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do, en no poblar, de donde al mismo Grijalva le fuera muy mejor, y así permitió Dios que enviase á quien áun ántes que partiese se la negó, como parecerá. Partido Pedro de Alvarado para Cuba, Grijalva, con los tres navíos, fuése la costa abajo, descubriendo por ella muchas leguas, y llegó hasta cerca de la provincia de Panuco, y visto que toda era una tierra, y estimaban ser tierra firme, acordaron tornarse por el camino donde habia venido, y enderezar su viaje para la isla de Cuba á dar cuenta á Diego Velazquez de la prosperide su descubrimiento y camino. A la vuelta, en cierta parte de aquella costa de mar, como siempre venian cerca de tierra, salieron al encuentro ciertas canoas ó barquillos de los indios, llenas dellos, armados con sus arcos y flechas, y comenzaron á tirar á la gente de los navíos, pero como los españoles no se solian dormir, sueltan algunos tiros de artillería y escopetas, y á saetadas, muertos y heridos algunos de los indios, los hicieron huir. Siguieron los navíos la costa arriba, hacia el Levante, y llegaron á cierto rio que tenia un razonable puerto, que nombraron puerto y rio de Sant Anton, 25 leguas del rio de Grijalva, donde el señor de allí armó á Grijalva todo el cuerpo de oro, como dijimos en el capítulo 414. Allí vinieron ciertos indios y trujeron ciertas hachuelas de oro bajo, y por ellas se les dieron algunas sartas de cuentas y otras cosillas de rescates de Castilla, y porque tuvieron necesidad de reparar allí el uno ó los dos navíos, acordaron de saltar toda la gente dellos en tierra, y estando en ésto, vinieron ciertos indios de la otra banda del rio en sus canoas, y trujeron á los cristianos 30 ó más hachuelas de oro, que pesaron 1.800 pesos de oro, pocos tomines ménos, y una taza labrada, muy hermosa, de oro, que pesó veinte y tantos pesos de oro, y algunas mantas de algodon y otras joyas, sin pedir nada por ello. Vista la liberalidad destos indios, tornaron los españoles á murmurar contra Grijalva, porque no queria en tan rica tierra poblar, pues les daba tan buena ventura en las manos, donde podian ser ricos y bien aventurados, pero no por eso Grijalva se movia, diciendo que

no tenia tal comision de Diego Velazquez, por lo cual hizo apregonar, poniendo penas, que nadie de poblar tractase ni hablase. Aquí vinieron en una canoa ciertos indios, con un señor que parecia mandalles, y presentaron ciertas gallinas, y frutas de la tierra, muy buenas, como son las que llamamos piñas, porque por de fuera tienen la forma de piñas, puesto que no hay melon fino ni otra fruta de las nuestras que se le iguale, y otras que llaman zapotes, fruta digna de presentarse á los Reyes; dijeron por señas que traerian oro. Dióseles un sayo de frisa, hecho de colores, y una camisa y otras cosillas de rescates, por convidallos á que bien lo pagasen, como mostraban hacello; vinferon despues otros y presentaron al Capitan dos hachas de oro, que pesaron 150 pesos, dos, ó tres, ó cuatro ménos, y ciento y tantas cuentas huecas de oro, muy bien hechas, y docena y media de cuentas de plata ó de estaño, y otras piezas de oro menudas; la recompensa que se les dió valia hasta 8 ó 10 reales, en cuentas verdes y cuchillos y tijeras. Unos marineros que habian ido á pescar, el rio abajo ó arriba, toparon á ciertos indios, los cuales les dieron ciertas águilas de oro, y una cabeza de no sé qué figura, y un cascabel muy lindo, con unas alas, y una hacha, que pesaria todo hasta 70 castellanos. Aquí dijeron que habian visto ciertos indios muertos de fresco, metidos en un hoyo; entendieron que debian ser indios á los ídolos sacrificados. De aquí enderezó su camino y viaje Grijalva para la isla de Cuba; quiso venirse por Yucatán, que entonces llamaban la Isla Rica, por no saber que era parte de la tierra firme, y llegar al pueblo de Champoton, donde al principio hirieron y mataron la gente á Francisco Hernandez de Córdoba, primero que todos de aquella tierra descubridor, como en el cap. 98 se declaró, y vengar, diz que, aquellas muertes; pero llegados á la costa de la mar de Champoton, vieron tan bien apercibidos á los indios y tan denodados para los resistir, que habidas algunas refriegas, ántes que desembarcasen sobre una isleta que estaba cerca del pueblo, en la mar, acordó Grijalba de no se detener á pelear, sino irse en paz su

camino. Llegados á Campéche, 10 ó 12 leguas de allí, que arriba dijimos haberle puesto nombre Francisco Hernandez, el pueblo de Lázaro, y donde tan humano y alegre rescibimiento les hicieron, y hospedaje, quisieron tomar agua, y saliendo en tierra con sus tiros de pólvora y aparejados, donde vieron alguna gente de los indios desarmada, preguntándolos dónde podian coger agua, díjose que les señalaron con el dedo que hácia tal parte, y llegados allí, señalábanles más adelante, y remando más adelante, señalábanles más adelante, donde, diz que, hallaron cierta celada de hombres armados con sus arcos y flechas, las cuales contra ellos desarmaron; pero los nuestros, con los tiros de pólvora y con salir el Capitan con toda la gente de los navíos desque los vido revueltos, aunque les pesó, tomaron toda el agua que quisieron en abundancia. Esto es de maravillar, que habiendo tratado tan bien los de aquel pueblo y tierra á Francisco Hernandez y á su gente al principio, como se refirió en el cap. 98, que agora les quisiesen hacer mal, y si quizá no es lo que arriba dijimos en el cap. 110, que por yerro del piloto lo que acaeció en Champoton creyeron haber acaecido en el pueblo de Lázaro, no es verdad debió de suceder aquesta mudanza, porque como vecinos y pariente de Champoton, y quizá vasallos de un señor, viendo que Francisco Hernandez y su compaña dejaron hecho tan grande estrago y muertos tantos, se doliesen, como era cosa natural, y, por consiguiente, juzgasen á los españoles por injustos y crueles, y á los de Champoton por agraviados, acordaron de no los recibir, mas ántes, si pudiesen, á todos matallos. Finalmente, tomaron toda el agua que quisieron, á pesar de los indios, porque como gente sin armas ni defensa siempre han de caer debajo; desde allí Grijalva y sus navíos toman su camino para la isla de Cuba, y despues de muchos y gravísimos trabajos, por vientos, y mar, y corrientes contrarias, aportaron á Cuba en el puerto que llamábamos de Matanzas, que está cerca del pueblo que agora se diz de la Habana, por otro nombre Sant Cristóbal, donde halló Grijalva una carta de Diego Velazquez, en la cual decia que se diese la

priesa que más pudiese para llegar á Santiago, la ciudad donde él estaba, y hiciese saber á toda la gente que con él venia, que los que quisiesen allí, en la Habana, esperar, para tornar á poblar á la dicha tierra é Isla Rica de Yucatán, y la demas tornasen, porque él aparejaba para enviar gente á poblallo; mandando que á los tales se les diese todo lo que hobiesen menester, en una hacienda como granjería, que él por allí tenia, que llamaban Estancia.

CAPITULO CXIV.

Grijalvà se dió la mayor priesa que pudo darse para llegar á la ciudad de Santiago, donde Diego Velazquez estaba entendiendo en aparejar muchos navíos y gente, para enviar á poblar la tierra que Francisco Hernandez y Grijalva descubierto habian, que llamaban la Isla Rica, por Yucatán y aquella costa abajo, hasta Tabasco, que es el rio que dijeron de Grijalva; llegado Grijalva á la ciudad, y pareciendo ante Diego Velazquez, dióle pocas gracias por lo que habia trabajado, y oro que con Alvarado le habia enviado y por lo que tambien él le traia, ántes riñó mucho con él, afrentándolo de palabra, porque así era su condicion, porque no habia quebrantado su instruccion y mandamiento en poblar en la tierra, pues toda la gente que llevaba se lo pedia, reprension harto digna de otra mayor, reñir á un criado, pariente fiel y tan obediente, que no quiso quebrantar un punto de lo que llevaba mandado, especialmente que á él le fuera muy provechoso más que á nadie, así en riquezas y estado, como en excusar la indignacion que toda la gente que llevó contra él tuvo por no haber poblado. Todo ésto me refirió á mí el mismo Grijalva en la ciudad de Sancto Domingo el año de 1523, viniendo perdido y con harta necesidad, y partido de mí en aquella ciudad, se fué para tierra firine, donde gobernaba, ó mejor diré, desgobernaba Pedrárias, al cual envió á la provincia de Nicaragua, y estando en el valle de Ulanche, sojuzgando y guerreando á los indios de aquel valle, lo mataron los mismos indios á él y á otros ciertos españoles; donde pagó Grijalva los males que allí hacia y el servicio que debia á los indios de la isla de Cuba, y si algunos hizo en aquel descubrimiento, puesto que siempre le

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