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poton, y si era el de Lázaro bastaba tener noticia que sus vecinos habian rescibido aquellas malas obras para se alterar y recatar, mayormente, saltando en su tierra y pueblo, sin su licencia, y de noche. Salieron, pues, á tierra y pusieron junto del pueblo, ciertos tiros de artillería, y como los indios, que velaban el pueblo y andaban junto á la playa, los vieron, vánse para ellos con sus armas, arcos, y flechas, y lanzas, y rodelas, diciéndoles por sus meneos y señas que se fuesen de su tierra, y haciendo acometimientos, como amenazas que querian dar en ellos; entónces el capitan Grijalva comenzó ante los españoles á hacer protestaciones y justificar su hecho, diciendo que fuesen testigos, como no venia él ni ellos á hacer mal á aquellas gentes, sino á tomar agua de que tenian necesidad y pagársela, y otras palabras, harto propíncuas al viento, y de ningun efecto para excusar los daños y males que despues sucedieron. Mirad á quién ponia por testigos de sus protestamientos, y qué aprovechaban no entendiéndolos los indios que estaban en sus casas, quietos, viniendo gente tan extraña y belicosa, y que tanto daño les habia hecho el año pasado, y no entrando, como dicen, por la puerta, pues no les pidieron licencia para entrar en su tierra; demás de haber entrado de noche, la cual entrada era manifiesto que habian de engendrar en los ánimos de aquellos justo y razonable temor y sospecha. Hace decir al indio que traian consigo de la isla de Cozumel, Grijalva, que no les queria hacer mal alguno, sino tomar agua y salirse de su tierra, ellos les mostraron un pozo, que estaba del pueblo un tiro de piedra, diciendo que la tomasen de allí y se fuesen luégo; van los marineros y grumetes con las pipas, jorrándolas, y hinchen las otras vasijas que tenian; pareciéndoles que se tardaban mucho, ó juzgando que se hacian reácios, dábanles, con amenazas y acometiendo como que les querian tirar las flechas, priesa que se fuesen, y porfiando mucho los indios en ésto, y los españoles no yéndose, salieron dos indios de su escuadron y fueron hácia los españoles, uno de los cuales llevó una cosa como hacha encendida, y púsola encima de

una piedra, hablando en su lengua, como poniendo término, segun despues pareció, dentro del cual sino se fuesen les darian guerra; el término fué hasta que se apagase ó se acabase la lumbre, y como apagada ó acabada la lumbre no se fuesen, dan luego con grande alarido los indios en ellos. Los españoles, que no se durmieron, disparan primero el artillería, y tras ella, con el ímpetu que suelen, mayormente contra gente desnuda, como son éstos, con las escopetas, que llevaban algunas, y ballestas, y luego con las espadas, que son las que hacen al caso, que los cuerpos desnudos parten por medio, mataron todos cuantos pudieron. Recogiéronse los indios dentro de un albarrada de piedra y madera, de un estado en alto, que tenian por cierta parte del pueblo, y así no tuvieron tanto lugar los españoles de hacelles tanto mal como les hicieran, y tambien porque el mismo capitan Grijalva, que de su naturaleza no era cruel, ántes blando, y de condicion buena, prohibió á los españoles que los persiguiesen. Los indios mataron con una flecha, en aquel ímpetu, un español y muchos hirieron, entre los cuales salió tambien Juan de Grijalva herido, quebrado un diente y otro del todo perdido, y áun lastimada la lengua de un flechazo que le dieron; despues vinieron algunos indios como á pedir treguas

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paz y que mostraban querer ser amigos de los españoles, segun parecia, y convidaban que fuesen algunos españoles con ellos, como si les dijeran que fuesen á tratar la paz con su señor, segun juzgaban los nuestros. Envió Grijalva dos ó tres, y llegaron hasta las albarradas, y allí les dieron una máscara ó carátula de palo, cubierta de hoja de oro delgada, que en señal de paz enviaba al Capitan el Cacique; iban y venian muchos indios desarmados á ver los españoles, aunque no se osaban llegar á ellos.' Recogieron su agua y sus tiros de artillería los españoles, y embarcáronse en las barcas, y asi fuéronse á los navíos, dejando su amor entrañado en aquellas gentes, ó por verdad decir su temor horrible, de la manera dicha.

CAPITULO CXI.

Partieron de allí de Champoton, segun yo creo, puesto que algunos dijeron que de Lázaro y Campéche, como ya dije, la costa abajo en demanda de algun puerto, porque habia muchos dias que no lo habian topado en todo lo que habian navegado por la costa de la isla de Cozumel, ni de la de Yucatán, por adobar uno de los navios que les hacia mucha agua, Y á las 10 leguas de Champoton hallaron un puerto, al cual llamaron, por la razon dicha, Puerto Deseado. Aquí adobaron el navío, y viniendo una canoa con cuatro indios á hacer sus negocios de pescar, ó de mercadercillos, los mandó tomar Grijalva, con color de que aprendiesen la lengua nuestra para servirse dellos por lenguas, harto inícuamente, no mirando que los hacian esclavos sin se lo merecer, y los privaban de sus mujeres, y hijos, y á los hijos y á los padres constituian en angustia y tristeza, y no chica calamidad. Desde aqueste Puerto Deseado, parecia la gran tierra de la Nueva España, que volvia á la mano derecha, como hacia el Norte; creyó el piloto Alaminos que fuese otra isla distinta de Yucatán, estimando tambien que Yucatán fuese isla. Preguntados los indios que tomaron, qué tierra era la que parecia, respondieron que era Coluá, la última sílaba aguda; y esta es la que despues llamamos Nueva España, y como á isla ó tierra distinta, indució al Capitan que fuesen á ella y tomasen della la posesion, como si no bastaran mil posesiones que se habian tomado por los reyes de Castilla en todo este orbe. Salieron, pues, del Puerto Deseado, por la costa abajo, que corria al Poniente, y vánse mirando la tierra, y llegáronse á un rio grande, que creo llamaron de Sant Pedro y Sant Pablo, al ménos agora así se llama, 25 leguas del Puerto Deseado; por

las riberas dél y costa de la mar vieron muchas gentes que estaban pasmados, mirando los navíos, cosa nunca dellos vista ántes. Dan luégo á cinco leguas más adelante en otro mayor, cuyo ímpetu echaba el agua dulce dos leguas y tres en la mar; este rio baptizó Grijalva de su nombre, y así se llama hoy el rio de Grijalva, el cual, ó el pueblo, ó la misma tierra, se llamaba por los vecinos naturales della, Tabasco; es tierra felicisima y abundantísima del cacao, que son las almendras de que usan por suave bebida, y por moneda en toda la Nueva España, y en más de 800 leguas, como se dirá, y por ésto estaba aquella tierra poblatísima y plenísima de mortales. Así que, entraron por el rio arriba, hasta media ó cerca de una legua, donde estaba el pueblo principal, donde lanzaron sus anclas y pararon, y como la gente indiana vido los navíos, todos asombrados de ver barcos tan grandes, y gente barbada y vestida, y todo de tan nueva manera y diferente arte, salieron á defenderles la salida en su tierra y pueblo, hasta 6.000 hombres, á lo que se juzgaba, con sus armas, arcos y flechas, y lanzas de palos, las puntas tostadas, y rodelas de ciertas mimbres ó varillas delgadas, todas ó la mayor parte cubiertas con unas chapas de oro fino, de plumas de diversas colores adornadas, y, porque era tarde, aquella noche toda se pasó en velarse ambas partes. En esclareciendo, vienen sobre cien canoas llenas de hombres armados á ponerse cerca de los navíos, y de entre ellas sale una, y acércase más á los navíos, para que se pudiese oir más su habla; levántase en ella un hombre de autoridad, que debia de ser Capitan ó principal entre ellos, y pregunta qué querian ó qué buscaban en tierras y señoríos agenos; esta lengua no entendia el indio que traian de Cuba, pero entendíanla los cuatro que habian preso en la canoa, en el Puerto Deseado, y el de Cuba entendió á éstos, y éstos entendieron á los de Tabasco; y respondió Grijalva que él y los cristianos no venian á hacerles mal alguno, sino á buscar oro, y que traian para pagárselo. Vuelve con la respuesta el Capitan de la canoa, y da nuevas á su Rey y señor, y á los que las esperaban, y dice

así

parécele buena gente los cristianos; torna otra vez, y llégase al navío del capitan Grijalva, sin temor, y dice que á su señor place, y á todos su súbditos, tener con él y con los cristianos amistad, y dalles del oro que tenia y rescibir de lo que traian de su patria; el cual trujo una máscara de palo grande dorada muy hermosa, y ciertas cosas de pluma de diversas colores y bien vistosas, diciendo que su señor vernia otro dia á ver los cristianos. Grijalva le dió unas sartas de cuentas verdes de vidrio, y unas tijeras, y cuchillos, y un bonete de frisa colorado, y unos alpargates; las tijeras y los cuchillos fué lo que hizo al caso, porque con aquello pensó el intervenidor de la paz y amistad que iba bienaventurado. Acordó el Cacique y señor de la tierra ir á verse con los cristianos, y entra en una canoa, esquifada de gente, sin armas, y entra en el navío del capitan Grijalva, tan seguro como si fuera de su propio hermano. Grijalva era gentil mancebo, de hasta veintiocho años; estaba vestido de un sayon de un carmesi-pelo, con lo demas que al sayon respondió, cosas ricas. Entrado y rescibido por Grijalva el Cacique con mucho acatamiento, y abrazándose, y sentados, comenzóse la plática, de la cual muy poco el uno del otro entendian, más que por señas y algunos vocablos que declaraban los indios que habian tomado en el Puerto Deseado, que los decian al indio que traian de Cuba; todo se creyó que iba á parar en que se holgaba de su venida y que queria ser su amigo, y despues de hablado un rato, mandó el Cacique á uno de los que con él habian venido, que sacase lo que dentro de una que llamamos petaca, segun la lengua de Méjico, que es como arca, hecha de palma y cubierta de cuero de venado, traia. Comienza á sacar piezas de oro, y algunas de palo cubiertas de hoja de oro, como si las hobiera hecho para Grijalva y á su medida, y el Cacique, por sus mismas manos, comiénzalo de armar desde los piés hasta la cabeza, quitando unas si no venian bien, y poniendo otras que con las demas convenian, y así lo armó todo de piezas de oro fino, como si lo armara de un arnés cumplido de acero hecho en Milan. Sin el armadura le dió muchas otras joyas de oro

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