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hacienda, vuesa merced no la ha menester; hermosura, en las mujeres propias antes se debe huir, por peligro; entendimiento, vuesa merced la ha de gobernar, y no la quiere para letrado; condición, no la tiene; los años que tiene son pocos (y decía entre sí: <por vivir»). Lo demás es a pedir de boca». El pobre hombre estaba furioso diciendo: ¡Demonio!, ¿qué será lo demás si ni es noble, ni rica, ni hermosa, ni discreta? Lo que tiene sólo es lo que no tiene, que es condición». En esto los cogió la hora, cuando el maldito casamentero, sastre de bodas, que hurta, y miente, y engaña, y remienda, y añade, se halló desposado con la fantasma que pretendía pegar al otro; y hundiéndose a voces sobre: ¿Quién sois vos? ¿qué trujisteis vos? ¡no merecéis descalzarme!» se fueron comiendo a bocados.

IX. Estaba un poeta en un corrillo leyendo una canción cultísima, tan atestada de latines y tapida de jerigonzas, tan zabucada de cláusulas, tan cortada de paréntesis, que el auditorio pudiera comulgar, de puro en ayunas que estaba. Cogióle la hora en la cuarta estancia, y a la oscuridad de la obra (que era tanta, que no se vía la mano) acudieron lechuzas y murciélagos; y los oyentes, encendiendo lanternas y candelillas, oían de ronda a la musa, a quien llaman:

la enemiga del día,

Que el negro manto descoge.

Llegóse uno tanto con un cabo de vela al poeta (noche de invierno, de las que llaman boca de lobo), que se encendió el papel por en medio. Dábase el autor a los diablos, de ver quemada su obra, cuando el que la pegó fuego le dijo: «Estos versos no pueden ser claros y tener luz si no los queman: más resplandecen luminaria que canción...».

XX. Los taberneros, de quien cuando más encarecen el vino, no se puede decir que lo suben a las nubes, antes que bajan las nubes al vino, según le llueven, gente más pedigüeña del agua que los labradores, aguadores de cuero, que desmienten con el piezgo los cántaros, estaban con un grande auditorio de lacayos, esportilleros y mozos de sillas y algunos escuderos, bebiendo de rebozo seis o siete dellos..., haciendo sed bailando, para bailar bebiendo. Dábanse de rato en rato grandes cimbronazos de vino, andaba la taza de mano en mano sobre los dos dedos en figura de gavilán. Uno dellos, que reconoció el pantano mezclado, dijo: ¡Rico vinol» a un picarazo a quien brindó. El otro, que por lo aguanoso esperaba antes pescar en la copa ranas, que soplar mosquitos, dijo: «Éste es verda deramente rico vino, y no otros vinos pobretones; que no llueve Dios sobre cosa suya». El tabernero, sentido de los remoquetes, dijo: «Beban y callen los borrachos». «Beban y naden, ha de decir»,

replicó un escudero. Pues cógelos a todos la hora; y amotinados, tirándole las tazas y jarros, le decían: «Diluvio de la sed, ¿por qué llamas borrachos a los anegados? Vendes por azumbres lo que llueves a cantaros, y llamas zorras a los que haces patos. Más son menester fieltros y botas de baqueta para beber en tu casa, que para caminar en invierno, infame falsificador de las viñas». El tabernero, convencido de Neptuno, diciendo: ¡Agua, Dios, agua!; con el pellejo en brazos se subió a una ventana, y empezó a gritar derramando el vino: ¡Agua va; que vacíol; y los que iban por la calle respondían: ¡Aguarda, fregona de las uvas!

DE «LA PERINOLA»

Estando tres días ha unas doncellas hilando mil saltos a las castañetas, haciéndome andar a puntadedos, como a puntapiés, por entretenerse, un mancebito déstos que les apunta la copla como el bozo, y les hierve lo culto como la sangre, entró diciendo: «Aquí le traigo». Dejáronse todas en el bufetillo el saca hacia arriba, y acudieron al traigo, de daca arrancada; andaba el venga y el saque muy aprisa. Él entonces sacando un libro recién encuadernado y regordete, y levantándole sobre la cabeza con meneos de sonajas y punta de folías, dijo: «Para todos, Para todos». Una dellas dijo: «Para mí»; otra: «Para nosotras»; otra dijo: «¿Es la seguidilla:

Para todos alegre,

Para mí triste?>

El mozuelo, que las vió confusas, dijo: «Éste se llama Para todos; adivinen qué será Para todos. Una dueña (que con una cara de guitarra juntaba en tenaza la barba y la nariz, y estaba para enhebrar una aguja, dando de calabazadas en los párpados del ojo della a una hebra de hilo con que pretendía, casamentera de trapajos, juntar de pizcas de camisa vieja una sábana) con una voz sin hueso y unas palabras mamadas a tabletazos de las encías, dijo: «Si es para todos, será la muerte». Replicó el maldito mozuelo, que andaba revoloteando con el libro: «No es la muerte». Una bermejuela abuchornada de rizos, y con más colores que barba teñida, dijo: «Ya sé lo que es, venga el libro. Si es para todos, él es el Bien que viniere; así lo dice la empuñadura de las consejas:

Érase que se era,
Que en hora buena sea,
El bien que viniere'
Para todos sea».

Todos celebraban el donaire de la azofarada, cuando con bien enlutada hermosura, una pelinegra, que se servía de la contradicción de su propia blancura, con ojos de rúa, vestidos de negro, (que las niñas de color miran de camino), volviendo la cara con reposo de aguileña y gracia de fea, dijo: Libro que es para todos, guardele; que el autor, sea quien fuere, confiesa que es obra vulgar y bazofia; porque universalmente para encarecer el primor de una cosa buena se dice que no es para todos; y por la misma razón, siendo para todos, es bodegón y olla de mondongo, Guarde su libro, que yo quiero cosa que sea para pocos, porque las tales son muchos menos los que la saben hacer».

El Don Blas (que así se llamaba el que le trujo) replicó, dando un sopapo con el libro en el bufetillo, y tapándome a mí el saca, у enterrándome en volumen: «Acertó vuesa merced como si le hubiera leído; ahí tienen el libro

Para todos, del doctor
Juan Pérez de Montalbán,

que el nombre es verso y copla». «Ése, dijo la pelijudas, des uno que fué muchos años retacillo de Lope de Vega, que de cercenaduras de sus comedias se sustentaba, hasta que dió en escribir media con limpio (poeta de la calle de los Negros), juntándose con otros para hacer pasos a escote? ¿un estudiantillo de encaje de lechuza, hijo de un librero de Alcalá?»

-«Ése propio, respondió Don Blas. Y por hacerse copia de Lope de Vega, se ordenó; y sin duda presto se echará el Frey, por no quitarle pizca. Hízose doctor por equivocarse con Mescua, y está graduado por el mérito del camino; y por no echar más dinero a mal, no trujo graduada la mula de alquiler. A éste, pues, llaman Hominicaco, por lo chico y por los hurtos, porque se averiguó que aruñó una comedia entera a Villaizán; y el primero testigo mayor de toda excepción fué lo que había escrito antes y lo que escribió después. Y ahora, para enmendallo y ostentar suficiencia, ha hecho este libro, que intitula Para todos: en él hay novelas, autos sacramentales, sátiras, declaración de la Misa, comedias, instrucción de predicado. res, almanaques, reportorios, lunarios, amores y cuestiones teólo gas; junta los santos a los bergantes; cita batidos los idiotas y los filósofos, los chaconeros y los Padres de la Iglesia; alaba al autor de la Naqueracusa, como al de la Iliada o Eneida; celebra al autor de los tórligos, mórligos, tirigimorlos, chinchirrimallos, turigurigallos, mucho más que al del Pimandro, y con palabras que aun le arrastraran a Aristóteles. De manera que este no es libro, sino coche de Alcalá a Madrid, donde se embuten y van juntos, dándose hombro con hombro, una vieja, una niña, y la buscona, y el tratante, y el corchete, y la alcahueta, y el capigorrón con el fraile.

El Doctor es azúcar de retama, donde son más las pajas, los palos, las moscas muertas, la basura y el estiércol que lo dulce. El pobre en lo que escribe parece hombre que pelea de tejado, que tira cuanto se topa con la furia: el vidrio quebrado, los cascos de la olla, las calzas viejas, el estropajo y la urraca muerta. Pues, ¡ver las márgenes verbeneando de autores, que parecen propiamente márgenes de laguna, donde se junta la ortiga y el romero y la juncia y la adelfa! Allí se ve junto a Séneca con Barbadillo, Roa con Plutarco, Porreño con Santo Tomás, Luquillas con Avicena; Benavente, diciendo a Quintiliano que se haga allá a puras matracas, que no cabe y no le deja a puros burungóngorros, móngorros, chóngorros, lugar para media declamación. Éste no es loco, que es poco, es una casa de locos; porque ha hecho un libro podrido, como olla, y atestadole de cuantas legumbres, bazofias, cachivaches, tronchos y chucherías ha hallado por las plazas y tiendas de aceite y vinagre, tabernas y despensas. Y lo más gracioso es, que los autores citados están en las márgenes como vendidos, sin saber qué hacen allí; porque los de historia están en lo que ha trasladado de los almanaques, y los teólogos en lo que escribe de guerras, y los filósofos en la teología; y es tal el baturrillo de citas perpetuas, que se echa de ver por letor de moño que el autor no hizo sino trasladar la memoria de todos los libros que ha vendido su padre, y soltado chorretadas dellos a trochemoche por aquellas márgenes, caiga donde cayere. Cita a Godínez, y no a San Benito; y no le cita delante de Dios, sino con la misma ponderación que pudiera al gran Filón judío o a León hebreo; mas esto le perdono porque lo merece el ingenio del doctor, que también es doctor y creo que son deudos. Con todo eso, le hace un agravio: que da el principado en los autos a Valdivielso; y como que todo lo ha escrito bien el Godínez, ha salido en algunos autos mucho, y es más señalado por los autos que todos.

>>Escribe la creación del mundo, y declara la obra de los siete días; lo cierto es que para dar buenos días no se han de dar los que él escribe: porque ha sido tal, que todo lo que Dios hizo en siete días, y vió que era bueno, él en siete días lo ha querido destruir y mostrar que era malo. ¿En qué alforja de pobre se verán juntas tales cosas como en cada día déstos se leen? Todos los hizo martes y aciagos; parece propiamente el entremés del Hablador y una vaya de mozos de mulas y segadores.

>>Pues, ¿a quién no quiebra el corazón velle decir que el mejor pontifice es el Papa, y el mayor rey el de España; y trinchar el refrancico de los pescados el mero, de las carnes el carnero, de las aves la perdiz», en tres tarazones, y hacer dél tres capítulos? Dice (rara cosa y recondita) que el oro es el mejor metal, que el Paraíso es el mejor de los jardines, que el león es el mejor de los animales, y aquí rucía de poetas del Agonal de Pellicer, sólo para que se lean muchas letricas mayúsculas. Dice que de los sepulcros es el mejor el de Cristo: ¡qué de estudio le debió de costar esta conclusión! De los trajes dice que es el más majestuoso el que está

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