ocasiones, habíase cedido con facilidad á los muslimes, dada la imposibilidad de conservarla. Pero si los castellanos pudieron dudar establecerse en el mediodia de España, por el cuidado de las frecuentes invasiones de las amenazadoras turbas africanas; destruido el imperio almoravide y sostenido el almohade, en virtud de cristianos auxilios, pudieron asegurar su planta en Andalucía, sin curarse mucho de los reyes árabes sus tributarios. Por esto en esta época una acometida de pocos caballeros, con todo el carácter de sorpresa, obtuvo resultados más permanentes, que preparados sitios anteriores segun todas las leyes del arte de la guerra. Entrada por asalto una parte de la ciudad en 8 de Enero de 1236, y desamparados los sitiados por AbenHud, á quien en vano llamaron en su auxilio, pudo ocuparla San Fernando, sin necesidad de grandes esfuerzos. Convencido al par Aben-Hud de la imposibilidad de resistirse, solicitó y obtuvo treguas por cuatro años, mediante el enorme tributo de cuatrocientos mil escudos anuales. Ofrecieron de igual suerte su sumision numerosos moradores de la campiña, contándose hasta veintisiete fortalezas, y entre ellas las de Baena, Espejo, Lucena y otras villas pobladas y fuertes. Fácil era pronosticar las consecuencias de la conquista de Córdoba: declarada contra Aben-Hud la fortuna desde aquel momento, comenzó á desmoronarse el edificio de la extensa monarquía que habia fundado. Faltóle en primer lugar la ciudad de Sevilla, cuyos habitantes se pusieron bajo la proteccion del sultan de Marruecos Aben-Raxid. Siguió la defeccion de Aben-Al-Ahmar de Arjona, que reconoció tambien la autoridad del soberano mogrebino. Finalmente, intentando pasar á Valencia para ayudar á su feudatario Zayyen Aben-Merdenix, fué ahogado en Almería por el

1 Entre las escrituras del archivo de la órden de Calatrava, léese una otorgada por Abo-Zeyd, de tres pueblos que tenia en

Aragon, donados á la mencionada Órden á 2 de Setiembre de 1244. Bullarium S. Ordinis, págs. 138 y 139.

guazir Ar-Romaimi', que la gobernaba en su nombre. Su muerte quitó toda esperanza de auxilio, por parte de la Península, al biznieto del antiguo general de Alfonso VII, entonces rey de Valencia; con todo acudió á su propia defensa Aben-Merdenix, encargando á su secretario el discreto jurisconsulto é historiador Abo-Abdillah Aben-Al-Abbar, que se dirigiera á Tunez á implorar socorro del monarca hafsida, cometido que llenó cumplidamente el literato, recitando ante la córte de Abo-Zacaria un poema ó predicanza de amparo, que se reputa como una obra maestra de estilo entre los escritores árabes 2. Conmovido el rey de Tunez por la elocuente súplica, despachó para España, en auxilio de los de Valencia, una flota cargada de víveres, armas y dinero por valor de cien mil escudos. Mandábala Abo-Yahia-ben-Yahia AbenAx-Xahid, quien no pudiendo desembarcar por hallarse la ciudad rigurosamente bloqueada, fué á descargar las mercancías á Denia. Allí, como nadie se presentase á recibirlas de parte de Aben-Merdenix, tomó partido de venderlas. Mientras esto se verificaba, sufria Valencia terriblemente por el sitio, llegando al punto de que muchos de sus moradores muriesen presa del hambre. Vista la inutilidad de sus esfuerzos, empezó la guarnicion á tratar de la entrega de la plaza á don Jaime, quien hubo al cabo de conceder á los muslimes la posesion y conservacion de sus bienes en la ciudad vencida. Retirábase Aben-Zayyen á Xucar, de donde pasó más tarde á Denia, huyendo de las armas de los aragoneses, y de allí á Almería en 1239. Llamáronle sus habitantes y diéronle el señorío de aquel reino; pero tampoco pudo conservarle ante las enérgicas reclamaciones de un hijo de Aben-Hud llamado Al-Guatsiq, auxiliado por el rey de Granada. Refugióse al fin en Luchente, donde permaneció algunos años, hasta que la espada de don Jaime le arrojó á las arenas de África.

De esperar era que el efímero poder, conquistado por Aben-Hud con el auxilio del Nazarita, no resistiese por sí solo al torrente de contrarie

1 Dice la Estoria de España, fől. 410: «Estando Aben-Suc en Almería, un moro su privado, que avie por nombre AbenArramin, convidóle, é embriagóle, é afogol en una pila de agua, que estaba en su

casa».

2 Puede verse en Aben-Jaldon (texto árabe, t. I, pág. 392). La traduccion del

principio dice así:

>>Que tu caballería, la caballería de Dios, entre en Andalucía para librar este país.

»Abierto tienes el camino. Lleva á España suplicante un socorro generoso; los oprimidos han invocado siempre tu nombre», etc.

dades que socavaban en España las monarquías de los muslimes. No recomendándose Al-Guatsiq por ninguna de las prendas personales, que habian hecho tan respetable á su padre Al-Motaguaquil, bien se dejaba conocer que solo podria aspirar á conservarse en su trono bajo la insegura proteccion de Aben-Al-Ahmar, émulo de su familia, ó bajo el no duradero patronazgo de los príncipes cristianos, enemigos declarados de su raza. La situacion geográfica de su reino, las tradiciones de sus antepasados, los consejos de la prevision y hasta el carácter del monarca reinante de Castilla, recomendaban, demás de esto, muy particularmente al soberano de Murcia el protectorado de los castellanos. Conociéndolo así Al-Guatsiq procuraba hallar ocasion en que pudiera desentenderse, sin estrépito, de la tutela del rey de Granada, y juzgó encontrarla en la guerra que emprendió aquel rey contra los cristianos en 1241. Excusóse pues de acompañarle, bajo pretexto de su debilidad; irritóse el rey de Granada; y temeroso de su enojo buscó Al-Guatsiq escudo á su cólera en el poder del rey de Castilla, cuyo vasallo se declaraba. Envióle á este fin su propio hijo, acompañado de otros mensajeros, los cuales encontraron al infante don Alfonso caminando para Andalucía. No queriendo proceder de ligero en la aceptacion de aquel vasallaje, despachólos entonces el príncipe sin resolucion alguna; pero habiendo vuelto á encontrarle en Alcaraz, oyólos de nuevo, estipulando las condiciones de la entrega y vasallaje. Reducíanse estas en lo general á la designacion de la mitad de las rentas en beneficio de don Fernando, quedando la otra mitad al rey moro con las obligaciones propias de la obediencia política. Partió el infante con este asiento para Murcia, donde entró en compañía del maestre de Santiago, don Pelayo Correa; y habiendo ocupado el alcázar, puso órden en lo que debian tener los arraeces de Alicante, Elche, Orihuela, Crevillente, Alhama, Aledo, Roz y Cieca, quedando á voz y en nombre del rey de Castilla el reino entero fuera de Lorca, Mula y Cartagena. Vino á poco á visitar el territorio sometido el mismo rey don Fernando, quien llegado á la capital confirmó allí (año 1244) los privilegios de Valpuesta. Mientras el príncipe don Alfonso se enseñoreaba del reino de Murcia, avanzaba don Fernando por Andalucía; y corriendo la tierra de Jaen, tomaba á Arjona, Pegalajar, Montijar y Cartejar, llegando tan adelante su hermano don Alonso, llamado el infante de Molina, que tuvo por algun tiempo en asedio la ciudad de Granada.

Habia despertado los celos del rey de Aragon la fácil conquista de

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Murcia, contribuyendo á aumentar la rivalidad el proceder de don Alfonso, que no perdonaba medio de atraerse la voluntad de los muslimes, entrando en pactos con los que estaban á punto de rendirse á don Jaime. Como si no bastasen estos motivos de desabrimiento, extremóse el disgusto por el favor prestado por don Alfonso al infante de Aragon, rebelde, y por la toma de Enguerra, verificada en territorio que parecia pertenecer á la línea de conquistas de don Jaime, mientras este sitiaba la ciudad de Xátiva. Ambas cosas movieron á este príncipe à desquitarse de los castellanos con las conquistas de Villena, Sax y Bugarra, sin olvidarse de proseguir la empresa que habia comenzado. Entregóse Xátiva á mediados de Junio, y aunque su gobernador Abo-l-Hosein habia pactado con el rey de Aragon la permanencia de los vecinos con sus casas, haciendas y el libre ejercicio de su culto, fueron tan mal observadas las capitulaciones, que en breve quedaron arrojados de la ciudad y de sus cercanías, esparciéndose por el pais en gran número y en estado tan miserable, que cuenta Aben-Al-Abbar haber visto despues al guali Yahia Abo-l-Hosein y á su amigo Abo-Becre vivir como míseros pordioseros, á expensas de sus amigos, errantes de lugar en lugar, sin asilo ni morada.

Á poco tuvieron término las diferencias entre Aragon y Castilla, celebrados entre el rey don Jaime y el infante don Alfonso ciertos tratos, por los cuales se devolvieron recíprocamente las fortalezas usurpadas.

Mientras sucedian estas cosas, apretaba el Rey Santo el bloqueo de Jaen, que en vano defendia valerosamente el caudillo Aben-Muza. Convencido al fin Aben-Al-Ahmar de la ineficacia de la resistencia, resolvió pasar en persona al campo cristiano, donde ofreciendo vasallaje al conquistador de Córdoba, besóle la mano en señal de respetuosa obediencia. Concertaron de comun acuerdo-que Aben-Al-Ahmar le pagase ciento cincuenta mil doblas cada año;-que le sirviese con cierto número de caballeros, cuando le llamara para alguna empresa; y-que viniese á sus Córtes, cuando fuere servido convocarlas, á la manera que lo hacian sus grandes y sus ricos-homes. Asimismo pidió don Fernando que hubiese presidio de cristianos en Jaen, ciudad que debia permanecer como en rehenes en poder de los caudillos cristianos. Logrado esto, entró en la ciudad á los ocho meses de sitiada, y purificada la mezquita mayor, dió gracias al cielo por suceso tan importante.

Así las cosas del reino de Granada, veamos las alteraciones que acaecian en Sevilla. Reconocida por los moradores de la ciudad, en 1243,

la soberanía del monarca de Tunez Abo-Zacaria, habíales este enviado en cualidad de gualí para que los gobernara á su primo y valido AboFares-ben-Yunos. Recibido el caudillo hafsida con ruidosas aclamaciones en la ciudad de Al-Motadid, entrególe el mando el antiguo gobernador Al-Giedd, quien poco satisfecho de Aben-Yunos, ó arrepentido de su lealtad pasada, le disputó despues el poder, despojándole y deportándolo á Ceuta. Solicitaba al par la alianza de los cristianos, dándose á perseguir á los fronteros y almogavares, que intentaban algaras en el territorio de Castilla. Faltóle, sin embargo, habilidad para cohonestar sus intentos, por lo cual instigados contra él aquellos guerreros por AxXetaf, partidario del rey de Tunez, lograron asesinarle, volviendo el poder al desposeido Abo-Fares. Disgustado el Rey Santo de estas mudanzas, y alentado por los recientes triunfos de la campaña de Jaen, resolvió pues llevar sus victoriosas enseñas hasta la ciudad de San Hermenegildo, clavándolas en la Giralda. Llamó á este fin al antiguo rey de Arjona, que vino á servirle con quinientos ginetes granadinos; y partiendo juntos de la conquistada ciudad de Al-Manzor, talaron las tierras de Sevilla y rindieron la fortaleza de Alcalá de Guadaira, primicia de la expedicion que concedió el de Castilla al monarca granadino, por la parte que habia tenido en la empresa 1.

Sabedor despues de que los moros esperaban refuerzos marítimos, envió el rey á Vizcaya y Guipúzcoa á un capitan llamado don Ramon Bonifaz, en calidad de almirante encargado de la formacion de una armada. Dispuesta la expedicion definitivamente, vino de Murcia el infante don Alonso, primogénito de San Fernando, acompañado del infante don Alonso de Aragon y del conde de Urgel. Allegáronse las gentes de los concejos de Coria, Segovia, Mérida y Medellin, el rey Aben-Al-Ahmar y sus caballeros, varios nobles de Portugal y el arzobispo de Santiago con lucida hueste. Concurrieron asimismo otros muchos prelados, distinguiéndose entre ellos don Lope de Marruecos 2, don

1 Garibay, lib. XIX, cap. 43.

2 Segun las estipulaciones asentadas entre Al-Memon y San Fernando, habíase establecido años antes una sede episcopal en Marruecos. Fué el primer obispo de esta ciudad, fray Agrelo, á quien siguió el citado don Lope, ambos de la órden de San Francisco. Véase la Crónica de esta órden,

Parte II, lib. IV, pág. 491. Figura el obispo de Marruecos en el repartimiento de Sevilla, hecho por San Fernando, con cien aranzadas y sesenta y seis yugadas de tierra cultivable, y en el de su hijo, don Alonso, con ciento sesenta aranzadas y diez yugadas (MS. de la Real Academia de la Historia. Coleccion de Salazar, núm. 462).

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