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go, me habría complacido hallar á Colón más desinteresado. El genio parece que deja de serlo des. de el instante en que roza la tierra con sus alas. Los Reyes no podían acceder á las monstruosas peticiones de Colón. ¿Cómo aquellos Reyes que estaban librando la última batalla contra el feudalismo, iban á consentir la fundación de un nuevo estado feudal? Colón podía transigir, porque transigiendo no renunciaba sino á lo que era suyo, á una parte de sus intereses personales; los Reyes no podían transigir, porque transigiendo renunciaban á lo que no era suyo, á la política que estimaban necesaria para la paz y prosperidad de su pueblo. En su consecuencia, las negociaciones se rompieron, y Colón, tomando de la mano á su hijo Diego, salió de Sevilla con dirección á Huelva, «para fablar e verse con un su cuñado, casado con hermana de su mujer, que á la sazón estaba e habia por nombre Muliar» (1). En este viaje, hacia mediados del 81, fué cuando, pasando por Moguer y Palos, fué á dar por primera vez en el convento de Santa María de la Rábida.

(1) Declaración del físico de Palos, Garcia Hernández. Véase Apéndice I.

CAPÍTULO II

COLÓN EN LA RÁBIDA

I

Santa María de la Rábida, aquel modesto (1) y solitario convento que bañan la ria del Tinto y el mar, iba á salvar el proyecto de navegación al Occidente cuando todos lo daban por abandonado. De la llegada de Colón al convento nos da cuenta el médico de Palos, García Hernández, en las palabras «demandó á la portería que le diesen para aquel niñico, que era niño, pan y agua que bebiese». El portero pasó á Colón á la hospedería y avi

(1) Constaba el convento de la Rábida de portería, hospedería, un pequeño patio, de un solo piso, y un hermoso templo. El patio, rodeado de claustro, de estilo mudéjar, tenía los muros pintados hasta la altura de unos dos metros, con la misma viveza en los colores y los mismos motivos que los fragmentos de frescos que aún quedan en el de San Isidro del Campo, junto á

só á Fr. Juan Pérez (1), con quien se hallaba á la sazón el Médico de Palos. Juntos salieron á saludar al huésped, y viéndole dispusición de otra

Santiponce; á su alrededor se abrían las celdas, que ofrecían acomodo para unos seis ó, á lo sumo, ocho frailes. El templo, como casi todos los andaluces de los siglos XIII, XIV y primera mitad del XV, ostentaba dos órdenes de arquitectura: el presbiterio era ojival, de la primera época, el cuerpo tenía la techumbre de alfarje. Al pie de la iglesia, lado de la epístola, hay una capilla que, por su planta cuadrada, techo de cúpula y ventanitas de estilo árabe, parece un marabuth. El Sr. Velázquez ha restaurado este convento con inteligente celo. Lástima que le haya faltado resolución ó dinero para restituirlo exactamente al estado en que se hallaba á fines del siglo XV, cuando Colón llamó á sus puertas. Sería el más interesante de nuestros monumentos mudejares. Todavía, con haber sido tan deficiente la restauración, vale bien la pena de ser visitado, porque se contempla en aqnel claustro un arte que no es árabe ni cristiano, pero bello y de mucho efecto lo es, con una plenitud é integridad que no ofrece ningún otro de nuestros edificios de este orden. Pidese, sin embargo, un caudal de conocimientos poco comunes y un gran esfuerzo de fantasía para representarse el convento en su forma primitiva, y la representación resulta siempre subjetiva y pálida, lo que se habria evitado habiéndose completado la restauración.

(1) Fernando Colón y otros historiadores dan á Fray Juan Pérez el título de Guardián; los testigos le llaman Fray Juan Pérez á secas, y dos de ellos, Alonso Beles y Fernán Pérez Camacho, confieren el título de Guardián á otro fraile, cuyo nombre no dicen, contentándose con llamarle el astrólago ó que era «muy grande astrólago.» Bien pudiera ser que este otro fraile, guardián y astrólago, fuese Fray Antonio de Marchena, lo que explicaría la reducción á uno, que por tanto tiempo ha reinado, de los dos frailes Juan Pérez y Antonio de Marchena. (Puede verse Fernández Duro, Colón y Pinzón, en Memorias de la Real Academia de la Historia, t. X, pág. 284.)

tierra e reino ajeno, en su lengua» le preguntó Fr. Perez «que quien era e donde venia». Cristobal Colón le dijo: «que venia de la corte de su Alteza, e le quiso dar parte de su embajada a que fué a la corte e como benya». En este punto, el médi. co se retiró volviéndose á Palos. Fr. Juan Pérez siguió escuchando á Colón, que le refirió todo lo que le había acaecido en la corte de Castilla, logrando despertar en el Fraile la curiosidad primero y luego el interés, hasta el punto que éste mandó llamar al Médico de Palos (1). He aquí como García Hernández refiere el caso: «Dijo el dicho Cristobal Colon al dicho Fr. Juan Perez, como abya puesto en plática en descobryr ante su alteza, e que se obligaba á dar la tierra firme queriéndole ayudar su alteza con nabyos e las cosas pertenecientes para el dicho viaje e que conbenyesen, e que muchos de los caballeros é otras personas que ay se hallaron al dicho razonamiento le bolaron su palabra, e que no fué acoxyda, mas que antes ha

(1) Estos son los dos tiempos que el P. Coll, á fuerza de alambicar, cree discernir en la declaración del Físico de Palos. Como se ve, lo que pasó fué muy natural. El médico Hernández, no viendo nada extraordinario en Colón, dejó al Fraile en conversación con éste y se fué á Palos; mas luego, cuando Fr. Juan Pérez se enteró de quién era Colón, por dónde había andado, quiénes le favorecían y de la importancia del proyecto, envió á llamar á su amigo el médico Hernández, que conocía algo de Astronomia, para que oyese lo que Colón decía y se enterase de su proyecto. No se trata, por tanto, de dos visitas, separadas nada menos que por un lapso de cerca de siete años, sino de dos instantes de una misma visita.

zian burla de su razon, desiendo que tantos tiempos aca se avian probado e puesto nabyos en la busca, e que todo era un poco de ayre e que no abya ra. zon dello; quel dicho Cristobal Colon, vyendo ser su razon desyelta en tan poco conoscimiento de lo que se ofrecia de haced e conplyr, el se vino de la corte e se yba derecho desta villa á la villa de Huelva, para fablar e verse con un su cuñado, casado con hermana de su mujer, e que á la sazon estaba e que habia nombre Muliar (1); e que vyendo el dicho frayle su razon, enbyo á llamar a este testigo, con el cual tenya mucha conversacion de amor e porque alguna cosa sabya del arte astronómica, para hablarse con el dicho Cristobal Colon e byese razon sobre este caso del descobrýr, e que este testigo vino luego e hablaron todos tres» (2).

Estas conferencias duraron algunos días, y es probable que á ellas concurriesen algunas mas personas, entre otras, sin duda, el fraile que dos de los declarantes en el pleito llaman «el astróla. go» (3), sin que nos digan su nombre, y que algu

(1) Miguel de Muliarte, casado con Violante Muñiz, hermana de Felipa Muñiz, mujer de Cristóbal Colón. (Fernández Duro, Nebulosa de Colón, págs. 18-29.)

(2) Véase Apéndice I.

(3) «Que lo que es cerca de lo contenydo en la pregunta, que vido este testigo quel dicho almyrante colon estubo en la villa de palos mucho tiempo publicando el descubrymyento de las yndias, e posó en el monasterio de la Rabida, e comunycaba la negociacion de descubryr con fray astrólago, que ende estaba en el convento por guardian, e ansi mysmo con un fray Juan, que habia servido siendo mozo á la Reyna doña ysabel católica,

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