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mento para le abajar de aquella presumptuosa frenesí, causada de enfermedad y falta de juicio y superbia luciferina.

Estaba con pena cuando me daba esta relacion el capitan Juan Bautista, porque el navio en que vino no era llegado al puerto de Valparaiso, que lo dexó doce leguas abaxo, que no pudiendo venir con los grandes sures, saltó allí con ocho ó diez hombres por me venir á dar la nueva, temiendo quel Ulloa, habiéndole visto pasar adelante, no hobiese caminado con alguna gente á la ligera por efectuar su mala intencion, ó á lo menos hobiese puesto alteracion de malas voluntades en los que acá estaban, para que nos perdiéramos todos é la tierra, é por esperar allegar al puerto con la nao se tardase algo más, y hobiese su largo trabajo sido en balde.

Estando en esto, llegaron por tierra á la ciudad de Santiago ocho cristianos, y entre ellos un criado mio, que habia enviado al Perú en el barco que llevó el Juan Dávalos. Venian tales, que parescian salir del otro mundo, en sendas yeguas bien flacas. Estos me dieron nuevas del Ulloa, que se apartaron dél en Atacama, é me dixeron que como no pudo llegar á barloventear con la nao del capitan Juan Bautista, echó los soldados fuera de la suya y tornó á meter las mujeres que habia sacado, y ambos navios los tornó á enviar á los Reyes, que no los consintió venir acá, aunque lo deseaban los que venian en ellos, metiendo en ellos capitanes de aquellos sus aliados; y él dió la vuelta á los Charcas, porque le envió á decir el capitan Alonso de Mendoza, que en ellas estaba por Pizarro, como está dicho, que se fuese á él con toda la gente, porque así se lo habia escrito Gonzazalo Pizarro que se lo escribiese de su parte, porque te

nia nescesidad de sus amigos, y era tiempo que le favoresciesen, porque tenia nueva que habia llegado á Panamá un caballero que venia de parte de S. M., y que le habian sus capitanes entregado el armada, aunque no lo creia; é que de cualquier manera que fuese, determinaba de no le dexar entrar á él á ni otro ninguno que viniese en la tierra, y quél estaba confiado que no haria otra cosa. Y así se fué, y que no pudo holgarse con cosa más, porque ya tenia la venida de acá, porque sabia que no se me podia escapar si pasaba el despoblado.

Al tiempo de su partida, por ruego de aquellos sus amigos, dejó en Atacama hasta veinte hombres que deseaban venir acá, y entre ellos quedaron tres ó cuatro personas que traian sesenta yeguas, que era la mejor hacienda y más provechosa y necesaria que en esta tierra podía entrar; é por no hacer el Ulloa cosa bien hecha, ya que les dió licencia para que quedasen, les quitó los caballos que traian buenos, cotas é lanzas que fue prencipio de su perdicion.

Viéndose tan poca gente en Atacama y los indios bellicosos y ellos tan embolumados (1) de yeguas é con poco servicio, se metieron al despoblado con esperanza de se reformar en el valle de Copiapó. É como los indios dél supieron de los de Atacama haberse vuelto el capitan y no ir mas de veinte cristianos y sin armas, y armas, y revuelto el Perú, en entrando en el valle dieron en ellos y mataron los doce y los otros se escaparon, bien heridos, en sendas yeguas cerriles. Como vino la noche, se salieron del valle é se vinieron hácia la ciudad de la Serena, y dexaron toda su ropa, yeguas, negros, servicio, y cinco ó seis

(1) Embolumados, sin duda por embolismados, embarazados ó embrollados.

'hijos pequeños. É la causa de no matarlos á todos, fue que tovieron nueva los indios del valle de otros que vinieron á dar mandado que salian cristianos de la Serena, é por esto no fueron tras ellos; é así llegaron á la ciudad sin figura de hombres, del trabajo é hambre que habian pasado y de las heridas. Destas cosas y otras muy peores fue causa el Ulloa que digo, y Solís su primo en favorescerle, y Aldana en consejarle.

Primero de Diciembre del año de 547, llegó el navio, y surgió en el puerto de Valparaiso, y á los diez dél estaba yo embarcado, con diez hijosdalgo que llevé en mi compañía para ir á servir á las provincias del Perú contra la rebelion de Gonzalo Pizarro, á la persona que venia de parte de V. M. y con su autoridad, á ponerlos debajo de su Cesárea y Real obediencia.

Allí provei al capitan Francisco de Villagra, mi maestre de campo, porque le tenia por verdadero servidor y vasallo de V. M. y celoso de su Cesáreo servicio, por mi lugar teniente general, para que atendiese á la guardia, pacificacion y sustentacion de las ciudades de Santiago y la Serena y los vasallos de V. M. y de toda esta tierra y conservacion de los naturales della, como yo siempre lo habia hecho, en tanto que iba á servir al Perú en lo dicho, y daba la vuelta con el ayuda de Dios á esta tierra, dexándole para ello la instruccion que me paresció convenia al buen gobierno y sustentacion de todo. Y le despaché luego á la ciudad á que presentase en el cabildo la provision é le rescibiesen, é yo esperé en el navio aquel dia hasta que le hobiesen rescebido y se pregonase en la plaza de la ciudad. Tove aviso al tercero dia por la mañana como la habian obedescido y cumplido los del cabildo, é me enviaron sus

cartas declarando en ellas á V. M. como le iba á servir á procurar el bien de todos y la perpetuacion de estas provincias.

Luego que ví la respuesta del cabildo, pedí á Juan de Cardeña, escribano mayor en el juzgado destas provincias de la Nueva Extremadura, que estaba allí presente é iba en mi compañia, que me diese por fé y testimonio, para que paresciese en todo tiempo ante V. M. y los señores de su Real Consejo, Chancilleria y Audiencias de España é Indias, ó ante cualquier caballero que viniese con su Real comision á las provincias del Perú, como dexaba en estas provincias de la Nueva Extremadura el mejor recaudo que podia para que la sustentasen en servicio de V. M., y me hacia á la vela en aquel navio, llamado Santiago, para ir á las del Perú á servir á V. M. y al tal caballero contra Gonzalo Pizarro y los que le seguian y estaban rebelados de su Cesáreo servicio, y contra todas las personas que lo tal presumiesen é intentasen, y hacerles á todos en general y en particular con las armas en la mano la guerra á fuego y á sangre, hasta que depusiesen las suyas y viniesen por fuerza ó de grado á la obediencia, sujecion é vasallaje de V. M. y fuesen justificados todos conforme á sus deméritos con la verga (1) de la justicia. E pedí á las personas que iban en mi compañia y á otros diez ó doce caballeros é hijosdalgo vecinos de la dicha ciudad de Santiago, que allí estaban para se despedir de mí y volverse á sus casas, que me fuesen testigos, y que así lo declaraba, para que se supiese en todo tiempo que yo era servidor y leal subdito y vasallo de V. M. sin cautela, sino á las

(1) Verga, de virga, vara.

derechas. Y con esto salieron las personas que habian de ir á tierra en la barca, y vuelto al navio y metido dentro, mandé disferir (1) velas á los 13 del dicho mes, llevando delante la buena ventura de V. M. y con voluntad de emplear la persona, vida é honrra, con cient mill castellanos que llevaba de acá, é los demás que pudiese hallar en el Perú empeñándome, los sesenta mill mios y de amigos que me los habian dado de buena voluntad, y los cuarenta mill que tomé prestados á otros diez ó doce particulares, á uno mill y á otro mill y quinientos, dexando órden para que se los fuesen pagando poco a poco de lo que sacasen de las minas mis cuadrillas, que serian cada año, libres de gasto, doce ó quince mill pesos; y gastarlo todo y perderlo juntamente con la vida en su Cesáreo servicio, ó con ello y ella destruir á todos sus deservidores y suezes vasallos.

á

Llegué en dos dias de navegacion á la ciudad de la Serena, que tenia fundada á la lengua del agua, salté en tierra y no me dętove mas de un dia: dí órden al teniente y cabildo de lo que habian de hacer, y cómo se habian de guardar de los naturales, y obedescer en todo á mi teniente general, diciéndoles como iba á servir á V. M. contra la rebelion de Gonzalo Pizarro, y voluntad que llevaba. y tornéme á embarcar á los 15 del dicho mes, y seguí mi viaje. En alzando velas, mandé á los marineros que me echasen á la mar una infinidad de plantas que llevaban destas partes á los Reyes, porque no me gastasen el agua, diciéndoles que no habia de parar hasta me ver con la persona que venia por parte de V. M., y asi se echaron.

(1) Disferir, por largar ó desplegar velas.

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